Antes de esto no había nada, y ahora parece que hay, aunque
en el fondo no haya. Esto es sencillamente esto:
en tanto aún no se sabe qué es, no se lo puede
definir.
La Cosa que tapó el cielo de un planeta lejano tampoco
se sabía que era, hasta que Trurl, mediante una oficina
bien establecida, con una seria mesa de entradas, la hizo huir
despavoridamente. No es el caso detenerse a recordar quién
era Trurl, que, por cierto, sólo existe en un libro, es
decir, tiene la sustancia de las palabras. Uno se inquieta cuando
no hay nada, aunque no pueda imaginar qué es la nada,
como tampoco puede decir qué es el infinito. En el fondo,
el infinito es una palabra cuyo significado no se puede comprender.
¿Por qué, entonces, alguien tuvo la ocurrencia
de inventar semejante palabra insignificante?
Ganas de poner nerviosas a las personas.
Los filósofos de antes no se andaban con vueltas, y colocaban
el Universo en un lugar por ahí afuera.
Para qué detenerse a pensar en lo de afuera, si ni siquiera
se alcanzaban las nubes. Ahora se alcanzan las nubes,
y parece que no hay afuera. O más bien, que estamos
afuera y no nos habíamos dado cuenta.
Ahora sí hay algo. Con un poco de paciencia, rebuscando
en los libros, hasta se puede encontrar alguna cita interesante,
un par de nombres serios, con la enjundia necesaria para estimular
comentarios de respeto. Mirá cómo sabe. Y eso que
al principio no había nada. La Biblia,
sin ir más lejos, empieza así: al principio, nada.
Y no se sabe de dónde, aparece un personaje y zás,
hace la luz. Como presentación de protagonista, magistral:
sus acciones opacan el misterio de sus orígenes.O sea,
después del infinito, nada, lo que podríamos llamar
la
Nada Grande. Y si vamos para adentro, lo mismo: moléculas,
átomos, mesones, y después, nada. La nada chica.
Como esto: antes, nada, y al terminar, nada. Qué metáfora,
por dios. El Tiempo, más bien, porque a leer se empieza
y se termina. El origen y el final de los Tiempos. La eternidad,
lo mismo que el infinito, palabras imposibles, diminutas, sin
nada detrás. Otra vez la nada, esta vez atrás.
Uno descorre el mundo, y atrás no había nada. Y
la gente se angustia por causa del infinito, de la eternidad
y de la nada. Interesante artículo, que de la nada logra
poner de manifiesto las cuestiones fundamentales del ser. Y no
al final, como
Wimpi (no somos nada), sino desde el mismo inicio.
El planteo, está; el desarrollo, está; falta el
desenlace. Por ahora, tenemos algo: no es cuestión de
desfallecer en el último tramo. Hay que recordar que estamos
entrenados, que podremos lograrlo. Tenemos cinco millones de
caracteres en nuestro haber.
Labor de años
de destripar teclados, enloquecer memorias de discos duros y
discos blandos, de quintales de papel arrojados a los cestos,
de litros de tinta vertidos en terraplenes municipales produciendo
biogás y conformando el paisaje de los arrabales. Antes,
entonces, había algo.
No era, después
de todo, la nada. O era, más bien, la nada de nada. Lo
que no se sabe es si después habrá algo. Habrá
que esperar hasta la próxima semana.
* Publicado orginalmente
en Insomnia, Nº 1.
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