Bella mariposa, la top
model de Species (1994) es, para variar, un mutante,
un organismo barroco: híbrido entre un lenguaje genético
humano y otro remoto e indescifrable. Salta de impúber
a mujer adulta luego de no más de una noche en estado de
crisálida. Del capullo abominable y pestilente emerge una
barbie de soberanía e indiferencia verdaderamente
angelicales. A poco de educarse (basta una noche de filmes eróticos
en la tevé de un hotel), empieza un itinerario experimentalista
que le pertenece menos al deseo que
al narcisismo, a la reproducción. La rubia de dos mundos
busca desesperadamente ser fecundada por un varón terreno
que esté a su altura biológica. Se ha convertido,
casi literalmente, en una men-eater.
1
Máquina histérica. Seducción.
Ella no es pero aprende a ser o a parecer (doble juego estimulante:
especie de histeria de segundo grado) una atorranta en celo perpetuo,
ninfómana con atavío nupcial que vagabundea por
calles
y pubs de Los Angeles, dominando el arte de excitar a
la muchachada noctámbula y calentona.
2
Máquina biológica. Ella es, debajo de esa
piel, un monstruo, una especie de insecto-reptil copulante, exigente,
carnívoro y sin deseo, bicho itinerante y letal que elimina
sin miseri-cordia a cuanto galancete no aprueba el biodiagnóstico
o a cuanta competidora se atraviesa en su camino.
3
Máquina autista. Narcisismo angelical o
animalesco.
Ella es, finalmente y sobre todo, un ángel, una aparición
blanca, un increado, un bild. (Sin memoria ni deseo, es
decir, sin pecado, ella conquista su objetivo. Se aparea,
logra el embarazo. Razonablemente, descuartiza a su partenaire
y se retira a las cloacas a parir con tranquilidad.
Hay que detenerla: dados su ritmo de crecimiento y su fertilidad,
esta raza sustituirá a la humana en algunas décadas.)
Este ángel es la promesa de una nueva raza femenina. Amazonas
del siglo 21 lanzadas a la locura endógena
de su autorreproducción. Separadas, ajenas, excluyentes,
completas. Madonna, Xuxa o Jodie Foster, monumentos
a la solitaria aventura de la femineidad, no tienen hijos. Tienen
hijas.
(Xuxa ha llegado a lamentar en público no haber conocido
a la familia del padre de su nena antes de haberse fecundado:
al parecer él es el único lindo en una familia
de feos: ese descuido puede resultar fatal)
Toda la vasta tecnología de la fertilización asistida
no deja
de ser una épica de lo femenino excluyente. El varón
parece recobrar una inocencia perdida: no interviene a no ser
bajo una modalidad técnica, quirúrgica, instrumental.
Cuando es, el hombre no es sino un retorcido procedimiento que
la mujer utiliza para llegar a sí misma.
Aparentemente, esta
nueva raza no operaría sino una inversión, simple
y grosera, del procedimiento cristiano. Antes el varón
se reproducía a través de la mujer; ahora
la mujer se reproduce a través del varón. El varón
se reproducía y la mujer era la matriz. Ahora la mujer
se reproduce y el hombre es la herramienta.
Pero a poco de examinar más de cerca advertimos que
se trata de algo bastante distinto: más horizontal, menos
mediado, sin apelaciones a los juegos simbólicos de la
terceridad: representación, autoridad, institución.
En la tradición occidental el hombre ha contado menos
como hombre que como padre, como símbolo, como estructura
social, como fuerza de trabajo y como capacidad para organizarla.
Menos que a él mismo, el varón reproduce ese orden,
esa estructura. La sociedad occidental masculina ha sido irreductiblemente
patriarcal: somete, controla, organiza, distribuye, castiga, corrige,
captura. La nueva sociedad femenina
no es matriarcal (un orden), sino, simple, tautológica,
asimbólicamente, femenina
(un estado).
Su movimiento no es explosivo sino implosivo. No busca gobernar,
capturar y crecer sino excluir. Hay que ignorar todo no-femenino.
La mujer no reproduce, no representa:
se clona. Año 0 de una era augurada por un nuevo y paradójico
sacrificio virginal del varón.
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