El olor de tu sexo en mis dedos dura más
que el Must de Cartier
Peri Rossi, Cristina.
Estrategias del deseo.
En Poesía reunida.
Barcelona. Lumen, 2005.
(a partir de ahora se nombrará ED.)
Breve epígrafe hemos elegido para comenzar este
trabajo, un poema condensado, sintético, que realza el placer de lo
olfativo, sugiriendo texturas, que relaciona la sensación del
fluido vaginal y esa fragancia creada en 1981 por Cartier, compuesta
de gálbano, jazmín y vainilla. Esta comparación, referencial, no
pierde su potencia connotativa, privilegia la corporalidad sobre el
refinamiento, denota también una práctica sexual específica.
Consideramos que esta marca de corporalidad intensa, de explícita
referencia sexual, no críptica, es característica de su escritura: “No
he amado las almas, es verdad,/sus pequeñas miserias/sus rencores,
sus venganzas/sus odios su soberbia/en cambio he amado
generosamente/algunos cuerpos” (ED 795), declara la
autora/yo lírico, ya desde
su madurez. Desde la publicación de su primer libro de poemas,
Evohé (1971), la escritora uruguaya Cristina Peri Rossi,
nacida en
Montevideo en 1941 y posteriormente radicada en Barcelona desde
el año 1972, donde prosigue una fecunda y reconocida carrera
literaria, ha mostrado con ostensión el homoerotismo. Pero en
Estrategias del deseo, del año 2004, su posición fuera
del closet nos resulta menos espectacular,
coincidiendo con una intensa participación en el campo literario
internacional de conferencias y actividades que la vinculan con una
presentación de sí abierta y progresivamente
lesbiana.
Decimos “menos espectacular” porque ya la aceptación,
y también la moda, disminuyen el efecto de su voz autoproclamante.
Su escritura ya se había apropiado de un imaginario lesbiano
generacional, en una obra poética, narrativa y ensayística con
transparencia e intensidad, empleando procedimientos paródicos.
Entre ellos, una notoria virilización como investidura desde el
lugar de enunciación. En Estrategias del deseo, en cambio,
parece instalarse una mirada más
homogénea, y postrera en la construcción de género. ¿Su salida
abierta del closet ha generado uno nuevo? ¿A qué se debe la
atenuación del efecto paródico en su texto?
Desde la historicidad tomemos primeramente el cruce
entre el feminismo lesbiano, idea que predomina en los años
70 y el lesbianismo postmoderno, a partir de los 80, con los
juegos de roles, la parodización, el s/m, que ha dado lugar a un
debate sobre la construcción de la identidad de este grupo.
Este debate ha debido iluminar la
obra de Peri Rossi.
La posibilidad de parodizar y jugar con el
género se enfrenta y
cuestiona los esencialismos, estratégicos o no, considerándolos
tentativas de crear categorías reproduciendo operaciones de poder.
La propia Judith Butler, al comenzar su trabajo “Imitación e
insubordinación de género”, refiere su imposibilidad de definición
en torno al “ser” lesbiana.
La salida del closet a una categoría parece
homogeneizar un mundo de objetos sexuales y prácticas. ¿Qué peligros
entraña la categorización? En el campo de la
literatura, y el
consiguiente proceso de simbolización y metaforización que la
obra
de arte plantea, estas concepciones se hibridan en un mecanismo
altamente complejo de entrecruzamiento de mandatos, entre la voz de
la poeta y su campo simbólico.
La salida del closet
¿Será
posible que aquí también/entre falsos pelirrojos/y lesbianas sin
pareja/te sientas otra vez una extranjera? (ED 801).
La noción de extranjería aquí expuesta parece referir
a esa imposibilidad de identificación total con una imagen, de
clausura, a esa huída de sentido inapresable, que aparece “otra
vez”. Traemos el concepto de closet, desarrollado por Kosofsky
Sedwick, como “práctica encubierta de la homosexualidad” (Sedwick
53),
todas aquellas acciones y dichos que difuminan la orientación sexual
homoerótica practicante. La figura del closet no es unitaria; como
metáfora bachelariana implica segmentaciones y ámbitos, donde se
entra o se sale en cuestiones de visibilidad, por lo tanto son
varias los estantes de ese closet imaginario, que automatiza
respuestas y actitudes tipo en cada ámbito: familiar heterosexual,
laboral, público y privado.
¿Qué se extraña del closet, o que
imposibilidad de definirse surge una vez que se hace consciencia de
la fluidez de la identidad? El sujeto es construido mediante
prácticas, como conjunto de hábitos de solapamiento que, en este
caso, creen encubrir la orientación sexual a los ojos del propio
sujeto, más que de sus interlocutores, que lo “suponen”. ¿Se siente
libre quién sale del closet? O, como señala Judith Butler, ¿se siente
una sujeción, más insidiosa tal vez? ¿La sexualidad de cualquier tipo
requiere de una opacidad designada por lo no consciente? Pero nos
preguntamos, tomando las palabras de Butler y refiriéndonos a la
clave sexual del epígrafe elegido: ¿Qué es lo que tienen en común
las lesbianas, si algo tienen en común?”.
Una comunidad de prácticas encubiertas designa una
franja de reconocimiento. Así el siguiente poema de Peri Rossi habla
en una clave sexual lesbiana, pero de factura más poética ahora: “Tu
sexo es un panal/donde mil abejas laboriosas/liban una miel que se
me queda entre los dedos” (ED 790). Si aplicamos la
reducción, y por tanto hay algo que se excluye, eso mismo desbarata
luego la ilusión de coherencia. ¿Allí se produce el nuevo closet? El
aplazamiento, en el sentido derrideano, de la revelación de ‘lo
gay’, producido por el acto mismo de ‘hacerse visible’, sería
valioso por devenir productivo, no permitir el control, ni la
creación de una categoría objeto de regulación. “Si la sexualidad
debe ser revelada, ¿cuál va a ser la verdadera determinación de su
significado: la estructura de la fantasía, el acto, el orificio, el
género, la anatomía?”(2000, 92), se pregunta Butler.
Sin embargo, los resabios de las modalidades de
identificación del grupo persisten. Resaltemos, en este punto, la
síntesis de Sedwick sobre las mismas: desde una visión que acepta a
un núcleo de personas verdaderamente gays hasta la visión
universalizadora de un
deseo que disuelve las identidades, la
sexualidad localizada que mencionaba Proust, que va más allá del
objeto de deseo para expresar un impulso poderoso. En el esquema
binario, una perspectiva generalizadora está ligada con la
minorizadora. En esa “farsa sin respiro”, deseo de lo opuesto,
colocación en el “lugar” masculino, en este tropo de la inversión
las lesbianas se acercaron a los hombres gay o heterosexuales. En
el separatismo de
género, en cambio, como segunda opción
comprensiva, se coloca a cada
género en su mismo grupo, de acuerdo
a la supuesta versión natural de éstos, entendiendo que una lesbiana
primero es mujer. Con esta visión las lesbianas han buscado la
identificación con las heterosexuales, como modelo del continuum
lesbiano de Adrianne Rich. Así, más acorde a la primera posición,
Peri Rossi había utilizado los procedimientos paródicos virilizantes
en su novela Solitario de amor (1988), pero ahora se ha
deslizado a una economía erótica más fluida y homogénea, a la vez
más conciente de la disolución y el final.
El procedimiento paródico
de masculinización se ha suavizado: “Amaneció lloviendo en
Barcelona/-ciudad de aguas escasas-/Hilos transparentes / agujas de
araña/se descolgaban lentamente./Sostuve el cielo con las manos/con
los sueños con el pensamiento. / Una oración/una pequeña súplica / una
demanda: / que las aguas no se detuvieran / hasta tu llegada / para flotar
contigo en el diluvio (ED, “Deseo”, 783).
La parodia vaciada
La pregunta que me atormentaba a los seis años ‘¿por qué soy yo y no
cualquier otra?’
sigue sin respuesta
muchos años después.
Sólo que en ese tiempo
a
menudo he sido otro
otra
sin necesidad de ir a Casablanca
a cambiar de
sexo(…) (ED 781).
“Otro/otra” son los términos binarios
en que se maneja el texto, con predominio de la base material del
cuerpo femenino, aceptación de una marca corporal. Algunas
críticas, como Amy Kaminsky,
Parizad Tamara Dejbord,
se han referido a la negativa a establecer una política estable de
identificación lesbiana de Peri Rossi en una etapa de su vida. Dice
al respecto la propia autora: “Utilizo el femenino o masculino según
el efecto que me interese despertar en el lector, para provocarlo
(...) Querer ser hombre, o querer ser mujer, o querer ser
homosexual, siempre es neurótico y lo es porque crea una tensión
entre la multiplicidad del ser y las exigencias sociales (…) es
siempre una simplificación, una reducción”.
Para dar coherencia y estabilidad lesbiana se
sacrifica al control la fantasía: “Sólo los tontos o los
excesivamente racionales (...) se preguntarían por qué una mujer
hermosa (...) elige a una mujer disfrazada de hombre para hacer el
amor (...) ese hombre falso (...) nunca será un verdadero hombre, la
seduce a partir de lo imaginario. (...) La ficción de ser otro, de
elegir el sexo como se elige el color del vestido”.
En este sentido para Peri Rossi la noción de desplazamiento en el
imaginario se materializa en superposición de figuras e intercambio
de funciones, dentro de la regla.
Parece importante, en esta línea del pensamiento de
lo binario, agregar la noción de jerarquía implícita, visualizar la
idea adquirida del homoerotismo como mala
copia de un original,
fenómeno que la construcción homofóbica ha sostenido ya que implica
devaluación de la copia. Se parodia algo,
un supuesto “original”, la figura remite a una obra seria que se
derroca.
Jameson relaciona el advenimiento del pastiche con la desaparición
del sujeto individual, y lo distingue de la parodia.
El pastiche releva a la parodia, deja caer su
hilaridad, es parodia vacía, neutra. Allí se pierde, a nuestro
criterio, el efecto triunfante de la imitación de Peri Rossi, para
dar lugar a otro espacio escritural, más neutro, o sombrío.
Si la idea de lesbiana se construye entonces como una
imitación de algo llamado masculino, su razón es la elección
femenina de objeto de deseo.
¿Se ama a “las mujeres” o a “algunas
mujeres”? El travestismo, más ostentoso a la recepción
normalizada, adquiere la misma estructura de personificación que
cualquier género. La identidad heterosexual está también construida
por un ideal performático de persecución de un ideal y su fracaso,
porque la repetición de ese ideal entraña una fuga en su
consecución. Vale decir que la reproducción de ideales fantaseados
de masculinidad y feminidad constituyen la base de la matriz
heterosexual a través de prácticas sociales repetitivas que crean la
illusio de naturalidad. Si fracasa la repetición o si ese
ejercicio es utilizado como fin distinto, se constituye en
repetición subversiva.
En ese sentido hay que entender que la
butch y la femme como modelos lesbianos no imitan lo
masculino y femenino como esencia, sino que subvierten la noción
misma de imitación. ¿Qué diferencia se establece entre esa parodia
intencional y la otra, la que no conscientemente utiliza el mismo
procedimiento que la heterosexualidad pero en busca de un ideal
imposible? Así la butch, y el
yo lírico masculino utilizado
anteriormente por Peri Rossi.
En esa mimesis psíquica, Butler
desarrolla argumentos sobre el falo lesbiano: “cuando el falo es
lesbiano, es y no es una figura masculinista de poder; el
significante está significativamente escindido, porque recuerda y
desplaza el masculinismo que lo impulsa”. Promueve una crisis, ya que difiere la escisión entre
identificación y deseo como dos formas de recobrar los objetos
amados perdidos: querer tener a alguien o querer ser ese alguien.
Cuando ambos coexisten y difuminan sus límites, lo borroso del sexo
prolifera y si deja caer el combate, se transforma en pastiche.
Si
la práctica precede a la identidad, donde el sujeto está
originalmente constituido con otro, se construye con esos otros y
mantiene la promesa de alteridad. El significado se aplaza, se
difiere,
y desplaza, de los lugares establecidos constituyendo un acto
parodial que habilita la operación generadora de una fluidez de
identidades, permite la proliferación.
La parodia de la vestida masculina se resignifica al
“normalizarse” fuera del closet, pierde su potencial
transgresor, pero también puede constituirse en estrategia de esa
fuerza significante del
deseo, con conciencia de imposibilidad. Así
se forja una nueva opacidad:
“Las palabras no pueden decir la verdad/ la verdad no
es decible/ la verdad no es lenguaje hablado/ la verdad no es un
dicho/ la verdad no es un relato/en el diván del psicoanalista/ o en
las páginas de un libro./ Considera, pues, todo lo que hemos hablado
tú y yo (…) sólo como seducción/ en el mismo lugar/que las medias
negras/ y el liguero de encaje:/ estrategias del deseo.”(ED
771).
Significantes intentando en vano cercar un centro velado o
vacío, trasladando una
fuerza deseante que se desarrolla en la
temporalidad, sin objeto fijo, como conciencia sí de juego asumido
como tal. Un fenómeno altamente complejo como es la poesía puede
sostener y evitar cualquier clausura, ya sea mediante la “miel que
se me queda entre los dedos” o el “Must de Cartier”.
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