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Amir Hamed
ISSN 1688-1672

 



URUGUAY - ESTADO - MEGAPROYECTOS - PROYECTOS EXTRACTIVISTAS - BIOPODER - BIOPOLÍTICA - ARATIRÍ - MASS MEDIA - CRÍTICA - VIOLENCIA - DESINFORMACIÓN - MONOLINGÜSIMO - PLURILINGÜISMO -


Megaproyectos, II: cráteres de lo simbólico. Cartografías del no-lugar*

María Olivera Mazzini y Nicolás Pereira

Cuando se informa respecto a Aratirí se suele jerarquizar el costado numérico: planteos comparativos, encuestas de opinión pública... La falta de investigación, y la jerarquización de la "opinión” por sobre la crítica, operan como garantías del funcionamiento sin anomalías y son parte del mecanismo que registran las tecnologías de legitimación.


La implantación de un megaproyecto minero dentro de un marco regional definido integra lógicas de las cuales algunas se pretenden analizar en esta segunda parte del texto. Más allá de una actividad económica o un proceso extractivo, el advenimiento de un megaproyecto minero es parte de un modelo a reproducir en diferentes puntos de la región como si de una franquicia se tratara. Las lógicas que reproducen este tipo de modelos, como el discurso hegemónico, la conformación de determinadas subjetividades, la exaltación del concepto desarrollo etc.,  pueden configurarse como parte de un modelo biopolítico.  Mirta Antonelli ha analizado algunas de estas lógicas y según sus palabras podemos comprender la megaminería como un modelo biopolítico: "
En su funcionamiento persuasivo y seductor, el de los cantos de sirena desarrollista, se amparan enunciados y actores con capacidad de legitimar el modelo. En su funcionamiento disuasivo y patémico, el de las gradientes del miedo y del avergonzamiento, que se efectivizan con los rumores inhibitorios, la criminalización, la judicialización y las variadas modalidades de estigmatización social, epistémica e ideológica, respectivamente, se procuran desactivar las energías vitales, cívicas y políticas, también las afecciones que se sustraigan del poder semiótico del capital, o aquellas que pongan en crisis la maquinaría sígnica y sus dispositivos físicos, materiales y simbólicos de captura de sensibilidades, emociones y pasiones, incluidas la desafiliación del Estado y la desobediencia civil. Un imperio biopolítico transfronterizo se disemina, tras la aparente concesión de “yacimientos”, como meras unidades de explotación.[i]. Más allá del brillante análisis de Antonelli, es interesante tamizar el modelo propuesto para profundizar en lo que entendemos por creación de subjetividades,  tema que ocupa esta segunda entrega.

Tanto las disciplinas como el biopoder son configuradores de subjetividad, pero es interesante pensar en un paso más de la creación de subjetividades que escapa al modelo biopolítico: la creación de un “público” u “opinión pública”, concepto que se puede remontar a los análisis de Gabriel Tarde allá por principios del siglo XIX. Según Tarde, “el público es una masa dispersa donde la influencia de los espíritus de unos sobre otros se convierte en una acción a distancia. En la configuración de este “público” o la modulación de las subjetividades aparece una nueva figura que se acerca a lo que Michel Foucault llama “técnicas de seguridad” o Deleuze “sociedades de control”. Estas nuevas figuras, que exceden al modelo biopolítico no lo sustituyen, sino que sumado a las técnicas disciplinarias dan forma en conjunto a la sociedad de control. Resignificando las ideas de Leibniz, Mauricio Lazzarato plantea la generación de “posibles” -que tienen mucho que ver con los “virtuales” de Deleuze- a partir de un acontecimiento dado. La reducción de estos “posibles” a un “posible” es lo que pretenden las sociedades de control mediante la manipulación-modulación de las subjetividades en juego, y el principal actor en esta manipulación-modulación son los medios de comunicación y sus multiplicadores.

El despliegue del aparato mediático en complicidad con la Inversión-Estado tiene como objetivo, a través de ese poder semiótico, unificar esos “posibles” o nivelar las diferencias, lo que tiene como consecuencia convertir esa multiplicidad en lo que Deleuze-Guattari llaman “mayoría”. Es decir, “producen un modelo que sirve de patrón, cuyo prototipo en acción se puede ver en la construcción y en la medida de la audiencia televisiva o de la opinión a través de las encuestas[ii]. Así se revelan y determinan premeditadamente la reducción de los antagonismos doxa/episteme, comunicación-información/expresión, monolingüismo/plurilingüismo, posible/posibles, virtual/virtuales.

El par comunicación-información pretende el allanamiento y homogeinización de las múltiples subjetividades,  es decir apunta a la unificación, a la centralización, a la destrucción de la multiplicidad y de la heterogeneidad de las palabras, de las lenguas, de las semióticas, en lo que M. Bajtin llama monolingüismo
. Continuando con Lazzarato, “Tanto la explotación como la acumulación del capital son simplemente imposibles sin la transformación de la multiplicidad lingüística en modelo mayoritario (monolingüismo), sin la imposición de un régimen de expresión monolingüe, sin la constitución de un poder semiótico del capital[iii].
 

La des-in-formación


…en toda sociedad la producción del discurso está a la vez controlada, seleccionada y redistribuida por un cierto número de procedimientos que tienen por función conjurar los poderes y peligros, dominar el acontecimiento aleatorio
y esquivar su pesada y temible materialidad.

Michel Foucault[iv]

¿No te das cuenta que el propósito total de la Neolengua
es reducir el rango del pensamiento?

George Orwell, 1984


I
 

Enmarcado el contexto socio-político regional establecido en la primera parte de este texto, Aratirí es un ejemplo de  megaproyecto con posibilidades concretas de establecerse en el territorio uruguayo. A través de diversas y heterogéneas formas y lugares de enunciación, se ha solicitado al gobierno mayor información al respecto, al tiempo que, como correlato, también a los medios.  Dichos pedidos se fundamentan en la necesidad de conocer más a propósito, no del proyecto en sí mismo, sino de las consecuencias e impactos socio-ambientales que supone su implementación. Representantes políticos han vertido opiniones sobre el proyecto, y sus derivados estructurales, a través de los distintos medios de comunicación. Desde las voces oficiales se sostienen las virtudes del emprendimiento transnacional que son reproducidas a través de la prensa con la pretendida voluntad de “informar”. En principio, esta demanda da cuenta de una situación paradojal si entendemos que es justamente “información”, en el sentido más simple del término, lo que uno y otro transmite. Si se realiza un trabajo de revisión de archivo son muy pocos los casos (sobre todo en televisión), en los que se investiga, profundiza y analiza críticamente el tema, situación que suele entenderse como una obviedad incluso desde posturas teóricas “anti-medios”. Vale aquí la pena recordar la pregunta que P. Bourdieu se realizaba al comenzar sus conferencias respecto a la televisión –emitidas a su vez en ella, en 1996– “Pero entonces, si es cierto que no se puede decir nada en la televisión, ¿no debemos concluir, junto con un buen número de intelectuales, de artistas, de escritores, y de los más destacados, que sería mejor abstenerse de utilizarla como medio de expresión? Me parece que no se puede aceptar esta alternativa tajante en términos de todo o nada.[v]

Siguiendo el planteo teórico foucaultiano las relaciones de poder subyacen tanto en las prácticas discursivas como en las extradiscursivas, configurando lo que se entiende como saber y verdad (voluntad de saber/voluntad de poder).  La crítica y el pedido de información –paradójico sí, pero no por ello menos importante– conlleva al cuestionamiento respecto a la voluntad de verdad que detenten aquellas relaciones de poder. Ignorar que los medios de comunicación operan como instrumentos legitimadores mediante sus prácticas discursivas es aceptar pasivamente la naturalización de los discursos simbólicos que a través de y con ellos se impone. Estos pedidos de información pueden ser diferenciados en función de los destinatarios: a los medios, al gobierno y a la empresa. Al mismo tiempo, las acciones no se agotan en esto sino que se materializan a través de vías legales y acciones directas. Veamos dos ejemplos que parten de posturas disímiles, no para igualarlos o marcar sus diferencias sino para visibilizar sus implicancias.

En el marco de las manifestaciones públicas contrarias a los megaproyectos, que se vienen realizando desde el año pasado, se llevó a cabo una marcha en Montevideo el jueves 13 de setiembre de 2012, convocada por la Coordinación contra los megaproyectos. Dicha marcha tenía como antecedente varias manifestaciones previas realizadas también en el interior del Uruguay. En el volante se explicita que “Los medios desinforman, manipulan y mienten. ¡Contra Aratirí y todos los megaproyectos!”. La marcha, -convocada específicamente bajo la citada consigna-, tuvo consecuencias en los propios medios referidos en la convocatoria. El Observador manifiesta: “marcharon hasta la puerta del Canal 4 para protestar contra el proyecto megaminero Aratirí, acusando a los medios de 'tergiversar' la información sobre el tema, e informar 'banalidades'. Con pancartas como 'Sí a Aratirí, no al futuro de mis hijos', la marcha pasó también por la puerta de El Observador, en la esquina de Guatemala y Cuareim, donde algunos militantes encapuchados arrojaron bombas de pintura.[vi]

Luego se agregó  una segunda nota titulada “Policía tiene la orden de tratar de procesar a todos los radicales violentos”. Posteriormente, otros medios se sumaron a “informar” sobre lo sucedido: “Fuentes de Canal 4 dijeron a Búsqueda que tampoco se hicieron denuncias. 'Esto que nos pasó a nosotros hoy, les va a pasar a ustedes mañana', dijo un informante (…) También se resolvió 'no darle difusión' por lo que el mismo no se cubrió y no fue informado por Telenoche en ninguna de sus entregas."[vii]

Está claro que este suceso y sus derivaciones, interpretaciones y sobreinterpretaciones podrían dar lugar a múltiples debates. De hecho, sobre todo a nivel de internet y de sus multiplicadores satélites -las redes sociales-, se han volcado infinidad de opiniones (los ya sinsentido a favor y en contra). En los días que siguieron a este acontecimiento la atención se centró en los “actos de violencia”, dando cuenta de que lo que importa no es conocer el sustento de la convocatoria, reflexionarlo y discutirlo, sino la espectacularidad del hecho. Sumando los títulos de la prensa y las manifestaciones de apoyo o rechazo en internet (reiteramos, centradas no en el rol de los medios de comunicación sino en el “sí o no” a las capuchas y las bombas de alquitrán), se configura un intercambio de opiniones  que mantienen y avalan un concepto específico de “información” – justamente  el que se intenta hacer visible y criticar-, que se ve fuertemente asemejado al manejo de los datos numéricos y científicos que se esgrimen en pos de un concepto consensuado de desarrollo incuestionable. Si esta marcha fue convocada a partir de una idea de manipulación, pues entonces sería necesario preguntarse respecto a sus paradójicas consecuencias antropofágicas: la estigmatización y la relativización, dos estrategias de manipulación del dispositivo discursivo dominante. La violencia concreta está naturalizada, pero únicamente en tanto se imparta del Estado, como excepción, para minimizar las manifestaciones anómalas. En cambio, si parte de la resistencia y de sus manifestaciones disidentes es condenada en pos del orden y del statu quo aplicándose, en su carácter performativo, la violencia a través del estigma. Entre las modalidades en que las resistencias socio-ambientales son violentadas, la estigmatización – que supone marcar, discriminar y en último término, segregar o separar sujetos de las construcciones de colectivos de identificación –nosotros/otros– se ejerce de modo sistemático a múltiples niveles y escalas como instrumentalización (…). La infamación – 'fundamentalistas', 'ignorantes', 'demonizadores', etc., y las prácticas de maltrato y destrato que con ellas actúan– es, en el proceso que abordamos aquí, una función de cinismo.[viii]

Este procedimiento, que opera a través de la construcción del mote despectivo “ambientalistas”, o creando figuras del terror como “ecoterroristas”, establece una circulación simbólica de verdades que logran incluso enfrentar a quienes, más allá de los modos concretos de llevarla a cabo, tienen como objetivo a corto plazo detener la implementación del proyecto Aratirí en Uruguay.

Los medios de comunicación y sus multiformas actuales han sido objeto de estudio en numerosas perspectivas y teorías (Análisis de discurso, Teorías de la información, Teorías de la comunicación, Teorías de lenguaje, etc.). Esto da cuenta de su relevancia pragmática y conceptual, que ha llevado incluso a considerar a los medios de comunicación -durante mucho tiempo- como el “cuarto poder”. Sin embargo, aceptar esta afirmación implica considerar que dichos medios son independientes de cualquier otro poder. La proclamada objetividad, transparencia, independencia y voluntad de información que se presenta en las posturas de este tipo (ya sea para reafirmarlas o criticarlas), supone desconocer algunos aspectos fundamentales de la materialización actual del biopoder.

Ya Noam Chomsky[ix] desestimaba la idea del cuarto poder, definiendo a los medios como instrumentos de control que mediatizan a través de prácticas discursivas, la voluntad de poder institucional. Así, incluso cuando los medios se manifiestan como opositores explícitos a determinado gobierno o institución, las prácticas discursivas que proponen suelen estar en franca consonancia con las modos de ejercicio biopolítico ya que delimitan el campo desde donde informar; en otros términos, la disidencia mediática es también una forma de demarcar los discursos, de trazar las fronteras desde las cuales “informar” siempre dentro del statu quo, que no se ve más que interpelado por sus propias tecnologías.
 

II
 

El 16 de marzo el semanario Brecha informaba que: “Por otra parte, el juez de lo contencioso administrativo Alejandro Martínez condenó a la Presidencia de la República y al Ministerio de Transporte (MTOP) a informar sobre las negociaciones que el Estado lleva adelante con Aratirí y con la Compañía Oriental de Desarrollo de Inversiones. De esta manera hizo lugar a una solicitud de acceso a la información pública presentada el 10 de noviembre de 2011 por el periodista Víctor Bacchetta[x], quien solicitó el acceso al expediente de las negociaciones del Estado por el contrato de inversión de la empresa Aratirí en torno al proyecto Valentines de extracción de hierro, mineroducto, y terminal portuaria[xi]

En este caso -y en varias instancias que se haría largo enumerar- han habido solicitudes de información al gobierno de manera “pacífica” y desde marcos legales que respetan la institucionalidad democrática. A través de cartas[xii], recolección de firmas, charlas con carácter de debate, se busca desarticular el mecanismo de la aceptación pasiva generando espacios de construcción y cuestionamiento. Ocurre que, a pesar de los esfuerzos –legítimos en sí mismos–, el debate y las iniciativas suelen rápidamente transformarse en “gestos” privados, en acontecimientos particulares subestimados al rango de la excepción a través del silenciamiento que marca la agenda político-mediática.

La competencia periodística es clave en este sentido, la “primicia” y la noticia impactante y espectacular que garantiza los niveles de audiencia ocupan espacios centrales: Los periodistas -habría que decir el campo periodístico– deben su importancia en el mundo social a que ostentan, de hecho, el monopolio de los medios de producción y difusión de la información a gran escala, mediante los cuales regulan el acceso de los ciudadanos de a pie, así como de los demás productores culturales -científicos, escritores-, a lo que a veces se denomina 'espacio público', es decir a la difusión a gran escala. Con este monopolio se topa uno, como individuo o como miembro de un colectivo cualquiera, cuando intenta dar una amplia difusión a una información.[xiii]. En este caso, que se continúa hasta estos días a nivel judicial, la resonancia es menor a nivel de titulares que en el  anterior, justamente porque respetando la legalidad es menos espectacular y por lo tanto menos funcional a los intereses mediáticos. Sin embargo opera el mismo mecanismo de silenciamiento e invisibilización. 

Más allá de estos dos ejemplos puntuales,  en la imposición de su discurso la pragmática mercantil construye mecanismos de segmentación desembocando en el enfrentamiento de colectivos y portavoces de la disidencia (por ejemplo los primeros y los detractores de “actos de violencia”), que se ven subsumidos a disputas respecto a los modos de materializar la oposición. Entonces el poder del discurso hegemónico gana, enfrentando anomalías, degradándolas en el discurso y en las formas de representación social, llegando incluso a que voces disidentes acepten y reproduzcan los estigmas creados por el propio poder al cual se enfrentan.
 

III
 

La demanda de información por parte de los diferentes actores y colectivos, y su anverso, la acusación de desinformar, son entonces tanto hacia el gobierno como hacia sus portavoces y hacia los medios de comunicación. Sería por lo pronto interesante entender que estos pedidos y manifestaciones – independientemente de sus formas particulares-  explicitan que hay una condición no manifiesta: la falta. Cierta pasividad ideológica –semantizada bajo planteos como el de la desideologización y su opuesto complementario para el caso periodístico: la autonomía-  parece ser la respuesta. “El interés público”, teñido del discurso de progreso, se presenta como objetivo e inobjetable, uniformizando la tríada medios-transnacional-Estado. Desinformar/informar, no son entonces sino sinónimos compartidos por el gobierno de turno y las multinacionales. Los medios, apenas eso, mediatizaciones en prácticas discursivas de la voluntad del poder. Sin embargo, sería ingenuo ignorar que son esos mismos medios los que actúan como agentes de disciplinamiento en consonancia hoy, no tanto con los gobiernos específicos de turno, sino más bien con la economía como ideología (Zizek). La importancia de los medios no radica tanto en su rol de “informar” sino más bien en lo que significan en tanto productores de subjetividad, y por ende transmisores de verdades simbólicas, en la sociedad de control.

Por último, es también notorio que cuando se informa respecto al proyecto Aratirí se suele jerarquizar el costado numérico: planteos comparativos, encuestas de opinión pública, márgenes económicos positivos para el país, por ejemplo. La falta de investigación –consecuencia de la falta de transparencia- y la jerarquización de la "opinión” por sobre la crítica, operan como garantías del funcionamiento sin anomalías y son parte del mecanismo que registran las tecnologías de legitimación. “Pues la necia utopía democrática directa de la cultura global, en la cual la mayoría gobierna sin intermediarios desde la opinión expresada libremente, tiene como contrapeso no solamente el testimonio definitivo del biopoder más mecánico y real, sino el operador único de los medios y las encuestas que apoyan siempre un gobierno a 'libre demanda'. Los medios son los que gobiernan.[xiv]

La forma en la cual determinados medios de comunicación informan respecto a los megaproyectos posibles en Uruguay, así como el Estado, no es autónoma ni independiente de la pragmática de mercado más general. La jerarquización respecto al esquema “costos –beneficios” que domina buena parte de las referencias en la prensa respecto a Aratirí (y sus derivados infraestructurales visibles e invisibles) es parte de la lógica funcional de un estado de cosas: el progreso económico como proyecto de país que se hace eco en las prácticas discursivas del “interés colectivo”. Según Bajtin podemos ver que  la multiplicidad de los lenguajes, de las formas de  enunciación, de las semióticas, en el seno del mundo precapitalista (plurilingüismo) es reprimida y subordinada a una lengua que, al imponerse como mayoritaria, se convierte en la codificación normativa de la expresión (monolingüismo).

Así, la voluntad de verdad /poder continúa imponiéndose bajo el halo de la opinión pública, forma de control en la sociedad del control y el simulacro. La información/desinformación deberían conjugarse en una formación de lenguajes que permitan explicitar críticamente los mecanismos de legitimación, cuestionando las verdades consensuadas, evidenciando la vidriosidad; enunciar debiera ser, dar sentido.


Notas:
 

[i] Antonelli, Mirta. “Megaminería, desterritorialización del Estado y biopolítica” en Revista Astrolabio. CONICET/UNC. N° 7, 2011

[ii] Lazzarato, Maurizio. Políticas del acontecimiento. En Tinta Limón, Buenos Aires. 2006

[iii] Ídem

[iv] Foucault, Michel. El orden del discurso. Buenos Aires, Tusquets. 1992. Pg. 11

[v] Bourdieu, Pierre. Sobre la televisión. Barcelona. Anagrama. 2007. Pg. 15.

[vii] Búsqueda, “Bombas de alquitrán contra la prensa”. 20 de setiembre de 2012.

[viii] Antonelli, Mirta. “Megaminería, desterritorialización del Estado y biopolítica” en Revista Astrolabio. CONICET/UNC. N° 7, 2011

[ix] Chomsky Noam.  Ilusiones necesarias. Control del pensamiento en las sociedades democráticas, Libertarias, Madrid. 1992.

[x] Miembro activo de MOVUS (Movimiento por un Uruguay sustentable).

[xi] W.P. “Intimaciones a Presidencia, MTOP y  ANEP. Un “claro deber” de informar”” en semanario Brecha. 16 de marzo de 2012.

[xiii] Bourdieu, Pierre. 2007 Pg. 67.

[xiv] Núñez Sandino “El estado es mi pediatra” en Tiempo de Crítica. Año 1 N° 18.

(sigue)

 

* Publicado originalmente en Tiempo de Crítica. Año I, N° 30, 12 de octubre de 2012, publicación semanal de la revista Caras y Caretas.

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