H enciclopedia 
es administrada por
Sandra López Desivo

© 1999 - 2013
Amir Hamed
ISSN 1688-1672

 



BINGEN, HILDEGARDA DE - CÁTAROS - MISTICISMO -


Hildegarda*

Carlos Rehermann

Como regla, las escritoras medievales tenían visiones. Ellas mismas se legitimaban en su rol por la necesidad de trasmitir sus visiones directas de la divinidad. Esto debe verse a través del cristal de la ideología de la época

Hildegarda de Bingen encabeza una lista de mujeres medievales de una asombrosa cultura enciclopédica. A pesar de que se llamaba a sí misma “pobre mujercita”, no hubo campo de la ciencia o del arte que no transitara con maestría. Fue conducida a un convento a la edad de ocho años. Activa a extremos difíciles de imaginar, mantuvo contactos con todos los grandes personajes de la época, se destacó como naturalista -describió decenas de nuevas especies animales-, como médica, como dibujante, como poetisa y como compositora de música. Con el auge reciente de la música medieval, numerosas composiciones de Hildegarda han sido grabadas y conocen así una difusión más o menos masiva.

Hildegarda tenía visiones, que se resistió durante mucho tiempo a poner por escrito. Cuando lo hizo, fue después de pedir permiso a Bernardo, el abad de Claraval, el personaje más influyente de la Iglesia de entonces.

Como regla, las escritoras medievales tenían visiones. Ellas mismas se legitimaban en su rol por la necesidad de trasmitir sus visiones directas de la divinidad. Esto debe verse a través del cristal de la ideología de la época. Negado su derecho a la enseñanza, impedida su carrera eclesiástica, y afirmadas en la definición femenina de pobreza de inteligencia, las mujeres defendían una religiosidad sin intermediarios, un contacto directo con Dios. De la misma forma que Eckhart, y encuadradas en una tradición poderosa, las mujeres visionarias escribían a partir de su experiencia directa. La Iglesia no podía impedir, en principio, este tipo de expresiones, si se mantenía dentro de ciertos límites. Y los límites pasaban por el idioma.

Hildegarda dictaba sus visiones mientras las experimentaba. Dos secretarias, más tarde ayudadas por un monje, tomaban notas. En una carta, Guiberto de Gembloux le pregunta, entre otras cuestiones, si dicta sus visiones en latín o si las trasmite en alemán, para que luego su secretario las traduzca. Este punto es de la mayor importancia. Otras mujeres (Hadewijch, Margarita Porete, Beatriz de Nazaret) se empeñaban en escribir en lengua vulgar. Esto no era bien visto por la Iglesia. Una cosa era tener visiones directas de Dios, y difundirlas entre los miembros de la Iglesia, y otra muy distinta era enseñar teología a todo el mundo. Si la sabiduría y el amor divino se podía adquirir sin la mediación institucional, el poder terrenal de la Iglesia, fundado en su poder religioso, se vería amenazado. La Biblia era un instrumento que debía permanecer en manos de los clérigos, que enseñaban al pueblo. No se podía permitir el acceso directo. No es arriesgado aventurar que las condenas a Margarita y a Eckhart no se habrían producido si hubieran escrito en latín.

También los cátaros fueron perseguidos por insistir en predicar en provenzal, y la literatura profana, escrita en lenguas vulgares, era vista con preocupación por la iglesia, pues incitaba a la traducción de textos sagrados a esas lenguas. En los textos de las místicas medievales pueden encontrarse numerosos elementos provenientes de la canción trovadoresca, tanto formales como temáticos. El amor cortés, que exigía la sumisión completa a la amada, se convierte en sumisión completa a Dios, nombrado frecuentemente como Amor, palabra en lenguas alemánicas de género femenino, muchas veces expresado como personaje en forma de Dama Amor.

Probablemente Hildegarda, como ella misma afirmaba, no había recibido una formación académica similar a la de los varones de su época. Algunos estudiosos han visto en su poesía de métrica y rima relativamente libres (si se la compara con las obras de sus contemporáneos) una influencia de los Salmos bíblicos y del Cantar de Cantares. Es difícil, en el actual estado de las investigaciones, establecer con certeza si la canción de los trovadores influenció a poetas como Hildegarda, o si la obra de éstas, surgida de una lectura libre de la Biblia, influyó sobre la poesía profana de tema erótico. Pero no deja de llamar la atención la libertad con que estas mujeres se referían al amor divino con los mismos términos que los trovadores hablaban del amor profano, invocando imágenes y sentimientos más cercanos a la pasión erótica que al éxtasis místico. Lejos de hacernos concluir que la poesía mística femenina era una soterrada forma de expresar un erotismo reprimido, deberíamos pensar que las escritoras consideraban el erotismo de los amantes como un reflejo del amor divino.

Desde nuestra mirada escéptica y desilusionada, anclada en un presente que no cesa de obsesionarse pensando en un futuro de felicidad automatizada, caemos con demasiada facilidad en el error de dudar de la sinceridad de las visionarias y místicas del pasado. Curiosamente no hacemos lo mismo con los místicos varones. Nos apuramos a decir que Juana de Arco era paranoica, que Hadewjich alucinaba o que Margarita Porete era histérica. No adjudicamos con tanta prisa enfermedades mentales a los varones que han conducido el discurso religioso de occidente a lo largo de dos milenios.


* Publicado originalmente en Insomnia, Nº 34
VOLVER AL AUTOR

             

Google


web

H enciclopedia