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Amir Hamed
ISSN 1688-1672

 



TEORÍA DEL CAOS - FRACTALES -

Cómo se hace un copo de nieve*

Rafael Mandressi
Un atractor extraño es entonces una figura geométrica de dimensión mayor que 2 y menor que 3, o sea una situación intermedia entre una superficie y un volumen. Para concebirla es preciso salir de la geometría de Euclides


El aparato matemático de la teoría del caos es singularmente sofisticado, a tal punto que la propia teoría no hubiera podido alcanzar un desarrollo como el que ostenta sin ayuda de una herramienta de cálculo potente, como las computadoras modernas. Sin embargo, ese mismo aparato matemático, abstruso como el que más para los legos, ha engendrado objetos abstractos capaces de atizar la imaginación fuera de las fronteras disciplinarias.

Esos objetos abstractos habitan un espacio no menos abstracto: el espacio de las fases, que permite representar, por medio de ejes de coordenadas, cómo varía el comportamiento de un sistema a medida que transcurre el tiempo. Se genera así una «trayectoria» gráfica (una curva), que sirve para dar cuenta de la evolución de cualquier característica de un sistema que varíe en el tiempo: desde
la población de crustáceos en el Mediterráneo hasta la cotización del dólar.

Los sistemas dinámicos pueden ser «conservativos» (su energía total se mantiene constante) o «disipativos», cuya energía va disminuyendo por fricciones y otros efectos, y que presentan una característica interesante: tienen lo que se ha dado en llamar atractores. Un ejemplo clásico de sistema disipativo es un péndulo: si se le da impulso, el péndulo oscilará pero su movimiento se irá amortiguando hasta que
al cabo de cierto tiempo se detendrá. Este comportamiento queda representado gráficamente como una trayectoria en espiral, que termina en un punto. Ese punto, que corresponde a la posición final de reposo (posición cero, velocidad cero), es un atractor: hacia él se dirige, inexorablemente, la trayectoria de cualquier péndulo que no reciba energía adicional permanente.

En un péndulo que recibe energía, el comportamiento queda representado gráficamente por una curva cerrada (una elipse). Si al péndulo se le da un impulso mayor lo va disipando de modo gradual, y si se lo frena va recibiendo energía de su fuente, por lo que en ambos casos regresa finalmente a su ritmo original, que corresponde a esa única curva cerrada. Aparece así otro tipo de atractor: el sistema, en lugar de ser atraído a un punto fijo, es llevado a una trayectoria en forma de curva cerrada, que recibe el nombre de «ciclo límite».

Tanto el punto fijo como el ciclo límite son atractores de estructura simple, que corresponden a comportamientos predecibles de los sistemas. Dos trayectorias del mismo sistema que difieran en sus condiciones iniciales irán convergiendo, a medida que pasa el tiempo, hacia el atractor, sea éste un punto o una curva cerrada. Ahora bien, cuando un sistema dinámico presenta un comportamiento caótico,
y muestra por lo tanto sensibilidad a las condiciones iniciales, dos trayectorias que parten muy próximas en el espacio de las fases divergen rápidamente, alejándose cada vez más.
En este caso, se habla de «atractor extraño», cuya característica esencial es la amplificación de los apartamientos, por mínimos que sean, entre trayectorias.

A diferencia del punto fijo y del ciclo límite, un atractor extraño tiene una estructura muy complicada, que debe reflejar dos tendencias opuestas: al tratarse de un atractor, las trayectorias vecinas deben converger hacia él, pero por tratarse de un caso de sensibilidad a las condiciones iniciales, las trayectorias deben, al mismo tiempo, diverger distanciándose cada vez más. A esto se debe sumar otra condición, llamada «condición de determinismo»: las curvas formadas por las trayectorias no pueden cruzarse tocándose en un punto, puesto que de otro modo, a partir de ese punto habría dos curvas, esto es dos comportamientos diferentes de un mismo sistema, simultáneamente.

De estas condiciones resulta un atractor muy difícil de visualizar, cuya forma no puede estar sobre una superficie, ya que de ser así llegaría un momento en que las trayectorias, al no ser paralelas, forzosamente se cruzarían. Este atractor debe pues tener más de dos dimensiones, que son las que corresponden a una superficie. Pero un atractor no puede ocupar la totalidad del espacio de las fases, y por lo tanto debe tener al mismo tiempo menos de tres dimensiones.

Un atractor extraño es entonces una figura geométrica de dimensión mayor que 2 y menor que 3, o sea una situación intermedia entre una superficie y un volumen.
Para concebirla es preciso salir de la geometría de Euclides, donde las dimensiones son números enteros, para dar
cabida a formas irregulares o fragmentadas que puedan ser caracterizadas con dimensiones que no lo sean.
El matemático Benoît Mandelbrot bautizó a estas dimensiones con el nombre de fractales.

En resumen, si el comportamiento de un sistema dinámico
es caótico, su trayectoria en el espacio de las fases se contrae porque hay un atractor, se estira a causa de la sensibilidad a las condiciones iniciales, y forma una curva que, por lo tanto, se estira y al mismo tiempo se pliega y repliega al infinito, a la manera de una masa de hojaldre, ocupando un volumen restringido y generando una figura
de dimensión no entera. El complejo objeto matemático que resulta de todas estas condiciones es la forma que asume un atractor extraño: una curva fractal.

Una forma fractal tiene una característica básica que contribuye a reconocerla y que se llama propiedad de autosemejanza, lo cual quiere decir que dicha forma consiste en un motivo que se repite a sí mismo a cualquier escala que se lo observe. Por mayor que sea el aumento con que se examine un fractal, se verá siempre una misma estructura.

A pesar de ser muy complejos en virtud de su detalle infinito, los fractales pueden ser generados por procedimientos relativamente simples. El matemático sueco H. von Koch propuso, en 1904, una curva que cumple los requisitos para ser un fractal y que se construye sencillamente. Se parte de un segmento de recta de longitud 1 y en su tercio medio se construye un triángulo equilátero. La longitud de la línea es ahora 4/3. Si se repite la operación se obtiene la figura con una longitud (4/3)², o 16/9, y reiterándola infinitas veces se llega a una forma fractal de longitud infinita y cuyos extremos están separados, sin embargo, por la misma distancia que el segmento inicial de longitud 1.

Con el mismo método pero a partir de un triángulo equilátero, se construye lo que se ha dado en llamar el «copo de nieve» de Koch, cuyo perímetro se hace infinito al repetir infinitas veces la misma operación, pero la figura hexagonal que encierra mantiene un área perfectamente limitada.

* Publicado originalmente en Insomnia, Nº 3

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