El juego de computadora
típico consiste en un laberinto
que ha de recorrerse mientras se enfrentan diversos peligros,
generalmente personajes malvados de aspecto siniestro provistos
de armas. Los niveles más bajos permiten que el jugador
se familiarice pronto con los recorridos y aspire a complicarse
un poco más la vida accediendo a trazados más complejos.
Los juegos de laberinto tienen una historia muy larga, cuyas primeras
noticias en la cultura occidental pueden situarse en el ciclo
troyano. En la Ilíada,
se describe el escudo que Hefesto grabó para Aquiles,
con innumerables escenas, entre ellas una que describe la danza
que "Dédalo concertó en la vasta Cnoso en
obsequio de Ariadna, la de lindas trenzas. Mancebos y doncellas
de rico dote, cogidos de las manos, se divertían bailando
(...)".
Y Virgilio, en La Eneida, cuenta el juego que los más
jóvenes realizaron en Sicilia, cuando la errante armada
troyana fue empujada por los vientos a esa costa: "Cual
en otro tiempo, dicen, el laberinto de la montuosa Creta, con
sus mil oscuros e insidiosos recodos, formaba una intrincada
madeja, en que todos se perdían irremisiblemente, tal
los hijos de los Teucros cruzan y borran los rastros de sus caballos
en la carrera, entretejiendo en sus juegos la fuga y la batalla
(...)"
Y refiere luego cómo los romanos conservaron esa tradición,
"y aun hoy a esos escarceos se da el nombre de Troya, y
los muchachos que en ellos toman parte se llaman el escuadrón
troyano".
La costumbre de dibujar diagramas en espiral en el suelo se conservó
desde los tiempos del Imperio en las islas británicas,
donde hasta hoy se conservan viejos laberintos formados por setos
o relieves del suelo, llamados Caerdroia, palabra de origen gaélico
de incierta etimología, que significaría "las
murallas de Troya".
Los laberintos trazados en el suelo de las iglesias cristianas,
que continuaron la tradición romana de los pavimentos
de mosaico con ese motivo, dieron origen al juego de la rayuela,
que se trasmite aún en nuestros días con una fidelidad
implacable. El recorrido, en la rayuela, perdió los meandros
de los laberintos clásicos, pero conserva la esencia del
dédalo: trayecto dificultoso, prosecución de la
meta, desafío cada vez mayor. Se parte de la tierra, se
llega al cielo, según la simbología de los laberintos
medievales, que representaban el recorrido del creyente hacia
el reino de Dios.
Sólo una vez en la historia de occidente los laberintos
se mostraron tan explícitamente como en los juegos de
computadora de hoy: en la Edad Media, una época con numerosos
puntos de contacto con la nuestra. Fueron aquellos tiempos, como
los nuestros, de ansiedad por encontrar certezas, de multiplicidad
de culturas, de herejías y de cismas.
El juego es una forma
de entrenamiento para la vida que producen las culturas. La insistencia
en generar un modelo inextricable para representar la realidad
no es más que una manera de conjurar la inextricabilidad
de la realidad a través de un dibujo manejable.
* Publicado
originalmente en Insomnia Nº 78
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