Todo en el parque tiene
colores metálicos: los árboles oscuros y goteantes,
los empapados bancos de madera, el piso mojado, las luces de
neón que se reflejan en él. Y muy especialmente,
la cara blanca y plateada del primero de los Baseball Furies,
la pandilla que controla Central Park por las noches. Una larga
fila de jóvenes vestidos de beisbolistas, con bates de
aluminio en sus manos y rostros pintados à-la-Joker corre
delante de la cámara mientras la música de Barry
De Vorzon suena contenida e hipnótica durante toda la
secuencia. Gracias a escenas de tensa violencia como esta y a
un sostenido ritmo a lo largo de sus noventa minutos, The
Warriors se convirtió en el filme de pandillas por
definición. Y aunque fue realizada en 1979, la película
de Walter Hill no ha sido superada en sus cuotas de acción
y violencia juvenil urbana.
Como buena parte de la obra de Hill, The Warriors logra
ser a la vez realista y mitificadora. La violencia que aparece
en pantalla alude tanto al caos real imperante en las calles
de Nueva York durante los setenta como a la imagen que los medios,
especialmente el cómic, habían construido sobre
ese caos. En eso reside precisamente su carácter "mítico":
sus personajes son arquetípicos y carecen de matices,
sus pandillas son mucho más estilizadas que las reales
y los motivos de la violencia importan menos que su plástica.
Tomando en cuenta que Hill ha dirigido y producido muy diversas
cosas, es posible afirmar que su sello de "autor" es
precisamente esa peculiar mitificación de la violencia
urbana, en donde pandilleros, ladrones y outsiders son
los antihéroes que al final de cada film, después
de haber librado mil batallas, quedan con las manos tan vacías
como al comienzo. Eso sí, con la certeza moral de haber
hecho todo lo que estaba a su alcance.
Carrera "industrial"
Hill nació el
10 de enero de 1942, dos días después que el físico
Stephen Hawking y siete antes que el boxeador Muhammed Alí,
en Long Beach, California, Estados Unidos. Realizó sus
estudios universitarios en la Universidad Estatal de Michigan
y durante buena parte de la década del sesenta trabajó
en la extracción de petróleo y en la construcción.
En 1968 realizó su primer trabajo como Segundo Asistente
de Director en el film The Thomas Crown Affair, iniciando
una de las carreras más influyentes y menos conocidas
dentro del llamado "cine industrial" de Hollywood.
Después de haber realizado un par de películas
más como asistente, en 1972 Hill escribió el guión
de Hickey & Boggs, film policial que fuera dirigido
por Robert Culp y que tuviera por estrellas al propio Culp y
a Bill Cosby. En el film también participaban los entonces
jóvenes y sanos Michael Moriarty y James Woods, juventud
y salud distribuidos en ese mismo orden.
Después de un nuevo trabajo como asistente, esta vez de
Woody Allen en Take the money and run (Robó, huyó
y lo pescaron), el siguiente paso de Hill fue adaptar en forma
notable la novela de Jim Thompson The getaway. El estilo
de Thompson siempre privilegió la tensa y violenta relación
entre sus personajes, a veces en desmedro de la verosimilitud
de la trama. La labor de Hill fue adaptar esa tensión al
estilo eminentemente visual del director Sam Peckimpah. El film,
también de 1972 y con Steve McQueen como protagonista,
es uno de los indudables clásicos del western.
Esa adaptación le abrió algunas puertas, por lo
que un par de años mas tarde y después de haber
escrito los guiones de las películas El ladrón
que vino a cenar y The Mackintosh man, Hill debutaría
como director con Hard Times, también conocida
como El Peleador Callejero. En el film, un entonces poco
conocido Charles Bronson despachaba sin demasiada compasión
a cuanto se le ponía adelante. A diferencia de otras películas
del género, en donde el protagonista es una máquina
de picar carne pero tiene un lado amable, Bronson era simplemente
una máquina de picar carne. El Peleador Callejero
es un film duro que dio la pauta del estilo crudo y parco que
Hill desarrollaría a lo largo de su carrera.
Habiendo adquirido ya cierto prestigio como guionista, Hill adaptó
la excelente novela de Ross Macdonald,
La piscina de los ahogados. El film fue dirigido por Stuart
Rosenberg y tenía como protagonista a Paul Newman, quien
exigió que el nombre del detective Lew
Archer, figura emblemática de la novela negra estadounidense,
fuera sustituido por Lew Harper, apellido que el actor ya había
usado exitosamente en el film Harper de 1966. Entre los
nombres de la película aparecen Joanne Woodward, Melanie
Griffith y Anthony Franciosa. El único gran cambio introducido
a la novela original (además del nombre del protagonista)
fue el traslado de la acción del sur de California a Nueva
Orleans.
Un año después de realizar el guión de Dog
and Cat, una película para TV, Hill dirigió
en 1978 su segundo film: The Driver, conocido en español
como Desafío. Ryan O´Neal, Bruce Dern e Isabelle
Adjani eran los protagonistas. Ascética y directa, The
Driver es para un buen número de críticos uno
de los puntos de partida del policial cinematográfico
que se desarrollara en la presente década.
Los ejércitos
de la noche
1979 fue uno de los
años más atractivos en la carrera de Hill. En primer
lugar, llevó a cabo su primer trabajo como productor,
debutando en el rubro nada menos que con Alien de Ridley
Scott. Si bien también fue uno de los responsables del
excelente guión, nunca fue acreditado como tal.
En segundo lugar realizó The Warriors, film que
para unos cuantos de sus adeptos es el mejor de su filmografía.
Swan, Ajax, Cleon, Snow, Cochise, Cowboy, Rembrandt y Vermin
eran los miembros de The Warriors, una pandilla de Coney
Island. Con el fin de establecer un plan que les permita controlar
la ciudad, todos los pandilleros organizados de Nueva York se
reúnen en un estadio del Bronx. Durante su discurso, Cyrus,
líder de los Riffs, la pandilla convocante a la cita,
es asesinado de un disparo. Los Rogues, autores del crimen, señalan
a los Warriors como responsables y allí comienzan los
problemas.
Desarrollada en una sola noche, la película narra el regreso
de la pandilla hasta su territorio, situado a mas de medio centenar
de kilómetros del lugar de reunión. Pero el problema
no es solo la distancia: los Warriors nunca salieron de su barrio
y deben atravesar toda la ciudad de Nueva York para volver a
él.
Perseguidos por todas las pandillas de la ciudad y por la propia
policía (responsable intelectual del asesinato de Cyrus),
los Warriors viven una pesadilla nocturna en el mejor estilo
Hill: persecuciones sobre calles mojadas, neón por todas
partes, luchas en el metro cubierto de graffittis, en fin, violencia
al mejor estilo western adaptada a la urbe. El ritmo del
film es trepidante y, dentro de un correcto desempeño
general, se destaca la muy buena actuación de Michael
Beck como Swan, líder de los Warriors.
La cruda y estilizada descripción de la violencia nocturna
de Nueva York provocó las iras de las autoridades de la
ciudad en el momento del estreno. Peor todavía, cuando
Cyrus afirma en el film que los pandilleros superan cinco a uno
a los policías, esta diciendo la verdad: a fines de los
setenta las pandillas eran el gobierno nocturno de la ciudad
y la proporción entre agentes de la ley y delincuentes
era aproximadamente esa.
El estreno del film
provocó varios conflictos entre pandilleros, inclusive
dentro de las salas de exhibición, dejando varios muertos
y heridos como macabro saldo. Hill siempre ha rechazado su responsabilidad
sobre esos problemas señalando que "la culpa es de
la prensa que convirtió eso en un escándalo".
Y efectivamente, el estreno de The Warriors fue tan escandaloso
que bajó rápidamente de cartel y solo circuló
en una versión recortada que Hill vituperó siempre
y le llevó a enviar una carta al gobierno de Francia,
señalando que la censura que se aplicó a la copia
que circuló en ese país era "un insulto a
la dignidad del individuo y los ideales democráticos".
Si, como afirma Hill,
lo único que ha tratado de hacer desde que está
en el negocio es "un maldito western", es claro
que The Warriors es uno de los ejemplos más acabados
de este intento, básicamente porque las definiciones del
film se apoyan en criterios morales clásicos: el bien
y el mal.
Y la bondad y maldad
de los personajes son importantes tan sólo en la medida
en que proporcionan antagonismos que impulsen la acción.
No hay en The Warriors juicios exteriores a lo que está
ocurriendo en la pantalla, es decir, no hay nada que no sean
los propios valores exhibidos por los protagonistas en su accionar.
"La decadencia
del western vino cuando los directores quisieron usarlo
para explicar teorías psicoanalíticas -señaló
Hill en una reciente entrevista- sin embargo funcionan mejor
cuando trabajan con material moral y cuando responden a los esquemas
de la tragedia griega".
Mitología
urbana
A The Warriors
y el conflicto que provocó, siguió The long
Riders, film de 1981 que contaba como protagonistas a David,
Keith y Robert Carradine, James y Stacey Keach, Randy y Dennis
Quaid, y Christopher y Nicholas Guest. En ese film Hill sustituyó
a Barry De Vorzon por Ry Cooder como responsable de la banda
sonora, iniciando una larga sociedad que perdura hasta sus más
recientes trabajos.
En esta ocasión Hill se despachó haciendo efectivamente
un western, centrando su historia en el mito de los hermanos
Frank y Jesse James. En la película, la pandilla integrada
por los hermanos James, Younger y Miller se dedica a asaltar
diligencias, bancos y trenes en el Missouri de la pos Guerra
Civil estadounidense. Según han señalado diversos
críticos, a partir de este film, Hill comenzó a
hacer pesar los aspectos visuales sobre los argumentales.
Si bien esto es bastante cuestionable (siempre que una película
no se pretenda realista, el argumento puede responder solo a
la lógica de la propia película), es cierto que
The long Riders tiene varios momentos en donde la plástica
de la violencia supera en forma notoria la propia acción
y su lugar en la trama.
El siguiente trabajo de Hill fue Southern Comfort, una
brutal película desarrollada en los pantanos de Lousiana,
el profundo sur de los EEUU, y que tuvo como protagonistas a
Keith Carradine, Powers Boothe y Fred Ward. A pesar de que el
film es prácticamente una cult movie, no
cuenta con buenas ediciones en video y es prácticamente
inconseguible en Uruguay.
En 1982 Hill realiza 48 horas, con Nick Nolte como Jack
Cates, un feo y gordo policía blanco, y Eddy Murphy como
Reggie Hammond, un convicto negro y apuesto, dueño de
un botín de medio millón de dólares que
espera su liberación para ir a gastarlos. La química
que surgió entre los dos actores es prácticamente
palpable y el film se apoya en buena medida en ella.
En 48 horas
Hill logró un notable equilibrio entre la comedia y el
más puro cine de acción. Las mujeres, como en toda
su filmografía, son un elemento problemático: en
48 horas aparecen sólo como policías o prostitutas.
Como en The Warriors, en la noche quien tiene el control
de las cosas es el delincuente y no el policía.
Rock and roll
"Con Streets
of fire he intentado hacer lo que yo hubiera considerado
una película perfecta en mi adolescencia. He puesto todos
esos excepcionales ingredientes por los que sigo teniendo simpatía:
coches lujosos, besos bajo la lluvia, trenes en medio de la noche,
persecuciones a gran velocidad, peleas entre pandillas, músicos
de rock, motocicletas, bromas en medio de situaciones críticas
y cuestiones de honor".
La cita es larga pero
vale la pena porque de alguna manera Hill está hablando
no sólo de su siguiente film sino de la mayor parte de
sus intenciones a lo largo de toda su carrera.
Subtitulada Una fábula de rock and roll, Streets
of fire es de alguna manera una estilización del universo
del rock en el más puro estilo comic:
la fecha es imprecisa, podrían ser los cincuenta, los sesenta
o un futuro mas o menos cercano, los malvados lo son en forma
abritraria y monolítica, el sexo es siempre una promesa
pero nunca aparece en forma explícita y, en definitiva,
deja de importar ante los valores que se ponen en juego.
Por eso, el honor como sustento de acciones varoniles y arriesgadas,
es el centro y motor del film. Michael Pare, con su cara de cármica,
calzó a la perfección en el rol del justiciero
Tom Cody, Diane Lane fue la dulce cantante de rock Ellen Aim
que debía ser rescatada de las garras del malísimo
Raven, a cargo de Willem Dafoe, responsable por lejos de la mejor
actuación del film.
La economía de recursos narrativos y la parquedad del
montaje estiraron todavía mas lo que ya era marca registrada
de Hill: los diálogos son mínimos, plagados de
notables frases y las secuencias se montan en función
de este minimalismo épico. El guión, en donde muchos
críticos han visto debilidades, fue responsabilidad de
Larry Gross y el propio Hill.
En realidad, visto desde la perspectiva de un cómic, el
guión dista mucho de ser débil o incoherente. Cuando,
después de haber rescatado a la chica del film y de que
ésta le pida que se vayan juntos Tom Cody se niega, es
claro que es lo único que un héroe podía
hacer para seguir siéndolo. De lo contrario, se hubiera
convertido en un marido y eso es tarea prohibida para los héroes.
Mención aparte merece la excelente banda de sonido del
film, llena de excelentes canciones de Ry Cooder, Tom Petty,
Stevie Nicks, Dan Hartman, la banda estadounidense The Blasters
y los británicos The Fixx entre otros. El soundtrack fue
tan bueno que se convirtió en un mediano suceso de ventas
en su momento, siendo disco obligado en la fiestas adolescentes
de ese entonces.
Una década
activa
En 1985 Hill realizó
Brewster Millions, un film poco importante en su carrera,
armado más bien como un vehículo para la promoción
del actor cómico Richard Pryor quien, apoyado por John
Candy, debía gastar un millón de dólares
en 24 horas. A este film seguiría Crossroads de
1986, en donde Ralph Macchio (conocido por su Karate Kid) interpretaba
a un joven guitarrista que pretendía convertirse en blusero.
Para eso, debía no sólo seguir los pasos de su
maestro, un veterano músico de blues (interpretado por
Joe Seneca), sino derrotar en un duelo instrumental nada menos
que a Steve Vai, uno de los guitarristas de mejor técnica
en el mundo. También en ese año, Hill escribió
el guión del film Blue City y se hizo cargo de
la historia y la producción ejecutiva de Aliens,
la violenta secuela de la película de Scott, dirigida
por el hoy muy famoso James Cameron.
Un año después realizó, sin pena ni gloria
una suerte de remake de La pandilla salvaje de
Peckinpah en el Extreme Prejudice, conocida como Traición
sin límite, con Nick Nolte, Powers Boothe y María
Conchita Alonso.
1988 encontró a Hill involucrado con el musculoso Schwarzenegger en Infierno
Rojo. Allí la mole austríaca hacía las
veces de policía ruso en misión en Chicago, su compañero
era James Belushi como el ingenioso policía estadounidense
que hace de necesario contrapeso a la dureza monolítica
del representante del Soviet Supremo. Persecuciones nocturnas
en calles mojadas, neón por todos lados, brutales choques
de ómnibus, humor en situaciones peligrosas, amistades
viriles, todo el mundo Hill se encuentra presente a pesar de que
cierto aire de comedia mainstream aliviana en buena medida
la derrota final que caracteriza sus films.
Regreso con gloria
Una de las mejores
novelas de John Godey, conocido por su best seller Pelham
Uno Dos Tres, es The three worlds of Johnny Handsome.
En 1989 Hill realizó una excelente versión del
libro con Mickey Rourke como Johnny "Handsome" Sedley.
El film recibió poca atención de parte de critica
y público, quizá precisamente por ser uno de los
mas personales de Hill (basta recordar lo que sucedió
con The Warriors).
Sedley es un delincuente que tiene el rostro deforme y se encuentra
en prisión debido a la traición de sus compañeros
durante un asalto. Partiendo de la base (algo ridícula)
de que su historial delictivo se debe a la fealdad de su rostro,
en la cárcel le es ofrecido un tratamiento regenerativo
que lo dejara como nuevo, tanto que queda idéntico a Mickey
Rourke. Pero, como bien dice a Johnny el Teniente A.Z. Drones
(Morgan Freeman) "yo te conozco por dentro": "Handsome"
Sedley sigue siendo un criminal y su único fin es vengarse
de quienes lo traicionaron.
Una buena novela como
base, notables secuencias de acción, mucho brillo, cámara
lenta y disparos, más un final oscurísimo subrayado
por la notable música de Ry Cooder hacen de Johnny
Handsome uno de los mejores films de Hill.
Ese mismo año realizó un par de capítulos
para la serie televisiva Tales from the Crypt de la cadena
HBO, en calidad de director y productor ejecutivo. Cutting Cards
y The man who was dead se encuentran entre lo mejor de
Hill, mostrando en forma directa su maestría para crear
atmósfera y tensión en escasos minutos.
En 1990 Hill dirigió Otras 48 horas, en donde repetía
la fórmula de su predecesora: buena química actoral
entre Nolte y Murphy, acción vertiginosa, balazos y final
feliz. El único problema es que parte de la base de que
todo el mundo vio la pelicula anterior, por lo que unas cuantas
cosas quedan muy poco explicadas (o se hacen chistes que aluden
al film previo).
Dos años mas tarde realizó Trespass, conocida
en español como Oro y cenizas, en donde, como ya había
hecho en The Warriors, el mundo real era eliminado para
instalar a sus protagonistas en medio de la violencia y la tensión
de las situaciones límites. La búsqueda de un tesoro
en una edificio abandonado y la presencia de una pandilla negra
en el lugar, colocan a Bill Paxton, Ice T, William Sadler y Ice
Cube en un violento conflicto en donde lo racial importa menos
que los motivos personales que conducen a la violencia y la muerte.
Trespass es uno de los mejores y menos valorados films
de la decada que termina, en donde en forma intencional, Hill
elimina todo rastro de glamour de su violenta anécdota,
yendo contra la corriente de violencia luminosa y gratuita que
comenzaba a inundar Hollywood directamente desde Hong Kong.
También en 1992, se hizo cargo del libreto y la producción
(ambos compartidos) de Alien 3, la excelente y claustrofóbica
película de David Fincher. En el film, la Teniente Ripley
llega por accidente a un planeta prisión casi abandonado
en donde los guardias no tienen armas ya que no hay a donde huir.
Una pesada atmosfera de terror y un extraño aunque coherente
culto religioso extendido entre los presos, son algunos de los
puntos que pueden anotarse a Hill, dentro de una de las mejores
películas de ciencia ficción de los ultimos años.
El cercano oeste
En medio del nuevo
auge (?) del western producido por la excelente Los Imperdonables
y la más convencional Danza con lobos, Walter Hill
dirigió Geronimo: an american legend, en donde
Wes Studi protagonizaba al gran jefe indio y Jason Patric hacia
las veces de su antagonista. Pese a haber sido un virtual fracaso
comercial, el film (de 1993) es uno de los mejores western de
los noventa, teniendo en su haber la notable fotografía
de Lloyd Ahern y la muy buena música de, una vez mas,
Ry Cooder. Un film intenso en donde Hill retrata a Gerónimo
como "un marginal, un tipo que odiaba el autoritarismo y
que peleó toda su vida".
Un par de años mas tarde, después de haber realizado
una nueva adaptación de The getaway de Thompson
(ahora protagonizada por Alec Baldwin y Kim Basinger) y de haber
producido otro par de capítulos de Tales from the crypt,
Hill realizó en 1995 Wild Bill, con Jeff Brigdes
como Wild Bill Hickok, el mítico personaje del oeste que
fuera miembro del circo de Buffalo Bill, explorador del ejercito
y varias otras cosas más. Realizando un arbitrario (des)
balance entre la mitología del personaje y la verdad documentada
sobre su vida, Hill realiza un homenaje al lejano oeste y a todo
el cine western en general.
De la misma forma que un humanizado Wild Bill comienza a ver la
inutilidad de la violencia que lo rodea (tal como ocurre con los
veteranos personajes presentados por Eastwood
en Los Imperdonables), su anecdotario es intencionalmente
desfigurado a los efectos de amplificar el mito que sobre él
existe.
Volvió dirección con Last man standing,
de 1996, un poderoso western que debe tanto a ese género
como a la más pura novela negra. En realidad, esto no
tiene nada de asombroso ya que la novela negra es en varios sentidos
la continuación urbana de la violencia característica
del western así como de sus personajes arquetípicos.
Uno de los reclamos de la crítica hacia Last man standing
es su cercanía con Cosecha Roja, la paradigmática
novela de Dashiell Hammett escrita en 1927. Sin embargo, el mismo
reparo puede hacerse a la mitad de las películas de los
hermanos Coen (especialmente a Miller´s Crossing,
cuyo argumento es un calco de La llave de cristal también
de Hammett),algo que nadie se ha molestado en hacer, básicamente
porque los films de los Cohen funcionan y eso es exactamente
lo que ocurre con la mas reciente creación de Hill: funciona
a la perfección.
Smith, un misterioso gángster interpretado por Bruce Willis
llega a Jericho, Texas, con la intención de pasar la noche
y seguir su camino. Un "comité de bienvenida"
destroza su auto y le sugiere que busque otro sitio para dormir.
El corrupto sheriff local (Bruce Dern) le confirma que en ese
lugar no será ayudado por nadie por lo que Smith hará
justicia por mano propia, eliminando a uno de los mejores pistoleros
de una de las dos pandillas que rivalizan por el control del
pueblo. A partir de allí, el recién llegado se
las ingenia para que ambos grupos literalmente se destrocen uno
a otro, realizando una suerte de limpieza en el estilo de Cosecha
Roja, obviamente sin preguntarse dónde esta el bien
y el mal.
Cuando el co-productor Arthur Sarkissian le planteó el
asunto a Hill en 1994, este no se mostró demasiado a gusto
con la idea de realizar una remake de un film tan poderosamente
expresivo como lo es Yojimbo de Akira Kurosawa. "Tuve
que ser convencido de que había una historia que usara
el material básico (de Yojimbo) y que siguiera teniendo
sentido por si mismo" señaló Hill en una entrevista
realizada en el momento del estreno.
Finalmente, Hill "americanizó" la historia (que
de cualquier forma ya era un western), trasladando la acción
del Japón de 1860 al turbulento estado de Texas durante
la época de la Ley Seca. Willis y Dern son acompañados
por Christopher Walken, William Sanderson, David Patrick Kelly,
Ned Eisenberg y Karina Lombard.
Si bien la asociación con Cosecha Roja es más
o menos evidente, en realidad Last Man Standing tiene
una gran similitud argumental con Corkscrew, un excelente
relato corto del propio Dashiell Hammett. Tanto en el cuento
como en el film: 1- la acción se desarrolla en
un polvoriento y corrupto pueblito del desierto, 2- un
forastero llega y logra que las bandas rivales que dominan el
lugar choquen entre sí, 3- ese forastero se distingue
poco y nada de los matones que combate. Corkscrew es el
relato policial de Hammett más cercano al western,
de la misma forma que el film de Hill puede ser considerado su
western que más se aproxima al policial.
Sustituyendo el neón por los implacables blancos del sol
del desierto, el asfalto mojado por el polvo y la arena, cambiando
delincuentes juveniles por cowboys, Hill profundiza una
vez más su estilizada versión de la violencia,
una versión en donde importan menos los juicios globales
sobre el problema (algo típico de directores como Oliver
Stone) que los motivos individuales que llevan a los personajes
al conflicto. Y una vez iniciada la contienda, los valores de
cada uno de ellos determinarán que lado de la mecha ocuparán
y si llegarán al final o no.
Luego de haber producido la nueva secuela del monstruo creado
por el suizo R.H. Giger, Alien Resurrection, Hill se encuentra
trabajando en tres proyectos: el primero de ellos es una versión
de la vieja serie ¡Combate¡ y que tendría
a Bruce Willis como el sargento Saunders, que fuera interpretado
por Vic Morrow; el segundo film lleva por nombre Icarus
y también sería protagonizado por Willis; el tercero
se llama Supernova, ya está siendo filmado y tiene
a Lou Diamond Phillips, James Spader y Angela Bassett en los
protagónicos.
Industria y autor
El principal problema que reviste lanzar una mirada sobre el
cine de Hill es que no es sencillo encontrar un sello de "autor"
que distinga su obra de la de lo que se suele llamar "artesanos
de Hollywood". Esta dificultad se presenta especialmente
si se dan por obvias algunas de las categorías con las
que se mide la obra de un director. Conceptos como, por ejemplo,
"autor" o "artesano" resultan perfectamente
cuestionables en la medida de que, en muchas ocasiones son parte
de metadiscursos que adjudican determinado sentido no solo a
los films de un director sino al cine en general.
Por supuesto, esta discusión esta abierta y resulta un
poco pretensioso pensar que puede ser resuelta en una nota sobre
Walter Hill. Lo que sí es claro es que muchas de las categorías
con que buena parte la crítica mide el cine no dan cuenta
de la obra de muchos creadores.
Los films de Hill son precisamente un ejemplo de esta flaqueza:
viendo lo que ha sido su labor en las diversas áreas en
que ha incursionado, es visible un sello Walter Hill que da denominador
común a su trabajo como director, productor y guionista.
Esto no impide que, simultáneamente, sus films no muestren
una especial ambición conceptual en el sentido más
clásico: sus personajes no se cuestionan sobre la vida
y la muerte salvo a balazos; ninguno de sus guiones cuestiona
las bases del sistema, salvo desde el binomio bien - mal, presente
en la mayor parte de sus films bajo el modelo de la tragedia
griega.
Más que de la vida y el futuro de la humanidad, la obra
de Walter Hill parece estar hablando de la vida y el futuro del
cine.
* Publicado
originalmente en Insomnia, Nº 56
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