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Amir Hamed
ISSN 1688-1672

 



TANGO - POESÍA TANGUERA - BORGES, JORGE LUIS -FLORES, CELEDONIO - MANZI, HOMERO - CARRIEGO, EVARISTO - LENGUAJE - 

Georgie, Evaristo, Celedonio y Homero: la poesía tanguera (IV)

Susana Ibarburu

Georgie, Evaristo, Celedonio y Homero asumieron la creación de ese arrabal, al buscar una poesía que se pareciera a lo que veían e imaginaban en torno de ellos, que no eran arrabaleros, un lenguaje para esa poesía que fuera el de este nuevo rincón del mundo, una mirada evocadora que inaugurara el necesario amor por los ancestros para una sociedad en creación

La letra del tango

Pero pasemos a las letras de los tangos que no le gustaban a Borges.

“en las letras se recoge lo que el pueblo piensa y se le proponen pensamientos y sentimientos que el pueblo reconoce como suyos.” Daniel Vidart

“Los que se aferran de lo "gemebundo" o de "la mina que lo amuró" para invalidar o despreciar semejante literatura, desconocen de la variedad semántica y de los hondos y profusos asuntos que entraña esta insólita y renovada escritura oral, además de las múltiples concomitancias que las letras de tango ahondan y proponen en su textualidad: no abarcan simplemente un lenguaje ni una expresión musical determinada, sino la posibilidad misma de la existencia humana.” (Revista Contratiempo)

Para limitar –drásticamente- el campo del estudio de las letras, nos proponemos centrar la consideración en dos letristas: Celedonio Esteban Flores (sus composiciones entre 1928 y 1940) y Homero Manzi (entre 1920 y 1947).  Dejamos así deliberadamente de lado otros letristas que pueden sugerir hilos interesantes, como Cadícamo, García Jiménez, González Castillo, los dos Contursi, Discépolo, etc..

Destacamos aquí como factor común en ambos letristas, como lo fue de una mayoría considerable, que no se trataba de arrabaleros analfabetos sino de hombres vinculados con la cultura, en un mundo pretelevisivo en que la difusión por radio era novedosa, y el periodismo escrito, junto con el teatro y el cine nacional floreciente , alimentaban a los escritores.  Las revistas culturales (Fray Mocho, Caras y Caretas, El alma que canta, Leoplán, etc.)  constituían en la terminología que usa Jorge B. Rivera un “campo de lectura” en el que se publicaban tanto las notas de Arlt y Nalé Rojo como la “literatura del corazón” que alimentaba la sensibilidad de la época. Tanto Flores como Manzi fueron lectores de poesía, y al escribir entablaron un diálogo con los cánones poéticos de la época.  Celedonio escribió poemas además de letras.  Homero hizo una opción militante de escribir letras y no poemas.  Reafirmando nuestra ubicación del escenario en que actuaron los letristas de tango, periodismo, cenáculos literarios y bohemia son los tres escenarios en que Borges ubica su biografía de Evaristo Carriego, y dice Sarlós:

“Esa tipicidad parecería inadecuada para presentar lo peculiar de una vida, porque nada distingue a Carriego de sus contemporáneos.”

Nos interesa, como consideración previa, plantear que en el bagaje de letras de tango que pueblan la memoria de muchos de nosotros, es inevitable percibir el perfume de las lecturas de aquellos letristas y de quienes escuchaban esas letras: fundamentalmente las de Rubén Darío, y Amado Nervo.  Es sabido que El día que me quieras de Le Pera se inspira directamente (y podría decirse que en algunos aspectos lo mejora) en el poema del mismo título de Amado Nervo.  Le Pera, claro está, fue obligado (dicen que contra su vocación de hacer poesía) a componer letras con lenguaje “universal” para las películas de Gardel, con resultado que, además del éxito que cosecharon las letras, se sostiene muy dignamente ante la mirada crítica.

Sobre influencias de la poesía de la época en el tango dice Idea Vilariño:

Las transformaciones radicales, cuando <alejan al tango> de su tradición temática y formal, lo hacen perder su público que es, en su enorme mayoría, conservador.  De todos modos, en cierta medida recibió la influencia de la literatura de este siglo, aunque siempre con retraso.  Rubén Darío, que llegó a Buenos Aires en 1893 y publicó allí Prosas profanas en 1895, renovando la poesía de todo el continente, comienza a aparecer vinculado al tango alrededor del veinte, cuando en los versos de Celedonio Flores se refleja algo de la lectura del gran poeta (entre ellos la traducción arrabalera de “Sonatina”.  Su poderosa personalidad poética y su renovación lírica debieron haberse hecho perceptibles antes, pero eso parecería impensable en el caso de un Villoldo o de un Gobbi.  Y sin embargo, no giraban en órbitas totalmente ajenas. Según Raúl Castagnino, Villoldo y Cazón actuaban en el circo Anselmi junto a Arturo de Nava por la época en que Darío dedicó al payador uruguayo esta décima no muy brillante pero que revela que lo conocía y que estimaba su arte:  Del Asia traje un diamante/ para ponérselo al cuello/ del ser que he visto más bello/ en mi vida claudicante./ Me brindó el Sol deslumbrante/ su más brillante color,/ y el Iris me dio el mejor/ ramillete de sus ases/ y el Sol me dijo: ¿qué haces?/ -Se los doy al payador.

Las referencias a poemas de Darío abundan en letras recordadas como Sólo se quiere una vez de Carlos Flores  “no quise creer que fueras la misma de antes la rubia de la tienda "La Parisienne" mi novia más querida cuando estudiante que incrédula decía los versos de Rubén (recitado)...Juventud, divino tesoro te fuiste para no volver cuando quiero llorar no lloro y a veces lloro sin querer.<citando Canción de otoño en primavera de Rubén>; Perfume de mujer de Tagini:  Yo soy aquel que lució, como blasón, su moño volador y que cenó en sus noches de infortunio con pan de plenilunio y vino de ilusión;.La novia ausente, de Cadícamo con apelación a Sonatina  “al raro conjuro de noche y reseda…y tú me pedías que te recitara esta sonatina que soñó Rubén”.  Del mismo Cadícamo De todo te olvidas  “De un tiempo a esta parte, muchacha, te noto más pálida y triste. Decí: ¿qué tenés? Tu carita tiene el blancor del loto y yo, francamente, chiquita, no sé...¿Qué pena te embarga? ¿Por qué ya no ríes con ese derroche de plata y cristal? Tu boquita. donde sangraron rubíes, hoy muestra una mueca, trasuntando un mal”

A veces, como suele ocurrir cuando la poesía abusa de algún recurso, la imitación viene como parodia, como “La percanta está triste” de Vicente Greco: La percanta está triste/ no hace más que gemir/ ya no ríe ni baila ni canta/ y la pobre percanta no puede dormir.  Para Idea Vilariño es “curiosamente un músico” Greco quien “acusa primero <1921> el conocimiento del poeta cuyos poemas y prosas aparecían en diversos periódicos de la región y hasta en una revista de enorme difusión como “Caras y caretas”.

No menor es la influencia de esos poetas tuvieron en la concepción literaria sobre las mujeres –Fedras, Molochas, Caínas para Herrera y Reissig -  véase esta cita de Ángel Rama

<...>  De sus muchos aspectos ninguno más curioso que la concepción del amor y de la mujer.  El positivismo del ochenta se había encargado de disolver definitivamente las concepciones románticas.  A las exangües criaturas espiritualizadas sustituyó las hermosas hembras turgentes, poderosas en las lides del amor, pertrechadas de carnes macizas que el férreo corset distribuía entre las ancas levantadas y el pectoral desafiante...<<Carlota Ferreira, María Eugenia Vaz Ferreira ‘yo quiero ser vencedor de toda cosa’>>>  Este modelo pleno y marmóreo daría paso, en la concepción decadentista europea, a la imagen de una mujer delirante de ansias eróticas, insaciable, devoradora de hombres como una diosa bárbara  ...  <Huisman ve en la Salomé de Gustave Moreau> “la deidad simbólica de la indestructible Lujuria, la diosa de la inmortal Histeria, la Belleza maldita, seleccionada entre todas por la catalepsia que hace rígidas sus carnes y endurece sus músculos; la Bestia monstruosa, indiferente, irresponsable, insensible”. Es el mamboretá hembra que devora al macho en la noche nupcial y al que éste deberá vencer en una lucha cuerpo a cuerpo que es una lucha por su sobrevivencia, apelando no sólo a los finales resortes de la sensualidad sino a las invenciones extravagantes de la mente puestas al servicio de la lujuria.

Pero ya Carriego,.con su costurerita, estaba hablando de otras mujeres.  Dice José Gabriel:

“Ningún poeta nuestro ha rendido al eterno femenino un culto más hondo que Carriego. ¿No os habéis fijado? Carriego, no tiene hombres. El motivo perenne de su canción, son las mujeres; mejor dicho: la mujer, encarnada en la figurita tierna, dulce, sufrida de la "costurerita que dio aquel mal paso".

Carriego, nos presenta a esta mujer en situaciones distintas que, en el espacio y en el tiempo, no podrían coincidir en una misma persona; pero el fondo espiritual más íntimo de cada una de esas situaciones, es idéntico en todas, de modo que pueden tomarse como emanadas de una sola alma. Ese fondo, como digo, es un constante silencio quieto (permítaseme la expresión), una resignación eterna ante los azares de la vida, así como si se hubiese nacido únicamente para ser blanco ajetreado de la adversidad, sin oponer resistencia.”

 <…>

Gabriel extiende esta consideración sobre lo femenino a todo el tango:

“Hay quien ve en el tango bulla y desborde de pasiones. Ni lo uno ni lo otro es verdad. Lo alienta una pasión honda, grave, pero una pasión que siempre se ve contenida. Si el tango bramara, dejaría de ser tango. El tango no grita jamás; como el bandoneón que lo expresa tan justamente, se desliza suave, casi ahogado, y tiene momentos en que parece que va a protestar enfurecido o a soltar las riendas a un regocijo estrepitoso; pero ni alcanza nunca el tono descompuesto de la embriaguez, ni nunca llega a rebelarse. Tanto en el dolor como en la alegría, guarda constantemente una discreta compostura, que es la más profunda resignación. Y yo siento palpitar en sus notas el alma del sur de Buenos Aires, que lleva sin escándalo penas y dichas, y en el sur de Buenos Aires, lo eterno femenino -la resignación eterna- que Carriego nos comunica en sus versos del arrabal.

En la letra del tango se mezclarán, casi siempre con tono moralizante, esas dos visiones diferentes de las mujeres verdaderas y no literarias (Delmira Agustini fue una contradicción viviente entre ambas, con resultado fatal). Probablemente se mezclan aún hoy en el imaginario masculino. No es menor la consideración de que  mujeres eran también la mayoría de quienes consumían la poesía modernista en las revistas, y escuchaban el tango en la radio.

Pero volveremos sobre esto de las mujeres con los poemas de Celedonio.  No nos parece secundario el tema, teniendo en cuenta el papel que la poesía y la letra del tango, sobre todo en tanto se ocupan del amor y de las mujeres, contribuyen a formar la mentalidad de una sociedad y su actitud ante las mujeres, ante el amor, ante la sexualidad y esos aspectos centrales de la vida que rara vez se tratan con la seriedad que ameritan fuera de la intimidad, la medicina o la literatura, (¡incluyendo la de auto-ayuda!).

Tanto Celedonio como Homero mencionan a Evaristo Carriego en sus letras, también lo hicieron los hermanos Expósito en “Farol” (allí murmura el viento los poemas populares de Carriego), Guillermo Barbieri en “Quien tuviera 18 años” (los muchachos parlanchines y andariegos/ que entonando los versos de Carriego/ a más de una muchacha logramos conmover) y Alberto Mastra en su milonga “Con permiso” (Y yo seguiré fingiendo/ que soy la invencible milonga del pueblo/ hasta que Carriego me lleve con él”)

CELEDONIO

Celedonio Flores escribió letras inolvidables, y también poemas.

Nudler, en Todotango.com lo presenta así:

Como en el caso de otros célebres letristas, Flores fue, al mismo tiempo, poeta culto y popular. De hábitos bohemios, fue también boxeador. Su mejor etapa creativa abarcó hasta los primeros años '30, pero la vigencia de su obra se mantuvo.

Cuando en un reportaje le preguntaron como creaba sus éxitos, respondió: “Busco un pedazo de vida, la vivo intensamente en mi interior, la tomo en serio y despacito, y con cuidado, y voy haciendo el verso. Como he vivido un poco, como he dado muchas vueltas, como conozco el ambiente canalla, tengo la pretensión de vivir mil personajes. No soy de los que creen que el tango cómico sea la expresión de lo que siente el pueblo; sabemos todos que el tango es triste, como toda la música de nuestra tierra.”

Dice de él Cátulo Castillo

          En la intersección de dos épocas, cuando la ciudad asistía a su promoción intelectual de la primera década del siglo, comenzaron a delinearse las corrientes estéticas distintas, que habían de concurrir a la formación de una poética argentina de caracteres bien personales.

<...>
          Podríamos estar en el año 1910.

<...>
         Ya el sarampión Dariano, había prendido en los cenáculos célebres de entonces. Baudelaire y Verlaine (pobre Papá Lelián), encendían la lumbre de una sensibilidad ciudadana, a veces canallesca, que otorgaba calor alfabeto y digno a una musa callejera, de pintoresca y brava personalidad. Ya, Evaristo Carriego había transitado con gallardía y oficio, por el género de las décimas lunfardas, que "Fray Mocho" o "Caras y Caretas" recogieron con todo cariño y sentido de la verdad popular.
         En este meridiano un tanto indefinido, de transición, surgieron los poetas de la ciudad de adentro, con el lenguaje recio de la "ciudad de afuera"
         Y para hallar un nombre que asuma la representación cabal de ese momento, que es trascendental, nada mejor que el de este verdadero prócer de la musa porteña que se llamó Celedonio Flores.

<...>
          Celedonio Flores, apareció de pronto, con esa cosa recia, pintoresca y cabal, que es su lenguaje poético.

<...>
          La poesía de Celedonio Flores, anda en el tráfico vivo de todos los tangos que forman la antología verdaderamente porteña.

<...>
          Y su lenguaje es "suyo" como es suya su "rima" y son suyos sus dramas, no importa si hampones, pero que tiene –en todo caso- la vibración más neta, que es exigible al tango ya una estética particularísima, que no puede ser suplantada por el purismo, ni por la elaboración académica.

<...>
          Su lenguaje regresa casi siempre, inolvidable y simple, con un alejandrino, en una octava, detrás de una asonancia.

<…>
          No sabremos, jamás, cuál es el misterio que preside a los versos que perduran y viven en la emoción de la gente. No sabemos, hasta qué punto –todavía- un poeta como Celedonio Flores, incidirá sobre la definitiva poética popular porteña.

<...>

Celedonio copiaba versos de los poetas de la época en un cuaderno.  Él mismo explicó la diferencia entre su propia poesía y la de ellos como una actitud deliberada, como una actitud frente al público que había elegido 

“los hombres modestos... los que no saben nada... los que tienen las manos fuertes, rugosas y encallecidas... la pobre fabriquerita de mi suburbio ... el carrero, el canillita y el malandrín”

Celedonio copiaba versos de los poetas de la época en un cuaderno.  Él mismo explicó la diferencia entre su propia poesía y la de ellos como una actitud deliberada, como una actitud frente al público que había elegido 

“los hombres modestos... los que no saben nada... los que tienen las manos fuertes, rugosas y encallecidas... la pobre fabriquerita de mi suburbio ... el carrero, el canillita y el malandrín”

Y no vas a creer que escribo
en este lenguaje rante
por irlas de interesante
ni por pasarme de vivo
Sino porque no hallo bien
Ni apropiado ni certero
El pretender que un carrero
Se deleite con Rubén”
(del folleto: Chapaleando Barro)

Para Celedonio, escribir diferente a los poetas que él mismo leía era una militancia.  He aquí algunos de sus poemas, y nótense sus referencias explícitas e implícitas a Darío, pero también a Carriego, como la “Sonatina” que mencionaba Idea Vilariño.

Sonatina

La bacana está triste, ¿qué tendrá la bacana?
Ha perdido la risa su carita de rana
y en sus ojos se nota yo no sé qué penar;
la bacana está sola en su silla sentada,
el fonógrafo calla y la viola colgada
aburrida parece de no verse tocar.

Puebla el patio el berrido de un pebete que llora,
tiran bronca dos viejas y chamuya una lora
mientras canta "I Pagliacci" un vecino manghín,
la bacana no ríe, la bacana no siente,
la bacana parece que ha quedado inconsciente
con el mate ocupado por algún berretín.

¿Piensa acaso en el coso que la espera en la esquina?
¿En aquel que le dijo que era muy bailarina
con tapín de mafioso, compadrito y ranún?
¿En aquel que una noche le propuso el espiante?
¿En aquel cajetilla, entallao de elegante?
¿O en aquel caferata que es un gran pelandrún?

¡Oh la pobre percanta de la bata rosa!
quiere tener menega, quiere ser poderosa,
tener departamento con mishé y gigoló,
muchas joyas debute, un peleche a la moda.
Porque en esta gran vida el que no se acomoda
y la vive de grupo, al final se embromó.

Ya no quiere la mugre de la pieza amueblada,
el bacán que la shaca ya la tiene cansada,
se aburrió de esa vida de continuo ragú;
quiere un pibe a la gurda que en el baile con corte
les dé contramoquillo a los reos del Norte,
los fifí del Oeste, los cafishios del Sú.-

"¡Vamos, vamos pelandra! -dice el coso que llega-,
esa cara de otaria que tenés no te pega,
levantate ligero y unos mangos pasá".
Está el patio en silencio, un rayito de luna.
se ha colado en la pieza mientras la pelandruna
saca vento de un mueble y le dice: -¡Tomá!

La musa mistonga

La musa mistonga de los arrabales,
la mistonga musa del raro lenguaje
que abrevó en las aguas de los madrigales
y al llegar al pueblo se tornó salvaje,
la que nada sabe de abates troveros
que hilvanaron dulces endechas de amores
pero que, por boca de sus cancioneros,
conoce la vida de sus payadores.

La que nada sabe de los caballeros
de acción en las lides de los cintarazos,
pero sabe casos de jugarse enteros
un par de malevos a prueba de hachazos;
que ignora la gloria de un día vivido
bajo la fragante fronda de Versalles,
pero sale alegre cuando ha anochecido
a ver los muchachos jugar por las calles.

A ver cómo pasan felices parejas
y se torna alegre la cara del ciego
si escucha que hilvana sus canciones viejas
el buen organito que mentó Carriego;
que ignora la cuita de la princesita
que pecó indiscreta con el rubio paje,
pero que se apena porque Milonguita
ha dado un mal paso y llora su ultraje.

Que no se ha enterado que en una pavana
se lucieron reyes de blasón y rango...
Su amigo, el malevo, hace filigranas
en el duro piso y al compás de un tango;
al compás de un tango donde abreva ahora,
para literarios implacables males,
en la suburbana paz evocadora,
la musa mistonga de los arrabales.

Versos

Yo quiero hacer un verso que deschave
bien debute mi modo de pensar,
que le explique bien claro al que no sabe
por qué chamuya en reo mi cantar. 

Por qué tomo las cosas de la vida
con esta media voz sentimental...
Por qué no lloré nunca la partida
de la "amada inmortal".

Ni me han visto torcerme ni doblarme
rogando la limosna de un favor.
He sabido pedir sin achicarme
y en las contras fui siempre en la mayor.

Y yo no sé rugir. Pacientemente
llego al punto final de la cuestión.
Reconozco mis fallas francamente
y perdono de todo corazón. 

Los amigos bien saben lo que he dado...
Yo sólo sé bien claro lo que doy...
Si me han pedido ayuda, he ayudado,
por eso cada vez más solo estoy... 

He vivido la vida intensamente.
Cuando he visto sufrir, también sufrí.
No conozco más Sol que el Sol naciente,
ni verdad más verdad que el Gran Rubí.

Por eso yo les canto a los caídos,
los que nunca se habrán de levantar,
los que viven vencidos y vencidos
a la meta final han de llegar.

Por eso yo le digo: Hermano fioca,
hermana Milonguita, vení a mí...
No me digas ni ¡Ay!... cerrá la boca...
qué vamos a tomar, a ver, pedí...

Pero, artísticamente, soy "milonguero",
porque..., a una opereta de Lehar, prefiero
los canyengues que siempre tangueó Cobián.
 

Idea Vilariño apunta que Flores toma de Rubén endecasílabos o algunos alejandrinos...y cita a Roser, coincidiendo con él, en cuanto a que algo le falta a Flores 

“Cada tango es... una descripción de alguien hecha con trazo magistral pero falta un impulso trascendente, una efusión de más neta intimidad... falta el toque o el tono lírico.”  

Creemos que un estudio detenido de la letrística de Flores pone por lo menos en duda esta afirmación, pero no es materia de estas páginas.

Para Gobello, por su parte Flores es “un chiquilín medio modosito que leía a los poetas románticos y a los poetas modernistas; que los sábados  domingos milongueaba en La Chinche Celeste, de Villa Crespo, un chiquilín educadito como una niña, que no mataba una mosca, como quien dice, no se conduele del drama, real o en potencia.  Lo contempla sobradoramente, con esa mirada cargada de suficiencia, habitual en el porteño, que siempre cree estar de vuelta de todo <…> aunque todavía no haya sacado boleto de ida. 

<…>  La originalidad de Flores no estriba … en el uso del apóstrofe, ni siquiera en el tono coloquial, conversacional de su poesía.  Más conversacional que “Flor de fango”, de Contursi, no hay nada.  La originalidad de Flores estriba en que “Margot” y “Mano a mano” son intentos precoces y muy afortunados de secar las lágrimas del tango.  Por supuesto, Flores secó las lágrimas, pero no atrofió los lagrimales, y el tango siguió llorando durante muchos años y llora todavía, aunque su llanto interese cada vez menos.

La actitud antilacrimal le dura poco a Flores.  El tono canchereado se le apaga enseguida.  Si el tango se hubiera plegado a Flores, la letra del tango habría cambiado. Pero fue Flores el que se plegó al tango. <…>  en “La mariposa” ya anda gimiendo  “y tu traición me sume en amargo llanto”

Dice también Idea Vilariño, refiriéndose a la metáfora pero también al lenguaje del ciudadano común:  

“Con <Pascual Contursi> se empieza a aplicar el padrón luego tradicional del tango, relato de los hechos, estados de ánimo, desarrollo de una trama argumental. Celedonio agrega otros matices, el lunfardo es más apropiado, el agravio no excede lo irónico y, sobre todo, va intercalando con naturalidad frases laterales que resultan terminantes para definir personajes y situaciones… “como juega el gato maula con el mísero ratón”… “amargado, pobre y flaco como perro de botón”…,… “te viniste para abajo como funyi de italiano”…,… “vos que sos más estirado que tejido de fiambrera”…,… “has rodao como potranca que la pechan en el codo”… y algunas más.  En las frases mencionadas figura la palabra como o más indicando una similitud, una forma de expresión usada por el ciudadano común rioplatense.

Agregaríamos, por ejemplo: “se dio juego de pileta y hubo que echarse a nadar”.

La militancia de Celedonio pasaba por el uso del lunfardo no como ejercicio pedante sino como reflejo del habla popular.

Dice Julio Nudler en Todotango.com

“Sus tangos, muchas veces sentenciosos y moralizantes, con magistrales descripciones de sus personajes, recurrían abundantemente al lunfardo, el argot local.”

El lo explicaba así:

Musa rea

 
No tengo el berretín de ser un bardo
chamuyador letrao, ni de spamento.
Yo escribo humildemente lo que siento
y pa escribir mejor, lo hago en lunfardo.
 
Yo no le canto al perfumado nardo
ni al constelado azul del firmamento
yo busco en el suburbio sentimiento;
¡pa cantarle a una flor le canto al cardo!
 
Y porque embroco la emoción que emana
del suburbio tristón, de la bacana,
del tango candombero y cadencioso,
 
surge a torrentes mi mistonga musa:
¡es que yo tengo un alma rantifusa
bajo esta pinta de bacán lustroso!

La incorporación que hace Celedonio de términos del lunfardo en sus letras tangueras es una parte indivisible de su creación de mundos a través fundamentalmente de personajes.

No son términos que usemos siempre al hablar, pero casi todos los entendemos, y usarlos en lugar del término castizo correspondiente le da un matiz –arrabalero- a lo que se quiere expresar, a saber, por ejemplo todos estos tomados de letras de Celedonio:

amurar; apronte; atorrar; avería; bacán; bataclana; botija; botón; bufoso; bulín; cajetilla; canguela; carpeta; catrera; convento/conventillo; cotorro; chabón; chitrula; deschavar; diquera; encamotado; engrupir; fanguyos; fulero; funyi; gigoló; junar; laburar; lambetear; leones (por pantalones); manyar; marroco; menga; mina; mishé; mishiadura, mistongo; pebetes; pelandruna; peleche; purrete; rana; rante; rechiflado; taquero;

Los pesonajes del arrabal que refleja y crea Celedonio, y que hablan así, son, entre otros:

          el bacán; el botón; el cajetilla; el curdela; el gigoló; el guapo; el mishé;           el muchacho rana; el pibe/ pebete/ purrete; el viejo; y la bataclana; la           botija linda; la milonga fina, la milonguita; la mina; la papusa; la viejita;           las franchutas; Margot

Los lugares –fundamentalmente el bulín/cotorro, pero también las esquinas- son más bien escenarios para las historias de esos personajes que evocados en sí mismos.

Hay letras de Celedonio en las que el lunfardo predomina deliberadamente, como la milonga “Apronte”, en que esa forma de hablar se convierte en actitud expresa del hablante.  Pero en general el lunfardo aparece en alguna estrofa para dejar lugar luego a un lenguaje más llano, y eso hace a una especie de pasaje de un tono más neutro a otro más íntimo, que, a mi entender, desmiente la apreciación de que Celedonio no alcanzaba profundidad dramática en sus letras.

Como ejemplos de esa introducción “controlada” del lunfardo véanse las letras de La Mariposa, El bulín de la calle Ayacucho, Muchacho, o Viejo smoking

Hay una observación que hace Gobello en relación con la forma de incorporarse el lunfardo en la letra del tango más allá del léxico que creemos ilumina algo que está ya en Celedonio y que luego sigue presente aún en los autores que no recurren a ese vocabulario. Dice Gobello:

Para que una composición literaria tenga sabor lunfardo, a veces no es necesario siquiera el ingrediente del léxico. El tema, y el modo de encararlo, son lo fundamental. Hay, sí, un léxico lunfardo; pero también hay un aire lunfardo.

Dice también Gobello:

“…si es cierto que Mi noche triste inauguró una desdichada época lacrimógena del tango (con claros antecedentes en Carriego y en los payadores urbanos), también es verdad que salvó al lunfardo del destino caricaturesco a que parecía haberlo confiando el sainete.”

Volviendo a Celedonio, un repertorio no exhaustivo de sus letras a examinar y disfrutar bajo esa luz puede ser:

Audacia
Beba
Botija linda
Corrientes y Esmeralda
Cuando me entrés a fallar
El bulín de la calle
Ayacucho
 
La mariposa
La musa mistonga
Lloró como una mujer
Mala entraña
Mano a mano
Margot
Mentira
Milonga fina
 
Muchacho
Pan
Por qué canto así
Por seguidora y por fiel
Sentencia
Si se salva el pibe
Te odio
Tengo miedo
Viejo smoking

La censura que del lunfardo hizo la Dirección de Radiocomunicaciones, después del golpe de estado de 1943, afectó a Celedonio.

Cuando murió, amargado, llevaba ya cuatro años la imposición de esta censura.

Cuenta Barrella:

“Uno de los hechos trascendentes de la época es la disposición de la Dirección de Radiocomunicaciones que obliga a depurar, hasta la más profunda raíz del idioma, la letra de las canciones a emitir por radio. Se procura destruir el lunfardo, la expresión chabacana, los vocablos al revés y toda deformación de la lengua castellana.

Las emisoras tratan de no hacer un cambio brusco, notorio, para cumplir con la disposición. En ese sentido, autores e intérpretes son advertidos de que no deben utilizar términos incorrectos, invitándolos a modificarlos por los académicos. Cuando un simple cambio de vocablo permite la propalación radial, el intérprete soluciona la situación.  Por ejemplo en “Mentira” y “El bulín de la calle Ayacucho” ambas letras de Celedonio Flores ‘Vos sabés que fuiste para mí’ pasa a ‘Ya sabrás que fuiste para mí’  y <en el otro> ‘El cuartito en la calle Ayacucho que en mis tiempos de mozo alquilaba’ Otras veces, como en “Mano a mano”, el cambio no resulta tan sencillo y es el propio Celedonio quien ajusta la letra a términos aceptados… “Resignado en mi tristeza, te recuerdo y veo que has sido en mi existencia azarosa sólo una buena mujer” y “el dinero de tu amigo lo derrochas en placeres como juega el vil felino con el mísero roedor”

¡Cómo para no amargarse! Pero afortunadamente la memoria colectiva, de la mano de la preferencia de los cantantes, retomó los textos originales.

Y he aquí, dentro de esa nueva forma de ver el mundo que lo rodeaba desde la poesía,  una visión de las mujeres que aporta Celedonio que, aún en toda su ironía, parece más moderna y real que muchas otras en el impecable final.

Cuando llegue aquel día

Un cotorro coqueto en un barrio apartado
donde engrupa al Invierno la caricia solar,
y en Verano nos brinde su racimo rosado
en el medio del patio el parral familiar.

El bulín donde nunca falte un ramo de rosas
y un deseo constante de gozar y vivir...
Un chamuyo sencillo pa' batir muchas cosas
y otro alegre y chispeante que nos haga reír.

De una linda pebeta el cariño primero
que no sepa ni medio de cuestiones de Amor...
El amor inocente, francamente sincero
de una pebeta linda como un durazno en flor. 

La bohemia sensible de otra alma gemela
que se una a la mía en un hondo querer,
que le gusten los pibes cuando van a la escuela
y se apene conmigo en un atardecer.

 Que de noche, al regreso de la diaria faena
donde tan duramente me rebusco el bullón,
con un beso en la boca le dé el opio a una pena
si una pena me talla dentro del corazón.

Y si un día notara, que irremediablemente,
por sus sueños no soy...
Que me diga al besarme
con dulzura en la frente:
"Mirá, viejo, me aburro,
perdoname, me voy".

 

HOMERO

En 1925 el joven Homero Manzi –de 14 años- presentó una letra llamada “El ciego del violín” a un concurso de la revista “El alma que canta”. Un año después Sebastián Piana y/ o Cátulo Castillo (hay versiones encontradas) le pusieron música y le cambiaron el nombre por el de 

Viejo ciego

Con un lazarillo llegás por las noches
trayendo las quejas del viejo violín,
y en medio del humo
parece un fantoche
tu rara silueta
de flaco rocín.

Puntual parroquiano tan viejo y tan ciego
al ir destrenzando tu eterna canción,
ponés en las almas
recuerdos añejos
y un poco de pena mezclás al alcohol.

El día en que se apaguen tus tangos quejumbrosos
tendrá crespones de humo la luz del callejón
y habrá en los naipes sucios un sello misterioso
y habrá en las almas simples un poco de emoción.

El día en que no se oiga la voz de tu instrumento
cuando dejés los huesos debajo de un portal,
los bardos jubilados sin falso sentimiento
con una canzonetta te harán el funeral. 

Parecés un verso
del loco Carriego.
Parecés el alma del mismo violín.
Puntual parroquiano tan viejo y tan ciego
tan lleno de pena, tan lleno de spleen.

Cuando oigo tus notas me invade el recuerdo
de aquella muchacha
de tiempos atrás,
a ver, viejo ciego, tocá un tango lerdo,
muy lerdo y muy triste que quiero llorar.

Lo estrenó Roberto Fugazot en una pieza teatral de Ivo Pelay.

Ese poeta, otro hijo del “loco Carriego”, Homero Manzione, formaba parte del grupo de “estudiantes de alpargatas” que desfilaban por la calle Florida en 1930 para establecer la diferencia entre su calzado y el de los golpistas de Uriburu.  Homero fue un militante político y su actitud ante la poesía fue militante: él no escribía poesías, escribía letras de tango.

Una temprana excepción es este poema que se conserva de su etapa estudiantil, cuando en 1930, lideró a punta de pistola la ocupación de la Facultad de Derecho en repudio al golpe militar del 6 de septiembre que derrocó a Hipólito Yrigoyen, lo que le valió la expulsión de dicha facultad.

42 versos a la Facultad de Derecho

La Facultad de Derecho es una casa vieja.
La trajeron -pretendo- de Lovaina o de Lieja
en una tarde fría y otoñal,
y en la ciudad ruidosa fue un asombro ojival.
En su torre, doliente como un sueño inconcluso,
dialogaron sus noches porteñas y los vientos
con silbidos de jarcias y con lamentos
de gatos lunáticos y confusos.
Una luna porteña, que remontó en la esquina,
barrilete nocturno de arrabal,
caloteó dos palomas en Puente Alsina
y las tiró por su ventanal.
Palomas proletarias
que hicieron nido con sus ladrillos,
igual que en los tejados de las aldeas,
igual que en la techumbre del conventillo.
Y la extranjera consistorial
ensayó un paso en la cuerda floja de la emoción,
cuando la plateada galleta marinera
con corazón de pan
le tiró las monedas de su amor,
y en la resurrección sensiblera le brotó un corazón
que en sístoles de huelgas
y en diástoles de gritas
efectúa la cardíaca revolución.
Corazón que practica
la leyenda hipocrática de dormir a la izquierda,
hecho con las estrías de cien muchachos locos
que sueñan con la paz
y que hacen la simbiosis
-pampeanamente rara-
de Yrigoyen y Marx.
Pero está cerca el día de los tejados muertos,
el día de la buena ración,
cuando se vuelen las palomas
y se detenga el corazón.
Entonces esa luna de arrabal
se quedará en el cielo del almacén,
y la extranjera consistorial
volverá a ser un asombro municipal.
Que así no sea.
Amén.

Jauretche, su compañero de luchas políticas en FORJA, dijo de él que:

“arrojando por la ventana la gloria que deslumbra a los que buscan la consagración literaria”, prefirió a ser hombre de letras, hacer letras para los hombres”

Si bien fue contemporáneo de Celedonio (que nació 11 años  y murió 4 años antes que Homero), y tan constructor del mundo del arrabal como aquél, sus poesías hechas letras tienen rasgos que la diferencian de la de Celedonio, pero se percibe la continuidad.  Quizás influya en esto un elemento cronológico: la mayoría de las mejores letras de Homero son ya de la década del 40, las de Celedonio del 28-29-30.

Si Celedonio fue el poeta que con ojo moralizante pintó personajes del arrabal, las letras de Homero, en palabras de Nudler 

“no ofrecen crónicas de la realidad social ni imparten consignas morales. Sus versos suelen estar llenos de nostalgia, como el tango mismo”“

Es con este Homero que llega a su punto más alto la actitud evocativa del arrabal porteño que caracteriza a la letra del tango.  Para Gobello  es

“el mayor de nuestros poetas menores”.  “Manzi es, primordialmente, un poeta elegíaco y sus méritos mayores son los de haber logrado un lirismo mesurado y viril y haber expresado la nostalgia de los porteños” 

Manzi ejerció el periodismo y la cátedra, trabajó mucho en el cine pero lo caracterizó además su militancia política, que comenzó como radical pero concluyó con su adhesión al peronismo.  No fue nunca afiliado al Partido Justicialista pero dijo en 1947:

"Perón es el reconductor de la obra inconclusa de Yrigoyen. Mientras siga siendo así, nosotros continuaremos creyéndole, seremos solidarios con la causa de su revolución que es esencialmente nuestra propia causa. Nosotros no somos ni oficialistas ni opositores: somos revolucionarios”

Se da entonces en la lectura de la crítica sobre la poesía de este Homero un sesgo politizante  –basta con repasar los artículos aparecidos en ocasión de los 100 años de su muerte en 2007.

Dice por ejemplo Jara:

“nada se hallaba más lejos del pensamiento de Manzi que esta caracterización que hace el Dr. Alposta < en su prólogo a la obra de Manzi “Poemas, Prosas y Cuentos cortos”, Corregidor, 1997>: “los poetas son criaturas, lo que es más que ser hombres, pues nos ponen en contacto con la creación. Ser poeta es ser shusheta por dentro”. ¿Manzi “shusheta por dentro”?  <…>  ¿Él que durante toda su vida batalló contra lo que llamaba “una civilización literaturizada, alejada del calor y de la vitalidad popular”? ¿Él que admiraba en González Castillo“ese ángulo de estética criolla” aprendido en“la adolescente amistad con las guitarras” y en“las plataformas abigarradas de los tranvías que atravesaban el ocaso” 

La discrepancia de Jara con Alposta llega al enojo porque Alposta sostiene que las dos pasiones de Manzi eran el cine y la política y Jara proclama que la política era su única pasión.

Pero volviendo a su poesía tanguera, que no sabemos si alguien la define como su pasión pero es lo que de él más amamos, y ella no es de tono social y político sino elegíaco,

Idea Vilariño pone el acento en la amplitud de llegada que tenía la producción de Homero que

“llegaba así a toda la gente, especialmente a aquella que nunca leerían un poema porque le resulta ininteligible, como a otros el lunfardo, etc.”  todo lo cual tiende a verificar el singular equilibrio de sus creaciones y su tendencia a gozar de una consideración universal favorable.

o

“Es la obra de un hombre fino y sensible, de un buen escritor, de un poeta, pero es poesía comunicante, popular porque alcanza a todos, poesía que no necesita recurrir a lunfardismos porque un lenguaje claro y depurado le alcanza para evocar, para transmitir la honda vivencia del arrabal y de sus fantasmas, que no necesita, no busca asustar al buen burgués ni deslumbrar ni emular a los intelectuales con vanguardismos trasnochados o con una carga de metáforas que pudiera alejar a su destinatario natural: la gente.”

La misma Vilariño cita a Noemí Ulla:

“Manzi se acerca al arrabal con una nueva mirada revisionista, depurada de clisés establecidos por letras del tango anterior, pero no desprovisto de nostalgia.” 

Sigue Idea Vilariño: 

De lenguaje claro y depurado, ajeno a formas de lunfardismo que cierto público rechaza, supo describir igual el mundo de la orilla, y, utilizando metáforas de mucho encanto pero sin rebasar el nivel fácil de comprensión que gran parte del público exige, alcanzó una categoría de superioridad que le ha sido reconocida

Sobre la ubicación de Homero con respecto a las preferencias de la época en materia de poesía dice Jara, con característica saña:

Manzi advino al mundo de la creación poética cuando aún predominaba el movimiento modernista de Rubén Darío (éste sí “shusheta por dentro”) que cubrió con suntuosos decorados versallescos su afán evasivo de la ruda realidad latinoamericana. El joven Homero bebió también inevitablemente de esa fuente (sobre todo en sus mejores veneros de renovación literaria) pero más lo hizo en el charquito suburbano al que iban a beber “agua de luna” los perros que cantó Evaristo Carriego (el de “La canción del barrio”), un poco menos en la poesía vibrante y lacerada de Almafuerte, y mucho más en el canto humilde de los payadores, que eran los poetas populares de la época: Betinoti, Gabino, Curlando, los anarcos Martín Castro y Luis Acosta García.

Quizás una de las formas en que perviva Carriego en la memoria popular sea a través de este otro homenaje de Homero, este ya de 1949:

El último organito

Las ruedas embarradas del último organito
vendrán desde la tarde buscando el arrabal,
con un caballo flaco, un rengo y un monito
y un coro de muchachas vestidas de percal.

Con pasos apagados, elegirá la esquina
donde se mezclen luces de luna y almacén
para que bailen valses detrás de la hornacina
la pálida marquesa y el pálido marqués.

El último organito irá de puerta en puerta
hasta encontrar la casa de la vecina muerta
de la vecina aquella que se cansó de amar;
y allí molerá tangos para que llore el ciego
el ciego inconsolable del verso de Carriego,
que fuma, fuma y fuma sentado en el umbral.

Tendrá una caja blanca, el último organito
y el asma del otoño sacudirá su son
y adornarán sus tablas cabezas de angelitos
y el eco de su piano será como un adiós.

Saludarán su ausencia las novias encerradas,
abriendo las persianas detrás de su canción
y el último organito se perderá en la nada
y el alma del suburbio se quedará sin voz.

El último organito irá de puerta en puerta
hasta encontrar la casa de la vecina muerta,
de la vecina aquella que se cansó de amar;
y allí molerá tangos para que llore el ciego,
el ciego inconsolable del verso de Carriego
que fuma, fuma y fuma sentado en el umbral.
 

Vale la pena señalar que, ya en la década del 40, la materia de la poesía de Homero ya no fue sólo la evocación del arrabal sino, como lo señala Nudler en Todotango.com:

Otra vertiente particular en la obra de Manzi fue su mimetización con la fiebre romántica que contrajo el tango en los años '40, tendencia a la que legó piezas de extraordinario valor, como "Fruta amarga", "Torrente", "Después", "Ninguna" o "Fuimos". <que queda>
instalado como un paradigma del tango elaborado y estéticamente ambicioso.

Una vez más, vaya un repertorio no exhaustivo de letras de Homero para examinar y disfrutar.  Puede agruparse fácilmente en dos: los evocadores del paisaje del arrabal –incluyendo el “barrio del tambor”, y los de la “fiebre romántica” que distingue Nudler.

Entre los evocadores incluiríamos:

Arrabal
Así es el tango
Bandoneón amigo
Barrio de tango
Betinotti
Che bandoneón
Discepolín
El pescante
El último organito
Esquinas porteñas
Malena
Manoblanca
Mañana zarpa un barco
Mariana
Milonga del 1900
Milonga sentimental
Negra María
Ninguna
Oro y plata
Papá Baltasar
Pena mulata
Romance de barrio
Viejo ciego

En esas letras de Homero, en paralelismo inverso con las de Celedonio, el paisaje del arrabal es el protagonista, y los personajes se agregan como uno más de los elementos que lo definen.:  “un organito, un rengo, una esquina, un boliche y una muchachada.”

Entre las letras “románticas”:

Abandono
De barro
Desde el alma
Después
Ensueño
Fruta amarga
Fueye
Fuimos
Gota de lluvia
Horizontes
Luna
Milonga triste
Parece mentira
Romántica
Tal vez será su voz
Torrente
Tu pálida voz
Una lágrima tuya

Homero no recurrió al lunfardo para pintar su arrabal. Sin embargo el lenguaje que usa es reflejo del popular, pero retomado, visto desde el hoy, con nostalgia. Un caso difícil de clasificar es “Monte criollo” que no describe un ambiente geográfico sino un submundo, el de la timba. Y allí sí hay lunfardo:  “en su embroque tu ternura palpité”; “me mandé mi resto en cope”…

Es la fuerza poética de Homero la que hace que cuando escuchamos letras como “Sur”, “El pescante”, “Malena” nos parezca reconocer el paisaje urbano de aquel tiempo: “tu oscuro balcón, tu antiguo jardín”; “paredón y después … una luz de almacén” “riachuelo donde sangra la voz del bandoneón” “callecitas sombreadas de poesía” “mariposa de alas negras volando en el callejón”

Él, que no quería escribir poesía, cuando lo hizo, lo hizo como antipoesía pero ubicándola porfiadamente en el arrabal, como en este poema, no publicado en vida:

Rosedal

Rosedal,
paisaje de peluquería
cursi como una pérgola
o como un paquete de masas con cinta azul y blanca.
Tal vez por eso mi aventura infantil te despreció inclemente
y con los malandrines prefería las arcadas del puente
donde pernoctan vagos filosóficamente.
Yo, cabalgando un Ford modelo antiguo
hacía ruborizar tus rosedales,
pero tus mujeres te vengaban por encima del hombro,

Rosedal,
con banquitos eunucos pintados de merengue,
donde posan seguras las nalgas
tres vírgenes largas
porque siempre son tres las fiacuchas incontaminadas.
Yo de puro atorrante
te pondría faroles
y casitas de lata
y zaguanes oscuros con humedad de besos
y perfumes de albahaca.
Y en tus calles planchadas al rodillo
pondría un organito, un rengo,
una esquina
un boliche y una muchachada.
Rosedal,
Parnaso decadente
donde duermen las musas
cien veces benditas de los intendentes.

Cada vez que contemplo tu lago
sarcófago de fetos y de un descuartizado
siento unas ganas locas de adornarlo con tachos
latones
botas viejas
con una cama jaula
con una escupidera
igual que en los fangales de Pompeya

Aquí también hay lunfardo: malandrines, fiacuchas, atorrante, boliche, escupidera. Pero es el lunfardo que ya se coló en el habla y se entreteje con el español casi sin que nos demos cuenta, en ese proceso de naturalización que es el de la evolución de la lengua.

Conclusión

A modo de lacónica conclusión a este trabajo:

Creemos haber hilado una serie de opiniones propias y ajenas que apuntan a que, en la creación de un mundo, de una poética propia en diálogo con la literatura universal, en el hálito evocativo que construye el mito de la identidad, en el amasar del lenguaje que nos constituye, estuvieron y están juntos Georgie, Evaristo, Celedonio, Homero y los demás.

Aquel arrabal que no conocimos, del que quedan rastros en los conventillos tugurizados, en los álbumes familiares, en los tangos que oímos y cantamos, en cierta filosofía de vida… no está en los libros de historia, que en general se limitan a aportar cifras sobre la cantidad de inmigrantes, o a examinar un aspecto social como el del mundo de la prostitución, o la ubicación de los saladeros, datos que son necesarios pero no suficientes. Está, sí, en nuestra memoria fundacional tal como lo crearon, entre otros, Georgie, Evaristo, Celedonio y Homero.

Ellos asumieron la creación de ese arrabal, al buscar una poesía que se pareciera a lo que veían e imaginaban en torno de ellos, que no eran arrabaleros, un lenguaje para esa poesía que fuera el de este nuevo rincón del mundo, una mirada evocadora que inaugurara el necesario amor por los ancestros para una sociedad en creación.

En todos ellos la poesía fue más allá de lo meramente literario, fue un hálito que, pareciéndose a la vida, creó para nosotros una tradición, un arrabal poblado por organitos y costureras, donde imaginamos vivos a nuestros abuelos para seguir llevándolos con nosotros.
 

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