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Amir Hamed
ISSN 1688-1672

 



ECONOMÍA POLÍTICA DEL DISCURSO ACADÉMICO - FACULTAD DE HUMANIDAES Y CIENCIAS DE LA EDUCACIÓN - HABITUS ACADÉMICO - CIRCULARIDAD/FUNCIONALIDAD DEL SABER -

Filosofía para elegidos, dinosaurios del saber

Egresados de Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación
Existe una obra de ficción en la que el Espíritu Absoluto se presentó a concursar por un grado uno en filosofía sin poder pasarlo, existe otra obra de ficción en la cual se pensó en cerrar el llamado a un grado cinco de teórica porque no existe "en el país" una persona capacitada para hacerlo

 

"In many universities, it can be observed that students really appear to
refuse to speak up. Their silence spreads. What's the use of speaking if one is no longer being heard? (…) Creativity is the act of reusing and recombining heterogeneous materials. Meaning is tied to the significance that comes from this new use. This meaning is nowhere stated for itself; it eliminates all "sacred" value to which a given sign would be accredited. It implies the rejection of every object said to be "noble" or "permanent". (Michel De Certeau, Culture in the Plural, 48-9)


El 6 de
junio de 2000 apareció en "El Búho" (órgano de prensa del Centro de Estudiantes de Humanidades y Ciencias de la Educación de Uruguay) una asombrosa crítica dirigida a la enseñanza de filosofía en la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación. La adjetivamos de "asombrosa" aunque bien pudiera ser considerada "milagrosa" ya que no es usual que exista un diálogo crítico entre los estudiantes de filosofía que permita comentar y cuestionar el programa "filosófico" de la licenciatura.

Cuando se da el caso en que los estudiantes dialogan respecto al interés de acceder a más "filósofos" (raras excepciones que han llegado a nuestros oídos), lo que sigue es la petición de cursos particulares extra-oficiales, es decir, salir del ágora-FHCE y pedir clases particulares sobre aquello que los estudiantes "quieren" pero no reciben como "saber".

Esto indica que nunca se presenta la instancia de enfrentamiento con el docente, y por lo tanto, nunca se interpela a éste ni se le plantea que sería agradable poder
leer (o al menos "hojear") y comentar (por no hablar del temido verbo: "usar"), por ejemplo, a Nietzsche, Shopenhauer, Foucault, Deleuze, Guattari, Derrida, Baudrillard, Lyotard, Althusser, Zizek, Vattimo, De Certeau, Carlos Vaz Ferreira, Arturo Ardao, etc, etc. etc.

El artículo, escrito por Claudia, una persona que "QUIERE estudiar filosofía", plantea esencialmente tres problemas: la falta de pluralismo a la hora de otorgar información a los estudiantes, la ausencia de una manifestación "explícita" del criterio de selección de lecturas-programas, el sometimiento del estudiante a la doctrina del profesor. Como resultado de esta actividad, se plantea la "muerte del pensamiento o de la reflexión". Las críticas que arroja esta estudiante permiten abrir un espacio para discutir el sentido que puede tener estudiar filosofía en Uruguay y qué se puede hacer a la hora de adquirir el bello título de Licenciado.

Estos temas-problemas nos mantienen dentro de la cartografía presentada por Claudia
(contenido informativo) a la que nosotros agregaríamos también la necesidad de dialogar en torno a las posibilidades de ingresar al campo laboral en tanto docente e investigador (aún sabiendo que de ello no se va a subsistir). Esto último requeriría de un cierto balance respecto a la cantidad de concursos, sus requisitos y la imposibilidad de ganarlos (existe una obra de ficción en la que el Espíritu Absoluto se presentó a concursar por un grado uno en filosofía sin poder pasarlo, existe otra obra de ficción en la cual se pensó en cerrar el llamado a un grado cinco de teórica porque no existe "en el país" una persona capacitada para hacerlo). Esto nos envía entonces a cargos "inalcanzables" donde la solución parece perfilarse a menudo hacia la eliminación del grado por la incapacidad de quienes aspiran alcanzarlo.

A veces da la sensación de que la existencia de una licenciatura en Filosofía podría constituir una instancia que pudiera consolidar un cierto "habitus" traducible en producción y discusión. ¿Cuál es la producción filosófica de los licenciados o profesores de la facultad, es decir, de aquellos que deciden quién entra y quién no a ocupar cargos, a estudiar en una maestría, a admitirles un proyecto de investigación? ¿Cuál es el promedio de edad del "personal" filosófico? ¿Cuántos jóvenes que pretenden "estudiar" filosofía pueden pretender ingresar al ágora del Instituto?

Las respuestas a tales preguntas enviarían a una cierta cartografía del ficcional habitus atrofiado que vive la licenciatura en Filosofía que, en lugar de constituir una suerte de programa analítico o enciclopedia del arcaico sujeto universal moderno, debería ser capaz de crear un sistema crítico, aún cuando se tiene en mente el problema del presupuesto. En este sentido compartimos con Gerardo Caetano que el problema del presupuesto no agota la cantidad de problemas que se deberían debatir en la universidad. (La Universidad, El Debate tras la Fachada, 1994, p.23)

La "facultad", en tanto instancia de "formación" de futuros investigadores, parece asumir a veces una actitud un tanto fúnebre con respecto a las nuevas generaciones, lo que culmina en el hecho de perder de vista la funcionalidad que el sistema académico "debería" tener. Cuando se ingresa a Facultad sin estudios terciarios anteriores, se recibe un bombardeo en el que el profesor acusa la ignorancia estudiantil que, a diferencia de décadas anteriores, se caracteriza por no tener una "buena formación"
(esto se resume en la conocida frase de "estudiantes eran los de antes", "¿¡qué han leído ustedes!?, ¡Cómo no conocen esto! ¿qué hacen ustedes? ¿solo miran televisión?! ). En tales momentos, la tan benemérita lógica se desmorona y comienzan a fluir paradojas ilusoriamente irresolubles, como por ejemplo que si uno entra en la facultad es porque todavía no la ha terminado y espera que las personas capacitadas para formarlo le provean de la información que paradójicamente le están pidiendo a uno que tenga.

Enfrentamos con este tema la opinión que dio el profesor Juan Flo al decir que el problema de la universidad debería plantearse en términos del problema que enfrenta secundaria, que al transitar por una fuerte decadencia, produce una ignorancia que paga luego la universidad (La Universidad, p.68). Este planteo nos enfrenta a una doble situación inhóspita para el estudiante: recibir pésima formación en secundaria que lo condena a, entonces, recibir un rezongo por no saber, ya no solamente lo de secundaria, sino lo que se proponía aprender en Facultad.

Agregando un detalle más a las paradojas ilusorias, el problema se agranda si nos invade un cierto deseo de novedad, de funcionalidad, de acceder a un panorama amplio, es decir, de saber qué, además de filosofía analítica, existe como producción filosófica "interesante" en el mundo contemporáneo. Esto es parte de lo que Claudia pide como estudiante y es un tópico que nos conecta con lo que presentó Caetano en el contexto de la polémica en torno a la universidad: "La Universidad como cualquier otro centro de conocimientos, tiene que romper con el concepto de monopolio que no se acompasa con los tiempos...Tal vez hoy haya más posibilidades para profundizar el pluralismo, la conciencia crítica ...Tal vez hoy los jóvenes pueden encontrar en la Universidad -acorde con los tiempos- más preguntas inteligentes que respuestas categóricas." (Caetano, ib., p.21-22)

Partimos de la base de que un plan de estudios debería proponerse como uno de sus fines, el otorgar un horizonte múltiple de textos que el estudiante, en su práctica crítica, evaluara, contextualizara y reutilizara, acorde con sus intereses. Luego se podría pensar en una posible funcionalidad.

Es sabido que cuando Platón imaginó la República del rey filósofo, fabuló con los tipos de discursos que podían funcionar como verdaderos. En otra ocasión y relacionado con esto, nos cuenta Borges la divertida historia de aquel emperador que para construir su imperio mandó levantar una muralla y quemar las bibliotecas. Ambos casos nos remiten a la delimitación de una economía política del discurso y de lo que se pone a circular como verdad, como saber mayor, etc. Lo que intriga cuando enfrentamos la falta de información en Facultad es si tales omisiones se deben a que:

(a) existe un programa cuando las exclusiones se crean (lo que sí es explícito en el caso del rey filósofo en Platón; imaginable en el emperador de Borges)
(b) los programas obedecen los caprichos de una mera negación por lo contemporáneo no-analítico
(c) no se entiende, no se conoce, es decir, se ignora la producción filosófica que se excluye
(d) no existe el más mínimo interés para crear generaciones críticas e informadas que puedan adquirir, o mejor aún, crear un habitus académico dinámico que permita concebir a la filosofía como una
máquina terrena, operativa, crítico-creativa y no como la propiedad privada de algunos dioses alados en el olimpo del silencio.

El planteo de estos problemas tiene que ver con el modo en que se entiende la circulación del saber y la funcionalidad de éste. La inutilidad que algunos estudiantes perciben respecto al plan de filosofía, reproduce, de algún modo, la común creencia de que la filosofía "no sirve para nada" o que "es cosa de algunos elegidos e inútiles". Esta "inutilidad" refiere, en nuestra opinión, a una opción que se refleja en el modo de vincular o crear hiatos, entre lo que entendemos por teoría y práctica. En un país que ha reproducido una suerte de pánico hacia el pragmatismo, la filosofía parece acompasarse y dedicarse a morir en la imposibilidad de encontrar cualquier tipo de utilidad.

Algunos de los filósofos no admitidos de buena gana en la licenciatura, como lo son los Michel Foucault y Gilles Deleuze plantearon en un interesante diálogo que la teoría debería ser concebida como una caja de herramientas, como algo que funciona, que conecta, a través de prácticas de uso
(prácticas que requieren antes de un paseo por corrientes de pensamiento heterogéneas). A esta idea le podemos agregar lo que los filósofos uruguayos Ruben Tani y Sandino Núñez barajaron en "La República de Platón" en términos de antropofagia cultural y analítica del barroco, como modos de producción que irían más allá de la cultura espejo que, sin embargo, el programa de licenciatura en Filosofía, continúa fomentando y reproduciendo.

El profesor Flo planteó que la Universidad debería hacer más uso de lo que implica la "autonomía" para poder generar crítica (La Universidad, El Debate tras la fachada 67). Debe agregarse que para hacer uso de tal autonomía es necesario comenzar por convertir la práctica docente en un sistema que deposite más confianza en las generaciones venideras, lo que implica poder ofrecerles una multiplicidad informativa que tenga un uso y que genere, por lo tanto, nuevas prácticas.

Esto implica que se comience a poner en circulación una masa de información plural y actualizada en varios sentidos, que sea capaz de generar instancias críticas; también sería interesante que se pudiera aceptar la novedad y que se pudiera admitir el ingreso de docentes que no se dediquen a lo que el personal del departamento de filosofía comprenda bajo los rótulos de "filosofía analítica", "lógica", "filosofía de la ciencia"; también nos gustaría que los propios docentes aceptaran las limitaciones en caso de que no se comprendan determinadas formas de pensamiento contemporáneas y que se demostrara ello a través de la apertura a nuevos candidatos y al ingreso de personas nuevas sin pretender que éstas posean, al presentarse a un grado uno el conocimiento de un grado cinco full time...

En tanto grupo de egresados (de diversas disciplinas de la FHCE) estamos interesados en abrir una instancia de discusión acerca de intereses, programas filosóficos en varias disciplinas, funcionalidad de intelectuales en nuestro país, ....etc. Para enviar cualquier comentario, dirigirse a:

egresados70@hotmail.com

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