Deseo y placer
Por contrapartida,
Foucault desconfía de la tendencia deleuziana
de suponer ontológicamente válido el término
deseo. Le parece
una noción demasiado contaminada por los valores que pudieron
dar los antiguos, los cristianos, el psicoanálisis; le parece
que depende de discursos y saberes cuyo efecto institucional
de verdad, su poder de verdad, debería ser cuestionado en
primer lugar.
Deleuze
estaría demasiado condicionado por el psicoanálisis (no
sólo en Lógica del sentido, sino también en los
volúmenes
Deleuze/Guattari): al mantener la categoría
"deseo", por más que reinterpretada,
en el eje problemático de su estrategia.
Foucault
pretende desplazar el
deseo en beneficio de otro factor: el
placer. "Contra el dispositivo de sexualidad, el punto de
apoyo del contraataque no debe ser el sexo-deseo, sino los
cuerpos y los placeres."(38)
Privilegia el
placer, porque lo encuentra privado de connotaciones teóricas
criticables. El placer sobreviene, impredecible; nos toma por
sorpresa; no está definido, nadie lo marca, nadie lo
normaliza. Está menos colonizado que el deseo por un saber. El
placer es secreto. Puede prescindir de las palabras. No es
preciso hablar del placer para que se realice. Nadie necesita
explicarlo para experimentarlo.
"Adelanto este término
'placer' porque me parece que se escapa de las connotaciones
médicas y naturalistas inherentes a la noción de
deseo, la
cual se ha utilizado como una herramienta... una medida en
términos de normalidad: 'dime lo que deseas y te diré quién
eres, si eres normal o no y luego puedo aprobar o desaprobar
tu deseo'. Por otro lado, el término 'placer' es un territorio
virgen, casi exento de significado. No existe
una patología del placer, ni placer 'anormal'. Es un hecho
'fuera del sujeto' o al borde del
sujeto, dentro de algo que
no es cuerpo ni alma, que no está dentro ni fuera; en pocas
palabras, una noción que no está atribuida ni es atribuible a
nada."(39)
Según Foucault, preguntar por el deseo equivale a dejarse
atrapar por la máquina binaria: ¿Cuál es tu deseo? es un
criterio para clasificar a las personas, ubicarlas y
discriminarlas. El
placer, en cambio, burla burlando, se
escabulle y no puede ser aprehendido. Si nuestro deseo nos
encadena a las dicotomías, el placer abre la esfera de nuestra
libertad, o indeterminación.
Sin embargo, ¿puede pensarse el placer sin un deseo
correlativo que disponga o distribuya las intensidades en un
plano de consistencia, en un mapa o recorrido cartográfico?
De acuerdo a Deleuze, el deseo es productivo. Y el deseo
distribuye intensidades de placer. Por más que los placeres
sean impensados, gratuitos, la índole del deseo afecta su
calidad. De este modo puede impedir que se carguen de
angustia, de vergüenza, de culpa.(40)
Para Deleuze el placer, entendido como descarga, eyaculación,
es lo que viene a interpolar, desconectar "la positividad del
deseo y la constitución de su campo de inmanencia... donde el
deseo no
falta en nada, y se cuida tanto como le
sea posible de placeres que vendrían a interrumpir su proceso"(41)
El
diferendo entre Foucault y Deleuze con respecto a deseo y
placer responde a recorridos diferentes, que presentan un
corrimiento relativo, pero quizá hasta cierto punto
superposición (overlapping)
de los contenidos de estos conceptos.
En oposición al renunciamiento cristiano, se trata -para
Foucault- de inventar nuevas técnicas del cuidado de sí, que
produzcan nuevos placeres.
Busca la deshumanización o desantropomorfización de los
placeres, incluso su desexualización, en la medida en
que la sexualidad es una resultante de los discursos de saber
y poder prevalecientes en un momento dado.
Por otra parte, él no pretende que el deseo no existe; al
contrario, el deseo es verdad, pero lo es de muchas maneras,
de acuerdo con el valor que los regímenes de saber y poder le
adjudican.
Considera que un régimen de sexualidad se singulariza por el
valor y relevancia de tres polos correlativos:
"Si por conducta sexual comprendemos los tres polos que son
los actos, el placer y el deseo", podremos distinguir varias
eras de la invención erótica.
He aquí la "fórmula" griega tardía:
"Los actos juegan un rol preponderante, el placer y el deseo
siendo subsidiarios: acto -placer- (deseo)... Pongo al
deseo entre paréntesis pues con la moral estoica comienza,
creo, una elisión del deseo, el deseo empieza a ser
condenado."
La "fórmula" china concibe una diversa combinatoria de los
mismos "polos":
"La 'fórmula' china sería placer -deseo- (acto). El
acto se pone en reserva, porque hay que restringir los actos
para obtener el máximo de duración y de intensidad del
placer." O sea, morigerar la excitación y mesurar los actos
para impedir una descarga prematura.
En la "fórmula" cristiana, dos "polos" de ese
triángulo deben ser obliterados:
"La 'fórmula' cristiana, en fin, pone el acento sobre el
deseo con el propósito de suprimirlo. Los actos deben volverse
neutrales; el acto tiene por solo fin la procreación o el
cumplimiento del deber conyugal. El placer es, en la práctica
como en teoría, excluido. Esto nos da: (deseo) -acto-
(placer). El deseo es excluido en la práctica -hay que hacer
callar el deseo de cada uno-, pero en teoría es muy
importante" (peligro de la tentación demoníaca, inclinación al
mal).
La combinatoria moderna, ¿no es acaso aquella que Foucault
preferiría?
"Diría que la 'fórmula' moderna es el deseo -subrayado
teóricamente y aceptado en la práctica-, porque hay que
liberar el deseo; los actos no son demasiado importantes" (en
la medida en que pueden variar o adquirir aspectos
imprevistos, incluida su virtualidad); "en cuanto al placer,
¡nadie sabe bien lo que es!(42)
La reserva foucaultiana con
respecto a lo que considera la ecuación "moderna" (contra lo
expresado por voces contestatarias contemporáneas), se
manifiesta así:
'"Debemos liberar nuestro deseo', dicen. ¡No! Debemos crear
placeres nuevos. Entonces, quizá, el deseo continúe".(43)
Quizá el deseo continúe. No hay
que hacerse responsables por el deseo, sino por la efectiva
distribución de placeres según técnicas inventadas y
planificadas a ese propósito.
¿Qué es lo que acontece en nuestras vidas? ¿Cuáles son
nuestros placeres?
Los placeres, si son asumidos, pueden conducirnos a opciones
sexuales minoritarias. Decidirse por una opción de conducta
sexual minoritaria implica una
serie de consecuencias que afectan no sólo los placeres, sino
otros aspectos de la vida. Lo relevante es esto: al optar más
o menos abiertamente por ciertas prácticas o ciertos
compañeros eróticos, ocurren "modos de relación y existencia,
tipos de valores, formas de intercambio entre individuos que
son realmente nuevas.(44)
De la causa
eficiente, del fetiche, surge el atractivo. Un poder erótico
nos subyuga. En la perspectiva foucaultiana acerca del juego
de poderes, si hay reciprocidad entre individuos (¿qué tenemos
nosotros para ofrecer a cambio, cuál es nuestro ascendiente
vis
à vis del fascinador?) el eventual arreglo entre las
partes repercutirá no sólo en el trabajillo de los placeres,
sino que tendrá también consecuencias en otros terrenos:
nuevas oportunidades de poder, placer, implican nuevas
posibilidades de amor, de reorganizar las vidas; saldrán de
allí nuevas formas de convivencia, nuevos flujos económicos.
"La homosexualidad es una oportunidad histórica de desplegar
nuevas potencialidades relacionales y afectivas"(45)
y "es también una forma de rechazar los modos de vida
propuestos y de convertir la elección sexual en el operador de
un cambio -de la existencia".(46)
La tendencia asumida de un modo
más o menos cabal conduce "a otras formas de placeres, de
relaciones, de coexistencias, de lazos, de amores, de
intensidades".(47)
"Se instauran nuevas formas de
amor y creación." Por lo tanto
"el sexo no es una fatalidad: sino el posible acceso a una
visión creadora."(48)
Y he aquí que según Foucault, o según muchos del movimiento de
contraconducta gay, o trans, de entonces, de ahora, la
pregunta se plantea "...como una cuestión de existencia: ¿cómo
es posible para los
hombres estar juntos, vivir juntos,
compartir su tiempo, sus comidas, su cuarto, su ocio, sus
penas, su saber, sus confidencias?(49)
Este presupuesto, hombres,
queda librado a la exégesis de
DeIeuze, quien pulveriza la noción de género y ve:
"Por todas partes una transexualidad microscópica, que hace
que la mujer contenga tantos hombres como el hombre, y el
hombre, mujeres, capaces de entrar unos en otros, unos con
otros, en relaciones de producción de deseo que trastocan el
orden estadístico de los sexos. Hacer el amor no se reduce a
hacer uno, ni siquiera dos, sino hacer cien mil...; no uno, ni
siquiera dos sexos, sino n... sexos."(50)
Partículas se interceptan, olores se mezclan, gestos,
movimientos, variaciones de velocidad y fuerza, un
teorema que camina (el dromenon para
Lezama Lima),
el paso del bailarín. La hora de los cuerpos fluye por todos
sus estremecimientos, inviste un oleaje de simulacros, según
sean composibles o incomposibles; encuentra el régimen
idiosincrásico, el margen neutro de las cosas, la combinación
o precipitado cuya fibra se enreda y se acrece en
alumbramientos momentáneos y experiencias de aprendizaje de la
alegría.
"Esto no quiere decir que la lucha al nivel de los axiomas
carezca de importancia; al contrario, es determinante
(en los planos más diferentes: luchas de las mujeres por el
voto, el aborto, el empleo...). Pero también,
siempre hay un signo que demuestra que esas luchas son el
índice de otro combate existente:" aquél que busca
desontologizar los géneros.(51)
Un
género puede ser una voz que
convoca a una lucha, puede ser la piedra de toque de una
insurgencia. O de una negociación. Lo cual no significa
congelar la identidad. Un combate llama a otro combate:
desmarcar el género de sus límites más o menos fijos, de sus
identidades exclusivas.
La historia nos proporciona diversas éticas del cuidado de sí,
o del renunciamiento de sí, las cuales recomiendan o
prescriben, a partir de varios criterios, neutralizar o
fomentar tanto el deseo como el placer.
¿Dónde nos dejan Deleuze y Foucault con su diferendo? ¿Podemos
anular al uno en beneficio del otro?
Es claro que lo que Deleuze llama "placer como descarga del
deseo carente", Foucault lo llama "acto", mientras que el
placer de esa demora es pensado en positivo por Deleuze como
el flujo mismo del deseo que no se reduce ni se define por
aquello que demora, sino que es un placer de la fuga y la
creación. Al permitir que ese deseo fluya, la fuga articula la
estrategia misma del placer (la invención de técnicas y
placeres nuevos). Allí Foucault y Deleuze se
encuentran de hecho. Podrían haber confluido en la siguiente
frase de Deleuze/Guattari: "que el placer sea el flujo del
propio deseo".(52)
Si el placer es impredecible, es el flujo creador lo que hay
que asegurar, el cual distribuye intensidades que también se
vuelven en extremo imprevistas.
Pero la cuestión del deseo, tal cual la ve Deleuze, es una
cuestión no sólo histórica, sino ontológica. ¿Qué quiero decir
con esto?
Kant, en la Critica de la razón pura, muestra el
absurdo de edificar una teología o una metafísica con
pretensiones cognoscitivas que ubique a la deidad o la
sustancia o la esencia como externas al mundo fenoménico. Kant
no descarta la existencia de una deidad, o de una esencia o noumeno, más
allá de los fenómenos; sólo afirma que acerca de esos objetos
no puede haber conocimiento cierto, nuestro intelecto no se
acomoda a ellos porque los instrumentos del conocer son
categorías y esquemas que procesan los datos de los sentidos.
El materialismo atómico, imantado, investido por el deseo, de
Lucrecio, la sustancia inmanente, causa de sí, de Spinoza, la
ontología de los valores, de Nietzsche; a través de ellos,
Deleuze postula un plano de consistencia, que no es sino el
montaje de "agenciamientos" momentáneos del deseo; sobre el
plano de consistencia se distribuyen intensidades, velocidades
y detenimientos. Las líneas de mutación del deseo trazan
cartografías en ese plano imantado. El deseo es para Deleuze
proceso, afecto, acontecimiento, única carga positiva de un
plano de consistencia ontológico. El deseo es un conjunto de
prácticas, una disposición en el doble sentido de disposición
y arreglo de elementos, y de disponibilidad o capacidad
intensiva de afección que ese arreglo efectúa. Es una zona
pragmática y ontológica (pues aquí es lo mismo),
un "afuera" inmanente y no humano. A partir de las líneas de
fuga del deseo puede adquirirse una perspectiva, un criterio,
acerca de lo humano (caída en la carencia y en la
subjetivación) y lo que rebasa lo humano, la
neutralidad de los placeres ("en la neutralidad de un
mar de asombros", diría Sor Juana): sean éstos
enanitos -meras descargas-, o creativos -en cierto plan, o
plano, de consistencia-.
Notas:
(38)
Foucault. Historia de la sexualidad I. La volonté de
savoir, París. Gallimard, 1976, p. 191.
(39)
Foucault,
"Le gai savoír II".
Mec Magazíne 6-7, julio-agosto 1988, p. 32.
(40)
Cf. Alicia Leloutre. "La sensación lógica en Deleuze". en
La máquina Deleuze, ed. cit., p. 308.
(41)
Deleuze, "Deseo y placer", apéndice en El yo minimalista,
ed. cit., p. 188.
(42)
Foucault.
"À propos de la génealogie de l'éthique: un aperçu du travail
en cours", en Dits et écrits, tomo
IV,
1980-1988. Paríi, Gallimard. 1994. p. 400
(43)
Foucault. "Sexo, poder y política
de la identidad"
Dits et écrits,
tomo IV, ed. cit., p- 420.
(44)
Foucault. "Le triomphe social du plaisir sexuel",
Dits et écrits,
ed.
cit., p. 311.
(45)
Foucault, "De l'amitié comme mode de vie". Dits et écrits,
tomo IV, ed. cit., p. 166.
(46)
Foucault. "Entretien". Dits et écrits, ed. cit., p.
295.
(47)
Foucault, Dits et écrits, ed. cit., p. 165.
(48)
Foucault. "Sexo, poder y política de la identidad".
Dits et écrits,
tomo IV, ed. cit.. p. 420.
(49)
Foucault. "Entrevista de Gai Pied", en David Halperin, San
Foucault. Buenos Aires. El cuenco de plata, 2004. p. 104.
(50)
Deleuze/Guattari, El antiedipo, Barcelona. Barral,
1974. p. 305.
(51)
Deleuze/Guattari, Mil mesetas, capitalismo y esquizofrenia.
Valencia, Pretextos. 2000, p. 474.
(52)
Deleuze/Guattari, Mil mesetas, capitalismo y esquizofrenia,
ed. cit., p.162. Agradezco a Juan Salzano su comentario,
que permea este
párrafo.
*Extractos
del libro de ensayo de Roberto Echavarren, Fuera de género.
Criaturas de la invención erótica (Editorial Losada Bs As,
2007). |
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