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Amir Hamed
ISSN 1688-1672

 




PSICOASESINO - SOCIOASESINO -

Psico & Socioasesinos

Sandino Núñez

...Pablo Gonçalvez, un asesino serial apareció en la historia de la criminología uruguaya. Gonçalvez desató un rápido exceso de discursividad, un ligero enloquecimiento de conferencias, artículos, ateneos, mesas redondas, debates

Cuatro púberes asesinan a un comerciante. Un homosexual mata a su pareja de quince puñaladas. Un niño es torturado por madre y padrastro. Una niña es violada por su tío. Aquí hay silencio. El asistente social, el sociólogo o el penalista los enmarcan en un artefacto discursivo que funciona como una especie de limbo categorial.

Violencia doméstica, delincuencia juvenil, maltrato y abuso de menores -figuras sociológicas o jurídicas que los clavan en su negatividad, que los convierten en un superorganismo colectivo, privándolos de rasgos individuales, de propiedad, de alma. Estos crímenes y estos criminales tienen una Historia -una historia cultural o estadística de las figuras que los tipifican- pero no un pasado, una historia privada que pueda escribirse.

Con Pablo Gonçalvez, un asesino serial apareció en la historia de la criminología uruguaya. Gonçalvez desató un rápido exceso de discursividad, un ligero enloquecimiento
de conferencias, artículos, ateneos, mesas redondas, debates. Algo creaba la necesidad de superar la crónica, el testimonio y la tipificación, o, por lo menos, creaba la necesidad de volverlos reflexivos, profundos, inteligentes.

No solamente el sociólogo y el criminólogo, sino también
(y sobre todo) el psicólogo, el psiquiatra, el psicoanalista, y hasta el filósofo, tienen cosas que decir sobre Gonçalvez. Quizá no estamos lejos del sueño provinciano de parecernos a Londres victoriana, de tener un psicohomicida, un Hannibal Lecter, una crónica roja con estilo, con tradición
y nobleza literarias.

Lo cierto es que Pablo Gonçalvez, niño inofensivo, hijo de familia acomodada, comete homicidio. Profundo misterio. Sin motivos o razones aparentes, sin que lo abandone su ectoplasma indiferente y cool, vuelve a matar. ¿Por qué mata? ¿Qué piensa? ¿Qué siente si siente? (Qué novela,
qué romance)
.

Repetición (vuelve a matar), inmotivación (no sabemos
por qué mata)
: dos rasgos que, paradójicamente, proveen
a Gonçalvez de una psicología. Justo al cuestionar la existencia de su alma y ponerla en la línea de la sospecha,
se crea el obsesivo interés por ella, se le da un grosor, una individualidad
(una concentración de individualidad, para
ser exactos)
.

Repetición e inmotivación son precisamente puertas de entrada para el discurso psico: compulsión, tics, indiferencia, aparente ausencia de culpas o conflictos -accidentes en la vasta geografía del alma, cuya hipotética cartografía será útil en medio de la tormenta romántica.

Pero repetición e inmotivación son también, y esto es lo interesante, coartadas literarias. Retórica, recursos, estrategias y figuras de una novela, de un psychothriller desdibujado e impersonal. Repetición: suspenso en línea, cadena metonímica, sospecha (¿esperanza?) de que detrás de la serie (de crímenes) hay un orden, de que detrás de la acumulación y el amontonamiento (de muertas) hay una jerarquía, una gramática -igual que el viejo lingüista o el viejo semiólogo: interpretar obliga a convertir en frase, en lenguaje, al asesino y a su oscuro itinerario de estranguladas y apuñaladas. Inmotivación: abducir, inventar, llenar con relato hipotético, con historia, los agujeros y las fallas en la lógica causal de la conducta.

La distancia, o mejor, la lejanía, es la clave narrativa. Distancia entre las condiciones y circunstancias del actor
y la acción realizada
(comete homicidio). Lejanía afectiva: Gonçalvez está lejos de lo que hace, es neutro, parece no sentir. Lejanía sociocultural: Gonçalvez está histórica y socialmente lejos del homicidio. Lejanía tipológica: el aspecto y el empaque de Gonçalvez están lejos de lo que somos capaces de imaginar como un asesino.

Es desde esa lejanía de pintor paisajista que Gonçalvez mata. La misma lejanía desde la cual el discurso psico lo mira y lo inventa. Cámara de Gesell. La lejanía dibuja la forma de lo enigmático. La misma lejanía que permite dibujar al propio asesinato y estetizarlo, quitarle peligrosidad y volverlo inofensivo, tratable.

En la medida en que nos arranca del estupor y nos sienta tranquilamente en la máquina de la reflexión. Hace que cuestionemos su alma
(¿puede tener alma una persona que parece no sentir, que parece reunir todas las condiciones para no delinquir y que sin embargo incurre en la forma más brutal y helada de la delincuencia?), y precisamente, al cuestionarla, hace que nos sorprendamos dudando, discutiéndola, afirmándola oblicuamente. Lo hemos llenado de psico. Gonçalvez, el actor, puede estar eventualmente vacío (¿poseído?), pero no su historia. La novela que él ha escrito y actuado, está llena de alma.

La lejanía es también la diferencia entre Gonçalvez y los crímenes que mencioné al principio. La marca de éstos es, precisamente, la proximidad, el compromiso cultural y afectivo inmediato y local. Tan inmediato y tan local, a decir verdad, que lastima y mata. Crímenes de pensión: vivimos tan cerca, sentimos tanto unos por otros, nos estorbamos, nos lastimamos. Marginalidad y delincuencia juvenil son rasgos solidarios, ya próximos, pegados, adheridos, no necesito aproximarlos a través de recursos teórico-narrativos de interpretación.

Hay una lógica superficial de la conducta, que se explica
a sí misma: procedencia socioeconómica, entorno afectivo, privaciones, exposición y habituación temprana a la violencia, hiperafectividad. El delincuente
(el monstruo psicopático, a diferencia del enfermo, del conflictuado) es descrito o aun explicado, o mejor, diluido en el entorno, en lo exógeno, en un afuera. Recorte negativo de su circunstancia social, emergencia torcida y patológica de un contexto torcido y patológico, no hay necesidad alguna de inventarle una psicología profunda.

Pura ananké. No hay misterios ni enigmas románticos a resolver. No hacen falta detectives del alma. La violencia marginal, o iletrada, o pobre, o promiscua, es un pastiche
sin estilo y sin forma -no es un policial deductivo como los historiales clínicos de Freud.

Es pura superficie de exposición, no esconde absolutamente nada, ningún secreto familiar, ningún conflicto a (re)construir desde la emergencia sintomática.

Los delincuentes, los monstruos biológicos o automáticos son héroes trágicos, no caracteres del teatro burgués. Son máquinas (en el sentido de autómatas, desalmados), están sumergidos en la lógica carnívora de la sobrevivencia, donde matar o morir no requiere explicaciones metafísicas ni interpretaciones profundas. Viven en permanente estado de guerra, en un espacio lleno de socius, exactamente al revés que Gonçalvez, que se llena de psico precisamente en la medida en que se vacía de socius. (Este vaciamiento tiene aquí un sentido metafórico trivial: la introversión, la casa grande en la que vivía casi solo, el barrio residencial tranquilo y vacío, lleno de espacio y vacío de gente. Es el mismo sentido en el que las clases sociales altas son cada vez menos sociales).

Ellos son una alternativa del hacer, y no del ser como Gonçalvez. El hacer
(psicopático, acting out) no se psicoanaliza, sólo el ser puede funcionar como fundamento para una lectura del alma.

Crear, hablar, escribir, herir, acariciar, matar. En psico,
toda acción, en última instancia, expresa algo
(un conflicto, un alma, un inconsciente, una intimidad, un pasado). El monstruo psico o el homicida psico dice algo de él cuando mata (de hecho, no hace otra cosa). Todo es símbolo y lenguaje -actividades humanas por excelencia, que redimen por lo menos parte del carácter monstruoso de su ejecutante, que enfatizan lo humano en "humanoide".

En socio, en cambio, toda acción resuelve, o intenta resolver, un problema práctico. El monstruo socio o el homicida socio
(el alien) se quita a alguien molesto de encima, o se defiende, o consigue dinero, o alivia un desborde inmediato. Si el crimen socio dice algo (indica),
es menos sobre su autor que sobre sus circunstancias.

En psico, la acción es una rúbrica romántica, la signature,
la grifa, el copyright: es el orden del símbolo: marca de lo único, de lo irrepetible, de lo subjetivo y personal.

Aunque las instituciones que tratan y tramitan a Gonçalvez son las que definen al delincuente (lo jurídico, lo penal, lo policial), no se ha dejado de darle, incesantemente, la investidura humana del enfermo, de alguien provisto de un alma, de una psicología, aunque ésta esté degradada, desviada, mórbida, retorcida, crecida y, en suma, dramatizada. Del otro lado, en el arrabal, en la zona fantasma, están las figuras animalizadas del Pelado o el Negro Sol.

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