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Amir Hamed
ISSN 1688-1672

 



TABLEAUX MOURANTS - PALABRA - LENGUAJE -

Proyecto tableaux mourants (II)

Bruno Mazzoldi
Verdad en pintura, verdad en puntura (el aparente juego de palabras no es mío, que conste: me preocupo por trazar líneas de control de recursos conceptuales), en la punta del arma, de la lengua, del dedo índice, de lo que quise indicar al referirme a la búsqueda de quien se preocupa por trazar cursos y recursos conceptuales frente a la implosión parergonal de la violencia, la de un ingeniero de represas y canales de riego semánticos levantados sobre el delirio agresivo

4.4 - 5:30 AM - Entre despliegue y comprensión, entre olas y brújula, en algún momento habrá que regresar sobre el nudo impecable de la corbata de la estatua decapitada y ennegrecida del Palacio de Justicia, fotograma 34A, al lado del 6A, correspondiente a la pantalla de televisión que enmarca una imagen del Noticiero Caracol (en el ángulo inferior derecho el emblema saturnino del planeta anillado) cuya leyenda reza (una palabra tras otra, una letra tras otra, volátiles espetados en noria de asadero, obviamente, ¿de qué otra manera se acostumbra concebir un mensaje, hablado o escrito, aun en los sistemas de notación distintos del fonético-lineal, sino como interconexión de signos separados? ¿De qué otra manera concebir sino espetando? Y sin embargo aquí -ante lo que me resisto a localizar, ante lo que no tiene ante- me repugna que palabras y letras sean concomitantes -acabo de comprenderlo, si de comprender se trata- conectadas entre sí igual que el tronco y la cabeza, por tajo de guión, corte de dos puntos y blancos inmensos entre una palabra y la otra, una letra y la otra, en cada palabra, gusanera de pixeles en cada letra de la leyenda que acompaña la leyenda de la imagen, puntos de intersección de los anillos de la que antaño solía definirse sin asomo de escrúpulo "cadena de significantes": lo monstruoso, lo que no tiene sentido es que el cuerpo del Otro negado explique e implique, que haga sentido ordenando elementos de significación en la oferta del nítido nombramiento de los miembros de una frase de carne: lo terrorífico es que la búsqueda de estados corporales alterados obedezca a una intención limpia y descaradamente estructural -de aquí que los sobrados estructuralistas sean pan comido sobre los manteles de la pulcritud de los estudios de violentología- la "suavidad académica" a la que me he referido en otra ocasión como la "ruta más expedita hacia la rentable canalización del contrasentido" repule constantemente los términos del contrato que la compromete con la violencia supuestamente inculta porque ésta ya presupone un primer grado de canalización del contrasentido, según el modelo de la ni tan secreta alianza entre Seth el diseminador e Isis la recolectora -si prefieres, que la masacre más obscena resulte por sí misma modelo de eficacia periodísticamente didascálica, eso es lo insoportable, el titular radioso, el trasunto de crónica de muerte mundana incorporada y descorporal untando nalgas de autoridades civiles, militares y religiosas apretadas alrededor del cuadro de Obregón, por ejemplo de ejemplos, inquisidores de la hora del cocktail imantados por el monte de la mujer despreñada porque Osiris en pedazos es cuento de culos políticos, "leyenda" en todas sus acepciones, fabulación increíblemente creíble, slogan, y a la vez legenda, gerundio imperativo neutro plural, "cosas que hay que leer"): "M a s a c r e - E l D i a m a n t e:
C ó r d o ba".

Habrá que regresar sobre el grado de visibilidad y evidencia de todos los detalles de los fotogramas encuadrados y enumerados, inextinguible spelling
(del antiguo espeler, "despellejar"): no sé si me explico ("y poco me importa saberlo", añadiría quien quisiera dárselas de destructivo al estilo del famoso camafeo caracteriológico de Benjamin, como si aquí, en este lugar sin límites señalado por la obsesión del límite, no en frente sino en uno cualquiera de los tableaux mourants, se tratara tan sólo de no saber, mientras es lo único que cuenta, un tablero que no tiene nada más que saber que se sabe, Magritte al revés: éste sí es un tablero).

6.4 - 3:30 PM - Negro, claro, tableau noir. "Negra claridad de la guerra" apoda Lévinas esta negrura fosforescente, esta desinfección apestosa.

Verdad en pintura, verdad en puntura
(el aparente juego de palabras no es mío, que conste: me preocupo por trazar líneas de control de recursos conceptuales), en la punta del arma, de la lengua, del dedo índice, de lo que quise indicar al referirme a la búsqueda de quien se preocupa por trazar cursos y recursos conceptuales frente a la implosión parergonal de la violencia, la de un ingeniero de represas y canales de riego semánticos levantados sobre el delirio agresivo, en pleno naufragio, agarrándose, el pobre, a la redonda moldura de la claridad estadísticamente pintada, regalado a la soberbia ilusión de estar ordenando el prontuario de Proteo, presente, pasado y futuro de la violencia: ese soy yo, el suscrito, cualquier sirviente de lo concebible que reconozca en el carnicero al anatomista, en el violento al violentólogo.

Vuelvo a enumerar fotogramas y hablo de cadáveres mutilados como sistemas diferenciales.

Dreyer, Ordet
(es decir Palabra, ¿no cierto?): más allá del ajedrez a la izquierda y el péndulo a la derecha de la puerta del cuarto en que yace Inger Borgen, en el centro de la pantalla, las casillas del entramado del lit de misère componen una corona de cuadraditos alrededor de la cabeza de la parturienta.

Greenaway: tentáculos de anémona, serpentinas carnavalescas y fajas ondulantes de avisos policiales
(Police Line - Do not cross), la "serie" y lo "serio", de seira, "cuerda", y de serere, "entretejer", "encadenar", las cintas de todo género retorciéndose en el aire, sobre la playa, sobre el asfalto o en el agua, se desenvuelven a la par con el conteo de las llagas del cielo y la medición de la podre terrestre, no precisamente hasta cuando se ramifican tiempos y lugares de la cadavérica constancia de peluche, arriba en el estallido de los fuegos artificiales, abajo en la morosidad de los caracoles estropeando los contornos de las cuadrículas de los manteles del restaurante sabihondo.

Desde siempre imprecisamente, porque la menor o mayor tergiversación del dato, inseparable de la repetición de la traza, lo no dado del dato, inscripción mortal de lo que muda como error de copiado, no sobreviene, no puede precipitarse desde afuera sobre la dócil superficie de una imagen-mascota que, si acaso, ya es lozana a morir.

Deseo de precipitación y regusto estético de Kristeva al relacionar con el rorschach menstrual aquella peculiar manera de encarar lo que resta del deseo de dominio del rostro del Otro que por excelencia sería la imagen de la cabeza destroncada, particularmente la Verónica, vera eikon, "verdadera imagen", cuando el aplauso a la "hermosísima intuición" de Lévi-Strauss y su concepto epigenético del lenguaje, intuición del origen del lenguaje como intuición, golpe de golpe en la sesera del sabio, empata con el gozo necroicónico responsable de una "deliciosa mitología":

"
Gracias a una hermosísima intuición, Lévi-Strauss ha escrito que el lenguaje ha nacido de un solo golpe -d'un seul coup. Entiendo que aparecen simultáneamente, en la historia del homínido, el pensamiento como espanto de nuestra condición mortal y como jubilosa aptitud a representar, así como el lenguaje que concretiza y comunica esta aptitud. Somos mortales, eso nos aterra, y gozamos representándonos esta condición. (...) Se comprende que, objetivando la alucinación y el lenguaje, la representación visual juega un papel esencial: la imagen presentifica lo sagrado (...) Una deliciosa mitología alrededor de mujeres como Hemorroisa (es decir la 'hemorrágica') y Verónica (juego de palabras alrededor de 'vera-eikon') rodea al Santo Rostro impreso sobre un paño de mujer. Lo que justifica la participación de la mujer en la fundación del cristianismo, pero fundamenta también la relación entre representación y encarnación."


6.4 - 4:30 AM - Le brota del hueso al lado del ojo izquierdo, entre el parietal y el cigomático
(¿correcto?), hecho y derecho, igual que Minerva del cráneo de Jupiter, adulta y bien armada. O le entra. En todo caso de golpe.

No el concepto sino el cuchillo, un cuchillo de carnicería
[que para el esteta a ultranza -perdonarás: esto también habrá que cortarlo: no hay esteticismo que no sea a ultranza, cuando la supuesta unidad de un nosotros irrumpe "del otro lado", ultra, y se topa fanáticamente con la bella evidencia de lo verdadero -que para el esteta coincide con el "cultivo mondo, meramente musúrgico" de las Musas, la misma tropa de las Erinias todavía no cabalmente civilizadas o, como diría algún violentólogo, entregadas a una "secularización catastrófica", entre nosotros al punto de exigir a León de Greiff la aclaración pertinente a "las Nueve de la Fama (que tampoco es una carnicería ni almacén de fiambres y embutidos, como es de deducirse dada su de ellas deshumanización)", glosa justificada por el término que el Lexicon de colombianismos de Mario Alario Di Filippo remite a la célebre carnicería bogotana llamada La Fama, perteneciente a "un señor Ricardo Umaña", presumiblemente de renombre posterior a 1872 (pues la expresión no figura en las Apuntaciones críticas sobre el lenguaje bogotano) aunque no tan moderno cuanto el de La Revolución, expendio de carnes que en la isla de San Andrés, todavía durante los primeros 80, no se distinguía sobremanera, en la misma cuadra de La Bombonnière si no recuerdo mal, la panadería del vienés que me tomó la foto (por ahí debería estar: al lado de un cuarto de buey, el letrero a la vista, sosteniendo un ejemplar de La sagrada familia y un pan francés)] hundido en la cabeza: la mitad superior de la imagen ocupada por la erección del cuchillo gigantesco sobre el fondo de una camilla del Hospital San Juan Dios. Es lo que se deduce de las letras impresas a la altura de los crespos del joven boquiabierto en la otra mitad, mientras la sangre dilucida su jeroglífico sombrío y la sábana finge la blancura marmórea de un libro abierto.

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