A fines de la década
del ´70 en Estados Unidos, el cómic
de superhéroes
decaía mes a mes, arrastrando fórmulas y esquemas
mediocres gestados tiempo atrás, poco después de
la llamada "Edad de Oro de los cómics". Los lectores
disminuían progresivamente su número, cansados de
historias y personajes que se repetían a sí mismos
de formas cada vez más insustanciosas. El mainstream,
la industria del cómic, necesitaba oxigenarse y renovarse,
del mismo modo que lo había hecho en 1963 con la aparición
de personajes como Spiderman, Los Cuatro Fantásticos
y los X Men, creados por Stan Lee, Jack Kirby y
Steve Ditko.
Inglaterra, 1978. Con 24 años de edad, y ante el primer
embarazo de su esposa, Alan Moore abandonaba su trabajo en una
gasolinera, decidido a convertir las tiras de prensa en su medio
de vida. Dos años más tarde se encontraba publicando
dos tiras en Inglaterra, vendiendo guiones cortos de ciencia-ficción
a la compañía de cómics 2000 AD y trabajando
con la filial británica de la Marvel
Cómics.
Después de mucho tiempo de ser lector
de historietas, y de haber colaborado con revistas literarias,
aquella decisión tomada un par de años atrás
había marcado el comienzo de un camino insospechado en
su vida. Procedente de una familia humilde y de formación
autodidacta, Alan Moore aprendió a contemplar desde un
ángulo muy personal la literatura y la historieta, su género
favorito, al que pronto llevaría aires de renovación.
1982
"El horror es uno de los mayores tótems del siglo
veinte... Una de las paradojas más desconcertantes de este
siglo es el ascenso meteórico del horror como género,
cuando cada día el Hombre parece ser más consciente
de los horrores que lo rodean". Estas eran las reflexiones
de Moore hablando de Swamp Thing, la primer serie regular
que le encargó la DC
Cómics, una de las dos editoriales más grandes
en el mercado de la historieta norteamericana de aquél
entonces.
Cuando llegó a manos de Moore, Swamp Thing (La cosa del Pantano) agonizaba en su segunda época.
La creación de Len Wein y Bernie Wrightson, había
revisitado en los años ´70 todos los mitos del género
de terror. Y a pesar del profesionalismo de los autores, una
serie que enfrentaba a un ser verde contra Frankenstein no fue
suficiente para mantenerse en el mercado.
En una entrevista para la revista "The Cómic Journal"
en el año 1984, Moore declaró que desde un comienzo
supo que el concepto del personaje creado por Wein y Wrightson
en la década anterior no funcionaba con el público
de los ´80. Se planteaba ahora construir historias que
tuviesen "resonancia en el alma humana", y que
a través de la identificación con los personajes,
el lector sintiese el horror en el momento del "reconocimiento
repentino de algo totalmente extraño".
La propuesta de Moore se mostró mucho más innovadora
de lo que se esperaba en un comienzo. Inmediatamente despoja al
protagonista de la serie de todo rastro de humanidad, convirtiéndolo
en un ser vegetal que se percibe a sí mismo como tal, y
poco a poco descubre su capacidad de interactuar con las plantas,
los árboles y el suelo. El monstruo
es precisamente eso por su propia voluntad de participar de una
esencia humana, sus reacciones le harán más
humano que muchos de los personajes de la serie. Y si bien
hay un juego entre el cuerpo vegetal y el cuerpo
humano, Moore no habla de la carne;
los miedos que retrata son siempre superiores a lo carnal, son
temores sobre la identidad y
la falta de ella.
A medida que transcurre la serie, el guionista pule su estilo
imponiéndose sobre el dibujante con un gran peso literario
y poético. Para esto utiliza elementos tomados de la literatura, su mayor
influencia. De autores como
William Burroughs,
H.P. Lovecraft, Stephen King, Harlan Ellison y el músico
Brian Eno tomó en mayor o menor medida elementos y recursos
que reciclaría para esta serie.
El cambio radical que surgiría con Swamp Thing consistió
en que con este enfoque de la historieta,
la DC Cómics comenzaba a ganar una franja de público
alejada del mundo de la misma. Esta visión más adulta
y comprometida del género, dio pie a lo que en los años
`90 sería la línea Vértigo, un sello alternativo
dependiente de la DC. Su surgimiento implicó una renovación
en la política de la editorial
puesto que, además de dedicarse a temas infrecuentes en
los cómics
masivos, permitió a los autores conservar el Copyright
de sus creaciones. De este modo, como una suerte de pionero, Alan
Moore estaba planteando una alternativa al mainstream desde
su propio interior.
1998
Cuando en Inglaterra el ex editor de la división británica
de la Marvel Cómics, Dez Skinn decidió lanzar la
revista "Warrior" al mercado, acudió a antiguos
colaboradores que se encontraban ansiosos por una historieta más
madura. En esas páginas Alan Moore escribió Marvelman
(conocida luego como Miracleman),
una historia de superhéroes
y luchas por el poder; The Bojeffries Saga, una tira de
humor, y V for Vendetta.
Esta última fue inicialmente concebida para ser una historieta
de misterio y crímenes que se desarrollaría en el
Londres de los años ´30 con el título Ace
of Shades. Moore y el dibujante David Lloyd modificaron esta
idea
y la trasladaron al año 1998. V narra la historia
de un terrorista en lucha contra un régimen opresor, emparentada
en temática y contenido a clásicos de la literatura
de ciencia-ficción como 1984 de George Orwell y
Un mundo feliz de Aldous Huxley.
V for Vendetta partió de una premisa más
de aventuras, hasta que
finalmente derivó en una suerte de alegoría del
anarquismo y la realidad de su propio país. Para esto,
Moore tomó hechos y personajes no sólo actuales
sino pasados; por ejemplo los rasgos de la máscara que
lleva el protagonista, calcaban los de Guy Fawkes, un insurgente
que trató de volar el parlamento de Jaime I en 1605. Posteriormente,
el escritor afirmaría que en un comienzo se había
tratado de su primer intento por iniciar una serie regular, por
lo que se notaba cierta inexperiencia política de su parte
e ingenuidad en cuanto a ciertos comentarios sociales.
La publicación de V se desarrolló en entregas
cortas de aparición irregular y ofrecidas a blanco y negro.
Moore no terminó de escribirla, a pesar de que durante
esta etapa la serie recibió varios Eagle, los premios al
cómic más importantes
de Inglaterra. Tras la gran migración de artistas
británicos a Estados Unidos a mediados de la década,
y tras el éxito de Watchmen, su obra
consagratoria, en 1988, Len Wein le propuso concluir V. El guionista
había anunciado que no trabajaría más con
la DC, pero accedió por la oportunidad de terminar la historia.
Escribió el resto hasta llegar a los 36 capítulos
que, si bien respetaron la extensión de seis páginas
de los originales, esta vez fueron agrupados para alcanzar el
formato cómic book, es decir, con periodicidad mensual
y extensión promedio de 22 páginas.
Logró así un equilibrio entre la estructura que
él concibió para su obra, y el estándar norteamericano.
Además, esta edición contó con 84 ilustraciones
nuevas; y con el agregado del color, que si bien es excelente,
no hace justicia a los expresivos juegos de luces y formas de
los dibujos de David Lloyd. En esta segunda etapa V se
convierte en una irónica burla de un sistema represivo,
supuesto reflejo de un ideal comunitario. El totalitarismo represor
que aquí surge es un escenario que Moore gusta de utilizar
para ambientar sus historias: en Miracleman hace una incursión
en la atracción del poder y del fascismo con un tratamiento
de ribetes religiosos del tema de los superhéroes,
Watchmen es una crítica al reaganismo y Swamp
Thing es una denuncia al conservadurismo tradicionalista de
la América profunda.
El mayor peso de la obra recae sobre el guionista que compone
su obra más comprometida, en la que cada hecho tiene una
relevancia que trasciende la mera ficción hasta convertirse
en portador de sus ideas. En 1988 declaró abiertamente
su intención de abandonar Inglaterra, un país en
el que muchas de las "predicciones" que había
realizado como ficción
en V, finalmente se habían hecho realidad.
V es la obra más sincera y
pura de Alan Moore. El inglés se extiende en citas cultas,
sin que por ello estorben en la narrativa, ni que pasen desapercibidas
para el adolescente de cultura
media. Desde su posición de intelectual,
Moore juega con la idea de la rebelión y la misión
de ilustrar al pueblo. Y concluye en que V no existe, el
personaje conductor de la historia es únicamente un ideal
y carece de identidad, es
un símbolo. Para él, V es una máscara,
detrás de la cual están todos y cada uno de los
habitantes de esa sociedad.
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