Las líneas del deseo
El poder y la verdad son los problemas que Foucault investiga.
En vez de concentrarse exclusivamente en el aparato de estado,
atiende al funcionamiento micropolítico de las relaciones
entre grupos y entre individuos.
Recupera el cuidado de sí en
virtud de un acrecimiento del poder de vida, del que se
desprende, a modo de consecuencia, la manera del trato hacia
los otros. Es una ética de! arbitrio, ejercitada de hecho, a
través de ciertas técnicas, que son los medios de mantenerse
en control de la propia vida, o de transformarla en obra de
arte.
Foucault no habla de sujeto humano, sino de relaciones de
fuerzas. No de identidades, sino de técnicas de transformación
de sí y de la higiene del cuerpo y la mente.
La estrategia de Deleuze equivale, en tanto evita referirse a
un sujeto humano, evita presuponer originario lo que no es
sino efecto de subjetivación. Plantea la vida de grupos o
individuos o singularidades entre alternativas de sujeción y
de flujo, según una dinámica cartográfica que incluye varios
tipos de líneas que son gradientes de experiencias,
actividades y comportamientos.
Describe líneas (o trayectos) que pueden tener una mayor o
menor fijeza o movilidad.
Ese compuesto, individual o grupal, es un cuerpo educado,
disciplinado, según grandes segmentos del comportamiento;
relativos a la familia y a la profesión, al ritmo alterno de
vacaciones y trabajo, al orden sucesivo
de ciertas etapas de la vida: primero hogar, luego escuela,
luego ejército, fábrica, jubilación. El paso de uno a otro de
estos segmentos implica cortes más o menos drásticos,
responsabilidades diversas: "ya no eres un niño, ya no eres
un estudiante", etc.
No es posible, así como así, librarse
de estas líneas segmentadas. No es posible retirarse; hay que
negociar con ellas. No siempre es sano o bueno para alguien
romper con estas maneras de proceder y de integrarse.
Al mismo tiempo hay líneas más elásticas. Son todas
aquellas que no coinciden con la temporalidad de los segmentos
mayores: flujos microscópicos, microdevenires, pequeñas
grietas de los segmentos más densos o menos móviles: "problemas
familiares, reajustes, recuerdos dolorosos; nuestros cambios
están sucediendo en otra parte, en otra individuación" que
la de los grandes segmentos. Son
instancias de crisis (en la
infancia, en la
adolescencia, en la
madurez), "repulsiones que no coinciden con los segmentos".(19)
O bien resulta imposible, en un momento dado, seguir
aguantando un determinado estado de cosas, porque "la
distribución del
deseo en nosotros ha cambiado", deja de
coincidir con el término previsto de la línea segmentada. Ese
desajuste quizá implique "una adecuada evaluación emocional
o política", y será un alivio descartar, en alguna
instancia, una situación o relación que frenaba el crecimiento
de nuestras vidas. Pero la grieta puede implicar, por otro
lado, una claudicación, un fallo (alguien se enferma o
imposibilita).
Existe, o puede existir, un tercer tipo de línea, desprendida
de las otras dos, si es que alguna vez lo hace: "tal vez
hay gente que no tenga esta línea". Puede no desprenderse
de las otras, aunque puede también, según los casos,
transformarse en línea primaria, y las otras se desprenden de
ella: si una vida está dedicada a esta tercera línea, a una
dinámica creadora, o bien destructora; es la línea que viene a
ponerse en juego en la improvisación, en la danza, el
arte o
la escritura.
La mejor aclaración de ella la encuentra Deleuze
en Heinrich von Kleist:
"La línea que debe describir el centro de gravedad es por
cierto muy simple, y se cree que sea
recta en la mayor parte de los casos... pero desde otro punto
de vista esta línea posee algo extraordinariamente misterioso,
porque no es otra cosa que el camino del bailarín."(20)
Este centro de gravedad es una línea simple, como
simple puede ser la decisión de cuidar de sí. Simple, en este
sentido, es el juicio ético. Una decisión que se mantiene. Una
voluntad o deseo libre alimenta este arbitrio. Pero la misma
línea, considerada ya no desde la perspectiva de la
perseverancia en la decisión, sino de la trayectoria efectiva
que tal decisión hace posible, traza meandros, paso del
bailarín, coreografía: puede resultar de complicación notable.
Pasamos, del juicio ético, al juicio estético: dos maneras de
considerar la misma línea del arbitrio, "aún más extraña,
como si algo nos llevara a través de nuestros segmentos, pero
también a través de umbrales, hacia un destino desconocido, ni
previsible ni preexistente... Es la línea de la gravedad o la
celeridad, la línea de la huida con un gradiente más alto."(21)
Línea de improvisación, no evita peligros ni asegura una vida
feliz. Si hay salud para algunos en el arranque, el acelere
puede descomponer, desquiciar.
"Los tres tipos de línea son inmanentes, implicados uno en
los otros."(22)
Deleuze se dedica al estudio de estas
líneas, tanto en los grupos como en los individuos. Y también
en el cine, en la
literatura, que "define la vida como un
proceso de demolición; el texto es desértico, aunque no menos
ejemplar por eso mismo, e inspira
amor frase a frase."(23)
El texto es desértico, porque desterritorializa, avanza en lo
desconocido, privado de todo. Sin embargo a este proceso lo
inviste el afecto. El afecto no preexiste a su medio, sino es
segregado por el desierto, un
amor no
dicho pero implícito, impersonal, presente; un aura, un
trasfondo. Hemos de vivir a contrapelo,
resistiendo aquello que se compone mal, o no se compone, con
nosotros. Pero lo positivo es el
deseo: no se puede vivir sin
un deseo investido en alguna parte, en las líneas segmentadas,
en las rajaduras, o bien en la tercera línea, que orienta
nuestros devenires (devenir mujer,
devenir animal,
devenir
planta, devenir molecular, devenir imperceptible), cuya real
intensidad no obtiene resultados reales. Si experimentamos un
devenir pato, será un pato incompleto, sólo llegamos a abrirle
el pico: porque este pato nada en tierra, vuela bajo agua;
tiene color rojo. No se trata de identificaciones, sino de
simbiosis o de ensamblaje. Algo del pato, una relación de
intensidad, es experimentada, es vista, no por el pato, sino
por quien deviene pato inacabado. El animal es una potencia de desterritorialización. no una forma de existencia dada.
Devenir negro. Devenir Prince, devenir
su delicadeza para fluir mercurial; simbiosis, ensamblaje,
instrumento para leer el lomo de la hora, habitar un espacio,
compartir el terreno de un encuentro.
La convivencia segrega no piedad ni parecido, sino
empatía, flechazo
intenso de sufrimiento o de prestancia. El afuera inmanente,
un estremecimiento íntimo.
Libres de ilusiones con respecto a nosotros mismos, quedamos
sobre la línea más libre, deviniendo, inacabados, una u otra
cosa, según pautas exponenciales, capacidades rítmicas,
melopeas percutidas, que nos otorgan algo "invulnerable": la
certeza momentánea de realizar la libertad y lograr la alegría
a través del uso de nuestros poderes.
Siguiendo un espectro de devenires, "nos hemos vuelto
clandestinos, imperceptibles".
En el conjunto de los tres tipos de línea inhiere el
deseo; se
conjugan "arreglos de deseo". Puede tratarse de un
deseo de
oprimir o de ser oprimido. O de algo diferente: la evacuación
de las pasiones tristes.
"Estas líneas constituyen el campo social, trazando sus
formas y sus fronteras, su estado de devenir."(24)
Al defender su terminología, Deleuze argumenta: ''Lo que es
interesante acerca de conceptos como 'deseo', 'máquina',
o 'arreglo' es que son valiosos sólo como variables, y
en tanto permitan un número máximo de variables. Estamos en
contra de conceptos groseros como La ley,
El señor, El rebelde."(25)
El simulacro
Según la episteme de Platón, los
conceptos, en tanto modelos perfectos, son las
ideas, mientras
la empiria nos representa copias, o aproximaciones, de esos
conceptos absolutos, o ideas. El modelo funda la validación de
las copias, un criterio para jerarquizar las cosas, las
personas, las acciones, los caracteres. Las ideas son varas
para medir que sostienen al mundo en su tendencia hacia
lo excelente.
Deleuze, desde una perspectiva que es propia de Spinoza, Bergson
y Nietzsche, busca encontrar en Platón el punto de inflexión
donde su teoría de las ideas encuentra su límite. Pero no se
trata para él apenas de superar la diferencia
esencia-apariencia, superación que ya llevó a cabo Kant.
Intenta mostrar además la motivación del dualismo platónico
(entre original y copia). El mito fundador del original provee
un modelo (por ejemplo el rey como pastor en El político) del
cual hay copias legítimas que participan de su carácter. Las
copias falsas son aquellas que no aciertan a participar,
auténtica o internamente, del modelo provisto por el mito
fundador. El modelo, la idea, intemporal y perfecta, es el
criterio para juzgar las copias que encontramos en el ámbito
empírico. El modelo provee un criterio, la posibilidad de
distinguir entre copia buena y copia mala, vale decir, una
simulación o simulacro. Una idea es un modelo fundador que
sirve de medida para distinguir la calidad de las copias, su
grado de participación en el original. Cuando Platón deja de
invocar un mito que le sirve de
fundamento, caso de su diálogo El sofista, cae en el abismo,
en el caos, de las diferencias indiscernibles.
Deleuze se propone revertir el platonismo, prescindir de su
criterio fundador de la ética. Y encontrar otro criterio
inmanente a la experiencia, inmanente al devenir. Este
criterio lo encornará en Spinoza, a quien me referiré más
tarde. Por lo pronto:
"Revertir el platonismo significa: hacer subir los
simulacros, afirmar sus derechos entre los iconos y las
copias. El problema ya no concierne la distinción
Esencia-apariencia o Modelo-copia... El
simulacro no es una
copia degradada; detenta un poder positivo, que niega el
original y la copia, el modelo y la reproducción."(26)
Con respecto al
simulacro no puede hablarse
de original o de copia. "Ningún modelo resiste al vértigo
del simulacro... no hay jerarquía posible... El
simulacro está
construido sobre series distintas que hace resonar... Lo mismo
y lo aparente no tienen otra esencia que ser simulados, es
decir de expresar el funcionamiento del simulacro".(27)
No identitario, no esencial: no hay modelo, sino coexistencia
de simultaneidades en un acontecimiento. El simulacro "vuelve
imposible el orden y las participaciones, la fijeza y la
distribución, la determinación y la jerarquía." No es
fundamento: "Asegura un hundimiento universal, como
acontecimiento positivo y alegre." Por tanto: el
simulacro
es una "máquina dionisíaca".(28)
El descubrimiento de la
droga, un desacomodo de la
mirada y
del afecto, revela la calidad de simulacro de lo que llega a
nuestros ojos, exhibe un juego de fosfenos en abismo donde
nada es final. Donde nada se totaliza.
Deleuze cita a Nietzsche: "Tras cada
caverna se abre otra, más profunda todavía, y por debajo de
cada superficie un mundo subterráneo más vasto, más extraño,
más rico, y bajo todos los fondos, bajo todas las fundaciones,
un trasfondo más profundo todavía."(29)
Los simulacros se modifican a cada tirada de los dados:
configuran cada vez un acontecimiento, no hay límite a sus
variantes, golpe a golpe, pulso a pulso, en series
divergentes.
"La simulación designa el poder de producir un efecto...
Tras la máscara, otra máscara... Lo que vuelve son las series
divergentes en tanto divergentes, es decir cada una en tanto
que desplaza su diferencia con las otras, y todas en tanto
ellas complican su diferencia en el
caos sin comienzo ni fin."(30)
La gradación serial de las máscaras permite comparar
secuencias y hacer resonar
constelaciones y linajes, lo compartido, lo que aproxima,
autores-obras, climas, motivos, en líneas de relacionamiento a
través de conjunciones disyuntivas. El contexto inagotable se
complica hasta que el parentesco deviene más remoto,
conjetural, o ya no afecta.
"Lo ficticio y el simulacro no son la misma cosa. De hecho
se oponen. Lo ficticio es siempre la copia de una copia, que
debe ser empujada hasta el punto en que cambia de
naturaleza
y se convierte en simulacro (momento del arte pop)."(31)
Según la lectura que hace Deleuze, el libro De la
naturaleza de las cosas, de Lucrecio, no acepta "ni
identidad ni contradicción, sino parecidos y diferencias,
composiciones y descomposiciones, 'conexiones, densidades,
choques, reencuentros, movimientos gracias a los cuales se
forma toda cosa'... Coordinaciones y disyunciones, tal es
la naturaleza de las cosas".(32)
El simulacro crea su espacio en la dimensión del tiempo:
captamos alrededor una cantidad tan grande de simulacros como
momentos diferentes podemos percibir en el tiempo. La aparente
estabilidad de la imagen está hecha "de la sucesión muy
rápida, de la sumación de muchos simulacros" que la
confirman, a la vez que difieren de un modo infinitesimal.
"Es que, de todas maneras, los
simulacros están en todas partes; no
cesamos de bañarnos en ellos, de ser asediados por ellos como
por las olas." El
deseo discierne entre todos estos "fantasmas
sutiles que nos bañan, aquellos que le convienen mejor", y
de tal modo selecciona, crea series emparentadas, imanta
dentro de la diferencia. Su vibración, vacilación, revierte la
índole del contenido: "La mujer que creíamos tener en
nuestros brazos aparece de pronto transformada en hombre"
(Lucrecio). Nada más tornadizo que las
figuraciones eróticas, nada más móvil, en su neutralidad
singular. No hay una realidad consistente del simulacro.
Afirma no el uno, ni la totalidad, sino las multiplicidades.
Deleuze hablará, pues, de un plan de consistencia de las
multiplicidades, aunque ese plan sea de dimensiones crecientes
según el número de conexiones que se establecen en él,
acontecimientos vividos, determinaciones históricas, conceptos
pensados, individuos, grupos y formaciones sociales. Afirma lo
diverso en tanto diverso: ésa es la alegría del devenir.
El simulacro borra el modelo, su intangible fidelidad a sí
mismo, desmonta la identidad y también la contradicción,
función de esa identidad.
Al promover el simulacro, las
alternativas antes sofocadas aparecen codo a codo con las
formas predominantes, en un continuo sin jerarquías. No sólo
devenimos mujer, devenimos animal, planta, sino también
conflagración de átomos que se componen unos con otros o se
descomponen. Se trata de un devenir inacabado: "Más que
adquirir unos caracteres formales, entra en una zona de
vecindad... entre los sexos, los géneros, o los reinos, algo
pasa."(33)'
Se trata de encontrar "caminos indirectos femeninos,
animales, moleculares". Descubre "bajo las personas
aparentes la potencia de un impersonal... una singularidad en
su expresión más elevada".(34)
La experiencia de un desdoblamiento perpetuo tiene
consecuencias en la sintaxis: ocurre un salto de la primera a
la tercera persona gramatical, del yo al neutro. El simulacro
nos arrastra en un proceso demasiado poderoso que rebasa y
desmantela cualquier
identidad fija. "Soy un animal, un
negro de raza inferior desde siempre". Ya no es un estado
familiar, "sino el proceso o la deriva de las razas".(35)
Un muchacho negro en un colegio universitario de Chattanouga
(USA) resiente el machismo de su fraternity y se pasa a
bailar en el equipo de las majorettes o cheerleaders,
provocando un escándalo local. La máquina binaria lo
interpretaría como una mezcla de hombre y mujer, un
travestí.
Pero este muchacho negro ha avanzado hacia el neutro. No se
trasviste. Descubre tras las identidades aparentes "la
potencia de un impersonal que en modo alguno es una
generalidad, sino una singularidad."(36)
Ética y moral
Foucault investiga la ética sexual
entre los griegos; encuentra el cuidado de si como el motor,
que condiciona la conducta de cierta élite, en vistas a
controlarse, a dominarse a sí misma -lograr la mejor técnica
de higiene para asegurar su calidad de vida, y/o para a su vez
poder gobernar a otros, o bien para realizar la propia vida en
tanto obra de arte-. La ética del cuidado de sí elabora
técnicas para alcanzar sus fines.
De acuerdo a una transición gradual a partir de los estoicos
tardíos, el ideal del cuidado de sí se transforma en un ideal
cristiano de renunciamiento. El cristiano emula la austeridad
estoica, pero las recomendaciones o consejos de los estoicos
se vuelven obligaciones de la nueva moral teocrática imperial.
Las técnicas del cuidado de sí son sustituidas por técnicas de
ascesis cristiana. Y sirven a un propósito inverso: en vez del
cuidado de sí, la renuncia de sí, renuncia de los placeres, en
virtud de un propósito más alto de acuerdo con el dogma:
prepararse, según supuestos mandatos de la deidad, para otra vida futura. Pero la deidad
o deidades y la vida futura preocupaban muy poco a los
griegos antiguos. Otros eran los propósitos de las técnicas de
autodominio.
El pliegue sobre sí, que implica el cuidado, lo descubre
Deleuze en el barroco, en los pliegues del manto de Santa
Teresa en éxtasis, de Bernini: pliegues sobre pliegues, un
modo de hacer resistencia a la exigencia dogmática, a la
transparencia del renunciamiento. A través del éxtasis se
logra un goce de sí. En la fibra, el entramado de pliegues
sensibles, el cuerpo en éxtasis resiste ambiguo a la renuncia.
Por eso, para las jerarquías
eclesiales, la experiencia extática se
vuelve sospechosa de cargas libidinales
demoníacas.
Ahora bien, ¿cuál es la distinción entre ética y moral?
Si el individuo se da sus propias reglas, legisla su conducta,
es causa de sí, resulta legislador y súbdito,
realiza su propio imperativo, deseo,
fuerza, virtud en acto,
poder. Aquí hablamos de ética.
Si no es legislador, hablamos de una exterioridad introyectada:
en la medida en que acepta la presión de las convenciones,
conveniencias, reglamento, opinión, policía, instituciones
disciplinarias, segmentos de conducta considerados
obligatorios por el sentir general o el derecho positivo.
Moral son las normas de conducta de un grupo, una actitud
común producida por dispositivos de subjetividad: efecto de
regímenes de poder/saber.
Si la ética y la moral se contentasen con interpretar
diferentemente los mismos preceptos, su distinción sería sólo
teórica.
Pero no es nada de eso.
Más que asegurar la felicidad, la disposición ética atiende,
cuida, fomenta, la alegría de ejercer un poder; es sólo
ejercicio, es sólo su devenir.
La tristeza es índice de una merma de acción o de juego libre.
Deleuze ve en la ética de Spinoza una estrategia para alejar
las pasiones tristes por virtud de la libertad.
Spinoza distingue varios tipos de individuos que
necesitan las pasiones tristes para llevar a cabo su
estrategia de opresión: el que sufre las pasiones tristes, el
que explota las pasiones tristes porque las necesita para
asentar su poder, y por último, el que se entristece por la
condición humana y las pasiones del hombre en general ("puede
burlarse tanto como indignarse, esa burla misma es una risa
mala"). Estos tres individuos son para Spinoza el esclavo, el
tirano y el sacerdote.
"Nunca, desde Epicuro a Lucrecio, se mostró mejor el
profundo e implícito vínculo existente entre los tiranos y los
esclavos... Lo que de cualquier modo les une es el odio a la
vida, el resentimiento contra la vida...
"Lo que envenena la vida es el odio, incluido el odio vuelto
contra uno mismo, la culpa...
"Spinoza sigue paso a paso el terrible encadenamiento de las
pasiones tristes: en primer lugar la propia tristeza, luego el
odio, la aversión, la mofa, el temor, la desesperación..., la
piedad, la indignación, la envidia, la humildad, el
arrepentimiento, la abyección, la vergüenza, el pesar, la
cólera, la venganza, la crueldad... Su análisis llega tan
lejos, que hasta en la esperanza y en la seguridad encuentra
ese grano de tristeza que basta para convertirlas en
sentimientos de esclavos. La verdadera civitas propone a los
ciudadanos el amor a la libertad más bien que la esperanza de
las recompensas o incluso la seguridad de los bienes."(37)
Spinoza le brinda a Deleuze una alternativa para sentar una
ética, basada no en las ideas platónicas, en el concepto de la
excelencia de un original eterno, sino en un ser que se
despliega en el tiempo, sin establecer jerarquías entre su
naturaleza, porque consiste en una sustancia única, que pliega
y repliega sus atributos, se singulariza; es un poder en acto.
La única prueba de que somos libres, escribe Deleuze a
propósito de la Crítica de la razón práctica de Kant,
es asumir el imperativo categórico, y ese imperativo se asume
en un acto libre con un contenido concreto, diferente en cada
caso, según las circunstancias productivas de un cuerpo/mente.
¿Cuáles son las prácticas -o en un sentido restricto,
técnicas- convenientes para la alegría?
El imperativo ético
carece de contenido general, sólo se llena con determinaciones
caso por caso. Es un ejercicio, un acontecimiento. ¿De acuerdo
a qué criterio? Ser causa de sí es motivo de alegría. En tanto
la sustancia unívoca se singulariza en múltiples instancias,
la vocación a la alegría es universal; se sigue el universal
respeto a la esfera de autodeterminación de las criaturas.
Componibles o no
componibles, los
individuos/acontecimientos, no
totalizables (tampoco es divisible por el número la sustancia
única), son guiados por la ignorancia, por el azar. Un deseo
causa de sí a través de sus líneas de afirmación, se aparta de
sí para seguir líneas divergentes, curiosa aventura un devenir
singular, actos de poder de la sustancia.
(sigue)
Notas:
(19)
Deleuze. On the line.
ed. cit. p. 70.
(20) Deleuze,
ibid.. ed. cít.. p. 71. de Heinrich von Kleist cita "Sobre el
teatro de marionetas".
(21)
Deleuze. ibid.
p. 71.
(22)
Deleuze, ibid..
p. 72..
(23)
Deleuze. ibid..
p. 72..
(24)
Deleuze. ibid..
p. 91..
(25)
Deleuze. ibid..
p. 108..
(26) Deleuze.
Logique du sens. París, Minuit, 1018, 1969. p. 357.
(27)
Deleuze. ibid..
p. 357..
(28)
Deleuze. ibid..
p. 357..
(29) Nietzsche,
Más allá del bien y del mal. numeral 289.
(30)
Deleuze. Logique du sens. ed. cit.,.
p. 357.
(31)
Deleuze. ibid..
p. 361..
(32)
Deleuze. ibid..
p. 363..
Lucrecio,
De la
naturaleza de las cosas,
libro
I,
versos
633,
634.
(33)
Deleuze,
Crítica y Clínica
ed.cit.,p. 12.
(34)
Deleuze. ibid..
p. 13..
(35)
Deleuze. ibid..
p. 15..
(36)
Deleuze. ibid..
p. 13..
(37)
Deleuze.
Spinoza, Kant, Nietzsche, Barcelona.
Labor. 1974,
pp. 33. 34,35
*Extractos
del libro de ensayo de Roberto Echavarren, Fuera de género.
Criaturas de la invención erótica (Editorial Losada Bs As,
2007). |
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