Ningún medio es igual a otro. Si algo caracteriza a la
radio y la hace exclusiva frente a otros medios, son los programas
periodísticos que incluyen diálogo libre y 'en
vivo' con los oyentes.
Con variantes debidas al talento de los conductores, la mecánica
básica siempre es similar: se propone un tema, y se invita
a participar a los oyentes. Las llamadas comienzan a llegar.
Por cierto, proponer semejante dinámica, y que luego no
llame nadie, pondría de manifiesto de manera particularmente
incómoda el escaso rating del programa. De modo que los
temas deben ser cuidadosamente propuestos para permitir que los
oyentes se interesen y participen.
Cuando decimos cuidadosamente propuestos, queremos decir que
deben proponerse temas "importantes", "centrales",
o "actuales", lo que normalmente quiere decir proponer
temas sobre los que ya existen algunas opiniones formadas en
el imaginario público -observemos aquí que las
opiniones formuladas en el vasto nivel del imaginario público
son, casi siempre, opiniones esquemáticas que simplifican
falsamente los problemas- . Queremos decir, además, que
los temas deben plantearse de modo simple - lo cual es lamentable,
porque incluso deberán plantearse 'de modo simple' problemas
que no sean en sí simples, o problemas que ni siquiera
se sepa si existen como tales.
Esos programas, debido a su propia naturaleza, generan casi invariablemente
un resultado: la discusión es la exhibición del
lugar común.
Si se trata de 'La Condición de la Mujer',
quien no participe de ninguno de los estereotipos del feminismo
tendrá que escuchar hasta el hartazgo cómo muchos
oyentes mujeres y hombres repiten los clishés más
trillados sobre la vieja y maniquea lucha por la 'igualdad de
la mujer'; si se trata de la cuestión de 'La Selección
Nacional de Fútbol de cara a las Eliminatorias' el oyente
deberá desesperarse escuchando a muchachos bien intencionados
que insisten sobre la - para ellos - inconveniente condición
de extranjero - ¡y sobre todo, de porteño! - de Passarella,
con abundante aderezo de escepticismo futbolero uruguayo del que
se lleva tanto últimamente. Etcétera.
¿Por qué ocurre este lastimoso panorama, que reduce
lo que podrían ser planteamientos originales de los temas,
a un insufrible repertorio de obviedades? Tal vez el mecanismo
del feedback, que está en el centro de este género
radial, constriña a los conductores a una mecánica
sin salida.
Obligados a mantener la comunicación a toda costa, deben
convertirse en hombres sin opinión. Ellos 'no están
para guiar las opiniones', ellos son meramente 'organizadores
de un debate' que nos acercará a la verdad en el tema
que sea, verdad que, como se sabe, está en la voz del
pueblo, representada en la ocasión por los 15 oyentes
que tienen el suficiente tiempo y - en muchos casos, da la impresión
-, el suficiente deseo de que las que creen sus opiniones se
conozcan como para llamar y exponerlas públicamente.
Nadie es capaz de organizar todo esto desde un punto de vista
racional, pues intervenir realmente la discusión exponiendo,
por ejemplo, los enormes problemas de desinformación de
que hacen gala los ciudadanos comunes sobre temas habitualmente
muy complejos es un tabú que casi ningún conductor
radial de este tipo de programas es capaz de transgredir.
La ciencia ha mostrado que la creencia en el éter era
insostenible. Así es también la creencia de que
semejantes programas informan. Con honrosas excepciones, sólo
reproducen lo consabido en un rito autoconfirmatorio. Perversiones
del feedback instantáneo, esa monstruosidad 'democrática'
de la sociedad de la información.
* Publicado
originalmente en Posdata
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