H enciclopedia 
es administrada por
Sandra López Desivo

© 1999 - 2013
Amir Hamed
ISSN 1688-1672

 



GAUCHESCA - GAUCHO - ASCASUBI, HILARIO - REFALOSA


Beso de gaucho*

Amir Hamed
En esa lengua casi incomprensible que hablan esos seres irreales, La refalosa va detallando los procedimientos de tortura con una pulcritud digna de un científico nazi, pero aunada a la alegría de un niño. (...) Los perversos polimorfos que son los alienígenas de Mars Attacks, la película de Tim Burton, son sus directos herederos


Carlos Gardel y Rodolfo Valentino fueron dos grandes artistas, aunque ni siquiera sus muertes tempranas hacen olvidar que fueron gauchos irrisorios. Ambos pusieron en el blanco y negro del mundo el tango, pero a condición de disfrazarse de habitantes de las pampas. En realidad, eso no era culpa de ellos, sino más bien la de cierto malentendido: toda vez que se ve a alguien vestido de gaucho no se puede sino advertir que eso del gaucho es un disfraz.

Y el asunto es que, por más testimonios que se tengan en la historia del Rio de la Plata de la existencia de los famosos gauderios que pelearon por la Patria y en incontables guerras civiles, nadie olvida que el gaucho es una especie extinta. Más aún, habría que reconocer, de una vez por todas, que se trata de una raza fantástica, de un ser que nunca existió,
o a lo sumo de un travestido.

En realidad, lo que ocurrió es que ciertos seres inapresables que merodeaban por las llanuras fueron convocados por poetas militantes, que se disfrazaban grotescamente de gauchos, en el primer género y lengua novedosos de la América española que se emancipó: la literatura gauchesca. La gauchesca poco y nada tenía que ver con la realidad.

Se trataba más bien de la mascarada de un letrado que, con sus versos, quería impersonar y alcahuetear a aquellos seres dificilmente formateables que tanto se necesitaban para ir haciendo patria. Esta anomalía del gaucho también es una rareza literaria. Toda la literatura gauchesca, desde el invento de Bartolomé Hidalgo hasta el Martín Fierro, es hija de la famosa urgencia de la hora.

Puesto de este modo, el gaucho no es más que una creación panfletaria, el engendro de cierta variante de la literatura maravillosa que se nos ha grabado en la memoria.
Exaltado o vituperado, el gaucho es un lado oscuro de la civilización rioplatense, y es el héroe fantasmal de una de las mejores piezas de la lengua castellana de los últimos dos siglos, La refalosa, el poema cegador en el que Hilario Ascasubi, sin quererlo, se adelantó a casi todo.

Siguiendo las reglas del género, Ascasubi, sitiado detrás de los muros de la Montevideo que Alejandro Dumas firmó rimbombantemente como Nueva Troya, se acicala y pone voz de nómade, fingiendo gacetear la amenaza de un gaucho de Rosas y Oribe. El resultado no puede ser más estremecedor, porque el gaucho mazorquero no puede sino describir, con una precisión que deslumbra y estremece, lo que le va a suceder cuando el defensor de Montevideo sea atrapado. En esa lengua casi incomprensible que hablan esos seres irreales, La refalosa va detallando los procedimientos de tortura con una pulcritud digna de un científico nazi, pero aunada a la alegría de un niño.

Lo que aprendería el naturalismo más tarde lo saben esos gauchos de guiñol, y la máquina de sufrir que pusiera Kafka en su Colonia Penitenciaria está aquí adelantada, salvo que estas criaturas afantasmadas no persiguen la Ley, sino la alegría de la crueldad.

Artaud los hubiera admirado, y los perversos polimorfos que son los alienígenas de Mars Attacks, la película de Tim Burton, son sus directos herederos.
"Entretanto,/ nos clama por cuanto santo tiene el cielo;/ pero ahí nomás por consuelo/a su queja/ abajito de la oreja/ con un puñal bien templao/ y afilado/ que se llama el quitapenas/ le atravesamos las venas/ del pescuezo/ Y qué se hace con esto/larga sangre que es un gusto/y del susto/ entra a revolear los ojos".

Claro que estos son placeres de un ser de otro mundo, tan apto para torturar como para bailar y exportar las piruetas del tango. “Ah, hombres flojos!/ hemos visto algunos de éstos/ que se muerden y hacen gestos/ y visajes / que se pelan los salvajes,/ largando tamaña lengua /y entre nosotros no es mengua/ el besarlo,/ para medio contentarlo.” Y la gran enseñanza de este experto en inventariar criaturas de otra dimensión que fue Ascasubi es que cuando un gaucho
te besa es porque está diciendo adiós.
 

* Publicado originalmente en Insomnia.

VOLVER AL AUTOR

             

Google


web

H enciclopedia