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© 1999 - 2012
Amir Hamed
ISSN 1688-1672

 



SUEÑOS - AUTOBIOGRAFÍA -

Fatamorgana: fruslerías de filibustero (I)*

Andrés Torres Guerrero

La mujer está escribiendo un hechizo o una terrible maldición a aquellos que la persiguen. Los hombres así lo intuyen y presas de terror olvidan su propósito. Tengo conciencia de que estoy soñando y, en el sueño, me pregunto si lo habré leído. Parece un cuento infantil, pero quién nos niega que alguna vez los cuentos infantiles no acaecieron en lo que se llama realidad

... la realidad es la transformación progresiva de los sueños; no hay más mundo que el onírico [1].

A veces lo que sueño creo que es verdad, y lo que me pasa me parece que lo he soñado antes... Además, lo que ha pasado no está escrito en ninguna parte y al fin se olvida. En cambio, lo que está escrito es como
si hubiera pasado siempre [2].

El pasado no vuelve a la conciencia más que en la medida en que puede ayudar a comprender el presente y a prever el futuro: es un esclarecedor de la acción [3] 

Lo que más admiro es lo que he llamado la cantidad hechizada, con la que se logra la sobrenaturaleza, por ejemplo, la visita de Don Quijote a la casa de los duques. Lo que me gusta y sorprende son las inauditas tangencias del mundo de los sentidos, lo que he llamado
la vivencia oblicua... [4].

... el lenguaje oculta o difumina sus significados y se resiste a toda descodificación y en última instancia a toda comprensión, pues toda comprensión posible está
viciada de lenguaje [5]
.

... el sentido se impone a través de un pastiche,
un artificio enigmático [6].

 

Camino (Flâneur interior, huasipungo dandy, cotero bibliográfico), mientras en el iPod suenan algunos temas de Mika, de XXX: MUSIC FROM THINKING XXX, y además piezas de D.J. Spooky en That subliminal kid... y en la maleta, Johann Ludwig Tieck acompañado de Biófilo Panclasta...

Por aquel entonces era recurrente una fantasía que me llevaba horas elaborarla. La situación consistía en lo siguiente: había una compañera de curso, en grado décimo, que me gustaba, y aunque presentía que yo no le era del todo indiferente, jamás le expresé mis sentimientos. Por el contrario, en una clara actitud de estupidez y soberbia, me alejé, demostrándome, y sobre todo “demostrándole”, que ella me era indiferente. Al igual que en la fábula de La zorra y las uvas, “asumí” que “las uvas” estaban verdes; como no pude enfrentar el reto que implicaba hablarle, ni pude concentrarme en el estudio, lo único que intenté fue escapar de ella, del colegio y de todo aquel miedo y miseria que me embargaba. Algunas noches acostumbraba deleitarme escuchando rock; no eran muchos los discos que tenía, pero con esos pocos elaboraba la banda sonora de mi película que podría haberse titulado El desertor, escrita, dirigida, protagonizada y producida por mí. En realidad, más que una película, era un cortometraje de unos diez minutos en el que yo entraba al salón 10-A, interrumpía la clase, saludaba, por supuesto, al profesor y a todos mis compañeros, y les decía que venía a despedirme, ya que esa misma tarde viajaría a Bogotá, para luego radicarme en Helsinki. En ese preciso momento tendría que sonar un piano sugestivo para la ocasión; entonces, mis compañeros, en especial ella, recordarían los momentos estelares que yo les había legado y por los cuales nunca me olvidarían... esa era la manera (in)consciente y, por sobre todo, hiperbólicamente estúpida de procurarme una salida digna de un año escolar que ya lo tenía perdido. A mis catorce años, consideraba que irme a Finlandia era la solución a todos mis problemas.

En aquellos años salíamos a caminar con Ernesto Ágreda por entre calles y memorias. Una de las rutas más acostumbrada era ir hasta la Plaza de Nariño para tomarse algún café en el restaurante Punto Rojo. Ese sitio se constituía en el puerto de casi todas nuestras caminatas. De allí se podía ir hasta la Avenida Idema, pasando por el Zaguán de las Medias, La Biblioteca Leopoldo López Álvarez, el Colegio San Juan Bosco, para luego pasar por un extremo del barrio Navarrete y llegar al Terminal de Transportes. Esos lugares son, y seguirán siendo para mí, senderos que conducen a diferentes tiempos y circunstancias.

Uno de mis recorridos preferidos era caminar por la carrera dieciséis hasta llegar a la esquina de la casa donde vivió el poeta Luis Felipe de la Rosa, para luego subir hacia la iglesia de Santiago. Desde dicho escenario,  precisaba imágenes y recuerdos. Aunque también la luz de la Luna y de neón hacía que los transeúntes y las calles de Pasto adquirieran un cierto tono espectral, como si se estuviera ensoñando.

El colegio San Juan Bosco fue la institución donde Ernesto, Myriam y Jairo Rodríguez cursaron la primaria. Pasar cerca de La Biblioteca Leopoldo López y hablar de ella, eran acciones inmanentes y consustanciales. En dicho Centro Cultural se han formado cerca de tres generaciones. Desde mediados hasta finales de los ochenta muchos tuvimos la oportunidad de escuchar solistas y agrupaciones musicales reconocidas internacionalmente. A principios de los noventa, el ciclo de seminarios, conferencias y recitales inscritos bajo el nombre de Expedición al sur de la poesía fue un propicio escenario para reafirmar el trabajo literario de gente joven que escribía en y desde la intimidad. Allí se dieron cita: Francisco de Atriz, Ernesto Ágreda, Freddy Puentes, Javier Rodrizales, Alberto Bolaños Palacios, Marisol Reyes, Adriana Rosero, Jairo Rodríguez, Nubia Castillo, Arturo Bolaños y algunos integrantes del taller de escritores Awasca. En esas conversaciones se invocaba a Bachelard, Octavio Paz, Blanchot, Bataille, Derrida, Heidegger, Hölderlin, Borges, Mazzoldi, Lautréamont, Edmond Jabès, Artaud, Arguedas, Nietzsche, Deleuze... discutiendo a estos autores, se comprobaba aquello que alguna vez dijo Patricio Peñalver, por Pasto pasan todos los caminos.

Vuelvo a verme con Andrés Guerrero Montezuma (mi compañero de grados décimo y once, aquel que supo motivarme a recorrer mis propios caminos).  Iba a su casa para que me acompañara al barrio Agualongo a ver a otro ex compañero: Jorge Luis Argoty. Tanto Andrés como Jorge, fueron intercesores en épocas en que yo atravesaba la necesidad de experimentar con otros espacios. Al ingresar a estos, como el del rock, me descuidaba en vainas como los famosos aldehídos. Era allí donde Jorge y Andrés me ayudaban para que no cayera. En el año 89 lo que menos me interesaba era el estudio. Estaba más preocupado por si el América de Cali iba a ganar el torneo colombiano. Hubo gente que quiso ayudarme, como el profesor Miguel Ángel Paz, un agudo psicólogo y un buen hombre, pero no hay peor sordo que el que no quiere oír. En 1991 conocí a Ernesto Ágreda, un viernes ocho de marzo, en una conferencia de un profesor de la Universidad Pedagógica Nacional, sobre ironía y paradoja en matemática y literatura. Con Ernesto surgió una perspectiva-otra de relacionarse con el mundo, quizá más lúdica, menos aburrida, menos angustiante, aunque, a veces, bastante absurda.

Acabo de leer algunas páginas de La revolución de Bel-cebú. No tengo donde moverme, sino en los sueños, en las páginas o en la música. Andrés Guerrero estaba enrollando una cinta magnetofónica y yo le pedía el favor de que me acompañara a la casa de Jorge. Tomábamos una buseta, la ruta 9 que nos deja a menos de una cuadra. Cuando decidí bajarme, ya estábamos perdidos. Aquel lugar era desconocido. Intuía que la casa de Jorge quedaba más abajo. El descenso era difícil por lo pantanoso. Desde la cima observaba la ciudad y quedaba maravillado con la iglesia de Cristo Rey, bella e imponente, protegiendo a la ciudad de Pasto, incluyendo, por supuesto, a 1) Carlos Torres, mi padre, quien juega ajedrez con El Macetas (Luis Fernando Botina Córdoba). 2) Ernesto, quien se solaza con An Introduction Non-Classical Logic. 3) mi sobrino Juan Pablo encerrado en la cocina, muy bravo, porque afuera Camilo está peleando con Margarita... jaque al peón.

Lejos del equilibrio, el papel constructivo de la irreversibilidad se torna aún más sorprendente. Crea nuevas formas de coherencia (...). Retengamos por ahora que hoy podemos aseverar que la naturaleza realiza sus estructuras más delicadas y complejas gracias a los procesos irreversibles asociados a la flecha del tiempo. La vida sólo es posible en un universo alejado del equilibrio [7].
 

Fue muy alentador caminar con Anita Brus por el barrio de La Candelaria. El baño de diana, en eso se ha convertido, para mí, esta dirección, http://elgatoquepesca.blogspot.com/. No quiero hacer nada. Ni siquiera leer. Pero, deseo trenzar relatos de mi vida cotidiana con citas bibliográficas como lo hace Carlos Regazzoni con el hierro y la poesía... busco explorar los sueños como lo practicaba Käthe Kollwitz desde un lienzo o habitar las formas con la sutil delicadeza con que lo hace Jacqueline Schnabel. Hace quince días conseguí gran parte de la colección de las revistas de Kalimán.

Tengo una serie de deudas conmigo mismo, no sé conducir un carro, no he hecho el doctorado, lo del inglés está en proceso, y tengo unos cuantos cuentos que quisiera que se publicaran, pero la perspectiva de que eso pase la veo remota. En la universidad no tengo con quién hablar, ni con quién tomarme una cerveza. Cómo extraño a mis amigos Orlando Espinosa, Fernando Duque y Diana Ángel. Afortunadamente he hecho buenas migas con Jorge Aristizábal Gáfaro, quien ha sido una persona atenta y generosa. Hoy le despaché dos libros fotocopiados de Derrida a Freddy Puentes, quien vive en Puerto Limón (Putumayo). Esta tarde Freddy llamó para preguntarme cómo estaba. La llamada se cortó y luego me dejó dos mensajes de texto… fue curioso leer a Freddy en el celular, porque me pareció estar leyendo a Mazzoldi. Ayer, jueves 4, precisamente, soñé con la escritura de este señor. Observaba una persiana de madera muy fina que no dejaba entrar la luz solar, y esa persiana eran los textos de Bruno. En la escritura de Mazzoldi se puede ensoñar o se puede experimentar con dimensiones que están en la claroscuridad, bueno, eso es lo que yo creo.

Sueño con William Torres Carvajal (Kajuyali Tsamani Wikantasna Wakan). Estoy con mi familia en Chachagüí y nos dirigimos hacia la maloca que construyó William, pero antes de llegar a ella tenemos que entrar por un castillo de corte gótico. Pienso, dentro del sueño, en la novela de Horace Walpole.
Con los trabajos de mis estudiantes de las universidades Cooperativa, Distrital, Salle, Javeriana abrí un Blog (http://libroselva.blogspot.com/) dedicado a ciertos autores colombianos como Carolina Sanín, Julio César Goyes Narváez, Luis Fernando Charry, entre otros. Quería anotar algo sobre la profesión docente, pero me he dispersado con esto de las clases y los sueños.

Las señoritas Dulce eran dos ancianas que tenían su escuela al frente del Parque de Bomboná. Allí llegué un día del mes de febrero en 1979. Mi mamá me compró un cuaderno, un lápiz y unas láminas postales con las imágenes de unos apacibles gatos. Mi entrada al mundo académico fue brutal. Primero, empecé a llorar tan pronto como ella me dejó en el salón. Segundo, un gordo rompió las fotografías de mis gatos. Las clases eran en la jornada de la tarde. Antes de entrar a la escuela, mamá o papá me daban algunas monedas... El Gordo comenzó a chantajearme; dijo que si no le daba la plata, me golpearía. Durante una o dos semanas no volví a tener mi dinero. Un día, a mí papá se le olvidó darme las consabidas monedas, y El Gordo cobró su vacuna. Señor (aún me acuerdo que le dije), hoy tiene que golpearme. El Gordo no dijo nada. Luego se fue. Ese día le perdí el miedo.

Referencia a una nota periodística: William Ramos hace años trabaja como cajero de Bancolombia (Pasto). Desde hace mucho tiempo lo presentía, declaró a la prensa. Eran las dos y veinte de la tarde. Hombres fuertemente armados irrumpieron en las instalaciones del Banco. No voy a detenerme en detalles que se pueden consultar en El Diario del Sur. Lo importante aquí es que William logró quitarle el arma a uno de los delincuentes y abrió el fuego que acabó con la vida de dos de los asaltantes. Al día siguiente, la prensa reveló los nombres de los caídos en el atraco. Uno de ellos era el de El Gordo. Cuando leí la noticia no pude evitar decirme: al fin alguien hizo justicia por esos gatos.

Allí estoy, entonces, como cualquier lector desocupado, atado a un descontrol remoto con el que se salta de lo importante no es ir muy rápido, sino ir en la dirección adecuada [8], a Ich fuhr zum Museum of Modern Art und sah einige meiner Lieblingsbilder an, die ich mir schon hundertmal angesehn habe [9]. Escucho hablar de los logros del segundo periodo, mientras afuera llueve. Pienso en el almuerzo y en mis no logros. Una biblioteca en la memoria. Mañana no quisiera ir. Andar corriendo detrás de nada. Todo se conecta con todo. Sé amorfo como el agua. La sangre fluye directamente a su toalla. Ella, tan autosuficiente, continúa hablándole a la clase acerca de la colación del círculo hermenéutico en un texto de José Emilio Pacheco. Los siglos de civilización occidental no han podido opacar a la hembra primigenia que se esconde bajo sus ropas. Su voz húmeda y anhelante inunda el aire nocturno del salón. La sintaxis púrpura de sus labios evapora la referencialidad de las palabras. La vagina engulle al tímpano con el silencio líquido de su boca. Soy parte del paisaje crepuscular de su cuerpo donde la hermenéutica reposa en la cripta blanda, que dentro de un rato saldrá a cambiar.
 

La bicicleta, con su cadena y sus marchas, es la esencia de la técnica: envuelve y desarrolla, efectúa el gran Giro de la tierra. La bicicleta es cuadro, marco, como el “cuadripartido” de Heidegger.

Pero si el problema es complejo se debe a que, tanto en Jarry como en Heidegger, la técnica y la ciencia tecnificada no se limitan a acarrear el retraimiento o el olvido del ser: el ser también se muestra en la técnica por el hecho de retraerse, en tanto que se retrae de ella. Pero eso sólo puede comprenderse patafísicamente (ontológicamente), no metafísicamente. Por eso inventa Ubu la patafísica al mismo tiempo que promociona la técnica planetaria: comprende la esencia de la técnica, esa comprensión que Heidegger imprudentemente asienta en el haber del nacionalsocialismo. Lo que Heidegger encuentra en el nazismo (tendencia populista), Jarry lo encuentra en el anarquismo (tendencia derechista). Diríase, en ambos autores, que la técnica es la sede de un combate en el que ora se pierde el ser en el olvido, en el retraimiento, ora se produce lo contrario y se muestra y se desvela [10].   
 

La mujer está escribiendo un hechizo o una terrible maldición a aquellos que la persiguen. Los hombres así lo intuyen y presas de terror olvidan su propósito. Tengo conciencia de que estoy soñando y, en el sueño, me pregunto si lo habré leído. Parece un cuento infantil, pero quién nos niega que alguna vez los cuentos infantiles no acaecieron en lo que se llama realidad. Andrés Burbano va a visitarme a una casa antigua. Ahora más que nunca puedo apreciar su fuerza y seguridad; no ha cambiado casi nada en su aspecto físico. Tenía razón Alexandra Correa al decir que parece un niño. Andrés revisa mi biblioteca, la cual se reduce a ocho libros apilados en un rincón del patio. Todos son libros voluminosos cuyos títulos no recuerdo. Mientras Andrés los ojea, entreveo el título de dos de ellos: Las novelas ejemplares, de Cervantes, y Berlín Alexanderplatz. Este duende de la infancia se acercaba para saludarme. Se interesaba poco por aquellos libros, e iba hasta una cama para acostarse... Andrés Eduardo Burbano hace parte de una casta de gente donde está Diana Ospina Obando, Hans Ulrich Gumbrecht o Julio César Falcioni. Mientras Andrés dormía o dormitaba, mi sobrina, la escorpiona, se había disfrazado de anciana. Su aspecto era cómico y a la vez terrorífico. Camila le pedía el favor a mi mamá de que la acompañara a la entrega de informes académicos. Mi mamá le decía que claro, que solamente la esperara un rato. Camila me observaba y yo veía en su pequeño cuerpo a la poderosa bruja que ya era, y que va a ser. Era hora de despedirse de Andrés; nadie pronunciaba la palabra “adiós”, pero sabía que la visita había terminado. Me pregunto de qué texto hace parte aquel sueño de la bruja, si es que hace parte de alguno. Es posible que hoy vaya a la Universidad de los Andes para ver qué pasa, o mejor, para ver quién pasa. Los caminos se alejan, pero hay puntos de intersección... noche de jueves, en Pasto, hace veintiún años: iba a hacer algún mandado a la tienda, y, poco antes de llegar, me encontré con Andrés Burbano, allí en el almacén Deportes al día. Por aquel tiempo, Andrés andaba con discos de Yes, Pink Floyd, Can.

Reunión de colegio. Caminar construyendo una ruta de fuga. Me mimetizo con el contexto en el cual, por supuesto, no están ni Victoria Abril, ni Miguel Bosè. Bueno, no se trataría de que ellos estuvieran aquí, me conformaría con que no estuvieran aquellos que precisamente están ahora. Por lo pronto, continuar con la farsa, con la comedia barata, con el sainete de baja estofa. Rara vez hace irrupción la aventura en una vida vulgar. Mas cuando tiene ese capricho, lo hace las más de las veces, de un modo repentino e insospechado... [11]. Esto, señoras y señores, es una reunión de crápulas. Desde mi ingenuidad, pensaba que los crápulas eran gente como el Viejo Richi, pero... ¡No!, los crápulas son estas joyas de nuestro sistema educativo colombiano. Ale najwiekszym bogactwem na koncie palki jest zmeczenie palowanych [12].

La relación entre la perversidad (no entendida desde un código cultural judeocristiano, sino desde Deleuze [13] o el cuerpo sin órganos en Artaud), y la práctica ritual del Leng-tch’é en la novela de Salvador Elizondo Farabeuf o la crónica de un instante (1965) [14], y los capítulos 14 y 15 de Rayuela, en diálogo con, por una parte, Ante el dolor de los demás [*], de Susan Sontag, y, por la otra, con el caso de Issei Sagawa, estudiante de literatura japonés quien medía un metro cincuenta y se dedicaba a elaborar su tesis doctoral sobre las similitudes entre el premio Nobel Japonés Yasunari Kawabata y el surrealismo francés en La Sorbona [15]; en junio 11 de 1989 mató a una joven holandesa llamada Rennee Harvtevelt, y comió parte de su cuerpo. Otra historia es la que estudia y narra Julio Ramón Ribeyro en Al pie de la letra [16], aunque en este texto el protagonista no se llama Issei, sino Akito Kamura, las similitudes son bastante cercanas; Akito (medía un metro cuarenta), era estudiante de Literatura Comparada en La Sorbona y se dedicaba a escribir una tesis erudita sobre las figuras de retórica en la literatura amorosa. Un día invita a su apartamento a Elke, una compañera holandesa, quien es asesinada y devorada parcialmente por Kamura. Ribeyro, finaliza su texto con estas palabras: En Akito el decir y el hacer recobraron su unidad original. Su delito consistió en haber tomado una metáfora al pie de la letra.    

Esta mañana, al borde de la fiebre, he recordado la mezquindad de la gran María Isabel. La estupidez y la maldad hacían de sus gestos pequeños monstruos tiránicos. Cómo olvidar aquella vez que le regalé un disco de Pat Metheny y en el transcurso de la mañana me doy cuenta de que ella, a su vez, lo ha feriado. Sus actitudes de inhospitalidad fueron muchas y de índole variada. Pero no me detendré en esos obstáculos de ridiculez que es mejor saltar. Ahora, lo interesante de todo esto es que ella, siendo la gran anfitriona de la hostilidad, fue a dar hasta Tokio para que le dieran una cucharada de su propia medicina. Todo este episodio se resume de la siguiente manera: M.I. comienza a cacarear por todo Bogotá de su viaje al Japón. Efectivamente se va, pero no sé por qué la gente de la aduana no la admite y la regresa; como dice Kimberly: no es que me alegre, pero me da una risita... A afirmaçao da identidade supunha demarcar suas fronteiras e implicava numa disputa quanto às formas de representá-la [17]. Neuromante, El Golem, Small Wonder: articulaciones de una misma fractura. Juan Pablo, que nunca llama. K., que siempre le coge la tarde. Un man que es todo bacano me dijo unas cosas todas fules, me dice K. Y bueno, entonces, ¿ya le pusiste los cachos? . ¿Pero fue con Cristian? Pues sí. Y ¿qué te propone ese loco? Él me dijo que me cuadrara. Pero es que ese mancito es como todo intenso. Yo le dije que no, que paila, que él ya sabía por qué. Y ¿te has visto con Pacho “Pintuco”? No, desde el sábado. ¿Están peleando? Un resto... Esto tiene que ver, quizá, con la necesidad de ir atando cabos en una larga cadena de envíos y reenvíos que apuntan, posiblemente, hacia la canción Aqualung, de Jethro Tull, en Amor amarillo (1993), aunque tal vez no sea así, pero de algo tengo que sostenerme para poder avanzar. Este texto es el referente de posibilidad para intentar entablar un diálogo con lo invisible, con la epifanía de lo invisible. Por su parte, Borges, interesado por estos fenómenos, escribió El Sueño de Coleridge, en el que se anota:

El fragmento lírico Kublai Kan (...) fue soñado por el poeta inglés Samuel Taylor Coleridge, en uno de los días del verano de 1797 (...) publicó su relación del sueño en 1816, a manera de glosa o justificación del poema inconcluso. Veinte años después, apareció en París, fragmentariamente, la primera versión occidental de una de esas historias universales en que la literatura persa es tan rica, el Compendio de Historia, de Rashid ed-Din, que data del siglo XIV. En una página se lee: “al Este del Shang-tu, Kublai Khan erigió un palacio, según un plano que había visto en un sueño y que guarda en la memoria”, quien esto escribió era visir de Ghazan Mahmud, que descendía de Kublai [18].

 

Ustedes ven cuántos eslabones hay en esa cadena (...). Bueno, podemos pensar, en Whitehead, su idea de los arquetipos eternos que entran en el tiempo. Aquí tendríamos un caso: habría ese palacio que quiere existir, que logra que un emperador chino, que hospedó a Marco Polo, lo construya; luego, ese palacio es destruido, como son destruidas todas las cosas y luego, en los primeros años del siglo XIX ese palacio vuelve a los sueños de un poeta inglés que escribe el poema Kublai Khan. En que se habla del palacio, de la música que edifica el palacio, y en el cual él oye las palabras que escribió después [19].
 

Escribe encima de un cuaderno de fórmulas que no entiende. Vuelve a sentir la impotencia que padecía en el bachillerato. Comenzar el día con el miedo de que le fueran a preguntar, le pidieran el cuaderno, lo llamaran a pasar al tablero. Es recurrente esa herida que lo hace volver a esa cárcel. Lo tenaz era cuando llegaban los exámenes y no se sabía qué hacer. La mano se dedicaba a trazar, a raspar la hoja. No se detenía a pensar, sino a expulsar palabras dictaminadas por el momento. No sabía qué hacer. Los números se constituían en un símbolo que apuntaba hacia aquello que había de absurdo. Un absurdo que le costó más de una década; repitiendo levantadas a las 5:25 a.m. para ir a surcar una derrota. No hay nada de qué arrepentirse. Como si pudiéramos permanecer en esta luz. Como si pudiéramos permanecer en el silencio de este solo instante de luz [20]. El mundo continuaba su marcha mientras ese cuerpo andaba y desandaba sobre sus pasos. Y los cuadernos atestados de palabras-cicatrices, palabras que nacían de batallas invisibles. A MAD IS A MAD IS A MAD IS [21]... Ellos están ahora en la pieza 201 del Hospedaje de los Leones (carrera octava con calle 2ª, barrio Las Cruces, Bogotá). Cae una tormenta. Suena así de duro porque el niño Dios está jugando tejo con sus ángeles, dice ella. Los cielos hablan, pero nadie escucha su mensaje, afirma él. Eso es cierto, sólo tú lo escuchas y lo entiendes, le responde ella. Le orbite sarebbero circoi perfetti, se la distanza da esse fosse tanto piccola, da cui i pianeti raccolgono gli elementi per la loro formazione e quindi la differenza dei moti questi elementi fosse minima [22].

Había leído tanto a Carlos Castaneda que se le había vuelto una rutina. Los vidrios se rompen. El sueño se cae a la calle. Salgo de Héroes de Ray Loriga a Peñas arriba, lectura de interminable ascenso, página tras página. No es fácil inventarse un día, cuando tienes obligaciones por hacer, y no tienes ganas de hacerlas. Si estuviera aquí Diana, le diría que estuve en un cementerio de París. Hay sueños de los que uno sale enfermo. No tienen que ser pesadillas, es suficiente que tengan alguna imagen que sepa golpear en el lugar adecuado. Hoy he sentido frío y he viajado a lugares inhóspitos. El único mensaje: huir. Ellos no sabían qué hacer. Se podía apelar a un amigo anciano, o a un libro, pero la decisión había que tomarla solo. It can share such chores with the rest [23]. Después de perder todas las batallas, llegó a sentarse al lado de un cubo de basura y no pensó en nada. Se sentía indigesto de recuerdos mal digeridos. Agotado de tanta neurosis. Una puta peligrosa lo perseguía con su ternura en aquel sueño.

Aquí sigo escribiendo una historia ajena, una guerra ajena, un diálogo inconcluso, una ecografía interrumpida y poniendo en escena el absurdo desde el absurdo. Se necesita ser un loco y además un bruto para establecer ese tipo de comparaciones. Pensar, por ejemplo, en la infancia de Laura y en la de Sandra, la del 2603. Eran un divertimento ese tipo de conjeturas que servían para volver a relacionarse con un pasado que no le había sido fácil. El narrador implícito reconocía su pensamiento dialéctico, jerárquico, arribista. Desde pequeño le gustaba hacerse unos videos en la cabeza donde convocaba en un mismo escenario luchadores de Muay Thai, Hai–Kido, Full–Contac, para pensar en quién ganaría. Con los años ya no eran peleadores sino pensadores que se “disputaban” en una mesa redonda "el poder del conocimiento" (por decirlo de esta forma); le hubiese gustado ver a Hans Enzensberger, Raúl Antelo, Bruno Mazzoldi, Sylvia Molloy, Josefina Ludmer, Paco Ignacio Taibo II, en un seminario que podría llamarse Pensamientos polirrítmicos, en el que también participaran músicos como Jhon Zorn, Jaap Blonk, Sainkho Namtchylak. Another level of implicit comparison further complicates this interior/exterior dichotomy [24].

Habría que plantear o replantear eso de una manera-otra. Habría que comenzar otra vez, siempre otra vez. Hay demasiadas lacras para creer en el futuro. Los niños son la “natural” prolongación de una caterva de padres enfermos y cansados de espíritu. Cuando la vida es una estafa, el voyerismo es un escape. La ventana era importante porque desde ella podía observar sin ser observado. No me interesaban el zapatero y su mujer, sino una niña de trece años. La ventana desde la que me asomé sirvió para verla, pero no para encontrarla. El zapatero se atravesó en esa historia. Lo triste de todo esto (incluyendo estas palabras) es que no deja de ser un ejercicio de narcisismo. Una reflexión “heroica” mientras se contempla el ombligo. La ventana era lo que descentraba mi mismidad, pero al otro lado, ella no estaba. La vacuidad palpitaba en la transparencia del vidrio. Por lo pronto, meditar en unas cortas palabras: que mandó a decir el Max Enríquez que ya se hizo sacar la vesícula y no le pasó nada. Ánimo de vaca asustada caminando en la noche sobre un tejado. Y yo creo que hasta cierto punto, y si no, de todos modos, porque usted sabe que, al cabo y que, y como quiera que la mejor de todas mis interpretación racional y exacta del universo conforme al artículo tercero... ¿Qué? ¿Eso no?... Bueno, pues usted de qué habla [25].

He regresado a estas calles, que no sé si me vieron crecer, pero, en todo caso, en ellas crecí. En la mañana el teléfono me sacó del sueño en el que una mujer me escondía de mis perseguidores. La voz de Tulio se mezcla con el terror de saberme atrapado y posiblemente sin salida... ¿Qué más, hola?... ve, Cartas a Julieta ya está grabado, no sé si puedas pasar ahora o si no, para que te quede más fácil, te lo puedo llevar a mi oficina, vos verás. Quedamos en que lo recogía a mediodía en su casa. En la noche había estado con Ernesto donde Julián Santacruz, discutiendo su anteproyecto titulado Aproximación psicoanalítica al complejo de culpa en Antígona de Sófocles. Al final de la reunión, Julián se defendió de mis palabras, que señalaban que su lectura de Antígona estaba aferrada al pene-Freud, mejor dicho, a “su” erección falogocéntrica. No era un ataque, por lo demás. Ernesto permaneció todo el tiempo callado, pero poco antes de despedirnos, y ya en la puerta, habló de Lucien Freud. Las imágenes del sueño (del que acabo de despertar) estaban atravesadas por la ausencia de Olga. Ella estaba en tanto que yo estaba lejos de su presencia. Al final de la secuencia onírica aparece Tulio como una suerte de viñeta, llevando en su voz The Juliet Letters. Se hace necesario escribir con hilos y a la vez escribir hilos. No me extraña que esta escritura sea una introducción en extenso. En el sentido que Joyce daba al término “epifanía”, manifestación de lo memorable en lo trivial, en la ordinariez, por ejemplo, del reloj de la Aduana de Dublín o de una efímera conversación callejera [26]... Presiento que he llegado a una situación similar a la que me aconteció en séptimo grado, a saber: los del curso me comisionaron para tapar en el compromiso de fútbol que se disputaría esa tarde con los del 7-04. A las tres en punto (como se había acordado) estuve en el estadio del colegio. Aparte de celadores y aseadoras no había nadie más. Esperé. No me quedó otra sino regresar a la casa. Esa, hasta ahora, ha sido mi única participación como arquero. No fue fácil, en todo caso, atajar la vacuidad y el absurdo.

Gabriela, personaje de Chambú, estudió en Nueva York, un año de su bachillerato (p. 68) [27]. Ella, que se movía siempre en un aire estremecido; su boca angustiada de ansiedad (p. 74); que aceptaba con ardor las imposiciones de la moda. Exhibirse en una playa o en una piscina le parecía, a pesar de su recato, un acto de sencilla vanidad y de bello snobismo (p.78); de la cual diría Ernesto: es como una potranca sobre un pastizal... (p. 116); de la que Ernesto imaginaba de la siguiente manera: estaría leyendo o bordando a los pies de su madre enferma (p. 164), y, Mary Alice, protagonista de Shooting Elvis, de la que Jerry dice: 

... creciste en un pueblo aburrido de California. Tu papá trabajaba en una fábrica o en un aserrío, es lo mismo. Tu mamá tiene un trabajo en una cafetería, una placa en su teta izquierda dice Marge o Betty. El tipo de pueblo donde todos los muchachos van al parque local las noches de fin de semana, para trabarse y joder porque no hay nada más que hacer. Fuiste afortunada o inteligente o sencillamente frígida al no quedar preñada a los dieciocho, cuando llegaste a la edad necesaria para darte cuenta de que ya nada te retenía allí”.

Jerry lo sabía todo sobre mí, me conocía como sólo puede conocernos otro muchacho de pueblucho [28].
 

A pesar del oxigeno metropolitano que Guillermo Edmundo Chaves le da a su personaje, mandándolo durante un año a New York, Gabriela, cual provinciana, le jurará a Ernesto, en la página 118: ... y usted no será para mí, se lo juro!... 58 páginas después, sin mediar palabra, sin haberse acercado desde la página 118... Y sin pensarlo siquiera, se besarían, haciendo que sus labios anhelantes midieran la eternidad a un paso de la muerte (p. 176). Se dejarían de ver desde la página 178 hasta la página 215 (han pasado más de dos meses desde su último encuentro) y aquí viene algo interesante: Gabriela miraba fijamente a Ernesto. En su espíritu sucedía algo grave. Junto a ella estaban los dos hombres que (el otro es Enrique), en diversas formas, podían determinar el destino de su vida (p. 217). Ahora, después de haber escuchado a Schubert en la página 219, viene algo mejor (esto les va a encantar a las feministas): en una partida de ajedrez entre Ernesto vs. Enrique, se “disputarían” tácita y tácticamente a Gabriela. A pesar de que Ernesto pierde, la mujer disputada, piensa: Medía a los hombres en su espíritu y en su corazón; cuando la altura de él rebasó la suya se entregó para siempre (p. 233). Finalmente, en la página 240, después de que Gabriela se desmayó por ir buscar a su hombre (recordemos que estaba convaleciente), recobra el sentido para decirle con su voz (...) de doncella, en un íntimo dominio de sollozo (...): Te esperaré siempre!... José María de Pereda me dice: ¡Cuántos paseos en corto!, ¡cuánta indigestión de bazofia! [29] Sí, la realidad es una interpretación, esto es una manifestación de logocentrismo provinciano. Klaus Kinski, escribió:

Siento cómo la selva se nos acerca, los animales, las plantas, que ya hace tiempo que nos han visto, pero no se nos muestran. Por primera vez en mi vida, no tengo pasado. El presente es tan intenso, que hace desvanecerse al pasado. Sé que soy libre, verdaderamente libre. Soy el pájaro que ha conseguido huir de la jaula, que extiende las alas y se eleva hacia el cielo [30]. 

 

(sigue)

 

Bibliogrfía y Notas:

[1] JODOROWSKY, Alejandro. Donde mejor canta un pájaro. Santiago de Chile, Hachette, 1992, p. 209.

[2] MARTÍN GAITE, Carmen. Caperucita en Manhattan. Madrid, Siruela, 1990. p.11.

[3] BERGSON, Henri. Memoria y vida. Traducción de Mauro Armiño. Barcelona, Ediciones Altaya, 1994. p. 60.

[4] LEZAMA LIMA, José. Interrogando a Lezama Lima. Barcelona, Anagrama, 1971. p. 56.

[5] REYES, Graciela. [Refiriéndose a un planteamiento de Hayden White, de su libro de 1978, Tropics of Discourse: Essays on Cultural Criticism, Baltimore y Londres, Johns Hopkins University Press]. El nuevo análisis literario: expansión, crisis, actitudes ante el lenguaje. En: Teorías literarias en la actualidad. Madrid, Ediciones El Arquero, 1989. p. 23.

[6] ANTELO, Raúl. Mário, modernidad y semblante. En: Cánones literarios masculinos y relecturas transculturales. Lo trans-femenino/masculino/queer. Barcelona, Anthropos, 2001. p. 49.

[7] PRIGOGINE, Ilya. El dilema de Epicuro. En: El fin de las certidumbres. Traducción de Pierre Jacomet. Santiago de Chile, Editorial Andrés Bello, 1996. p. 30.

[8] LORIGA, Ray. Lo pero de todo. Barcelona, Plaza & Janés, 1999. p.18

[9] KESTEN, Hermann. Die Abenteur eines Moralisten. München, Knaur, 1956. p.110.

[10] DELEUZE, Gilles. Un precursor desconocido de Heidegger: Alfred Jarry. En: Crítica y clínica. Traducción de Thomas Kauf. Barcelona, Anagrama, 1997. pp. 130-131.

[11] ROHMER, Sax. El demonio amarillo. Traducción de Augusto Barrado. Barcelona, Editorial Molino (Biblioteca de ORO. Publicación semanal de novelas ilustradas), 1935. p.5.

[12] KOLAKOWSKI, Leszek. Polka i teoria. En: Kultura. Nº 3/438. marzec – mars. Wydawca, Institut Litteraire, 1984. p.9.

[13] "Quizá con la palabra perversión (...) implica un extraño arte de las superficies". Extraño arte de la perversión: línea de fuga a la multiplicidad nagual.
TORRES, William. Nosotros los brujos. Devenir perverso ante la muerte. En: Nómade. Nº 6. Revista del Departamento de Humanidades y Filosofía - Universidad de Nariño. Pasto, junio de 1999. p. 66.

[14] Se recomienda consultar la tesis de SANG WON, Lee. Farabeuf: escritura autoconsciente y visión alephiana. Bogotá, Pontificia Universidad Javeriana. Departamento de Literatura. 1992.

[*] SONTAG, Susan. Ante el dolor de los demás. Traducción de Aurelio Major. Madrid, Alfaguara, 2003. Capítulo 6. Ver en especial las páginas 113 y 114. 

[15] LORIGA, Ray. Lo peor de todo. Barcelona, Editorial PLAZA & JANÉS. 1999. pp.73-74.
VER: http://www.etiquetanegra.com.pe/revista/2003/07/pieletra.htm

[16] RIBEYRO, Julio Ramón. Antología personal. México, F.C.E. 1994. pp.119-123.

[17] LOPES LOURO, Guacira. Teoria queer – una política pós-identitária para a educaçao. En: Estudos feministas. Centro de Filosofia e Ciencias Humanas UFSC. Universidade Federal de Santa Catarina. Vol. 9 Nº 2/2001. p. 543.

[18] BORGES, Jorge Luis. El Sueño de Coleridge. En: Nueva Antología personal. Barcelona, Bruguera, 1980. pp. 207-212.

[19] BORGES, Jorge Luis. Los sueños y la poesía. Entrevista realizada en septiembre 19 de 1980. En: Borges en la Escuela Freudiana de Buenos Aires. Buenos Aires, Agalma, 1993. p. 19.

[20] AUSTER, Paul. Desapariciones. Valencia, Pre-textos, 1996. p. 131.

[21] RÍOS, Julián. Yoga. En: Álbum de Babel. Barcelona, Muchnik, 1995. p. 196.

[22] FRANCO, Teresa de. Eruzione-espansione cosmogonica nella “physische geographie” di Kant. En: Filosofia Oggi. Per l´unità delle scienze. Anno XXIII. Nº 92. F. IV. Ottobre-dicembre 2000. pp. 518-519. 

[23] BRECHT, Bertolt. Life of Galileo. En: Brecht. Collected plays. Volume 5. New York, Vintage Books, 1972. p. 285.

[24] McNAB. Pamela J. Humor in Castellanos´s El eterno femenino: The Fractured Female Image. En: Latin American Theatre Review. Center of Latin American Studies. University of Kansas. 33/2. Spring 2000. p. 81.

[25] MORENO, Mario (Cantinflas). Citado por: FLÓREZ GÓNGORA, Miguel Ángel. Mario Moreno “Cantinflas”. El filósofo de la risa. Bogotá, Panamericana, 2004. p.23. 

[26] MAZZOLDI, Bruno. La palabra periodística. En: ECO. Nº 261. Bogotá, Buchholz, julio de 1983. p. 319.

[27] CHAVES, Guillermo Edmundo. Chambú. Medellín, Bedout, 1985. Todas las citas son tomadas de esta edición.

[28] EVERSZ. Robert M. Shooting Elvis. Traducción de Hernando Valencia Goelkel. Bogotá, Norma, 1999. p. 121.

[29] PEREDA, José María de. Peñas arriba. Medellín, Bedout, 1982. p. 69.

[30] KINSKI, Klaus. Yo necesito amor. Traducción de Joan Parra Contreras, Barcelona, TusQuets. 1992. p. 246.

Publiicado originalmente http://www.ucm.es/info/especulo/numero36/fatamor.html -Espéculo. Revista de estudios literarios. Universidad Complutense de Madrid

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