Sin ir más lejos de las fronteras continentales, para no
tener que compararnos con los ricos del norte, quienes justificarían
sus situaciones productivas desarrolladas -incluyendo los medios
audiovisuales-, veamos qué pasa con la realización
de cortometrajes en nuestros países vecinos y tratemos
de analizar por qué y cómo llegaron a esos logros.
Tal vez nos ayude a entender por qué hay cine en la región
y aquí seguimos a los tumbos.
Argentina: la serie
de Historias Breves ya va por su tercera edición.
Cada serie consta de entre 5 y 10 cortometrajes en 35 mm, financiados
por concurso por el Instituto de Cine de ese país. Se
exhiben en todas partes del mundo, con variado éxito,
aunque no existe una política clara de distribución
en Argentina por parte de la administración Mahárbiz.
Algunos de sus realizadores ya han llegado al largometraje como
es el caso de Daniel Burman.
Bolivia: la producción
es menor que en Argentina y con algunas diferencias. Aquí
no sólo los jóvenes realizadores se expresan en
cortos 35 mm y el porcentaje de documentales es mayor. Seguramente
el gobierno boliviano no destina U$S 50.000.000, por año,
al cine, como hace
el gobierno argentino.
Brasil: cualquier
realizador que consigue el apoyo de dos o tres empresas privadas
puede producir cine de cortometraje. Para el largo deberá
convencer a algunas más. La legislación nacional
y estadual ampara la obtención de recursos para la producción
audiovisual, por el descuento de impuestos a las empresas, hasta
un porcentaje tope. Esto motivó el resurgimiento del cine
brasileño luego de que el ex presidente Collor de Mello
lo destruyera de un día para el otro.
Walter Salles,
después de algunos cortos llegó a realizar Tierra
extranjera y Central de Brasil, con el resultado que
todos conocemos. Socorro Nobre es el antecedente directo
de su segundo largometraje, donde Salles descubre la historia
de la mujer que escribía
cartas.
Además
hay concursos anuales en diferentes estados para la producción
de cortos. Y se han logrado convenios, como el alcanzado por
la Prefeitura de Porto Alegre, para la exhibición de cortos
brasileños en las salas comerciales, antes de los largos,
siendo el gobierno municipal el que paga una tasa a los productores
por esas exhibiciones. Siguiendo con Porto Alegre pensemos nada
más que en Barbosa e Ilha das Flores de
Jorge Furtado, como un ejemplo del cortometraje de ese país.
Chile: no sólo
existe un fondo del Ministerio de Cultura que apoya fuertemente,
con sumas considerables, la realización de proyectos culturales
sino también la Presidencia de Chile hace concursos anuales
para financiar producciones audiovisuales. También los
municipios y las empresas ayudan en este sentido y los festivales
chilenos permiten, además de mostrar los cortos de ese
país, premiar las obras nacionales con sumas nada despreciables.
Podríamos
seguir con otros países y con más datos que demuestran
un real interés de nuestros vecinos hacia la producción
de cortometrajes en cine, pero no queremos cansarlos con una
abundancia de información innecesaria.
¿Qué
pasa con Uruguay? Nada.
Los últimos
cortos realizados en suelo patrio, en 35 mm, integraron la serie
Madre Tierra, en 1991, de Walter Tournier, con producción
de Imágenes (Uruguay) y financiación
de suecos y daneses. Circuló en video. Los fondos existentes
para la producción audiovisual son:
FONA - funciona
en la Intendencia Municipal de Montevideo con fondos de los tres
canales privados de TV, aporta entre 80 y 60 mil dólares
por año para telefilms.
En 5 años nunca dio un peso para la producción
de cortos (entre
5 y 15 minutos)
ni lo tiene previsto en su reglamento.
FONDO CAPITAL - creado y administrado
por el Departamento de Cultura de la IMM, reparte por año
U$S 200.000 para todas las áreas de la cultura. Se premian
unos cinco proyectos audiovisuales por año, básicamente
en video, otorgándoles entre 1.000 y 15.000 dólares
a cada uno.
INA - durante
la administración de Luciano Álvarez, que duró
un año y poco más, se realizaron concursos de apoyo
a: lanzamiento, factibilidad, clip y guión. Esta oficina
del Ministerio de Educación y Cultura fue creada durante
la gestión de Antonio Mercader, con un presupuesto tan
mínimo que no se puede pensar en una real política
de fomento y desarrollo del cine nacional.
Más
allá de los gustos y peripecias de los jurados de turno
de los mencionados concursos, sólo se ha producido algunas
obras en video, mayoritariamente en formato de telefilm o documental
de mediometraje.
¿Existe
una política en el país hacia lo audiovisual? No.
Como ha
quedado demostrado en 100 años de cine
uruguayo
no hemos podido concretar una producción estable de cine,
por más intentos individuales que hayamos tenido. La producción
en video llega a unas treinta obras anuales, que generalmente
no tienen exhibición pública más que en Espacio
Uruguay, dentro del Festival Cinematográfico Internacional
que organiza Cinemateca Uruguaya. Las más interesantes
llegan a proyectarse en la sala Videocentro y en TV Ciudad.
Los
pocos largometrajes realizados en los últimos años
han tenido exhibición comercial, no todos claro, tanto
los hechos en video como en fílmico, con un techo de entradas
vendidas que alcanzó El Chevrolé de algo
más de treinta mil, con una promoción en medios
sin precedentes.
¿Los
tres fondos mencionados (más
bien dos),
tienden a un resultado común? ¿Cuál?
Es
cierto que algunos proyectos que ganan en el FONA también
ganan el Fondo Capital y viceversa. También es cierto
que algún proyecto que no ganó el FONA sí
ganó el Fondo Capital y hasta fue seleccionado en el SUNDANCE.
Pero esto no indica políticas claras de apoyo a la producción
nacional.
Cuando
se reune la gente del sector y se entran a analizar los problemas
que motivan esta situación tan negra, surgen siempre los
mismos comentarios: el mercado uruguayo es muy
chico, no hay guionistas, los actores, etc.,
etc. En definitiva cada uno en su chacrita y no vemos un poco
más allá de los problemas pequeños (o
grandes), no hemos sabido
trabajar en serio para cambiar esta situación de inmovilismo.
Ni el gobierno ha creado una legislación de apoyo para
trabajar con ciertas facilidades, como existe en todo el mundo
mínimamente desarrollado.
Uno
se pregunta qué pueden pensar los jóvenes que intentan
expresarse por este medio. En definitiva los únicos que
van a crear el cine nacional que nuestras generaciones no fueron
capaces de lograr. ¿Y qué chances tienen esos jóvenes,
que llenan aulas de las carreras de comunicación en las
tres universidades y en la Escuela de Cinematografía de
Cinemateca? Tal vez conseguir trabajo en agencias de publicidad
o en televisión. ¿Pero sus proyectos son los que
ganan el FONA, que es donde hay un dinerillo interesante? Difícilmente
si tienen que competir con gente más veterana, que presenta
más experiencia y garantías de llegar a terminar
la obra.
¿Y
dónde queda el cortometaje como forma de aprendizaje para
las nuevas generaciones? En la más absoluta virtualidad.
¿Y por qué deben hacerse en cine? Porque es la
única forma de que se exhiban tanto aquí como en
el resto del mundo. Todos los años nos piden trabajos
uruguayos para ser presentados en los festivales de Sao Paulo,
Santiago de Chile, por nombrar los más cercanos. La respuesta
es siempre la misma, en Uruguay no hay.
Es que
acá todos soñamos con nuestro largo de ficción que compita en
Cannes y gane un premio. No hemos podido darnos cuenta
que antes que llegue ese sueño hay que caminar mucho, si
no preguntale a Walter Salles. Es que queremos pasar del monopatín
modesto al Mercedes Benz de lujo, sin haber experimentado lo suficiente
esta técnica, tan difícil como cara. Ni hablemos
de arte...
¿Será
imposible que se unan el FONA, INA y los demás interesados
para crear una estructura mínima de apoyo al cortometraje
uruguayo? ¿Son tantos los recursos necesarios? Cuando hubo
que pagar IBERMEDIA aparecieron los fondos, cuando hay que hacer
una torre de oficinas también
hay dinero, salvando las distancias. ¿Es que la imagen
del país nos importa tan poco? ¿Cuándo vamos
a empezar a trabajar en serio?
Son muchas
las preguntas y pocas las respuestas, sobre todo teniendo en cuenta
que el cine es un trabajo de
equipo, nos guste o no. Tal vez poniendo a la gente indicada un
los lugares indicados, dotándola de recursos y con un marco
legal adecuado podamos avanzar. La producción de cine puede
ser similar a la producción de zapatos o de computadoras,
pero no nos olvidemos que además de comunicar al mundo puede
crear un mundo.
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