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Amir Hamed
ISSN 1688-1672

 



CINE DURANTE LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL - CINE BÉLICO - CINE NEGRO - NOTICIARIOS DE GUERRA - HÉROES Y VILLANOS - NEORREALISMO - HOLLYWOOD -



Hecho en la guerra*



Homero Alsina Thevenet

Paralelamente al registro de batallas y expediciones aéreas, la industria cinematográfica aprovechó la guerra como material espectacular. Sus películas de ficción podían contribuir a despertar la conciencia pública sobre los enemigos de entonces, pero eran también una nutrida provisión de villanos (alemanes y japoneses) o de héroes

La Segunda Guerra Mundial provocó cambios mayores en el cine mundial. Ante todo, fue un incentivo para los noticiarios, que llegaban a las salas con bastante rapidez, aunque desde luego sólo fueron, en la década de 1940, el borrador de lo que después obtendría la televisión. En el cine norteamericano, los noticieros de varias empresas, y en especial los de Metro y 20th Century Fox, llegaron a integrarse con la programación semanal. Tuvieron sus equivalentes en el cine alemán, el inglés y el soviético.

Una etapa inmediata, rápidamente explotada, fue la recopilación de esos materiales con otras noticias políticas, infromando con cierta coherencia sobre la marcha de la guerra. En Alemania se pudo compilar así Victoria en el Oeste, para registrar la blitzkrieg o guerra relámpago de sus ejércitos a través de Holanda, Dinamarca, Bélgica y Francia, en el primer semestre de 1940. Ese fue uno de los primeros títulos alemanes que documentaron su campaña bélica y fue rápidamente exportado, como amenaza al mundo sobre la eficacia militar del nazismo.

Algo similar realizó la Unión Soviética, como quedó registrado después en el libro Kino (de Jay Leyda), donde se enumera un "Album de la Lucha", compilado por directores de prestigio como S. Gerasimov, Boris Barnet, V. Pudovkin, S. Yutkevich; a esta lista de 1941, que para la URSS fue el primer año de la guerra, siguen otras nóminas similares hasta 1945. En Estados Unidos, una finción parecida de recopilación fue realizada por la serie La marcha del tiempo, que no se contentaba con las tomas dinámicas de momentos de la guerra sino que las integraba con escenas civiles y con el contexto de cada situación, dando fluidez y narración al registro.

El mismo objetivo fue cumplido por algunos directores de Hollywood, como John Huston, Frank Capra, Anatole Litvak, William Wyler y John Ford. Sus biografías y entrevistas dan cuenta de los riesgos personales que corrieron en cada caso, sin olvidar el peligro de sus fotógrafos y ayudantes. Un libro sobre Wyler recoge el testimonio de cómo viajó desde Inglaterra en aviones que bombardeaban Alemania (1943-1944), sometido a un frío polar, con una cámara al hombro, y cómo rodó personalmente muchas de las tomas que luego agrupó con el título Memphis Belle, que era el nombre de un avión. Una de esas expediciones le costó una sordera parcial para el resto de la vida.

Orden de arriba

A los riesgos físicos se agregaron en el caso las limitaciones impuestas al periodismo y al cine por la censura de la guerra. Este fue un tema de amplia controversia entre 1942 y 1945. Derivó de las indicaciones formuladas por las diversas jerarquías militares y en particular por la OWI (Office of War Information), afectando por igual a los textos, las fotografías y las películas que pudieran surgir de la acción bélica. Debían evitarse, por ejemplo, las imágenes truculentas, los inválidos a quienes les habían sido mutilados los brazos o piernas, la constancia de disturbios raciales dentro de batallones o grupos de combate. Eran realidades que no se quería trasmitir al público norteamericano.

Se llegó al extremo de suprimir fotos de soldados negros bailando con mujeres blancas (lo cual ocurría con frecuencia en centros sociales de Inglaterra) o, tras un trabajoso trámite, algunas de esas fotografías fueron autorizadas para el uso familiar pero no para su publicación. Cientos y miles de fotografías desechadas pasaron a integrar lo que en la jerga de la época se conoció como Cámara de los Horrores. Todo ello fue aplastado, en 1944-1945, por las fotos de los campos alemanes de exterminio, que superaban todo precedente.

Como lo señalarían después los historiadores del período, esa política censora planteaba continuos conflictos. Escondía la verdad, dando una visión embellecida de las tropas americanas en fracasos y derrotas, mientras que en cambio se presentaba a nazis y japoneses como autores de matanzas colectivas y culpables de cadáveres arrojados a fosas comunes.

Creaba además una complacencia pública ante la conducta militar norteamericana, que el periodismo habría querido examinar con mayor objetividad y sin retaceos. En los años siguientes, esa controversia entre parcialidad y objetividad llegó a hacerse más grave en episodios que tuvieron menor respaldo popular, como la bomba atómica, la guerra de Vietnam o la del Golfo.

Un ejemplo concreto del dilema fue aportado por dos películas documentales de John Huston. Cuando terminó The Battle of San Pietro, algunos altos oficiales le reprocharon haber hecho una obra "anti-guerra", a lo que contestó, famosamente, que si hubiera hecho una película a favor de la guerra habría sido correcto arrestarlo y fusilarlo.

Su tercer documental, Let There Be Light (que cabe traducir como Que haya luz) era, como sus similares, una producción oficial, pero terminó prohibido por el mismo Departamento de Guerra que lo había producido. Por fortuna, la película no fue destruida, lo que permite una evaluación retrospectiva.

Let There Be Light no es en rigor un documental de guerra sino un registro del tratamiento dado a grupos de combatientes que han vuelto de la batalla con problemas síquicos y físicos. No hay allí una sola escena de truculencia, sino las entrevistas de esos hombres con los médicos y siquiatras que procuraron recuperarlos. Esos hombres habían perdido el habla, o quedaron tartamudos, o impedidos de caminar o encerrados en un voluntario aislamiento. Sin embargo, el retrato colectivo termina por ser optimista, y así el soldado que al comienzo sólo podía caminar apoyado en dos personas termina por ser un un veloz jugador de baseball. El acento está puesto en problemas síquicos que han derivado en malestares físicos y que en definitiva pueden ser corregidos en sesiones de hipnosis y otras formas de tratamiento siquiátrico.

Huston no tenía autoridad para impedir la prohibición, pero discrepó con ella, como puede discrepar un espectador de hoy. No se trata en el caso de ninguna valoración "artística", porque todo su material es sólo un eficaz registro de conversaciones tensas. Se trata de que la película debió haber cumplido su objetivo social, que era informar al público, y en especial a los empresarios industriales y comerciales, que esos ex combatientes terminaban por ser aptos para su reingreso a la vida civil. Después se supo que Estados Unidos no se había mostrado muy generoso con los soldados vueltos de la guerra.

Cine bélico y del otro

Paralelamente al registro de batallas y expediciones aéreas, la industria cinematográfica aprovechó la guerra como material espectacular. Sus películas de ficción podían contribuir a despertar la conciencia pública sobre los enemigos de entonces, pero eran también una nutrida provisión de villanos (alemanes y japoneses) o de héroes, como Errol Flynn, Gary Cooper, John Wayne o Cary Grant, a menudo con intrigas románticas laterales. Algunas peripecias quedaron mejor imaginadas, filmadas y montadas que otras, pero en una larga nómina es obligado destacar el complicado caso de Aventuras en Birmania (Raoul Walsh), que concentró dos datos de la época. Por un lado, era un excelente film de acción, que progresaba sin pausas y sin desvíos en los contratiempos y fracasos de una patrulla en la selva, ante un invisible enemigo japonés. Por el otro lado, su asunto fue tremendamente objetado en fuentes británicas, porque comunicaba que Errol Flynn y un pelotón norteamericano fueron los héroes en una lucha que en verdad había sido librada por tropas inglesas y australianas.

A la distancia, todo el cine bélico de 1940-1945 parece hoy convencional y a menudo discursivo, más cercano a la propaganda que a la documentación. Fue un cine del momento. La época explica asimismo otras de las repecusiones de la producción cinematográfica en Hollywood. La pérdida de varios mercados europeos (Alemania, Italia, Francia, Bélgica, Holanda, Dinamarca, Noruega, España) condujo a una restricción en los costos, tanto en cantidad de películas como en la inversión que exigía cada una. Ese fue uno de los motivos por lo que en aquellos años surgió un género luego llamado "film noir", con anécdotas policíacas, escenarios interiores y sombríos, ninguna espectacularidad, pocos personajes, un rasgo morboso en la conducta de sus villanos.

El género tenía sólidos precedentes en el cine alemán (como M el vampiro negro de Fritz Lang) y mostró algunos títulos de mayor éxito, como El halcón maltés (Huston), Pacto de sangre (Wilder), La dama fantasma (Siodmak) en una larga lista. Por curiosa paradoja, la guerra mundial provocaba el éxito de un cine que no la mencionaba y que perduró varios años.

Acento humanitario

Pero también el cine bélico tuvo su evolución. A las oposiciones de héroes y villanos se incorporaron después otras películas cuyos libretos procuraban mostrar y explicar las debilidades, las dudas y los temores del soldado en el frente. Sus mejores ejemplos fueron También somos seres humanos (W. A. Wellman, sobre notas periodísticas de Ernie Pyle), Un paseo al sol (Lewis Milestone y Robert Rossen), Almas en la hoguera (Hernry King), El sargento inmortal (John M. Stahl), Sangre en la nieve (Wellman) y Clamor humano (Mark Robson), el último título con la novedad de explorar el prejuicio racial contra el negro integrante de un batallón.

En una segunda instancia surgieron además los problemas de post guerra, con los veteranos sin trabajo, o inválidos, o abandonados por sus mujeres o atacados de diversas formas de inasanía. Su testimonio más completo fue Lo mejor de nuestra vida (Wyler sobre libreto de Sherwood) y en esa línea cabe agregar Encrucijada de odios (Edward Dmytryk) y Vivirás tu vida (Fred Zinnemann).

Si se recuerda el deliberado aislamiento político y social en el cine norteamericano hasta 1939, se advierte cómo en la post guerra Hollywood avanzaba a temas antes vetados como el antisemitismo, la situación del negro y la desocupación. Esos temas suponían un distinto impulso hacia una crítica social. Pero fue un impulso efímero. Con las investigaciones parlamentarias sobre el comunismo en Hollywood y con el nuevo clima creado por la campaña del senador MCarthy, ese cine crítico quedó rápidamente relegado en la década de 1950.

Lejos de Hollywood, la guerra y la post guerra provocaron en Italia un fenómeno paralelo, que dio en llamarse neorrealismo, ejemplificado por Roma ciudad abierta (Rossellini), Lustrabotas (de Sica), Paisá (Rossellini), La terra trema (Visconti), Ladrones de bicicletas (de Sica), Vivere in pace (Luigi Zampa).

No era en rigor un cine de guerra sino, en la definición de su frecuente co autor Cesare Zavattini, un cine de atención social. Era la contracara de las recetas convencionales y heroicas de los años previos y era también, imprevisiblemente, un resultado de la Segunda Guerra Mundial.

 

*Publicado originalmente en la Revista M Cine Nº 5

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