La globalización como
fenómeno cultural ocurre, al igual que en la economía,
a partir de la expansión del capitalismo. Todas las civilizaciones
y países están entrando en el nuevo mundo de la
modernidad y nadie puede no sentirse afectado por él,
para bien o para mal.
La Globalización
no incluye sólo el aspecto económico, sino también
el social, ideológico y cultural. Los aspectos culturales
han acompañado a los procesos comerciales, políticos
y de consumo, por lo que la dimensión social y cultural
de la globalización está
profundamente vinculada a una visión más orgánica
y técnica del capital, una mayor intensificación
de las relaciones sociales de producción con el avance
del colonialismo, los cuales, en su conjunto, han puesto en contacto
las más diversas costumbres.
Se puede asegurar que
si bien el contenido social y cultural, como proceso que remite
a la dinámica de la globalización,
ha estado presente a lo largo de la historia planetaria, su omnipresencia
está vinculada a las relaciones capitalistas de producción.
La dimensión
cultural de la globalización
puede ser vista como un proceso objetivo, resultado del desarrollo
de las fuerzas productivas y de la cada vez más desplegada
intensificación de las relaciones
sociales de producción a lo largo y ancho del escenario
mundial, intervinculando localidades distintas y distantes, en
un mundo heterogéneo en lo económico, social, cultural,
demográfico, político e histórico.
Por otro lado, están
los que la definen como "la fase actual de la modernidad,
entendida como un intento de unificar los imaginarios culturales
mundiales". Este concepto expone que la globalización
en lo cultural tiene como centro a la modernidad, la que puede
ser entendida de diversas formas. Si bien, por un lado, se la
refiere como una noción de progreso y sin embargo, por
otra parte, es interpretada como una visión totalizadora
de la realidad, como un fenómeno que no tiene un conjunto
de valores o intereses en sí misma, y que se conforma
por medio de una matriz de poder y de las estructuras del sistema
de clases donde está arraigada.
En un plano más
general, la concepción de globalización
entendida por algunos analistas como la vocación homogeneizadora
en lo económico, político y cultural, haciendo
referencia a un contexto en el que ejercen un poder absoluto
los actores transnacionales y la presencia de tendencias centrípetas
que dominan y diseñan el eje del escenario en que se mueve
la sociedad global. Este plano de movimiento de la globalización
es lo que se conoce como globalización versus cultura.
¿Hasta dónde
es posible?
Según el psicólogo
cubano Miguel Jusidman, la globalización
es un fenómeno que no podemos detener, y por más
brillantes que sean las argumentaciones a favor de ella, todas
fallan en la presunción de que los principios y valores
son comunes, universales, permanentes e incluso generalmente
aceptados.
La globalización
es, en esencia, un modelo generado por las culturas del Norte;
las regiones que se pretenden globalizar son origen de culturas
con características específicas, que en un principio
nacieron en ciertas condiciones geográficas, con orografía
e hidrografía, con climas y calidad de tierras específicos,
y con floras faunas particulares, entre otras, señala
Jusidman, quien agrega que estas condiciones crearon conductas
en los grupos humanos que las habitaron, generando, con ello,
culturas que se manifiestan a través del idioma, religión,
arte, arquitectura, alimentación, vestido, forma de educar,
folclore, la forma de trabajar, etc. La
globalización
puede implicar una confrontación entre las características
de este fenómeno con las particulares de cada pueblo,
como por ejemplo el manejo del poder, las habilidades o características
en la forma de comercio, la calidad de vida y los estilos o formas
de trabajo.
La imposición
de un modelo de conducta extraño al grupo puede implicar
una posible pérdida de identidad que genere desconfianza
y resistencia a los cambios. La falta de una comprensión
cabal de cómo los cambios afectan la vida de la sociedad
y con ello la de cada individuo que la conforma también
genera desconfianza y trae aparejada una resistencia al cambio,
agrega Jusidman. Para él, las personas se transforman
cuando ven en el cambio un verdadero beneficio para sí
mismas y para sus allegados. El tratar de imponer modelos de
comportamientos extraños y a veces ajenos a la cultura
"natural" de la sociedad y sus individuos conduce a
que sean generalmente rechazados en forma abierta o simplemente
practicados sin convicción y por lo tanto con poco efecto
real. Así, señala Jusidman, no es dable esperar
que los indígenas latinoamericanos, en un corto
período de tiempo, se comporten como grandes capitalistas
o que modifiquen su visión cósmica por una visión
práctica y productiva.
La cultura
y los medios de
comunicación
Para Florence Toussaint,
docente de la Universidad Nacional Autónoma de México
(UNAM), la vertiginosa carrera con el objetivo
de globalizar todo, arrastra todo a su paso, lo bueno y lo malo.
Los individuos se ven envueltos en un torbellino del que no saben
cuándo saldrán o si quieren hacerlo. En muchas
circunstancias no están conscientes hacia dónde
van, pero se ven compelidos a seguir adelante. El desarrollo
y la modernización son movimientos de fondo que arrastran
hasta a quien se les opone. En una sociedad así es inevitable
que "todo lo sólido se desvanezca en el aire",
apunta la docente.
En el terreno sociológico,
Anthony Giddens ha escrito extensamente sobre globalización
y modernidad; se ha ocupado de este asunto desde la óptica
de la ciencia social pero mirando sobre todo el lado cultural
del fenómeno. Giddens considera la globalización
como un resultado del intenso proceso de comunicación
entre diferentes regiones por el cual éstas se vinculan
a través de redes de intercambio en todo el mundo.
Los llamados medios
masivos, con su irrupción acelerada en el mundo moderno,
han transformado sin duda las nociones tanto de cultura
como de comunicación. El universo simbólico no
es el mismo desde que la atmósfera se pobló de
ondas hertzianas, las azoteas de antenas, las calles de salas
cinematográficas, cables, anuncios espectaculares y las
casas de receptores de radio, televisión, video, teléfono,
fax.
La comunicación
nunca antes había tenido tantos instrumentos para desplegarse
en todos sentidos, entre tanta gente, con tanta intensidad y
en lugares tan apartados entre sí. Las voces se han amplificado,
grabado, reproducido por miles y millones. Las imágenes
que llegan a nuestro cerebro en una semana de programación
televisiva no tienen relación alguna con aquellas que
un habitante del siglo XIX pudo haber visto en toda su vida.
La cultura popular
ha sido absorbida por los medios audiovisuales que con métodos
de producción industrial han re-semantizado historias,
tradiciones, fiestas y personajes e inventado muchos otros a
partir de elementos originalmente nacidos entre los grupos sociales.
Tal hecho produce identificación de la gente con los productos
masivos y permite arraigar esta producción como parte
del imaginario colectivo.
Así, poco a
poco, la cultura tiene, en los medios audiovisuales, una fuente
importante de creación y de transformaciones. Y, en la
medida en que los medios se vuelven cada vez más omnipresentes
en la vida cotidiana de los habitantes del planeta, es esa cultura la que
permea y se va volviendo dominante conforme pasa el tiempo y
aumenta y se consolida la exposición a sus productos:
la cultura de masas, cultura industrial de la modernidad.
Movimientos sociales
Estos cambios pueden
ser beneficiosos o perjudiciales para la cultura donde se pretenden
integrar, pero independientemente de la valoración siempre
provocan conflicto. Ante esta explosión de cambios la
sociedad no es indiferente, se ha generado un movimiento social
que reacciona contra las desigualdades provocadas por la globalización
y la desestabilización de valores culturales. Los movimientos
sociales se organizan estratégicamente, son propuestos
como una alternativa. La política de los movimientos sociales
es en general defensiva y popular, no es violenta ni alza propuestas
anarquistas. Por primera vez se ha unido ante un mismo fenómeno
la más variada población del planeta. Grupos de
agricultores, ecologistas y trabajadores se han unido para mejorar,
o al menos suavizar, los desgarros de la globalización.
*Publicado
en la Guía del Mundo
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