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Amir Hamed
ISSN 1688-1672

 



PEREGRINAR - VIAJE - AGENCIAS DE VIAJE -

Peregrinatio*

Aldo Mazzucchelli
Las agencias de viaje son, entre otras cosas, apéndices ejecutivos de una visión del mundo no formulada por nadie, pero que probablemente supone que es mejor prevenir que viajar


La respiración del viaje, la alternada inspiración y expiración evocada por el ritmo del antiguo viajante de a pie que también quería decir un aire de nuevas regiones que entraba y salía cambiando al viajero, se ha perdido casi por completo.

Esa impredecible mutabilidad del viaje, ese capricho del aire ajeno, que ha quedado reservado para un porcentaje mínimo del total de viajeros, fue reemplazado por cartelerías iterativas en los grandes galpones de lujo llamados aeropuertos, por compulsivas lecturas de folletos turísticos en las largas cintas de goma en donde se apoyan las valijas, que ominosamente ayudan a los actuales peregrinos a dirigirse a una dirección predeterminada, a un exacto, medido y ya interpretado ángulo, desde el cual se puede lograr la visión típica de la avenida, el Palacio o el Duomo que sea.

La anterior observación es vulgar. Ya se sabe que lo nuevo no es peor que lo viejo, sino meramente no habitado por el prestigio de lo que murió y desconocemos. Sin embargo, algo de raíz es verdadero en el lamento por la imposibilidad de peregrinar.

No hay más peregrinos por razones innumerables. Dos de ellas: ahora el tiempo que insume un viaje es irrelevante; ahora, la incertidumbre de un viaje tiende a cero.
Un viaje entre sitios tan lejanos como Montevideo y New York implica una pérdida de tiempo imposible de registrar -e s decir, nos dormimos en Ezeiza a las 10 de la noche y nos despertamos en J.F.Kennedy a las 7 de la mañana, habiendo perdido en el viaje el mismo tiempo que perdemos cualquier noche de nuestra vida en dormir.

Un viaje de un mes al Lejano Oriente es mucho menos riesgoso que un paseo de una hora al Cercano Occidente, al Cerro de Montevideo.

La única razón para ello no es que la gente que vive en el Cerro sea menos civilizada que la que vive en Tailandia, sino que el Cerro no ha sido aún previsto por ninguna agencia de viaje.

Las agencias de viaje son, entre otras cosas, apéndices ejecutivos de una visión del mundo no formulada por nadie, pero que probablemente supone que es mejor prevenir que viajar. También, que es mejor ver que experimentar. Dado que la cultura de ver -la televisión, la pantalla de la computadora, la ecografía del nene, la filmación de los abuelos en Florencia- es casi la única cultura que ahora sostenemos, el corolario natural es que el único tipo de viaje que se puede hacer es el de ir a ver, fotografiar y filmar cosas.

De allí los programas televisivos de viajes, de allí tal vez, en el futuro, la posibilidad de que una agencia de viajes no venda ya viajes, sino tan sólo fotos de los viajeros en los lugares a donde piensan no viajar físicamente. De hecho, lo último ya puede hacerse, y es bastante barato. Y los efectos en el espíritu no serían a menudo inferiores a los que se consiguen con un tour. Pues en realidad, lo único que no importa en un viaje es ver lo que hay allá. Eso se puede hacer mirando en fotos.

Pero la modificación del ánimo para siempre, eso que preparaba y si Dios quiso conseguía el peregrino, ampliando su mundo al experimentar con la carne y los huesos un mundo diferente, una sucesión de cambios y seres inesperados, es algo raro ahora que ya hemos creído poder entender los símbolos interminables de lo extranjero, y los convertimos en alegorías ni siquiera lejanas.

*Publicado originalmente en Insomnia Nº41

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