| Todo en el parque tiene
            colores metálicos: los árboles oscuros y goteantes,
            los empapados bancos de madera, el piso mojado, las luces de
            neón que se reflejan en él. Y muy especialmente,
            la cara blanca y plateada del primero de los Baseball Furies,
            la pandilla que controla Central Park por las noches. Una larga
            fila de jóvenes vestidos de beisbolistas, con bates de
            aluminio en sus manos y rostros pintados à-la-Joker corre
            delante de la cámara mientras la música de Barry
            De Vorzon suena contenida e hipnótica durante toda la
            secuencia. Gracias a escenas de tensa violencia como esta y a
            un sostenido ritmo a lo largo de sus noventa minutos, The
            Warriors se convirtió en el filme de pandillas por
            definición. Y aunque fue realizada en 1979, la película
            de Walter Hill no ha sido superada en sus cuotas de acción
            y violencia juvenil urbana.
 
 Como buena parte de la obra de Hill, The Warriors logra
            ser a la vez realista y mitificadora. La violencia que aparece
            en pantalla alude tanto al caos real imperante en las calles
            de Nueva York durante los setenta como a la imagen que los medios,
            especialmente el cómic, habían construido sobre
            ese caos. En eso reside precisamente su carácter "mítico":
            sus personajes son arquetípicos y carecen de matices,
            sus pandillas son mucho más estilizadas que las reales
            y los motivos de la violencia importan menos que su plástica.
 
 Tomando en cuenta que Hill ha dirigido y producido muy diversas
            cosas, es posible afirmar que su sello de "autor" es
            precisamente esa peculiar mitificación de la violencia
            urbana, en donde pandilleros, ladrones y outsiders son
            los antihéroes que al final de cada film, después
            de haber librado mil batallas, quedan con las manos tan vacías
            como al comienzo. Eso sí, con la certeza moral de haber
            hecho todo lo que estaba a su alcance.
 Carrera "industrial" Hill nació el
            10 de enero de 1942, dos días después que el físico
            Stephen Hawking y siete antes que el boxeador Muhammed Alí,
            en Long Beach, California, Estados Unidos. Realizó sus
            estudios universitarios en la Universidad Estatal de Michigan
            y durante buena parte de la década del sesenta trabajó
            en la extracción de petróleo y en la construcción.
            En 1968 realizó su primer trabajo como Segundo Asistente
            de Director en el film The Thomas Crown Affair, iniciando
            una de las carreras más influyentes y menos conocidas
            dentro del llamado "cine industrial" de Hollywood.
 Después de haber realizado un par de películas
            más como asistente, en 1972 Hill escribió el guión
            de Hickey & Boggs, film policial que fuera dirigido
            por Robert Culp y que tuviera por estrellas al propio Culp y
            a Bill Cosby. En el film también participaban los entonces
            jóvenes y sanos Michael Moriarty y James Woods, juventud
            y salud distribuidos en ese mismo orden.
 
 Después de un nuevo trabajo como asistente, esta vez de 
                Woody Allen en Take the money and run (Robó, huyó 
                y lo pescaron), el siguiente paso de Hill fue adaptar en forma 
                notable la novela de Jim Thompson The getaway. El estilo 
                de Thompson siempre privilegió la tensa y violenta relación 
                entre sus personajes, a veces en desmedro de la verosimilitud 
                de la trama. La labor de Hill fue adaptar esa tensión al 
                estilo eminentemente visual del director Sam Peckimpah. El film, 
                también de 1972 y con Steve McQueen como protagonista, 
                es uno de los indudables clásicos del western.
 
 Esa adaptación le abrió algunas puertas, por lo
            que un par de años mas tarde y después de haber
            escrito los guiones de las películas El ladrón
            que vino a cenar y The Mackintosh man, Hill debutaría
            como director con Hard Times, también conocida
            como El Peleador Callejero. En el film, un entonces poco
            conocido Charles Bronson despachaba sin demasiada compasión
            a cuanto se le ponía adelante. A diferencia de otras películas
            del género, en donde el protagonista es una máquina
            de picar carne pero tiene un lado amable, Bronson era simplemente
            una máquina de picar carne. El Peleador Callejero
            es un film duro que dio la pauta del estilo crudo y parco que
            Hill desarrollaría a lo largo de su carrera.
 
 Habiendo adquirido ya cierto prestigio como guionista, Hill adaptó 
                la excelente novela de Ross Macdonald, 
                La piscina de los ahogados. El film fue dirigido por Stuart 
                Rosenberg y tenía como protagonista a Paul Newman, quien 
                exigió que el nombre del detective Lew 
                Archer, figura emblemática de la novela negra estadounidense, 
                fuera sustituido por Lew Harper, apellido que el actor ya había 
                usado exitosamente en el film Harper de 1966. Entre los 
                nombres de la película aparecen Joanne Woodward, Melanie 
                Griffith y Anthony Franciosa. El único gran cambio introducido 
                a la novela original (además del nombre del protagonista) 
                fue el traslado de la acción del sur de California a Nueva 
                Orleans.
 
 Un año después de realizar el guión de Dog
            and Cat, una película para TV, Hill dirigió
            en 1978 su segundo film: The Driver, conocido en español
            como Desafío. Ryan O´Neal, Bruce Dern e Isabelle
            Adjani eran los protagonistas. Ascética y directa, The
            Driver es para un buen número de críticos uno
            de los puntos de partida del policial cinematográfico
            que se desarrollara en la presente década.
 Los ejércitos
            de la noche 1979 fue uno de los
            años más atractivos en la carrera de Hill. En primer
            lugar, llevó a cabo su primer trabajo como productor,
            debutando en el rubro nada menos que con Alien de Ridley
            Scott. Si bien también fue uno de los responsables del
            excelente guión, nunca fue acreditado como tal.
 En segundo lugar realizó The Warriors, film que
            para unos cuantos de sus adeptos es el mejor de su filmografía.
            Swan, Ajax, Cleon, Snow, Cochise, Cowboy, Rembrandt y Vermin
            eran los miembros de The Warriors, una pandilla de Coney
            Island. Con el fin de establecer un plan que les permita controlar
            la ciudad, todos los pandilleros organizados de Nueva York se
            reúnen en un estadio del Bronx. Durante su discurso, Cyrus,
            líder de los Riffs, la pandilla convocante a la cita,
            es asesinado de un disparo. Los Rogues, autores del crimen, señalan
            a los Warriors como responsables y allí comienzan los
            problemas.
 
 Desarrollada en una sola noche, la película narra el regreso
            de la pandilla hasta su territorio, situado a mas de medio centenar
            de kilómetros del lugar de reunión. Pero el problema
            no es solo la distancia: los Warriors nunca salieron de su barrio
            y deben atravesar toda la ciudad de Nueva York para volver a
            él.
 
 Perseguidos por todas las pandillas de la ciudad y por la propia
            policía (responsable intelectual del asesinato de Cyrus),
            los Warriors viven una pesadilla nocturna en el mejor estilo
            Hill: persecuciones sobre calles mojadas, neón por todas
            partes, luchas en el metro cubierto de graffittis, en fin, violencia
            al mejor estilo western adaptada a la urbe. El ritmo del
            film es trepidante y, dentro de un correcto desempeño
            general, se destaca la muy buena actuación de Michael
            Beck como Swan, líder de los Warriors.
 
 La cruda y estilizada descripción de la violencia nocturna
            de Nueva York provocó las iras de las autoridades de la
            ciudad en el momento del estreno. Peor todavía, cuando
            Cyrus afirma en el film que los pandilleros superan cinco a uno
            a los policías, esta diciendo la verdad: a fines de los
            setenta las pandillas eran el gobierno nocturno de la ciudad
            y la proporción entre agentes de la ley y delincuentes
            era aproximadamente esa.
 El estreno del film
            provocó varios conflictos entre pandilleros, inclusive
            dentro de las salas de exhibición, dejando varios muertos
            y heridos como macabro saldo. Hill siempre ha rechazado su responsabilidad
            sobre esos problemas señalando que "la culpa es de
            la prensa que convirtió eso en un escándalo".
            Y efectivamente, el estreno de The Warriors fue tan escandaloso
            que bajó rápidamente de cartel y solo circuló
            en una versión recortada que Hill vituperó siempre
            y le llevó a enviar una carta al gobierno de Francia,
            señalando que la censura que se aplicó a la copia
            que circuló en ese país era "un insulto a
            la dignidad del individuo y los ideales democráticos". Si, como afirma Hill,
            lo único que ha tratado de hacer desde que está
            en el negocio es "un maldito western", es claro
            que The Warriors es uno de los ejemplos más acabados
            de este intento, básicamente porque las definiciones del
            film se apoyan en criterios morales clásicos: el bien
            y el mal. Y la bondad y maldad
            de los personajes son importantes tan sólo en la medida
            en que proporcionan antagonismos que impulsen la acción.
            No hay en The Warriors juicios exteriores a lo que está
            ocurriendo en la pantalla, es decir, no hay nada que no sean
            los propios valores exhibidos por los protagonistas en su accionar. "La decadencia
            del western vino cuando los directores quisieron usarlo
            para explicar teorías psicoanalíticas -señaló
            Hill en una reciente entrevista- sin embargo funcionan mejor
            cuando trabajan con material moral y cuando responden a los esquemas
            de la tragedia griega". Mitología
            urbana A The Warriors
            y el conflicto que provocó, siguió The long
            Riders, film de 1981 que contaba como protagonistas a David,
            Keith y Robert Carradine, James y Stacey Keach, Randy y Dennis
            Quaid, y Christopher y Nicholas Guest. En ese film Hill sustituyó
            a Barry De Vorzon por Ry Cooder como responsable de la banda
            sonora, iniciando una larga sociedad que perdura hasta sus más
            recientes trabajos.
 En esta ocasión Hill se despachó haciendo efectivamente
            un western, centrando su historia en el mito de los hermanos
            Frank y Jesse James. En la película, la pandilla integrada
            por los hermanos James, Younger y Miller se dedica a asaltar
            diligencias, bancos y trenes en el Missouri de la pos Guerra
            Civil estadounidense. Según han señalado diversos
            críticos, a partir de este film, Hill comenzó a
            hacer pesar los aspectos visuales sobre los argumentales.
 
 Si bien esto es bastante cuestionable (siempre que una película
            no se pretenda realista, el argumento puede responder solo a
            la lógica de la propia película), es cierto que
            The long Riders tiene varios momentos en donde la plástica
            de la violencia supera en forma notoria la propia acción
            y su lugar en la trama.
 
 El siguiente trabajo de Hill fue Southern Comfort, una
            brutal película desarrollada en los pantanos de Lousiana,
            el profundo sur de los EEUU, y que tuvo como protagonistas a
            Keith Carradine, Powers Boothe y Fred Ward. A pesar de que el
            film es prácticamente una cult movie, no
            cuenta con buenas ediciones en video y es prácticamente
            inconseguible en Uruguay.
 
 En 1982 Hill realiza 48 horas, con Nick Nolte como Jack
            Cates, un feo y gordo policía blanco, y Eddy Murphy como
            Reggie Hammond, un convicto negro y apuesto, dueño de
            un botín de medio millón de dólares que
            espera su liberación para ir a gastarlos. La química
            que surgió entre los dos actores es prácticamente
            palpable y el film se apoya en buena medida en ella.
 En 48 horas
            Hill logró un notable equilibrio entre la comedia y el
            más puro cine de acción. Las mujeres, como en toda
            su filmografía, son un elemento problemático: en
            48 horas aparecen sólo como policías o prostitutas.
            Como en The Warriors, en la noche quien tiene el control
            de las cosas es el delincuente y no el policía. Rock and roll "Con Streets
            of fire he intentado hacer lo que yo hubiera considerado
            una película perfecta en mi adolescencia. He puesto todos
            esos excepcionales ingredientes por los que sigo teniendo simpatía:
            coches lujosos, besos bajo la lluvia, trenes en medio de la noche,
            persecuciones a gran velocidad, peleas entre pandillas, músicos
            de rock, motocicletas, bromas en medio de situaciones críticas
            y cuestiones de honor". La cita es larga pero
            vale la pena porque de alguna manera Hill está hablando
            no sólo de su siguiente film sino de la mayor parte de
            sus intenciones a lo largo de toda su carrera.Subtitulada Una fábula de rock and roll, Streets 
                of fire es de alguna manera una estilización del universo 
                del rock en el más puro estilo comic: 
                la fecha es imprecisa, podrían ser los cincuenta, los sesenta 
                o un futuro mas o menos cercano, los malvados lo son en forma 
                abritraria y monolítica, el sexo es siempre una promesa 
                pero nunca aparece en forma explícita y, en definitiva, 
                deja de importar ante los valores que se ponen en juego.
 
 Por eso, el honor como sustento de acciones varoniles y arriesgadas,
            es el centro y motor del film. Michael Pare, con su cara de cármica,
            calzó a la perfección en el rol del justiciero
            Tom Cody, Diane Lane fue la dulce cantante de rock Ellen Aim
            que debía ser rescatada de las garras del malísimo
            Raven, a cargo de Willem Dafoe, responsable por lejos de la mejor
            actuación del film.
 
 La economía de recursos narrativos y la parquedad del
            montaje estiraron todavía mas lo que ya era marca registrada
            de Hill: los diálogos son mínimos, plagados de
            notables frases y las secuencias se montan en función
            de este minimalismo épico. El guión, en donde muchos
            críticos han visto debilidades, fue responsabilidad de
            Larry Gross y el propio Hill.
 
 En realidad, visto desde la perspectiva de un cómic, el 
                guión dista mucho de ser débil o incoherente. Cuando, 
                después de haber rescatado a la chica del film y de que 
                ésta le pida que se vayan juntos Tom Cody se niega, es 
                claro que es lo único que un héroe podía 
                hacer para seguir siéndolo. De lo contrario, se hubiera 
                convertido en un marido y eso es tarea prohibida para los héroes.
 
 Mención aparte merece la excelente banda de sonido del
            film, llena de excelentes canciones de Ry Cooder, Tom Petty,
            Stevie Nicks, Dan Hartman, la banda estadounidense The Blasters
            y los británicos The Fixx entre otros. El soundtrack fue
            tan bueno que se convirtió en un mediano suceso de ventas
            en su momento, siendo disco obligado en la fiestas adolescentes
            de ese entonces.
 Una década
            activa En 1985 Hill realizó
            Brewster Millions, un film poco importante en su carrera,
            armado más bien como un vehículo para la promoción
            del actor cómico Richard Pryor quien, apoyado por John
            Candy, debía gastar un millón de dólares
            en 24 horas. A este film seguiría Crossroads de
            1986, en donde Ralph Macchio (conocido por su Karate Kid) interpretaba
            a un joven guitarrista que pretendía convertirse en blusero.
 Para eso, debía no sólo seguir los pasos de su
            maestro, un veterano músico de blues (interpretado por
            Joe Seneca), sino derrotar en un duelo instrumental nada menos
            que a Steve Vai, uno de los guitarristas de mejor técnica
            en el mundo. También en ese año, Hill escribió
            el guión del film Blue City y se hizo cargo de
            la historia y la producción ejecutiva de Aliens,
            la violenta secuela de la película de Scott, dirigida
            por el hoy muy famoso James Cameron.
 
 Un año después realizó, sin pena ni gloria
            una suerte de remake de La pandilla salvaje de
            Peckinpah en el Extreme Prejudice, conocida como Traición
            sin límite, con Nick Nolte, Powers Boothe y María
            Conchita Alonso.
 
 1988 encontró a Hill involucrado con el musculoso Schwarzenegger en Infierno 
                Rojo. Allí la mole austríaca hacía las 
                veces de policía ruso en misión en Chicago, su compañero 
                era James Belushi como el ingenioso policía estadounidense 
                que hace de necesario contrapeso a la dureza monolítica 
                del representante del Soviet Supremo. Persecuciones nocturnas 
                en calles mojadas, neón por todos lados, brutales choques 
                de ómnibus, humor en situaciones peligrosas, amistades 
                viriles, todo el mundo Hill se encuentra presente a pesar de que 
                cierto aire de comedia mainstream aliviana en buena medida 
                la derrota final que caracteriza sus films.
 Regreso con gloria Una de las mejores
            novelas de John Godey, conocido por su best seller Pelham
            Uno Dos Tres, es The three worlds of Johnny Handsome.
            En 1989 Hill realizó una excelente versión del
            libro con Mickey Rourke como Johnny "Handsome" Sedley.
            El film recibió poca atención de parte de critica
            y público, quizá precisamente por ser uno de los
            mas personales de Hill (basta recordar lo que sucedió
            con The Warriors). 
 Sedley es un delincuente que tiene el rostro deforme y se encuentra
            en prisión debido a la traición de sus compañeros
            durante un asalto. Partiendo de la base (algo ridícula)
            de que su historial delictivo se debe a la fealdad de su rostro,
            en la cárcel le es ofrecido un tratamiento regenerativo
            que lo dejara como nuevo, tanto que queda idéntico a Mickey
            Rourke. Pero, como bien dice a Johnny el Teniente A.Z. Drones
            (Morgan Freeman) "yo te conozco por dentro": "Handsome"
            Sedley sigue siendo un criminal y su único fin es vengarse
            de quienes lo traicionaron.
 Una buena novela como
            base, notables secuencias de acción, mucho brillo, cámara
            lenta y disparos, más un final oscurísimo subrayado
            por la notable música de Ry Cooder hacen de Johnny
            Handsome uno de los mejores films de Hill.
 Ese mismo año realizó un par de capítulos
            para la serie televisiva Tales from the Crypt de la cadena
            HBO, en calidad de director y productor ejecutivo. Cutting Cards
            y The man who was dead se encuentran entre lo mejor de
            Hill, mostrando en forma directa su maestría para crear
            atmósfera y tensión en escasos minutos.
 
 En 1990 Hill dirigió Otras 48 horas, en donde repetía
            la fórmula de su predecesora: buena química actoral
            entre Nolte y Murphy, acción vertiginosa, balazos y final
            feliz. El único problema es que parte de la base de que
            todo el mundo vio la pelicula anterior, por lo que unas cuantas
            cosas quedan muy poco explicadas (o se hacen chistes que aluden
            al film previo).
 
 Dos años mas tarde realizó Trespass, conocida
            en español como Oro y cenizas, en donde, como ya había
            hecho en The Warriors, el mundo real era eliminado para
            instalar a sus protagonistas en medio de la violencia y la tensión
            de las situaciones límites. La búsqueda de un tesoro
            en una edificio abandonado y la presencia de una pandilla negra
            en el lugar, colocan a Bill Paxton, Ice T, William Sadler y Ice
            Cube en un violento conflicto en donde lo racial importa menos
            que los motivos personales que conducen a la violencia y la muerte.
 
 Trespass es uno de los mejores y menos valorados films
            de la decada que termina, en donde en forma intencional, Hill
            elimina todo rastro de glamour de su violenta anécdota,
            yendo contra la corriente de violencia luminosa y gratuita que
            comenzaba a inundar Hollywood directamente desde Hong Kong.
 
 También en 1992, se hizo cargo del libreto y la producción
            (ambos compartidos) de Alien 3, la excelente y claustrofóbica
            película de David Fincher. En el film, la Teniente Ripley
            llega por accidente a un planeta prisión casi abandonado
            en donde los guardias no tienen armas ya que no hay a donde huir.
            Una pesada atmosfera de terror y un extraño aunque coherente
            culto religioso extendido entre los presos, son algunos de los
            puntos que pueden anotarse a Hill, dentro de una de las mejores
            películas de ciencia ficción de los ultimos años.
 El cercano oeste En medio del nuevo
            auge (?) del western producido por la excelente Los Imperdonables
            y la más convencional Danza con lobos, Walter Hill
            dirigió Geronimo: an american legend, en donde
            Wes Studi protagonizaba al gran jefe indio y Jason Patric hacia
            las veces de su antagonista. Pese a haber sido un virtual fracaso
            comercial, el film (de 1993) es uno de los mejores western de
            los noventa, teniendo en su haber la notable fotografía
            de Lloyd Ahern y la muy buena música de, una vez mas,
            Ry Cooder. Un film intenso en donde Hill retrata a Gerónimo
            como "un marginal, un tipo que odiaba el autoritarismo y
            que peleó toda su vida".
 Un par de años mas tarde, después de haber realizado
            una nueva adaptación de The getaway de Thompson
            (ahora protagonizada por Alec Baldwin y Kim Basinger) y de haber
            producido otro par de capítulos de Tales from the crypt,
            Hill realizó en 1995 Wild Bill, con Jeff Brigdes
            como Wild Bill Hickok, el mítico personaje del oeste que
            fuera miembro del circo de Buffalo Bill, explorador del ejercito
            y varias otras cosas más. Realizando un arbitrario (des)
            balance entre la mitología del personaje y la verdad documentada
            sobre su vida, Hill realiza un homenaje al lejano oeste y a todo
            el cine western en general.
 
 De la misma forma que un humanizado Wild Bill comienza a ver la 
                inutilidad de la violencia que lo rodea (tal como ocurre con los 
                veteranos personajes presentados por Eastwood 
                en Los Imperdonables), su anecdotario es intencionalmente 
                desfigurado a los efectos de amplificar el mito que sobre él 
                existe.
 
 Volvió dirección con Last man standing,
            de 1996, un poderoso western que debe tanto a ese género
            como a la más pura novela negra. En realidad, esto no
            tiene nada de asombroso ya que la novela negra es en varios sentidos
            la continuación urbana de la violencia característica
            del western así como de sus personajes arquetípicos.
 
 Uno de los reclamos de la crítica hacia Last man standing
            es su cercanía con Cosecha Roja, la paradigmática
            novela de Dashiell Hammett escrita en 1927. Sin embargo, el mismo
            reparo puede hacerse a la mitad de las películas de los
            hermanos Coen (especialmente a Miller´s Crossing,
            cuyo argumento es un calco de La llave de cristal también
            de Hammett),algo que nadie se ha molestado en hacer, básicamente
            porque los films de los Cohen funcionan y eso es exactamente
            lo que ocurre con la mas reciente creación de Hill: funciona
            a la perfección.
 
 Smith, un misterioso gángster interpretado por Bruce Willis
            llega a Jericho, Texas, con la intención de pasar la noche
            y seguir su camino. Un "comité de bienvenida"
            destroza su auto y le sugiere que busque otro sitio para dormir.
            El corrupto sheriff local (Bruce Dern) le confirma que en ese
            lugar no será ayudado por nadie por lo que Smith hará
            justicia por mano propia, eliminando a uno de los mejores pistoleros
            de una de las dos pandillas que rivalizan por el control del
            pueblo. A partir de allí, el recién llegado se
            las ingenia para que ambos grupos literalmente se destrocen uno
            a otro, realizando una suerte de limpieza en el estilo de Cosecha
            Roja, obviamente sin preguntarse dónde esta el bien
            y el mal.
 
 Cuando el co-productor Arthur Sarkissian le planteó el
            asunto a Hill en 1994, este no se mostró demasiado a gusto
            con la idea de realizar una remake de un film tan poderosamente
            expresivo como lo es Yojimbo de Akira Kurosawa. "Tuve
            que ser convencido de que había una historia que usara
            el material básico (de Yojimbo) y que siguiera teniendo
            sentido por si mismo" señaló Hill en una entrevista
            realizada en el momento del estreno.
 
 Finalmente, Hill "americanizó" la historia (que
            de cualquier forma ya era un western), trasladando la acción
            del Japón de 1860 al turbulento estado de Texas durante
            la época de la Ley Seca. Willis y Dern son acompañados
            por Christopher Walken, William Sanderson, David Patrick Kelly,
            Ned Eisenberg y Karina Lombard.
 
 Si bien la asociación con Cosecha Roja es más
            o menos evidente, en realidad Last Man Standing tiene
            una gran similitud argumental con Corkscrew, un excelente
            relato corto del propio Dashiell Hammett. Tanto en el cuento
            como en el film: 1- la acción se desarrolla en
            un polvoriento y corrupto pueblito del desierto, 2- un
            forastero llega y logra que las bandas rivales que dominan el
            lugar choquen entre sí, 3- ese forastero se distingue
            poco y nada de los matones que combate. Corkscrew es el
            relato policial de Hammett más cercano al western,
            de la misma forma que el film de Hill puede ser considerado su
            western que más se aproxima al policial.
 
 Sustituyendo el neón por los implacables blancos del sol
            del desierto, el asfalto mojado por el polvo y la arena, cambiando
            delincuentes juveniles por cowboys, Hill profundiza una
            vez más su estilizada versión de la violencia,
            una versión en donde importan menos los juicios globales
            sobre el problema (algo típico de directores como Oliver
            Stone) que los motivos individuales que llevan a los personajes
            al conflicto. Y una vez iniciada la contienda, los valores de
            cada uno de ellos determinarán que lado de la mecha ocuparán
            y si llegarán al final o no.
 
 Luego de haber producido la nueva secuela del monstruo creado
            por el suizo R.H. Giger, Alien Resurrection, Hill se encuentra
            trabajando en tres proyectos: el primero de ellos es una versión
            de la vieja serie ¡Combate¡ y que tendría
            a Bruce Willis como el sargento Saunders, que fuera interpretado
            por Vic Morrow; el segundo film lleva por nombre Icarus
            y también sería protagonizado por Willis; el tercero
            se llama Supernova, ya está siendo filmado y tiene
            a Lou Diamond Phillips, James Spader y Angela Bassett en los
            protagónicos.
 Industria y autor
 El principal problema que reviste lanzar una mirada sobre el
            cine de Hill es que no es sencillo encontrar un sello de "autor"
            que distinga su obra de la de lo que se suele llamar "artesanos
            de Hollywood". Esta dificultad se presenta especialmente
            si se dan por obvias algunas de las categorías con las
            que se mide la obra de un director. Conceptos como, por ejemplo,
            "autor" o "artesano" resultan perfectamente
            cuestionables en la medida de que, en muchas ocasiones son parte
            de metadiscursos que adjudican determinado sentido no solo a
            los films de un director sino al cine en general.
 
 Por supuesto, esta discusión esta abierta y resulta un
            poco pretensioso pensar que puede ser resuelta en una nota sobre
            Walter Hill. Lo que sí es claro es que muchas de las categorías
            con que buena parte la crítica mide el cine no dan cuenta
            de la obra de muchos creadores.
 
 Los films de Hill son precisamente un ejemplo de esta flaqueza:
            viendo lo que ha sido su labor en las diversas áreas en
            que ha incursionado, es visible un sello Walter Hill que da denominador
            común a su trabajo como director, productor y guionista.
            Esto no impide que, simultáneamente, sus films no muestren
            una especial ambición conceptual en el sentido más
            clásico: sus personajes no se cuestionan sobre la vida
            y la muerte salvo a balazos; ninguno de sus guiones cuestiona
            las bases del sistema, salvo desde el binomio bien - mal, presente
            en la mayor parte de sus films bajo el modelo de la tragedia
            griega.
 
 Más que de la vida y el futuro de la humanidad, la obra
            de Walter Hill parece estar hablando de la vida y el futuro del
            cine.
 * Publicado
            originalmente en Insomnia, Nº 56
 |  |