Una serie sin precedentes de
metamorfosis económicas,
sociales y culturales se sucedieron en las últimas décadas
del siglo XX. Los muros y barreras entre naciones se desplomaron,
mientras que la tecnología y el acceso a la información
aceleraron los procesos de liberalización. Al mismo tiempo,
la brecha económica
entre el Norte y el Sur, ricos y pobres, continúa
creciendo.
Globalización
es un término que va de la mano de la palabra integración,
de países, regiones, mercados, economías, costumbres,
culturas, etc. Se trata de un proceso que se observa a
nivel mundial. Pero existe un problema: nadie puede explicar
lo que realmente quiere decir el término globalización.
La expansión
del capitalismo nacida en las prácticas imperiales que
comenzaran con las conquistas europeas de ultramar en siglo XV,
relanzadas con la Revolución Industrial del siglo XIX,
crearon un modelo en el que hoy día se hace especial énfasis,
y que denominamos globalización.
Dinámica que, desde el orden económico, estimula
preferentemente una demanda más homogeneizada de los consumidores
a nivel internacional y variados tipos de asociaciones, alianzas
y conexiones.
Hoy en día,
este proceso está acompañado también de
disposiciones de orden político y cultural que conforman
en el escenario mundial, una nueva definición de los papeles
que cumplen los gobiernos, Estados,
empresas, organizaciones no gubernamentales (ONGs), etc. en los lineamientos
estratégicos de poder y en la concentración de
esfuerzos por no claudicar ante la meta última y salvadora
de conquistar mercados
mundiales que trasciendan las economías
nacionales. Esto lleva a una competencia donde lo único
que importa es lograr mejor calidad de producción para
alcanzar más mercados,
aunque esto vaya en detrimento de los seres humanos.
La mayor articulación
de las economías de mercado se cumple por varios factores:
a través del crecimiento de la inversión extranjera
directa, el aumento de las empresas de responsabilidad compartida
(joint venture), y la integración de
los mercados financieros
internacionales. Gracias al mayor flujo de información
(comercio electrónico), este mercado de capitales
goza de una apertura que le permite operar más allá
de las regulaciones nacionales. El aumento del capital
de corto plazo dentro del flujo global de capital internacional
genera mayores posibilidades de inestabilidad económica
y social.
La decisión
de abrir el mercado nacional y local, por parte de quienes definen
las políticas gubernamentales, se implementa a través
de políticas fiscales, presupuesto, tasa de cambio e impuestos.
Históricamente, los gobiernos que sufren una escasez crítica
de capital financiero
se han visto en la necesidad de tomar tales medidas, debido a
los condicionamientos que las instituciones
financieras bilaterales y multilaterales ponen a sus préstamos.
Éstas exigen
que los gobiernos tomen políticas fiscales acordes a la
globalización.
Pero, es obvio que si esas políticas de ajuste estructural
no van acompañadas de políticas
sociales apropiadas (alivio
a la pobreza,
cuidado de la salud, educación,
etc.) excluirán
a los pobres de los beneficios del
crecimiento económico e incluso determinarán su
mayor empobrecimiento.
El condicionamiento
en el otorgamiento de créditos a la adopción de
dichas políticas ha sido el principal instrumento para
obligar a los países pobres a la liberalización,
privatización,
desregulación y retirada del Estado
en las actividades socio-económicas. El condicionamiento
de los créditos se ha convertido así en el principal
mecanismo para la difusión mundial de paquetes de medidas
macroeconómicas que cuentan con el beneplácito
de los gobiernos de los países desarrollados.
Junto con la mayor
apertura en el flujo de bienes y capital, se pueden ver contradicciones
en las políticas nacionales de los países industrializados
que promueven la globalización.
Por ejemplo, las políticas de migración de muchos
países, que restringen el movimiento poblacional a través
de la frontera, son contrarias a la creciente liberalización
del mercado de capital financiero, bienes y servicios.
La globalización
y el incremento de la desigualdad
Según Martin
Khor, director de la Red del Tercer Mundo, el proceso
de globalización
es posible gracias a opciones políticas nacionales e internacionales
que han permitido una rápida liberalización financiera,
comercial y de las inversiones. Si bien es cierto que los países
del tercer mundo participaron de este proceso de integración,
fueron los gobiernos de los países industrializados y
las instituciones internacionales los que tomaron las decisiones
políticas.
A su vez, Khor, en
su libro La globalización
desde el sur, hace hincapié en que éste es
un proceso muy desigual, en el que no hay una distribución
equitativa de las pérdidas y beneficios. Este desequilibrio
hace que se agrande la brecha
entre los pocos países y corporaciones
que obtienen las ganancias del proceso
y las muchas naciones y sectores sociales que resultan perdedores
o quedan al margen. Esto incluye a la mayoría de los países
en vías de desarrollo.
Por lo tanto, la globalización
afecta de manera diferente a los países, en la medida
en que sean tecnológicamente desarrollados o no. Este
fenómeno se puede explicar de la siguiente manera:
* crecimiento y expansión
en las naciones que lideran el proceso o que participan completamente
en él.
* crecimiento moderado
o fluctuante en ciertas economías que intentan incorporarse
al marco de liberalización y globalización.
* marginación
o deterioro en los numerosos países que no logran superar
problemas acuciantes como el bajo precio de los productos básicos
o el de la deuda, que no pueden
resolver los conflictos acarreados por la liberalización
y que no se benefician de las oportunidades de exportación.
En sucesivos informes
de desarrollo humano realizados por el Programa de Desarrollo
de las Naciones Unidas (PNUD), se puede ver cómo
la relación económica entre los países ricos
y pobres se acrecienta cada día más. En las últimas
dos décadas, la inequidad en el ingreso ha empeorado en
33 de los 66 países en vías de desarrollo tecnológico
sobre los que existen datos. El ingreso promedio del 20% de las
personas más ricas ha aumentado prácticamente en
todas partes desde los inicios de la década de 1980, en
tanto que los más pobres no han mejorado su situación
de ningún modo. Los ingresos de la clase media de los
países en desarrollo también se derrumbaron. Cada
vez más, y en todas las regiones, más países
en desarrollo se ven afectados.
Algunos aspectos de
la desigualdad creciente son particularmente preocupantes. Primero,
la progresiva concentración del ingreso nacional en manos
de unos pocos no se ha traducido en un aumento de las inversiones
ni en un crecimiento más veloz. En segundo término,
los factores que provocan las disparidades en el mundo globalizado
son también los que desestimulan la inversión y
dificultan el crecimiento a nivel mundial.
Kofi Annan, secretario
general de Naciones Unidas, señaló que la
transferencia negativa de recursos a los países en vías
de desarrollo (un eufemismo
de la contabilidad para describir el éxodo del dinero
de los países pobres hacia los desarrollados) es una constante desde 1997.
Las causas incluyen la caída en los precios de materias
primas, la no-reinversión de las ganancias, el éxodo
de capitales, la corrupción y la deuda
externa. Las condiciones políticas atadas a los préstamos
y paquetes de renegociación son un obstáculo para
la recuperación de varios países y, a su vez, conducen
a un deterioro de los servicios sociales. El desarrollo
tecnológico, particularmente los servicios de información
y las comunicaciones,
solamente ensancha la brecha
existente entre las economías
desarrolladas y las subdesarrolladas. Por ende, la velocidad
de la liberalización causa más daños que
beneficios, en parte, debido a la carencia de capacidad y preparación
de los países en desarrollo.
Las debilidades de
los países en desarrollo se deben, en parte, a que carecen
de fuerza en las negociaciones internacionales. El endeudamiento
y su dependencia de los donantes y de los créditos otorgados
por organismos multilaterales
llegaron a una pérdida de la capacidad de negociación,
incluso en cuanto a las condiciones de los créditos.
Los países industrializados
están bien emplazados para decidir la agenda de la globalización;
tienen buena organización interna, departamentos con personal
capacitado para ocuparse del comercio y de las finanzas internacionales,
académicos que participan y debaten sobre el tema, y grupos
de expertos que ayudan a la hora de obtener información
e implementar políticas y estrategias. En cambio, los
países poco industrializados carecen de una buena organización
interna; también de personal especializado, sobre todo
debido a la rapidez con que se desarrollan la globalización
y las negociaciones respectivas.
*Publicado
en la Guía del Mundo
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