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PALABRAS DIFICILES -


Palabras difíciles*

Carlos Rehermann
El tipo, sentado en el sofá, elabora un discurso amplio sobre el esnobismo y la complejidad, maldice desde Kierkegaard a Kristeva, pasando por Kant y sin olvidar a Köhler, y decide que no se necesita poner palabras difíciles para decir la Verdad


Nadie habrá dejado de observar que hay gente a la que no le gusta las palabras difíciles. En primer lugar habría que intentar definir qué se quiere decir con "palabras difíciles", y luego continuar con las consideraciones acerca de la gente. Una palabra difícil es aquella que hace necesario un viaje hasta el diccionario. El mecanismo intracraneano del lector a quien le desagrada encontrarse en semejante situación es el siguiente: viene leyendo un texto, con determinado tono afectivo que lo envuelve y lo conecta de cierta manera con el escritor y el mundo referido por las palabras, y de pronto zás, una palabra desconocida que rompe el clima armonioso de la lectura. Difícil. El tipo debe mover una serie importante de músculos dorsales y de otras zonas del cuerpo, retirarse del contacto blando con el respaldo del sofá, poner en marcha el resto de su organismo, desplazarse hasta la biblioteca y retirar del anaquel el diccionario. Si se trata de un lector preocupado, tendrá un diccionario en dos tomos, por lo que seguramente elegirá el equivocado -todo esto lo piensa el tipo antes de mover el primer músculo- y deberá poner en juego sus bíceps y sus deltoides y quién sabe qué otros aparatos corporales, y le sobreviene una pereza mortal.

Entonces da en pensar en el causante de sus molestias: el escritor. Pero este qué se cree, piensa el tipo, que porque ponga palabras difíciles lo que dice es más importante. Así son los pedantes, sigue pensando, los que quieren ocultar su torpeza básica detrás de complicaciones innecesarias. El tipo, sentado en el sofá, elabora un discurso amplio sobre el esnobismo y la complejidad, maldice desde Kierkegaard a Kristeva, pasando por Kant y sin olvidar a Köhler, y decide que no se necesita poner palabras difíciles para decir la Verdad. De algún lado el tipo sacó que la verdad se escribe con mayúscula y es sencilla, o que al menos bastan palabras simples para enunciarla.

Por otra parte, no se sabe por qué el tipo espera que el escritor diga una verdad, siquiera minúscula, lo que evidencia el ansia enfermiza que tiene por encontrar la verdad en un lugar tan inapropiado como un artículo de revista, pero eso es algo que no se puede evitar.

Tomemos una frase abundantemente citada en reuniones de decoradores e impresa en numerosos marcadores de libros: lo esencial es invisible a los ojos. ¿Hay palabras difíciles en esa frase? Cualquiera entiende lo que significa "esencial". No parece necesario ponerse a rebuscar un término oscuro. ¿No alcanza con "esencial"? Preguntas del tipo. Lo que no se cuestiona es lo esencial de "esencial", es decir, a qué esencia se refiere el aviador que la escribió. Como era francés, uno podría pensar en la nafta
(essence), ya que dio en escribir ese texto en medio de un desierto, donde había aterrizado por problemas mecánicos. Tal vez se había quedado sin nafta, tal vez la nafta constituía para él lo esencial: essence essentielle. Como no tenía nafta, no la veía: ¿no se adquiere de pronto la verdadera magnitud de su afirmación? ¿No será que hemos tapizado el planeta con una Verdad que en realidad era un grito desesperado destinado a algún beduino que supiera dónde había una estación de servicio?

De manera que no hay por qué alarmarse cuando una palabra desconocida irrumpe en medio de un texto, si con las conocidas uno no sabe a qué atenerse. Las cosas más simples pueden terminar resultando las más oscuras. Sencillamente, una cuestión de metasemia.

* Publicado originalmente en Insomnia

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