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Amir Hamed
ISSN 1688-1672

 



MAGNOLIA - ANDERSON, PAUL THOMAS - HASSAN, IHAB -POSMODERNISMO - SUJETO - LYOTRAD, JEAN- FRANÇOIS - WISE UP - SAVE ME - MANN, AIMÉE - SUICIDIO - LEY DEL TALIÓN -

La postmodernidad en Magnolia y la crisis del sujeto

Leonardo Díaz Bouquillard
El epifánico momento en que los personajes cantan al unísono el tema Wise Up de Aimée Mann sólo muestra que esta rueda natural de la vida no tiene un final y que sólo el despabilamiento (wise up), puede despertarte del letargo y letanía de la vida, pero de qué vida estamos hablando

 

La elección de un filme como centro de mi reflexión sobre la postmodernidad (su descontructo de la razón y del sujeto) se basa en afirmar que el cine nos entrega siempre un excelente formato para explorar los cambios que han identificado a la historia, de esta forma, podría ser correcto afirmar que este medio puede legitimarse como una forma epistemológica de analizar la historia.

El caso de Magnolia (Steel Magnolia) de Paul Thomas Anderson, filme de 1999 que obtuvo excelentes críticas y reconocimiento mundial, es uno de esos ejemplos arquetípicos de un filme que puede englobar: un tema, una propuesta narrativa y un subtexto que está imbricado en la postmodernidad. A partir del filme de Anderson intentaré conectar las principales características de la desconstrucción de la lógica de la modernidad (la razón) y la crisis del sujeto, para centrarme en el por qué una película como Magnolia puede ser considerada una película postmoderna.

El azar no existe, la coincidencia y la casualidad son parte de un por qué suceden las cosas

¿Por qué podría pensarse que Magnolia es postmoderna? Creo que la clave de esta interrogante se encuentra en los minutos iniciales. Con una narración extremadamente rápida y de manera introductoria el filme nos muestra tres hechos que a primera vista parecen del azar y que perfectamente podrían convertirse en excelentes cortos debido a sus enmarañadas historias. En el primer relato tres hombres son ahorcados, hacia 1911, por el asesinato de un distinguido farmacéutico. Curiosamente los tres apellidos de los asesinos forman juntos la palabra GreenBerry -Hill (justamente el nombre de la ciudad donde residía el farmacéutico). De todas formas un hecho "anecdótico", pero que es superado por el artículo publicado por la Gaceta de Reno en 1983 y que tiene como protagonista a Delmer Darion. Mientras fuerzas especiales intentan apagar un incendio forestal, sorpresivamente cae de los cielos el cuerpo inerte de un hombre con un buzo acuático, trasladado por uno de los aviones usados para controlar los incendios forestales.

Darion es un hombre tranquilo que trabaja como "crupier" en un Casino de Nevada, quien goza de sobremanera su trabajo y poder estar en sus momentos de ocio buceando en un lago cercano. Las cosas sólo ocurrieron así: mientras Delmer Darion nadaba en un lago cercano se desataba un incendio forestal, que debió contar con la ayuda de un tal Graig Hansen, piloto de aviones contra incendios forestales y quien precisamente se introdujo en el lago para extraer agua, sustrayendo también el cuerpo de Darion. El esforzado "crupier" habría muerto en el recorrido del lago hacia el incendio. Más paradójica fue la extraña circunstancia por la cual Graig Hansen se trenzó a golpes con Delmer, algún tiempo atrás. El dolor de Hansen por tan extraña coincidencia hizo que éste se suicidara. Otra "mera casualidad".

Sin embargo, el caso explicado en 1961 por la Asociación de Ciencia Forense, escapaba de toda lógica: un chico llamado Sydney Barringer, de 17 años, intenta suicidarse desde un décimo piso aburrido de las situaciones de violencia familiar de sus padres. El niño se desliza al vacío desde el décimo piso; mientras cae se le introduce una bala que provenía del sexto piso dándole muerte. Sydney increíblemente cae sobre una malla que precisamente estaba en ese momento y que pudo haberle impedido cometer su acto de suicidio. Más complejo fue lo que había sucedido con la "bala loca" que dio muerte a Sydney. Mientras Sydney se deslizaba del décimo piso, más abajo (en el sexto piso) sus padres discutían como muchas veces. La madre acostumbraba a amenazar a su esposo con un rifle que siempre estaba descargado, sin embargo, en aquella oportunidad estaba cargado y la madre da un certero balazo accidental que se cuela en el pecho de su hijo. Otra paradoja: días antes el propio Sydney, aburrido de las peleas de sus padres decide introducir una bala para que alguno de los dos muriera. Resultado: la madre de Sydney fue acusada de matar a su propio hijo, mientras Sydney resultó ser el cómplice de su propia muerte.

Tras estos tres relatos, todos paradójicos, todos extraños, pero con una lógica cierta y verosímil abren un relato y exponen una situación que puede ser entendida como una "lógica postmoderna". Si bien los tres casos anecdóticos tienen una cierta explicación racional (todo tiene una causa y efecto), el gran ausente es el determinismo racional de las personas. En efecto, los tres sucesos están determinados por causas y efectos provenientes de la naturaleza de las cosas y relaciones, y no de un determinismo humano, que omite al sujeto como ente racional propulsor de su propia historia. Lyotard, teórico de la postmodernidad lo explicaba más claramente, proyectando la muerte del sujeto en otras muertes: la de la representación, la del significado, la de la verdad. "El sujeto es un producto de máquina de representación y desaparece en ella", explica.

En otras palabras, estamos hablando de la deconstrucción del sujeto por la naturaleza. Las palabras del narrador omnisciente sólo sirven para recalcar los hechos: "Esto no fue una mera casualidad, estas cosas pasan todo el tiempo", señala. Creo que estas cosas del azar - (y su lógica natural) representan el proceso histórico "post", donde el hombre ha perdido su autodeterminación.

Ihab Hassan, uno de los pioneros de la reflexión postmoderna menciona que el momento postmoderno cabe entenderlo como un movimiento de unmaking. "Hablo de unmaking a pesar de que hoy son otros los términos de rigueur, por ejemplo reconstrucción, descentramiento, desaparición, diseminación, desmitifación, discontinuidad, diferencia, dispersión etc. Tales términos expresan el rechazo ontológico del sujeto tradicional pleno, del cogito de la filosofía occidental. Expresan también una obsesión epistemológica por los fragmentos o las fracturas" (citado en el texto "Sobre la Dialéctica de Modernidad y Postmodernidad. La crítica de la razón después de Adorno", Albrecht Wellmer, 1993).

Una vez planteado el tema del azar y del determinismo de la naturaleza, a través del desesperante, y a la vez angustioso inicio, se da partida a otra historia. Un relato coral con muchos protagonistas que presenta ocho o nueve situaciones desconectadas y de marcada debilidad: un productor de televisión en su lecho de muerte con cáncer de cerebro y pulmón (Earl Patridge), el enfermero (Phil), el único personaje que comprende y redime el dolor y la esposa del productor; (Linda Patridge), una mujer que descubre el amor cuando ya es demasiado tarde; un conductor de televisión afectado de cáncer en los huesos (Jimmy Gator) y su hija (Claudia) una drogadicta quien fuera abusada por su propio padre; un policía optimista (Jim), pero tremendamente solitario; un chico "genio" (Stanley) que participa de un programa de competencia con el abusivo resguardo de su padre; un adulto "ex-genio" (Donnie Smith) que participaba del mismo programa y que ahora está convertido en un perdedor; y por último, un personaje estrambótico de televisión (Frank) que resulta ser el hijo del productor que está falleciendo...

Para organizar este mosaico de situaciones y darle coherencia, Anderson recurre a un inmenso montaje paralelo convergente; y de eso se trata en este filme, yuxtaponer lo separado, originar confluencias, producir encuentros y desencuentros. Y estos encuentros se dan en Magnolia a partir de dos "centros" -que se reúnen en la pantalla de televisión- y que están afectados por el cáncer, pero aún vivos: se trata de dos padres -el productor y el conductor- que en la cercanía de la muerte busca reconciliarse con sus hijos. Por eso los enigmas planteados en este filme pueden resolverse en términos de presente, por así decir, en una post-historia. Y esta post-historia revela finalmente una imposibilidad de reconciliación filial. Precisamente es esa post historia (o el presente) el que no permite la reconciliación de los personajes abatidos por sus vidas anteriores.

La frase recurrente del filme "quizás ya acabamos con el pasado, pero el pasado no acaba con nosotros" (pronunciada por Earl Patridge y Donnie Smith), engloba respuestas y preguntas; pues ¿qué ha determinado que estos personajes se encuentren donde están? No creo que una razón de sujeto (el caso de Donnie Smith "ex genio" resulta el más apropiado), sino más bien el determinismo de sus propias vidas como consecuencia de una naturaleza sin razón. Ellos se encuentran en el lugar donde están no porque quieran, sino por determinadas causas naturales. Es el pasado que no ha acabado con ellos y no pueden cambiarlo. En otras palabras, la inexistencia del sujeto autónomo. Albrecht Wellmer reconoce tres críticas de la razón y el sujeto. La primera (expresamente presente en Magnolia) se refiere a la crítica psicológica del sujeto (su desenmascaramiento).

Como señala Wellmar "la inexistencia del sujeto autónomo y la irracionalidad fáctica de su aparente razón. No saben lo que quieren, su razón es exclusivamente expresión de fuerzas y relaciones de poder psíquicas y huellas de la presión de fuerzas y relaciones de poder sociales y el Yo - en todo caso un débil mediador entre las exigencias del Ello y las amenazas del Superyo"- ("Sobre la Dialéctica de Modernidad y Postmodernidad. La crítica de la razón después de Adorno", Albrecht Wellmer, 1985, pág. 55).

El caso de Claudia parece sintómatico de la potmodernidad del sujeto, ella no sabe lo que quiere y está en permanente conflicto. Precisamente es esta crítica psicológica de la modernidad (que abre paso al post) la que se desarrolla en todas las relaciones sociales de los tristes personajes de Magnolia.

El epifánico momento en que los personajes cantan al unísono el tema Wise Up de Aimée Mann sólo muestra que esta rueda natural de la vida no tiene un final y que sólo el despabilamiento (wise up), puede despertarte del letargo y letanía de la vida, pero de qué vida estamos hablando. El sujeto ha muerto y eso lleva a la muerte del autor (metáfora que se explora con los creadores de un "programa" televisivo - ente postmoderno por antonomasia).

Pero Paul Thomas Anderson hace lo opuesto, nos da una cachetada con un fenómeno "natural" de proporciones mayores: una lluvia de ranas que infecta la ciudad. Anderson, durante toda la película, había dado muestras imperceptibles de que un fenómeno de proporciones religiosas podría ocurrir (los registros del tiempo entregados para producir pausas en la narración) y una excentricidad numerológica: desde el comienzo de la película se puede apreciar incansablemente que el número 82 está presente en numerosos planos (la chaqueta de los primeros ahorcados, el número del avión que apaga el incendio forestal, la hora exacta en que la Asociación por la Ciencia Forense se reúne, las cuerdas que forman el número mientras el chico Sydney intenta suicidarse y la primera vez que nos enteramos del porcentaje de humedad, 82%, por supuesto, sólo por nombrar algunas). En la Biblia, el libro "Éxodo" capitulo ocho versículo dos dice: "Así lo hizo Aáron, y salieron tantas ranas que cubrieron todo el país de Egipto".

De alguna forma con esta proposición bíblica Anderson retoma el sentido del castigo -ley del Talión- que adhieren casi todos los personajes, conducente al rencor y la autodestrucción. Pero el mayor acierto de la lluvia de batracios es la inverosimilitud de una situación como aquella (en definitiva esta lluvia redondea las primeras historias del sujeto y la naturaleza). La racionalidad postmoderna, destruida por las ideologías, ya no es capaz de controlar lo que sucede a nuestro alrededor. En definitiva, la razón no cumplió con sus objetivos ilustrados y los protagonistas de esta historia sólo deben seguir viviendo.

La canción final de Aimée Mann (de las cuales y según el propio Anderson, se valió para escribir el guión) Save Me es una especie de canto desesperado hacia la época postmoderna. La sonrisa final de Claudia, en un primer plano cerrado, nos muestra un poco de optimismo. Pero no sabemos. Es un final abierto, como los tiempos actuales. Es la postmodernidad y en ella "estas cosas pasan todo el tiempo".


Bibliografía

- Oleza, Juan "Notas en Torno a la Crisis del Sujeto"

- "Luis Alvarez Petreña o la Tragicomedia del Yo" editorial Max Aub y el Laberinto Español, 1996.

- Touraine, Alain "Crítica de la Modernidad", Fondo de Cultura Económica 1994.

- Wellmer, Albrecht "Sobre la Dialéctica de Modernidad y Postmodernidad. La crítica de la razón después de Adorno", Visor Distribuciones, colección La Balsa de la Medusa, 1993.

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