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ISSN 1688-1672

 



ATLAN, HENRI - COMPLEJIDAD

La complejidad*

Rafael Mandressi
Hay varias respuestas para la pregunta ¿qué es la complejidad? Una de ellas, bastante general -quizá demasiado-, consiste en decir que se trata de un estado que se encuentra entre el orden y el caos, concebidos éstos como situaciones extremas. Henri Atlan usa para esto la metáfora «entre el cristal y el humo»

 

Durante mucho tiempo, calificar algo de «complejo» servía para designar una dificultad, de comprensión o de realización. Pero al mismo tiempo, curiosamente, ello cumplía un papel de explicación de lo que no se podía explicar de otro modo: la constatación de la complejidad permitía con frecuencia -y permite aún hoy, por lo demás- justificar la falta de teoría y sustituir, aunque de manera ilusoria, la insuficiencia de sus explicaciones.

Pero la complejidad ha dejado de ser, desde hace algún tiempo, una invocación y se ha convertido en un problema, un objeto de estudio y de investigación sistemática en sí misma. Este cambio de estatuto constituye un hecho importante en la historia reciente de las ciencias de la naturaleza: de la biología primero y luego de la física.

Hay varias respuestas para la pregunta ¿qué es la complejidad?. Una de ellas, bastante general -quizá demasiado-, consiste en decir que se trata de un estado que se encuentra entre el orden y el caos, concebidos éstos como situaciones extremas. Henri Atlan usa para esto la metáfora «entre el cristal y el humo», así como otros científicos (matemáticos, en particular) se refieren al «límite del caos», una noción creada por Steve Wolfram. Muchos sistemas dinámicos presentan tres clases de comportamiento: fijo, periódico y caótico (atractor de punto fijo, atractor de ciclo límite y atractor extraño). Pero Wolfram dio con un cuarto tipo, intermedio entre el comportamiento caótico y el fijo o periódico. Al abandonar el territorio ordenado y entrar en la región del caos, se atraviesa una región muy estrecha, a la que Wolfram ha llamado «límite del caos».

Otra definición de la complejidad -también bastante general-, alude a un estado en el que muchos factores diferentes interactúan entre sí, dando lugar a la emergencia de propiedades globales. Las teorías de la autoorganización (ver nota central) ocupan, en esta concepción, un lugar de privilegio. Sobre esta definición trabaja el biólogo francés Henri Atlan para avanzar en la elaboración de un modelo formal de la complejidad.

Atlan utiliza para ello la teoría matemática de la comunicación, publicada en 1949 por los ingenieros norteamericanos Claude Shannon y Warren Weaver.
Uno de los principales teoremas de esta teoría establece que la cantidad de información de un mensaje transmitido en una vía de comunicación perturbada por ruido no puede sino decrecer una cantidad igual a la ambigüedad introducida por ese ruido entre la entrada y la salida de la vía.

La cantidad de información total de un mensaje es, por su parte, una magnitud que mide, sobre un gran número de mensajes escritos en el mismo idioma con el mismo alfabeto, la probabilidad media de aparición de las letras o símbolos del alfabeto, multiplicada por el número de letras o símbolos del mensaje.

Aplicada al análisis de la complejidad de sistemas, la cantidad de información mide el grado de improbabilidad de que el ensamblaje de los diferentes componentes de un sistema sea el resultado del azar.

Cuanto mayor es el número de elementos que componen un sistema, mayor es su cantidad de información, puesto que es mayor la improbabilidad de constituirlo tal como es ensamblando al azar sus componentes.

Un ejemplo quizá algo basto da cuenta claramente de lo anterior. Supóngase un sistema compuesto por las letras A y B, en ese orden. La probabilidad de constituir ese sistema al azar es bastante alta: 50 %. Ahora imagínese que la novela El astillero, de Juan Carlos Onetti, es otro sistema: la probabilidad de obtener la novela mezclando al azar todas las letras que la componen (o poniendo a un simio a aporrear una máquina de escribir) es considerablemente menor, y no bastaría la edad del Universo para escribir El astillero a través de un procedimiento semejante. La obra de Onetti contiene una cantidad de información sideralmente mayor que el sistema A-B. También puede decirse, como propone Atlan, que la complejidad de El astillero es mayor (vaya si lo es) que la de A-B.

Este ejemplo no es, sin embargo, del todo satisfactorio, porque no vale la pena reconstruir El astillero al azar, ya que puede sin dificultad ser copiado. El problema surge cuando esa reconstrucción es imposible, es decir cuando el observador es incapaz de predecir el estado final del sistema a partir de su estado inicial. En otras palabras, el observador no conoce o no comprende el sistema en todos sus detalles, pero como ese sistema sigue siendo organizado y continúa funcionando, el observador se ve obligado a postular que a lo largo de su evolución el sistema ha generado una cantidad de información suplementaria que él desconoce, y que por ende es más complejo.

Así pues, en el proceso de emergencia de estructuras complejas y específicas a partir de estructuras menos complejas, la situación del observador juega un papel fundamental.

En efecto, según que se suponga que el observador conoce
o no el estado final, es decir que éste sea inesperado, impredecible, o no, habrá producción de complejidad o no. Para el observador que no puede predecir la estructura final únicamente a través del examen de la estructura inicial, la complejidad del sistema medida por su cantidad de información aumenta desde su estado inicial hasta su estado final.

De este modo, en la teoría de Henri Atlan, la complejidad
es una noción negativa: implica que se tenga un conocimiento global de un sistema y, al mismo tiempo, una ignorancia parcial del mismo. Es por ello que, en definitiva, la complejidad puede medirse por medio de la cantidad de información que no se posee y que haría falta para especificar el sistema en sus detalles.

* Publicado originalmente en Insomnia, Nº 3

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