Buena parte de las películas que se producen cada año
en todo el mundo es policial. Pese a que esto podría ser
un indicador de su buena salud, es llamativo que el policial sea
también uno de los géneros mas frecuentes en la mesa
de oferta de las librerías de Montevideo. Marginal, barato
y, en muchas ocasiones, de gran poder expresivo, el policial y
otros subgéneros, como la ciencia ficción y el terror
son marginados por una forma de ver la cultura que todavía
sigue pensando que hay temas menos importantes que otros.
En una de las primeras versiones de la Feria Internacional del
Libro realizadas en la década del noventa, el escritor
español Manuel Vázquez Montalbán fue invitado
a presentar uno de sus textos. En la carpa, instalada sobre la
plaza del Entrevero, había unas cien o ciento cincuenta
personas. El libro que presentaba Vázquez Montalbán
pertenecía a la serie protagonizada por Pepe Carvalho,
el "huelebraguetas" gallego que Eusebio Poncela popularizara
en la excelente serie de TV.
Dado el tipo de libro que el escritor catalán presentaba,
resultaba lógico que las primeras preguntas versaran en
torno a la novela policial. Sin embargo, el culto público
que se encontraba reunido en esa ocasión prefirió
bombardear al autor durante los primeros quince o veinte minutos
con breves preguntas-exhibiciones, que dejaban claro que ellos,
antes que nada, conocían la obra poética y la prosa
"seria" de Vazquez Montalbán.
Finalmente, después de vagar por terrenos de la "pos-novela"
y otros neologismos del estilo, alguién se decidió
a preguntar sobre las actividades del escéptico detective
español. Lejos de mejorar, la cosa empeoró. Porque,
más que hacer una pregunta, aquel caballero ensayó
una suerte de disculpa del 80% de la obra de Vázquez Montalbán,
señalando que las más de veinte novelas y cuentos
de la serie Carvalho, no eran novelas policiales sino novelas
de "critica social que hacían uso del molde policial
para sus propios fines" (sic). Como ocurre a veces,
generalmente cuando hay gente que "tiene sus lecturas"
de por medio, la disculpa del fan dejaba al escritor a
salvo y lejos de algo tan degradado y lamentable como el género
policial.
Vázquez Montalbán contestó con toda cordialidad
y delicadeza que sus libros eran exactamente lo contrario a lo
afirmado por su lector, es decir, novelas policiales que aludían,
de forma casi siempre elíptica, a sucesos reales (lo que
el propio escritor llamaría "historias de política-ficción").
Mientras contestaba, el bigotudo catalán no podía
evitar una mínima sonrisa, casi oculta por su mostacho
y negada por la correcta expresión del resto de su cara.
El suceso importa porque ilustra los desmanes que la novela policial
negra y la literatura fantástica en general, salvo el
"realismo mágico" y algunos autores que ya están
en el Olimpo, debe soportar en el día a día.
Pulpa
de papel
Como
cualquiera que haya leído el boletín de Cinemateca
debe saber, el nombre Pulp Fiction, utilizado por Quentin
Tarantino en su segundo filme, proviene de la denominación
de las viejas revistas policiales y de ficción que fueran
sumamente populares durante las décadas medias de este
siglo. Las llamadas revistas de "detectives" y las
de ciencia ficción y fantasía, eran masivas y se
hacían en papel "pulpa", ese papel amarillento,
barato y poco fino que hoy caracteriza la ediciones de tapa blanda.
Desde los filmes de Tarantino o quizá antes (eso explicaría
el porqué de la llegada a Hollywood de un director como
él) la novela policial pareció ponerse de moda.
Debilitados los relatos que proponían emancipar al hombre
a través de la revolución o de la cultura, el "vacío"
del entretenimiento encontraba su lugar.
No es difícil ver ese diagnóstico, correcto en su
primera mitad y mal intencionado en la segunda, en buena parte
de la crítica cultural uruguaya
de los últimos años. Sin embargo, la literatura
policial no es responsable de la caída del Muro ni tiene
por que ser necesariamente entretenimiento "vacío".
A mitad de los años ochenta, la editorial española
Bruguera cerró sus puertas, no sin antes haber producido
una de las más importantes series de literatura de ficción
en edición popular: Libro Amigo. Dentro de ella, sobresalía,
por su buen nivel general de edición la sub-serie Novela
Negra.
Esta incluía nombre y fecha de publicación originales,
muy buenos prefacios a cargo del argentino Juan Carlos Martini
y traducciones generalmente buenas. Allí, Bruguera editó
a los más importantes autores del género, incluyendo
escritores estadounidenses y europeos. De esa forma, Raymond
Chandler, Dashiell Hammett, Ross Macdonald, Horace McCoy, Jim
Thompson, Chester Himes y Charles Williams, entre muchos otros,
fueron editados en una serie que recuperaba en buena forma, el
estilo de los viejos "pulps", en un estilo editorial
bastante lejano al de la también española Editorial
Alianza, quien solamente había publicado en ese entonces
tres o cuatro libros de Dashiell Hammett.
Más informal en su aspecto editorial y un poco más
despareja en su selección autoral, Editorial Planeta realizó
un buen papel de "reparto" en ese mismo momento, editando
en su Serie Negra textos de los autores ya mencionados, agregando
gente como W.R. Burnett, William Irish y algunos españoles
muy buenos como Vazquez Montalbán, Andreu Martin, Juan
Madrid y Jaume Fuster.
Este improbable "auge" del policial duro, logró
que la popularidad de los autores "clásicos"
de la novela negra, que desde hacia muchos años eran reconocidos
por otros escritores pero no por la llamada "crítica
literaria seria", comenzara a trepar por la más sólida
de todas las escaleras del gusto: la opinión de los que
saben opinar.
En ese sentido, es ilustrativo que dos de los más importantes
escritores de la nueva generación como Joe Gores y Robert
Parker, hayan ganado popularidad con textos que versaban sobre
los escritores de la primera generación de la novela policial
dura. Gores se volvió popular gracias a su novela "Hammett",
en donde, uniendo dos épocas de la vida del escritor,
lo colocaba en medio de un caso detectivesco en un año
en que este ya había abandonado ese oficio y se dedicaba
solo a escribir. Parker, por su parte, se dio a conocer en ámbitos
académicos al recibirse con una tesis sobre Hammett, Macdonald
y Chandler.
También se volvería popular como escritor por llevar
las características más evidentes de Phillip Marlowe,
el popular personaje de Chandler, a sus límites mas extremos
con su ultrahonesto y políticamente correcto Spenser (que
en la TV fuera protagonizado por Robert Urich).
El cierre de Bruguera dejó las últimas ediciones
de Libro Amigo en la mesa de ofertas de casi todas las librerías
de Montevideo, en donde algunos de ellos permanecen todavía.
Y disparó, al menos en lo que a libros de habla hispana
se refiere, la salida de varias elegantes series editadas por
respetables casas, en las que tres o cuatro de los autores más
conocidos eran trabajados a fondo: prolijísimas traducciones,
cuidados detalles de edición, muy buenas reseñas
bibliográficas y, sobre todo, tapa dura y papel blanco.
Novela
"neo-policial"
Según
parece, el término "neo-policial" fue acuñado
por el mexicano Pacio Ignacio Taibo II para caracterizar y dar
nombre específico a la más nueva producción
del género que utilizaba ambientes y procedimientos, tanto
literarios como policiales, novedosos y actuales.
Sin embargo, el concepto derivó en un espacio en donde
editoriales "serias" que no se dedican a los "desprestigiados
subgéneros" (como los llamara el escritor uruguayo
Tarik Carson) editan libros que, más allá de sus
excelencias, avisan al lector desde la solapa que esa "no"
es una novela policial sino algo mucho más complejo, "serio"
y trascendente.
Editoriales como Anagrama, ajenas al policial, editan desde hace
varios años libros de novela negra etiquetados como "tecnotrhillers"
o "policiales filosóficos", apelando para ello,
precisamente a su imagen profunda, actual y liberada.
Editorial Debate, que generalmente imprime escritores "serios",
sacó a la luz durante los primeros dos años de
la presente década las Bibliotecas Dashiell Hammett y
Raymond Chandler, en donde apareciera la polémica Historia
de Poodle Springs, novela inconclusa de este último,
terminada en forma basante cuestionada por el poco imaginativo
Parker. Encuadernados en tapa dura, traducidos por gente de nivel
y realizados en muy buenos materiales, los libros de Debate pueden
ser encontrados hoy en varias librerías, mezclados con
títulos como "Usted y las plantas", "La
cría del Doberman" y "Aprenda a decir no cuando
quiera decir si".
Pese a todos estos movimientos, los subgéneros siguieron
su oscuro y poco prestigioso rumbo, apenas afectados por la edición
de sus nombres más notables en tapa dura y por las límpidas
ediciones de quienes consideraban que sus libros no merecían
caer en la resistida bolsa del policial. Sin embargo, el fantasma
de Bruguera introdujo un nuevo giro al asunto, cuando a fines
de los ochenta, reciclada como Ediciones B, dio a la luz la serie
Cosecha Roja.
La
nueva generación
Aludiendo
desde su nombre al que quizá sea el más emblemático
de los relatos del genero policial duro, Cosecha Roja editó
a muchos de los autores americanos actuales (Bill Pronzini, Joe
Gores, Ed McBain), varios españoles algo irregulares (Miguel
Agustí, Mariano Sanchez) y un argentino (Juan Sasturain).
Fiel a la tradición de marginalidad de la novela negra,
Cosecha Roja sacó a la venta también novelas de
autores clásicos, como Jim Thompson y David Goodis, que
nunca habían sido editadas en español, o que se
encontraban agotadas desde hacía largo tiempo. Ediciones
B conservó intactas las bondades editoriales de la desaparecida
Bruguera: el título en el idioma original, año
de edición, nombre del traductor y otros datos importantes,
todos consignados en las primeras tres páginas de cada
libro de Cosecha Roja, tal como lo hicieran en Novela Negra.
Una característica peculiar y atractiva de la serie, era
que los libros no llevaban el título en la tapa sino el
la contraportada. El frente de la cubierta era ocupado por una
muy buena ilustración, a veces realizadas por el argentino
Raul Chichoni (el de las tapas de las primeras Fierro),
a veces por el español Sergio Camporeale. Sin embargo,
después de haber editado cerca de una treintena de títulos,
la serie fue (aparentemente) suspendida.
Paralelamente pero con una difusión e impacto menores,
la española Ediciones Júcar sacó su Etiqueta
Negra, en la que aparecieron Himes, Donald Westlake, McBain,
Thompson y varios españoles. De riguroso color negro,
la serie de Jucar tenía un perfil similar al de Cosecha
Roja, poniendo énfasis en la edición de textos
no estrictamente policiales de conocidos autores del género.
El siguiente paso ya no estuvo en manos de la estirpe de Burguera,
sino en las de la editorial Plaza y Janés: su serie Black,
anunciada como "la genuina novela negra", recupera
casi punto por punto las pautas de los viejos "pulps",
especialmente las de la revista madre del género, Black
Mask. Las portadas siempre llevan un dibujo del catalán
Jordi Bernet enmarcado por lo que parece ser un recorte de diario,
que pregona las virtudes del libro, relacionandolo casi siempre
con sus versiones fílimicas, en caso de que estas existan.
En esta serie, las introducciones están bajo la pluma
(o teclado) del también catalán Javier Coma, autor
de uno de los libros más exhaustivos escritos sobre el
género negro, el Diccionario de la Novela Negra Norteamericana,
editado en 1985 por Anagrama. Varios libros de la serie Black
llevan también breves ensayos de Coma sobre diversos aspectos
del género que, sin ser realmente profundos, suelen ser
amenos e informativos.
Lo más llamativo de Black es la vocación casi reivindicativa
en su criterio de selección de títulos y autores.
Novelistas que nunca habían sido traducidos, escritores
que sólo lo fueron durante una novela y grandes olvidados
en general, son el blanco preferencial de los libros de Plaza
y Janés. Notables escritores como Jonathan Latimer, Edward
Anderson, Lionel White, textos poco conocidos de Goodis y Fredric
Brown, son componentes básicos de Black. La serie, editada
durante la primera mitad de los noventa, parece (en Montevideo
es difícil saberlo a ciencia cierta) haber concluido al
llegar a los treinta títulos.
Lo
que es moda no incomoda
Sin
embargo, todo parece indicar que los subgéneros hoy ya
no son marginales. El policial en versión Hollywood es
luminoso, ultraviolento, con brillantes balas que golpean vidrios
blindados en cámara lenta. Con cientos de Jean Claude
Van Damme que disparan como al azar y perforan docenas de peligrosos
Dolph Lundgren, quienes caen al piso sangrando más que
un japonés en una pelicula de Kurosawa. En realidad, y
de forma aceptada por todos, el policial sigue siendo pensado
como un ámbito limitado por sus propias intenciones.
Los subgéneros viven en una suerte de dinámica
que los promueve y a la vez los limita. Una dinámica que
les adjudica el espacio del entretenimiento por excelencia, lejos
de los intentos culturales "serios". Como un lugar
común al que se recurre sin demasiadas pretensiones, apostando,
eso sí, al gran poder de convocatoria del policial (lo
mismo ocurre con la ciencia ficción y el terror).
Esa versión de las cosas recoge el formato crudo y violento
de la serie negra pero mantiene intactas las dos ecuaciones básicas
que la descalifican desde la cultura "seria": subgénero=entretenimiento
y entretenimiento = algo de segunda mano. Cultura de masas, digamos.
Por eso, aunque el genero policial goza de buena promoción,
lo hace bajo un set de reglas que lo acota y ubica en
un oscuro y eterno segundo puesto intelectual.
Sin embargo, el subgénero, el que por definición
no podría ser arte, elude la aparente disyuntiva entre
el vacío del entretenimiento y la imposibilidad de ser
una "obra maestra". Lo hace trazando sus propios fines,
sin demasiada preocupación sobre si pertence a uno de
los dos polos de una clasificación tan anticuada y elitista
que pide a gritos un recambio urgente. Lo hace ignorado también
por las bien vestidas huestes que admiran a Tarantino porque
es Tarantino y porque eso es (o era) "fashion". Y,
como los libros de la serie Black parecen demostrar, escondiéndose
en las casi siempre espantosas mesas de oferta de las librerías
uruguayas, a cien pesos los tres ejemplares.
Como dijo Raymond Chandler hace casi medio siglo: "todo
lo que se escribe con vitalidad expresa esa vitalidad; no hay
temas vulgares, sólo hay mentalidades vulgares"
* Publicado
originalmente en Posdata
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