Si la respuesta
fuera afirmativa, el punto arquimediano que la crítica
postcolonial echó por la puerta estaría entrando
por la ventana. En este mismo sentido, Negri y Hardt denuncian
las posturas localistas que plantean el problema en términos
de rígida oposición entre lo local y lo global.
Existe un modo de pensar muy difundido que consiste en oponer
de modo absoluto lo local a lo global, identificando lo global
con un proceso de homogeinización indiferenciada, y adjudicando
a lo local el lugar privilegiado desde el cual se preserva la
heterogeneidad y la diferencia (Empire 44). Tal postura ve en lo local la
última barrera de resistencia frente a la expansión
capitalista. Se le confiere a lo local un estatus de preeminencia
ontológica frente a lo global que lo convierte en foco
de lucha por la naturaleza y la diversidad. En lugar de identificar
lo local con la diferencia-en-sí, hace falta preguntarse
por los tipos de maquinarias de sujeción que producen tanto
las identidades como las diferencias
de lo local frente a lo global.
No siendo lo local aquel reino libre de las diferencias naturales
y preexistente, difícilmente pueda asignársele
un lugar fuera de la expansión capitalista. Lo dicho hasta
ahora no significa que lo global, al no ser identificable con
un proceso de homogeinización indiferenciada, constituya
la diferencia-en-sí que buscábamos en lo local.
Lo global es un proceso cuyo elemento es el flujo capitalista
que crea tanto las identidades como las diferencias locales.
De este modo, no es posible sino dar una respuesta negativa a
la pregunta acerca de la existencia de un punto arquimediano
desde el cual se pueda ejercer la crítica externa de la
modernidad, ya que lo local no es, de modo alguno, un origen
inmaculado y a priori de la diferencia colonial. Si pensamos
lo local como un producto de las líneas de divergencia
e integración creadas por el poder del capital, entonces,
difícilmente podemos afirmar que la enunciación
situada en los bordes del mundo colonial-global constituyan un
afuera incontaminado.
Aún así, adjudicarle a Mignolo una noción
de lo local que posea cierta preeminencia ontológica de
una diferencia-en-sí frente a lo global sería manipular
la tesis principal de Mignolo. Mignolo es conciente que el poder,
así como las fuerzas de opresión sociales producto
del colonialismo, opera mediante la imposición de estructuras
binarias (productos
de la razón totalizante y hegemónica de occidente) sobre los sujetos sociales. Pero
el mismo carácter limitado del binarismo proporciona a
estos sujetos ubicados en la frontera del mundo moderno-colonial
un margen de operabilidad que los convierte en sujetos privilegiados
de la enunciación. De este modo, irrumpe una nueva lógica
capaz de expresar las diferencias que resisten el poder dicotomizante
y opresor del discurso colonial y neocolonial. En lugar de pensar
de acuerdo a dicotomías, el "border thinking"
piensa desde conceptos que son en sí mismos dicotómicos,
es decir, duales, paradójicos, complejos, con una riquza
capaz de aprehender la multiplicidad de lo real. Pero continúa
el problema del carácter externo de este lugar de enunciación.
Si no es posible apelar a una noción de lo local que nos
devuelva un cielo incontaminado de diferencias puras (ya que la lógica del
capital no posee afuera), entonces, el "border thinking"
no puede rehusar apelar a herramientas conceptuales que analicen
el poder del capital. Una vez que hemos desechado identificar
lo local con la diferencia y lo global con la homogeneidad, persiste
el problema de determinar el estatus de un lugar de enunciación
que resista a la modernidad sin apelar a punto arquimédico
privilegiado. Para ello, es conveniente tener en cuenta, aunque
parezca trivial, que la sub/alter(n)idad es un producto. Como
afirman Negri y Hardt "Alterity is not given but produced"
(Empire
125).
El colonialismo es esencialmente dialéctico ya que la diferencia
es entendida en términos de oposición y es subsumida
dentro de la negatividad; en este sentido, el Otro es producido como
una absoluta negación del sujeto europeo. Se trata, una
vez más, de la sublación hegeliana que, negación
mediante, inscribe al otro en la razón universal de la
modernidad y del Estado.
Como afirma Gilles Deleuze (uno
de los críticos más acérrimos de Hegel) la
dialéctica hegeliana no niega la identidad sino que al
inscribir la diferencia entre los dos noes de la contradicción
subsume la diferencia en la identidad. La contradicción tiene
una función muy diferente que la de expresar la diferencia,
ya que la contradicción se resuelve, y el proceso de resolución
de la diferencia la reenvía a su fundamento. A diferencia
de sus predecesores, Hegel pretende sacar a la diferencia de su
estado de máximo relativo y llevarla a un estado de máximo
absoluto, en otras palabras, quiere llevar la diferencia hasta
el límite de lo infinito de la contradicción.
Pero para esto, la diferencia tiene que pasar por los estadios
de oposición de los extremos (contrarios), por lo cual sigue siendo abstracta
hasta no llegar al infinito. La introducción del infinito
reestablece la identidad de los contrarios
al reintroducir lo infinitamente grande de la teología.
De este modo se reintegra la identidad a las determinaciones
finitas cada vez que éstas "se niegan a sí
mismas y excluyen al Otro de sí". La negación
extrae un doble desnaturalizado de la diferencia, su doble negativo
y pretende que ha hecho un gran progreso. La denuncia de la abstracción
por parte de la dialéctica es una falsa denuncia, ya que
la dialéctica suple la insuficiencia de una abstracción
con la insuficiencia de su opuesto. De este modo, al someter a
la diferencia a un rito de pasaje a través de cada uno
de los estadios de la sublación (aufheben) se la devuelve al fundamento del
saber absoluto que es su aniquilación no menos que su corona
de gloria. Detrás del fundamento leemos las fórmulas
clásicas de la lógica tales como "la cosa
niega lo que no es" o "se distingue de lo que
no es" puestas al servicio de una de las formas del principio
de identidad que puede ser resumido como "el todo no es
la cosa".(3)(Deleuze Difference and Repetition
49).
La singularidad es crucificada y sometida al poder de la negación
abstracta, la analogía, la identidad y a las exigencias de la representación.
El colonialismo opera mediante una dialéctica que homogeiniza
las diferencias creando una oposición superpuesta subsumiéndolas
en la identidad de la civilización
europea (Hardt
Negri Empire 128)
"Reality is not dialectical, colonialism is" (Empire, 128). La multiplicidad
de lo real(4) no se deja aprehender
por las dicotomías de la negatividad, pero dicha negatividad
es el agente del colonialismo que sólo es capaz de ver
en la diferencia colonial una alteridad negativa. Estamos, una
vez más frente a la vieja dialéctica del amo y del
esclavo, que es la forma más refinada de artificio lógico
puesto al servicio de la dominación, en este caso colonial.
Lo local no constituye un cielo incontaminado de diferencia, y
la alteridad es un producto de un poder colonial que opera mediante
la dialéctica, por lo tanto, para ejercer una crítica radical de la modernidad
colonialista, es necesario encontrar un tipo de pensamiento que
sea capaz de escapar al colonialismo dialéctico que organiza
al mundo en categorías binarias. Con este propósito
Mignolo apela a una "another logic" que funcione por
conceptos dicotómicos en lugar de ordenar el mundo en dicotomías.
Notas:
(3) Hegel
afirma: "la diferencia es negatividad que la reflexión
tiene para sí; es la nada, que se dice por medio del hablar
idéntico, es el momento esencial de la identidad misma,
que al mismo tiempo está determinada como negatividad
de sí misma" (Lógica 43) y también,
"La diferencia, tal como unidad de sí y de la identidad,
es diferencia determinada en sí misma. No es traspaso
a un otro, no es relacionamiento a otro fuera de ella, tiene
su otro, es decir, la identidad, en ella misma; así como
esta identidad, al penetrar en la determinación de la
diferencia, no se ha perdido en ésta como en su otro,
sino que se conserva en ésta"
(4) Discutiré
el problema de la diferencia ontológica en la segunda
sección cuando exponga la noción de poder diferencial
de Nietzsche y la teoría del valor de Marx.
Bibliografía:
Deleuze, Gilles.
Difference and Repetition. New York: Columbia University Press,
1994.
---, Nietzsche and Philosophy. New York: Columbia University
Press, 1983.
Foucault, Michel. Discipline and Punish: The Birth of the Prision.
New York: Vintage
Books, 1995.
---, The History of Sexuality.An Intoruction. New York: Vintage
Books, 1990.
Hardt, Michael, and Antonio Negri. Empire. Cambridge, Massachussetts:
Harvard
University Press, 2000.
---, Labor of Dionysus: A Critique of the State-Form. Minnesota:
University of
Minnesota Press, 1994.
Marx, Karl. Capital. New York: Vintage Books, 1977.
---, Grundrisse. London: Penguin Books, 1973.
Mignolo, Walter. Local Histories/Global Designs. Princeton, New
Jersey: Princeton
University press. 200.
Nietzsche, Friedrich Wilhelm. The Will to Power. Trans. Kauffmann
and Hollingdale,
Random House, 1968.
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