V. Y acribillen mi pedazo de conciencia...
Tenía la cara de Terminator 2 poco antes de que finalizara la
película. Era el único
punkero que existía en el Pasto de finales de los
1980. Sobre él se tejían varias "leyendas", una de ellas era
que en el ejército se había enloquecido por tanto combate con la
guerrilla. El tipo, en verdad, inspiraba miedo. Muy pocos de mis
compinches se atrevían a pedirle prestado un cassette y menos un
disco. Era extraño verlo caminar en las tranquilas y estrechas
calles de la ciudad. Él era una cita de otra época, de otra sociedad
y, en todo caso, de otros procesos de modernidad. Provincionalizar a
Europa, eso hacíamos muchos de nosotros.
A principios de los noventa Einstürzenden Neubauten era un
fetiche para dos o tres
personajes que lo tenían en formato CD. En las tardes, cuando solía
escuchar a David Bowie, Can o Holger Czukay, me sentía viviendo en
Berlín o New York. A veces, caminaba a Pasto como si estuviera
transitando por la Kurfürstendamn, creyéndome Christoph Meckel
(quien recorre esta avenida para
recoger impresiones que luego volverá dibujos y palabras),
o asumiéndome como alguno de los personajes de Yo, Christiane F.,
y fue ese texto, precisamente, el que más me descentró junto con la
música que por aquel entonces escuchaba. Recuerdo un viernes que,
sumergido en sus páginas, fui interrumpido para hacer un mandado a
la tienda. Cuando salí a la calle, me estrellé contra la contundente
realidad: ¡absolutamente todo me decía que no estaba en Berlín, sino
en Pasto!
A veces, caminaba la ciudad como si estuviera dentro de Brother
where you bound... era bastante estúpido creerse diferente
porque se había escuchado a Supertramp. Pero, igual recorría
a Pasto desde Contrappunto dialettico alla mente. Tal vez, en
ese momento, mi relación con la música era la de reafirmar mi
diferencia. Inconsciente y tácitamente lo que buscaba era no ser el
portero que silba o tararea uno de los temas de Los catorce
cañonazos bailables:
"¿Por qué la música de Schönberg
es tan difícil de entender?" es el título de un artículo publicado
por Alban Berg en 1924. En cuanto al diagnóstico que anuncia este
título (y que el artículo explica legitimándolo), en el fondo, nada
ha cambiado (o bien poco). Basta con leer las observaciones
recientes de un músico como Steve Reich: "El cartero nunca silbará
Schönberg [...] su música (y toda la música que se parece a la suya)
vivirá siempre en una especie de "rinconcito oscuro", aislada en la
historia de todas las músicas del mundo"(29).
Por aquellos años estaba en la ciudad pero en una actitud de
exilio. Doña Gloria Valencia de
Castaño con su adelante con la moda, había "influenciado" una
zona de mis imaginarios en los ochenta, y simultáneamente sentía la
sensación de que todo nos llegaba tarde(30),
al descubrir, por ejemplo, a Depeche Mode en el 94
(experimentando la nostalgia de
recuerdos inexistentes),
o al escuchar a Stockhausen con el autocolonialismo mental
del chulla Romero y Florez; esa era la actitud de muchos de
nosotros, o al menos la mía. Frente a ese sentimiento de
subalternidad
(o de sentirse occidental de segunda
clase), había que hacer algo, la solución, entonces
era similar a la de Neo, en The Matrix (1999)
cuando lo conectan a una
computadora desde la cual le instalan un sinnúmero de programas
para que el tipo se vuelva un tecnomesías.
Nuestra avidez provinciana también era cercana a la de Leeloo
(Milla Jovovich)
que se la pasa durante horas
leyendo "Encarta" para enterarse a qué mundo llegó y cuál es el
estado de ese mundo que va a salvar después de que Korben Dallas
(Bruce Willis)
le zampe el beso redentor, globalizatorio y neoliberal en The
Fifth Element (1997), o cercana a Small Soldiers (1998),
cuando el Arquero, líder de los Gorgonitas, toma clases aceleradas
de historia en el computador de Alan Abernathy
(Gregory Smith).
Estábamos, entonces, en Pasto, y desde esas soledades de la cruda
proscripción(31),
nos sentíamos en otro planeta, en el cual, la música era un puente
para no estar tan lejos, excluidos, olvidados. Es que no fue fácil
haberse sentido el último de la fila, encerrado por políticas
estatales de abandono. La música contemporánea, entonces, fue y es
una senda para abrirse hacia un pensamiento del afuera, porque
también se viaja desde los afectos a múltiples patrias sonoras que
hospedan nuestro corazón. Gracias a la música, Pasto era un barrio
de Berlín o Berlín era un pasaje para acceder de un modo otro a
Pasto. Gracias a Berio o Kurtág, Julio Jaramillo se lo escuchó desde
un tímpano de conciencia expandida que lo acogió con admiración y
cariño y, con él, a tantos otros como el Trío Martino, Los
Embajadores, etc.
Qué puede, entonces, suscitar Variations pour une porte et un
soupir... tal vez, desde estas anécdotas, lo que me sugiere un
suspiro, es que para una añoranza o un
deseo, siempre habrá una
puerta, una salida, y si, en todo caso, no hay puerta, hay que
invitarla desde el suspiro mismo. Nosotros, que tanto idolatrábamos
a tanto artista desde los
múltiples complejos de inferioridad
(individuales y colectivos),
supimos aplaudir al portero que nos regaló una pequeña obra de
música concreta. Esa era una clave. Los porteros también están para
abrir otra clase de puertas. Lejos de las escandalosas parafernalias
y de las glamorosas vedettes, esta música minoritaria nos
desestabiliza por su fuerza,
porque nos desacostumbra a los rutinarios hábitos mentales, porque
desde su honesta complejidad nos insta a reinventarnos desde el
silencio, porque como lo escribe Jodorowsky:
Producir un escándalo en esta sociedad
escandalosa es lo más difícil que hay. Todos los
artistas superficiales
han tratado de hacerlo (...). La sociedad absorbe estos escándalos
formales, salen tres o cuatro artículos en los periódicos y no pasa
nada.
La única posibilidad de escandalizar actualmente es tratar por todos
los medios de no hacerlo. Tratar de expresar la VERDAD. En una
sociedad de mentirosos, la VERDAD es escándalo. En una sociedad
degenerada, la HONESTIDAD es escándalo. En una sociedad enferma, la
SALUD es escándalo, en una sociedad hipócritamente religiosa, el
VERDADERO MISTICISMO es escándalo(32).
Recuerdo el cementerio de suicidas que se ubica entre la Loma y el
barrio Aranda. Hay una sublime tristeza en esas tumbas, algo de mí
se quedó en ellas. Un viernes en compañía del profesor Juan Carlos
Estrada leímos epitafios, mientras él comentaba esas inscripciones
desde algunas páginas de Mausoleo, Pedro Páramo,
Currículo Mortis y Spoon River... dejamos atrás lo
conocido y nos internamos por los senderos de lo invisible.
En una librería, la imagen de David Bowie a sus veinticinco años me
zarandeó. Camino con escarpines de
miedo. Subo a tientas, bajo a
tientas. La ciudad se nos mete en las sábanas. Poco antes de entrar
a la cama hemos dejado trozos de vida en el calor invernal del
transporte público, en oficinas donde demiurgos y pitonisas cegados
de poder burocrático deciden a quién entregarle el papel y a quién
inyectarle su veneno. Antes de llegar hasta el borde de la cama, sé
que hemos atravesado un paraíso de cenizas. Hace algunas noches,
volví a ser niño cuando desde un CD, el hijo de Rana salió
otra vez. Así salen muchos que horas después serán tragados por el
asfalto.
Meses atrás leí un poema de Cristina Peri Rossi, su título:
"Arte moderno"(33);
allí se anotaba que aquellos elementos que los hombres desechan
(cajas sucias, botellas rotas...),
el arte les brinda una
segunda vida. El despertador hace trizas el sueño. Imposible
siquiera recordar una imagen. Hasta ahora no he ido a ningún lugar,
y sólo he caminado sobre una banda de recuerdos. Steve Reich en
City Life invadiendo la atmósfera con disyunciones oníricas. Las
ventanas están en las manos. "¿Qué remedio diréis que dio a mi
horrible melancolía?" "¡Uno solo, que equivale a todo un mundo, al
mismo cielo! ¡La música!"(34)
El día que me gradué de bachiller, mis papás celebraron con una
comida y unos vinos. Cerca de la media noche, un sobrino colocó uno
de sus cassettes del que emergió la voz de Xuxa que me recordaba:
es la hora, es la hora, es la hora de jugar... y creo que se
trata de eso. En medio de tantos rediles, y más allá de las críticas
que realiza Alessandro Baricco desde la modernidad a la música
contemporánea(35),
creo que se necesita un oído que se aparte del consumo y se abra al
juego, para posibilitarle al hombre la oportunidad de salir riendo y
cantando.
VI. Las caderas no mienten
Esta tarde estuve escuchando a David Bowie en "Absolute
Beginners" y "Ashes to
Ashes"; su música es un navío, errancia
disyuntiva, torción onírica, lengua reptante, sintaxis
improvisatoria que se deshace en caricia. Filamentos de luz
seduciéndonos a volar, flotando en burbujas, saltando con todos los
poros a una percepción de motociclista, tipo portada de Meat Loaf,
para escapar de un circo de acróbatas reumáticos, payasos
depresivos, leones domésticos.
En la madrugada vi a Miguel Bosè. En el sueño sabía que en 1998,
cuando entrevisté a Bruno
Mazzoldi, Walter Mignolo, Jaap Blonk y William Torres, también
había conversado con él. Intuía que en algún cassette podía estar
esa charla. Bosè y yo caminábamos por Pasto. La luz solar era como
la de un día domingo de mediados de la década de los setenta. Había
una cierta melancolía en las tonalidades lumínicas. Entrábamos a una
tienda esquinera de la carrera 26 con calle 19. No sé de qué
hablaríamos, lo único que recuerdo era que él mencionaba a Leonard
Cohen. En el sueño comprobaba que Pasto es una ciudad laberíntica,
por lo cual supongo que es tan difícil salir de allá y es fácil
extraviarse en ella. Me asombraban de Bosè su sabiduría y juventud.
En el local nadie nos atendía. Bosè es un brujo, no una figura
mediática.
El barón Von Der Trenck(36)
lacera un muro para escapar. Esa historia la contó Ernesto Ágreda en
el parque Armenia del barrio Teusaquillo en 1995. Él, a su vez,
estaba huyendo de una cárcel mujer. Estos dos hombres intentaban
dibujar su libertad con un punzón. El primero, realizó una
"escritura" sobre la pared. Para Ernesto, las palabras eran
herramientas de su huida. Unas líneas de "Brother
where you bound", están cercanas a esta
ficción argumental:
You better move, you better hide
They're gettin´ in, they're gettin´ inside
If you get caught you better know
They're gonna reap, you're gonna sow
Don't be a fool, we gotta go
Ain´t no place safe for us to stay
We better move on, we better move on(37).
Al iniciar ya se ha hecho un corte o, dicho de otro modo, antes de
comenzar, ya se ha iniciado. Salir a inventar una vida, más allá de
la marquesina de la rutina y el
miedo, escapando de las celdas léxicas con las que se construye
el mundo. Salir del claustro mental y llevar el
cuerpo al lugar de las revelaciones en una
peregrinación hacia una tierra prometida que ha de inventarse, que
ha de lucharse desde el pensamiento, el sueño, el camino. La música
contemporánea, en este sentido, es otra forma de soñar y de escapar
y de recrear la realidad. Ella nos ensueña, interviniéndonos.
Los sótanos permiten protegernos, como en el cuento de
Borges "Pedro
Salvadores". Mañana una máquina romperá el
sueño, el estrés celebrará la disolución de una posible primavera.
Las voces que nos visitan: qué nos dicen, qué nos proponen, qué
caminos nos ofrecen, a qué nos tientan...
Kafka entrevió nuestro mundo como
una gran prisión: Las cadenas de la atormentada humanidad están
hechas de papel de oficina(38),
es decir, como una colonia penitenciaria. Hoy, esa fábula es
una realidad. Es evidente que la aridez y los barrotes no están
únicamente en los desiertos y en las cárceles, sino en la mentalidad
de los hombres.
Las manías de las neurosis hasta dónde son neuróticas. Potencias de
otras dimensiones entran a los sueños y a los objetos de lo
cotidiano. Soplar, rezo, aire. El viento se cuela por las ventanas
despeinándonos la vanidad. El sentido no es comunitario. Nunca hay
diálogo directo. El mundo se ha convertido en un supermercado.
Buscar entre sueños para recrear lo cotidiano. Las aves de corral
sólo vuelan dentro de la altura que les permite el galpón y la
fuerza que les otorga la purina.
Hace años soñé con Eduardo Galeano en una tienda del barrio Restrepo
(Bogotá). Galeano estaba joven. Yo sentía angustia porque tenía que
estar en una cita de trabajo(39),
y en medio de la zozobra sentía una gran alegría de estar con el
autor de Las venas abiertas de América Latina. La vitalidad
de Galeano contagiaba. No se trata, entonces, de que la
literatura, la
música o los sueños se
dirijan desde los abismos de lo desconocido hacia los valles de las
certezas. La escritura es un (pre)texto
para hablar desde el silencio. No hay nada que comunicar. Lo único
que queda es la música. Los
mensajes dentro de botellas llegan adonde tienen que llegar.
Arrancar sin método, caminar construyendo una ruta de fuga. Anotar
grafías que sean puñaladas al ectoplasma que recubre la existencia.
Escribir sin una idea fija. La materia de la
escritura es
acuosa. Ecografía que pone en escena el absurdo desde el absurdo.
Los ladridos de Jaap Blonk son los juegos de la
infancia. Santiago es
alguien a quien alguna vez llegué a tratar. Él vive en un barrio
lejano de todo y de todos. Él no sabía leer, pero se asomaba a los
libros con ansiosa curiosidad. La última vez que lo vi, fui con él
hasta una tienda donde se antojó de una gelatina. De regreso, tomó
mi mano. En ese momento supe que no lo iba a volver a ver. Al llegar
a casa, Viviana
(mamá de Santiago)
me agradeció el detalle. Hablamos algunos minutos. Santiago me
acompañó hasta la puerta. Salí a la noche sin controlar el llanto.
Santiago tiene una vida corriente, una familia corriente, habita en
un barrio corriente. Los padres de Santiago trabajan tanto que casi
no tienen vida. Leopoldo es celador y su turno es de doce horas.
Viviana es aseadora en un centro comercial. Santiago tiene un
hermano que se llama Felipe. Ellos arriendan un pequeñísimo
apartamento en un extremo de la ciudad. Felipe suele asomarse a la
única ventana que hay, y desde allí lanza saliva hacia al vacío,
ladra y aúlla, al igual que los perros cautivos de las azoteas
vecinas.
La música contemporánea es un acontecimiento, es una manera de oír
la realidad, de descubrir una melodía-otra en lo que desde el
sentido común se denomina ruido. Ella nos permite conquistar nuevas
geografías sonoras que amplían las posibilidades de afirmación de la
existencia, lejos de las cuadrículas con las que uniforman los
gustos y los pareceres para manipular con mayor efectividad a los
hombres. Roberto Bolaño criticó, por una parte, la legibilidad que
vende pero que devora al consumidor y, por la otra, a todos aquellos
hacederos de
arte bajo los preceptos, convicciones y valores de la clase
media(40):
Los escritores actuales no son ya, como
bien hiciera notar Pere Gimferrer, señoritos dispuestos a fulminar
la respetabilidad social ni mucho menos un hatajo de inadaptados
sino gente salida de la clase media y del proletariado dispuestos a
escalar el Everest de la respetabilidad, deseosos de respetabilidad.
Son rubios y morenos hijos del pueblo de Madrid, son gente de clase
media baja que espera terminar sus días en la clase media
alta. No rechazan la respetabilidad. La
buscan desesperadamente. Para llegar a ella tienen que transpirar
mucho. Firmar libros, sonreír, viajar a lugares desconocidos,
sonreír, hacer de payaso en los programas del corazón, sonreír
mucho, sobre todo no morder la mano que les da de comer, asistir a
ferias de libros y contestar de buen talante las preguntas más
cretinas, sonreír en las peores situaciones, poner cara de
inteligentes, controlar el crecimiento demográfico, dar siempre las
gracias(41).
En la madrugada volví a encontrarme con los gigantes. Es extraño,
pero ese sueño ya se ha reiterado. La primera vez que los vi, yo
estaba en la sala del apartamento de las Torres de Fenicia,
observando desde un decimoséptimo piso la carrera segunda entre
calles 22 y 21
(Bogotá),
y de pronto veía a unos hombres blancos, que en un primer momento,
me asombraban por su estatura pero luego comprobaba con horror que
eran de cuatro o cinco metros
(a propósito, acabo de recordar el
video de Kelly Minoge),
y verlos caminar de manera lenta y pesada, sabiéndolos ajenos a toda
posibilidad de compasión, aterrorizaba. La siguiente vez que los
encontré, su estatura era aún mayor, era como estar en Land of
the Giants(42).
Algunos de ellos vestían uniformes militares. Lograba escapar con
otra gente. Hoy, en esta madrugada, me saludé con Óscar y Milton en
el parque Infantil, ellos seguían siendo
adolescentes, tenían la
edad en que por última vez jugamos en aquel lugar. El parque estaba
oscuro y frío, la escasa hierba estaba seca, el viento que soplaba
era de agosto. Nos dirigimos hasta la cancha de baloncesto. Había un
partido reñido, creo que se jugaba a cinco puntos, y nosotros
alcanzamos a presenciar los dos últimos.
Al finalizar el encuentro, entraba a la cancha un equipo de hombres
blancos y altos, alguien decía que eran de la NBA, otro
anotaba que uno de aquellos hombres medía 2,10. Comenzaba el juego
y, para ese instante, los hombres blancos ya medían más de tres
metros. Uno de los gigantes golpeaba a uno de sus adversarios. En
ese momento, comprendía que todo era una trampa y había que huir.
Corría hacia la puerta principal que estaba cerrada. Trepaba por las
vallas, corría hacia la casa de mis padres. Me abría mi sobrina
María Fernanda a quien apenas saludaba. Tenía un gran temor. Sabía
que querían hacernos daño. Pero en la casa, todos estaban alejados y
dispersos, sólo lograba hablar con mi mamá. En la casa entendía que
esos seres eran de otra dimensión. Ellos venían de un mundo peor que
éste, pero si estaban aquí era porque nuestras acciones cotidianas
los habían invocado y convocado. Cuando desperté, tomé de la mesa de
noche un libro de Gorki, y él, desde la portada, me observó con su
dignidad y fuerza.
Un intento de pensar al hombre en esta estacada histórica sería el
de entablar una conversación con esos sonidos, que durante años han
permanecido restringidos a zonas marginales de desprecio y abandono
en Occidente. No puede nacer el diálogo desde la indiferencia, así
como no puede gestarse una conversación sin que se opere la
conjunción de voces que recorra otros caminos diferentes a los que
cada voz trae.
Estamos acostumbrados a aprender desde el orden y las órdenes. Esas
estructuras de poder se han mantenido durante muchos años, por lo
que no es fácil intentar ablandar los barrotes epistémicos con los
que se han construido las instituciones culturales. No estamos
acostumbrados a experimentar con el
cuerpo, ni a llevar el pensamiento al borde del abismo, allí
donde se requiere inventar armas de conocimiento para aprender a
volar.
En estos tiempos se hace necesario no sólo estudiar la música, la
literatura, sino
también vivenciarlas como prácticas curativas que intensifiquen las
potencias del cuerpo y la
existencia. La diferencia entre estudiar la música y vivirla, es
afín a la distancia existente entre un visitador médico que lleva en
su maletín ejecutivo un catálogo de medicamentos, y un taita que con
su canto expulsa la enfermedad. De nada serviría salir de las
páginas de una Florinda Donner o de un disco de Meredith Monk, si lo
único que nos atrevemos a leer o escuchar son nuestras prelexias.
La música no puede ser un catálogo de referencias señaladas por un
experto. Activar la música significa encarnarla, transubstanciarse
con ella: tomar la hoja-Madredeus, la hoja-Eric Clapton, la hoja-Piazzolla,
la hoja-Tom Waits, para inventarse una wuaira sacha con la
cual cantar y tallar la cura, la sanación para estos días en que
ronda la enfermedad que como muy bien lo dijo
Horacio Quiroga: es prima
hermana de la muerte.
Gustavo Cerati se presenta en la Universidad Distrital, sede
Macarena A. Poco antes, en el mismo sueño, me saludo con Byron, lo
volví a ver como cuando era
adolescente. Él entra a una de mis clases, que por lo demás, se
desarrolla en un ambiente de total confusión y caos. Los corredores
de la universidad son una ruina. Todo es un
laberinto. En una de las
"bahías" o mezanines aledaños a uno de los salones de la primera
planta, se presenta el músico argentino, como si fuera un estudiante
deseoso de ser escuchado. Me acerco a él, dejando mis maletas
(una negra y otra café)
repletas de
libros en un murito de esos que
están a la entrada. Cerati deja de cantar y regala su música en
formato CD, LP y hasta cassettes con sus primeros trabajos. Pero,
yo, más que los CD´s, quiero proponerle una entrevista. Él entrega
pequeños CD´s como si fueran hostias, y los que estamos ahí las
recibimos bajo el ritual de la comunión. De pronto, siento una gran
aprehensión por mis libros y entonces envío a un estudiante a que
los traiga. El chico vuelve sin ellos. Voy a buscarlos y no
encuentro nada, incluso, las gradas y los muros han desaparecido.
Todo es ahora un paisaje desértico. Desde los niveles superiores
unos "estudiantes" lanzan piedras que pasan zumbando. Invoco a Dios…
nadie me golpea.
Dan Lander en Zoo, hace
zapping con la radio y cita a John Lennon. Practicar el collage
desde los sueños o desde la
literatura:
La cabeza de Laetitia Casta y el cuerpo
del Subcomandante Marcos. La cabeza de Diego Maradona y el cuerpo de
Ana Kournikova. Trotsky y Salma Hayek. Margaret Thatcher y Vargas
Llosa. Jennifer López y Ralph Fiennes. El presidente Montenegro y
Daisy Fuentes. La Madre Teresa y Tuto Quiroga. Joan Manoel Serrat y
Shakira. Cameron Diaz y Andre Agassi. Eduardo Galeano y Arantxa
Sánchez-Vicario(43).
Aquí en Colombia Lander es la marca de un removedor. La música de
Lander es un removedor de costras mentales, de esmaltes
programáticos, de certezas adheridas a esquemas musicales que
determinan políticas que enmarcan la existencia en
lugares comunes: la
música de Claydermann en los ascensores, Shakira en español y en
inglés en los centros comerciales...(44)
la música, utilizada por el establishment como un aparato de
captura, como una purina cerebral para formatear imaginarios.
Cárceles de sonido nos rodean: donde quiera que se esté habrá un
radio vomitando detritus mentales.
La frivolidad es violencia, y como lo expresó Edgar Garavito en una
carta a Deleuze: Es indudable que en un mundo tan frívolo y tan
tristemente ocupado en tomarse en serio, resulta necesario celebrar
estas alegrías. Ellas anulan la estupidez(45).
Quizá esas alegrías sean las que desde un pensamiento poético,
celebren las potencias de la vida, a partir de sonidos minoritarios.
Camino con Enrique Trujillo por la calle 10, entre carreras octava y
décima. Entramos en un local donde un chico excéntrico compra un
disco del líder y vocalista de la agrupación Yes. Salimos de
allí. Pasamos por una calle y, de repente, me siento atraído por una
puerta en la que está un grupo de muchachos, quienes nos invitan.
Alguien muy joven oficia. Nos hace oler ciertas sustancias químicas,
parece un ritual de yagé. Enrique se transforma en Pablo Andrés
Rojas de los Ríos. En cierto momento el que oficia me dice:
¿ahora qué vas a hacer? Esa es una pregunta que sólo puede
responderse cada quien, porque no hay fórmulas para vivir.
La música contemporánea interpela, crea un escenario de riesgos y
desestabilizaciones para descentrarnos de las formas cerradas, de
las lexias preestablecidas. Se hace necesario reinventar los modelos
que seguimos para conducirnos. Pareciera ser entonces que hay que
crear una especie de instrucciones particulares para no estancarse
en un mundo acabado y convertirse, de paso, en la caricatura de sí
mismo. Por supuesto, no al estilo de un manual de licuadora, sino
unas filiales a las que escribió desde la selva Lacandona el
subcomandante Marcos(46),
o aquellas que nos legó Cortázar. Instrucciones que elaboran una
reescritura de la realidad.
Me parece llamativo que hubiese aguantado tanto tiempo "viviendo" a
la deriva, como si fuese un moribundo subido en una canoa en medio
de un río turbulento de fiebre, arrastrado por corrientes densas e
incontenibles, que me conducían hacia una cascada. Hace unas horas
recordé A la deriva, el cuento de
Horacio Quiroga, donde un
hombre es picado por una víbora y, entonces, emprende un viaje por
el río que lo llevará donde un compadre que no encontrará y luego
hacia la muerte. Temible, y al mismo tiempo impecable, la imagen del
hombre que se despide de este mundo subido en una canoa que lo lleva
a ese otro lado que está más allá del agua. La canadiense Louise
Erdrich, en su novela Huellas, nos cuenta que entre los
indígenas Chipewas existen no sólo parteras de la vida, sino también
de la muerte. Son
ellas las encargadas de soltar las amarras para que la canoa-cuna se
interne e integre con el infinito. En la oración de la gestación,
para los indígenas Desana, la vida se concibe, según don Antonio
Guzmán, en una canoa que es el útero(47).
El artista Ángel Alfaro ha
concebido una pintura donde, a partir de un crepúsculo, surge una
barca "solitaria" que navega en las aguas profundas de la eternidad
de un instante
(que se suspende en un pestañeo
cósmico) en el lienzo(48).
Es un misterio la ruta de esa embarcación... fisuras que desde la
distancia alguien sopla... Líneas de fuga, cantos de dignidad:
Como una ola de fuerza y luz; trazos y trazas de
artistas silenciados por las
gigantes maquinarias de sonido. El
cuerpo hay que desatarlo del poste logocéntrico y aventurarse a
navegar por las aguas que están más allá del puerto y del faro.
En La casa en Mango Street, de Sandra Cisneros, hay un
capítulo titulado "Caderas"
donde se anota:
Un día te despiertas y allí están.
Listas y esperándote como un Buick nuevo con las llaves con el motor
prendido. ¿Listas para llevarte a dónde? (...) Tienes que ensayar
para saber qué hacer con las caderas cuando las tengas, digo yo
componiéndolas al caminar(49).
¿Por qué no habrían de mentir las caderas si al lugar al que se las
ha llevado es un simulacro,
una estafa? Hay quienes practican el buceo en la tina del baño y
luego se vanaglorian de haber descendido hasta el azul profundo. La
irreverencia de estos "artistas" es tan inofensiva y conservadora,
que ni siquiera se constituye en un sutil rasguño a lo establecido,
porque ellos son lo establecido. Bukowski, refiriéndose a ese
mundillo de las estrellas escribió:
Por supuesto, lo que hacía que todo
aquello apestara era que muchos de los ricos y de los famosos fueran
en realidad tontos del culo e
hijos de puta. Simplemente les había tocado un chollazo en alguna
parte. O se habían enriquecido gracias a la estupidez del público en
general. Normalmente eran gentes sin talento, sin alma, ciegos, eran
pedazos de mierda andantes, pero para el público eran como dioses,
hermosos y venerados. El mal gusto crea mucho más millonarios que el
buen gusto. Al final se reduce a la cuestión de quién obtiene la
mayor parte de los votos. En el país de los topos un topo es rey.
Así que ¿quién se merecía algo? Nadie se merecía nada...
(50)
A dónde llevan las caderas, quizá a las "cátedras" globalizatorias
donde se inoculan sonidos que son monedas falsas. Pero, el juego
desmonta esos poderes del
mercado industrial de
la cultura: desde finales de los ochenta hasta nuestros días, ha
tenido un auge desmedido la neoliberal y anoréxica Barbie. Esa
muñeca ha sido un paradigma cultural que ha moldeado la figura de la
mujer, y hay algunas cuyo ideal es el de llegar a convertirse en ese
tipo de muñecas
(como Cindy Jackson quien ha gastado
99.600 dólares en 27 operaciones durante un periodo de nueve años)(51).
¿Pero qué podría pasarle a una Barbie en Pasto? Pues, que va a tener
una influencia, obviamente, si la niña no se convierte en el juguete
de la muñeca. Así, esta Barbie va a hablar con el acento que le
adjudique su dueña, va a tomar sopa de arrancadas o tomar café con
allullas. Esta muñeca no va a salir a pasear por el Sunset
Boulevard, sino por el barrio Tamasagra o el Agualongo.
Un modelo globalizador se impregna de elementos locales, haciendo de
este elemento otro texto o, en este caso, otro artefacto. La idea es
proclamar desde las poéticas de la infancia un "devenir-loco", el
devenir-ilimitado donde (...) ya no se trata de simulacros (...),
sino de efectos que se manifiestan y juegan en su lugar. Efectos en
el sentido casual, pero "efectos" sonoros ópticos o del lenguaje..."(52).
La música de las gigantescas maquinarias del marketing no podrá
gramaticalizar del todo la existencia, siempre habrá un David que
con su onda descalabre a Goliat; siempre habrá alguien que realice
biodanza con reggaeton, planche con Olivier Messiaen,
practique yoga con corridos prohibidos, y alcance la beatitud con un
logotipo de Coca-Cola como lo hizo Jodorowsky dirigido por Óscar
Ichazo:
Regresamos a la terraza. Desde allí se
veía un gran anuncio de Coca-Cola. Era un círculo luminoso que daba
vueltas alrededor de un eje vertical.
-No necesitamos mandalas tibetanos ni símbolos esotéricos. Este
anuncio, si eliminas de tu mente las palabras, y no despegas la
vista de él, al concentrar tu atención, se convertirá en la puerta.
El letrero girando se transformaba, desde mi punto de vista, en
óvalo, en línea, en óvalo otra vez, en círculo y así y así. Me fue
tragando las fronteras racionales, la voluntad de ser y... de
pronto, sin proponérmelo, como si hubiera dado un salto
inconmensurable, me sentí fuera del mundo de las sensaciones. ¿Cómo
explicar aquello? La fuerza del Kath y la felicidad del Oth se
volcaron en una transparencia inmutable, el Path. Había vivido en
mundo de compactas nubes grises y ahora ascendía hasta flotar en un
cielo translúcido. Sin deseos, sin definiciones, continuación pura,
libre de un comienzo o un final, ahí, exento de tiempo y espacio, me
sumergí en la beatitud. ¿Cuántas horas permanecí allí inmóvil?
Cuando recuperé mi cuerpo, mi nombre, mi isla racional, me encontré
solo, frente al parpadeante círculo cocacolesco. Me sentí ridículo
pero también eufórico. Esa experiencia se convertiría en mi guía. Se
me había mostrado la meta, ahora dependía de mi perseverancia
alcanzarla realmente. Ejo Takata, cuando le pregunté qué era el
Buda, me respondió: "La mente es el Buda"(53).
El extrañamiento induce a ver al mundo como un misterio que enuncia
algo diferente a lo conocido. Shakira seguirá moviendo sus caderas y
qué bueno que lo siga haciendo, pero desde un margen se reescribirá
sus espantosos falsetes para que, esta vez, sus caderas no mientan.
Notas:
(29) REICH,
Steve. Re-Schoenberg. En: Arnold Schoenberg. Théâtre musical du
Châtelet, 1995. Citado por SZENDY, Peter. Escucha. Una historia del
oído melómano. Traducción de José María Pinto. Barcelona, Paidós,
2003. p. 88.
(30) FLÓREZ JULIO.
Todo nos llega tarde. En: Obra Poética. Bogotá, Publicaciones del
Banco de la República. Biblioteca Luis-Ángel Arango. Editorial
Minerva, 1970. p. 73.
(31) ROSA, Luis Felipe
de la. Zarza roja. En: Poesías. Bogotá, Tercer Mundo Editores, 1972.
p. 39.
(32) JODOROWSKY,
Alejandro. Autoentrevista. En:
http://www.clubcultura.com/clubliteratura/clubescritores/jodorowsky/autoentrevista.htm
(33) Arte moderno/
Ciertos escultores usan materiales de desecho/ para hacer sus
esculturas/ he ahí como la lata de cerveza/ el detergente y el
envase de cartón/ tienen otra oportunidad/ de vivir y de
transformarse/ Todos los humanos/ somos materiales de desecho/
Emplea mis cervicales/ mi cuello mi ombligo mi deseo de fumar/ mis
escalofríos/ mi páncreas mi tiroides/ dales otra oportunidad.
(34) PERI ROSSI,
Cristina. Arte Moderno. En: Hispamérica. Revista de literatura. Año
XXV. Número 75. Gaithersburg, U.S.A., 1996. p. 92.
(35) ALARCÓN, Pedro
Antonio de. El final de la norma. Buenos Aires, Sopena, 1944. p. 85.
(36) BARICCO,
Alessandro. El alma de Hegel y las vacas de Wisconsin. Una reflexión
sobre música culta y modernidad. Traducción de Romana Baena. Madrid,
Siruela, 1999. pp. 45-67.
(37) Friedrich von der
Trenck (Könisgsberg el 16 de febrero de 1726 y guillotinado en París
el 25 de julio de 1794).
Enciclopedia Universal Ilustrada. Europea- Americana. Tomo LXIV
(64). Madrid, Espasa-Calpe, 1978. pp. 88-89.
(38) Supertramp.
Brother Where You Bound. A&M. 1985.
(39) JANOUCH, Gustav.
Conversaciones con Kafka. Traducción de Rosa Sala. Barcelona,
Ediciones Destino, 1999. p. 211.
(40) Ese mismo
sentimiento lo experimenté el jueves 28, en compañía de Vicente
Pérez Silva, Gerardo Pérez y Carlos Torres (mi papá), allá en La
Tasca (taberna bogotana), donde conversamos de ese sur mítico
habitado por hombres como Aurelio Arturo, Guillermo Edmundo Chaves,
Agustín Agualongo, mientras yo estaba preocupado por unas
diligencias que tenía que hacer. A la tercera cerveza mi sentimiento
de culpa desapareció.
Este comentario podría interpretarse desde el arribismo social, pero
no tiene nada que ver con eso. A este respecto se ha referido
Florinda Donner en Ser en el ensueño. Traducción de Clive N. Hibbert.
Buenos Aires, Emecé, 1993. p. 96.
(41) BOLAÑO, Roberto.
Los mitos de Chtulhu. En: El malpensante. Nº 48. Bogotá, agosto 1 -
septiembre 15 de 2003. pp. 79-80.
(42)
http://tvhits.blogspot.com/2006/07/tierra-de-gigantes-land-of-giants.html
http://es.wikipedia.org/wiki/Tierra_de_Gigantes
(43) PAZ SOLDÁN,
Edmundo. Sueños digitales. Madrid, Alfaguara, 2000. p. 37.
(44) PAZ SOLDÁN,
Edmundo. La materia del deseo. Madrid, Alfaguara, 2001. p. 70.
(45) GARAVITO, Edgar.
Y la nave va... En: Magazín Dominical de El Espectador. Nº 511 del 7
de febrero de 1993. p.11.
(46) SUBCOMANDANTE
INSURGENTE MARCOS. Instrucciones para cambiar el mundo. En: El Viejo
Topo. Número 91. Barcelona, diciembre de 1995. p. 70.
(47) GUZMÁN, Antonio.
Mari Mahsa Pepiro. Bogotá, 1987. p. 43. Texto inédito.
(48) ALFARO, Ángel. La
Barca (óleo sobre lienzo, 1.75 x 2.41 cm. 1994). En: Bojeo
imaginario (catálogo). Bogotá, Alonso Arte, 2003.
Ver: http://angelalfaro.com/
(49) CISNEROS, Sandra.
La casa en Mango Street. Traducción de Elena Poniatowska y Juan
Antonio Ascencio. México, Alfaguara, 1995. pp. 53-54.
(50) BUKOWSKI,
Charles. Hollywood. Traducción de Cecilia Ceriani. Barcelona,
Anagrama, 1996. p. 118.
(51) Cindy Jackson es
apodada la "muñeca Barbie humana". Ver: Guinness World Records 2000.
Libro Guinness de los records. p. 153.
(52) DELEUZE, Gilles.
Lógica del sentido. Traducción Miguel Morey. Barcelona, Planeta-De
Agostini, 1994. p. 33.
(53) JODOROWSKY,
Alejandro. La danza de la realidad (Psicomagia y psicochamanismo).
Madrid, Siruela, 2003. pp. 287-288.
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