Hay una guerra contra plantas.
La coca, la marihuana y la amapola son declaradas enemigas por
el conjunto de las naciones debido a su característica
de ser materia prima de drogas
potentes con una demanda fuerte en el mundo, sobre todo en los
países ricos. Sin embargo, estas mismas plantas tienen
una rica historia en usos medicinales y tradicionales milenarios
que siguen, hoy día, en vigencia.
Los derivados concentrados
y purificados de la coca y la amapola, la cocaína y la
heroína respectivamente, también son sustancias
controladas, pero a pesar de enfrentar una guerra que ya dura
varias décadas, su producción y consumo en el mundo
se ha esparcido e incrementado. La "guerra contra las drogas"
tiene un aspecto tan real como uno se puede imaginar, pero los
soldados, sus aviones y armas de fuego luchan contra un enemigo
invisible: las leyes del libre mercado. El impacto de esta guerra se siente en casi
todo el mundo, pero con mayor énfasis en la región
andina de América Latina, el mayor productor de cocaína.
La erradicación de los cultivos de coca, amapola y marihuana
forma parte de una política de reducción de la
oferta que hace unos 20 años logró el consenso
internacional materializado en la Convención de las Naciones
Unidas contra el Tráfico Ilícito de Estupefacientes
y Sustancias Psicotrópicas de 1988. En Bolivia, Perú
y Colombia, las Fuerzas
Armadas y cuerpos élite de la policía se han involucrado
en un conflicto sin solución para el cual reciben el apoyo
logístico y financiero de otros países, en particular
de los Estados Unidos.
El millonario negocio de las drogas
prohibidas, entre los más redituables del mundo, brinda
a los campesinos de varios países del Sur una fuente sustancial
de ingresos para la sobrevivencia familiar, aunque ellos alcanzan
a gozar apenas de un 2% de las ganancias como máximo.
El 85% de esas ganancias terminan en los países de mayor
consumo. El cultivo de las plantas declaradas ilícitas
coincide con una profunda crisis agraria que viven los pueblos
rurales del mundo y agudizada con la implementación de
políticas de privatización y ajuste estructural.
La falta de opciones en el mercado formal para sobrevivir las
consecuencias de esta crisis es, para sectores campesinos y para
otros "relocalizados" de las ciudades,
la razón de su inserción en la economía
de las drogas.
Hojas con historia
La valoración
de la hoja de coca y su larga y rica historia de usos múltiples
en la cultura y la religión
de los pueblos andinos se ve, en la actualidad, amenazada por
una cruzada contra la oferta de drogas. La hoja, de acuerdo a
costumbres ancestrales, no sólo es utilizada para expresar
amistad o retribuir servicios, sino también como fuente
de sabiduría. También fueron descubiertas y son
aplicadas sus virtudes como planta medicinal. Estas costumbres
ahora tienden a ser desprestigiadas. Las investigaciones científicas
que valoran las cualidades curativas de la planta no figuran
en el discurso actual sobre las drogas. Un buen ejemplo de esta
selectividad política ofrece un estudio sobre el contenido
de la hoja de coca elaborado en 1975 por la Universidad de Harvard,
el cual estableció que la ingestión de 100 gramos
de coca suple la necesidad humana diaria de calcio, hierro, fósforo,
y vitaminas A, B2 y E.
La cruzada contra la hoja de coca fue iniciada por una misión
especial de las Naciones Unidas y la Organización Mundial
de la Salud en 1949, que realizó un informe concluyendo
-en base a investigaciones realizadas con una metodología
muy discutible- que el hábito de masticar coca debería
desaparecer. Desde entonces, los convenios internacionales referentes
a las sustancias controladas ratificaron esta intención.
Asimismo, existen aplicaciones tradicionales culturales y religiosas
de la marihuana y la amapola en sus países de origen.
La cruzada contra estas plantas se complica por motivos políticos
e intereses económicos contrarios. Es en América
Latina, y en especial en la región andina, donde se
juega la batalla por mantener la esfera de influencia de los
Estados Unidos, el país impulsor de la supuesta guerra
contra las drogas. Esta situación hace que los países
demarcados como "productores de drogas" tengan pocas
opciones de elegir una posición autónoma y designar
sus propias políticas. Como dato ilustrativo, basta decir
que Estados Unidos es el mayor productor de marihuana en el mundo.
Paulatinamente, en el marco del discurso antidrogas, los países
de la Amazonia (Brasil, Bolivia,
Colombia, Ecuador, los Guyanas, Perú, Surinam, Venezuela)
se están
llenando de bases, efectivos, equipos bélicos y radares
militares. A partir de la entrega de las bases estadounidenses
en Panamá en 1999, Washington ha implementado un nuevo
diseño para su escenario militar, en el cual los "países
amigos" de América Latina son destinados a jugar
un rol de gran importancia. Los efectivos combinados de las fuerzas
armadas y la policía forman parte de un esfuerzo internacional,
que en teoría combate al narcotráfico pero en la
práctica muestra más éxitos en el mantenimiento
del control a las cada vez más frecuentes manifestaciones
de descontento social de campesinos sin tierra, obreros
sin empleo y migrantes con un futuro económico incierto.
La violación
de los Derechos Humanos, sean éstos políticos,
civiles, sociales, económicos o culturales, ha sufrido
un fuerte aumento con la implementación de las políticas
antidrogas. En particular los habitantes de las zonas de producción
de las plantas materia prima de drogas en los países andinos
son víctimas diarias de abusos y atropellos por parte
de las fuerzas del orden. En un sentido más amplio estas
violaciones se sistematizan en el ámbito legal: los promotores
de la lucha antidrogas son responsables de crear instrumentos
y procedimientos legales inconstitucionales en todo el mundo.
Las cárceles se llenan de infractores a estas legislaciones,
no en el último lugar sino en los propios Estados Unidos.
Los sistemas judiciales se encuentran sobrecargados y hasta paralizados
por el peso de esta guerra
perdida. El costo de mantener todo este aparato de represión
se hace casi imposible de jusificar.
El complejo de problemas relacionados a la producción,
el tráfico y el consumo de drogas no se presta para soluciones
simples. Las políticas de cero tolerancia y represión
no reflejan un entendimiento de los múltiples factores
que influyen en esta problemática, más bien son
expresiones de ideologías autoritarias. Tomando por ejemplo
a Colombia, podemos ver que es la aplicación indiscriminada
de la política de cero tolerancia lo que está agravando
desórdenes socioeconómicos de los pequeños
productores y ocasionando desplazamientos forzosos, violaciones
a los derechos humanos y daños
ambientales, tanto por el traslado de los cultivos como por
el carácter indiscriminado de las acciones de erradicación.
La fumigación química y la guerra biológica
contra los cultivos de coca, la criminalización de los
productores y el uso de la fuerza contra ellos, no se compadece
con los orígenes y la naturaleza del problema del circuito
de las drogas. Las consecuencias son la exclusión de los
actores no armados y el alejamiento de las soluciones pacíficas
a los conflictos.
Existen cada vez más experiencias alternativas a este
enfoque represivo, donde se aplican estrategias conocidas como
políticas de "reducción de daños".
Estas estrategias tiene su origen y principal aplicación
en la actualidad en el campo del consumo: basada en una visión
de tolerancia, de resguardo y protección de la salud pública
sin necesariamente limitarse a los aspectos médicos, se
propone un trato humano que toma en cuenta las circunstancias
sociales, culturales y económicas de los actores involucrados.
La visión de reducción de daños también
es aplicable a los demás eslabones del circuito de las
drogas, comenzando por la producción de los cultivos de
materia prima. Frente a la peligrosa falta de realismo y la rigidez
de la "tolerancia cero", que conduce a una profundización
de las problemáticas detrás de las drogas, las
políticas de reducción de daños ofrecen
una opción realista para el siglo XXI.
Fuente: Pien Metaal, CEDIB
Theo Roncken, Acción Andina
*Publicado
originalmente en La Guía del Mundo
|
|