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Amir Hamed
ISSN 1688-1672

 



MONTEVIDEO 00 - CIUDAD DE MONTEVIDEO - PAISAJE - HIIBRIDEZ -


Ciudad, paisaje, estado de ánimo:
El problema de imaginar Montevideo.(II)

Gustavo Remedi
Una vez terminado el libro volvemos al Montevideo de Siempre, aldeano y levemente pretensioso (que se deja entrever en el propio gesto anacrónicamente moderno-vanguardista del texto)


6. Cosmogonías de comienzos de siglo

Allá en pleno sol estaba la ciudad, aquella capital dispersa, anárquica, sin estilo (3)

Respecto a los aportes de la hibridez, algunos ya han sido apuntados. Por lo pronto, se vuelve a poner de relieve el eclecticismo y la falta de estilo "propios" de Montevideo -y de tantas otras ciudades latinoamericanas-, como sedimentación, en parte, de la influencia sucesiva y simultánea de diversas culturas, corrientes y modas, y más recientemente, por el impulso de un conjunto de innovaciones mediáticas (televisión, video, computadora) y arquitectónicas (suburbios de clase media, grandes centros comerciales, playas de estacionamiento, nuevas arterias comerciales, barrios privados, etc.) que se basan en una mayor presencia del automóvil y la autopista.

Pero más allá de todo esto, que en definitiva no sería otra cosa que la llegada retrasada del modelo norteamericano de mitad de siglo, también aparece con mayor nitidez el papel y la importancia de la
imagen, del consumo, de la publicidad, del "acceso generalizado e instantáneo" a una serie de bienes culturales y a un conjunto de archivos de información, y con ello, del modo en que estos nuevos fenómenos socio-culturales generan todo un conjunto de estímulos, dinámicas y preocupaciones que, convertidos en una segunda naturaleza, han pasado a mediar y a jugar un papel crucial en el funcionamiento de la sociedad actual, sobre todo en lo que respecta a la formación de las subjetividades sociales.

Dicho papel tiene que ver tanto con la manera en que imaginamos y nos relacionamos con el mundo
(Appadurai), como con el propio estatus de lo real, convertido de pronto en apenas un relato posible, una aparición (mediática), un acto de magia, una fe (Carpentier). Realidad que cuando intentamos captar como una realidad exterior 'sólo podemos captar desde dentro', y que cuando queremos captar desde dentro, también desde allí se nos escapa, 'porque somos una parte de lo que queremos percibir'.

En tal sentido, es difícil no reconocerse en este relato de Montevideo; ni dejar de simpatizar y dejarse seducir por el encanto de su lenguaje: por los descubrimientos -y las confirmaciones- que facilitan sus ángulos, sus montajes, lo mismo que por las promesas de vitalidad, de vértigo, de embriaguez extática que parece haber de pronto impregnado a "
la aldea".

Ahora bien, al margen de todos estos aportes, tampoco es difícil descubrir que una vez terminado el libro volvemos al Montevideo de Siempre, aldeano y levemente pretensioso
(que se deja entrever en el propio gesto anacrónicamente moderno-vanguardista del texto). Que no está claro sobre qué bases nos invita a entusiasmarnos y hacernos ilusiones. Que tampoco queda claro cómo es que de pronto hay solamente "este" presente/futuro que ya ha llegado y que encima es "irreversible".

Es por esta razón, y porque toda
lectura debe ser, necesariamente, sospechosa, que voy a ensayar cuatro respuestas breves a algunas de las ideas planteadas o ilusiones que organizan el texto, aludiendo tanto a lo que la palabra ilusión tiene de esperanza, de encantamiento, de fe, de energía movilizadora, como de malentendido, de engaño, de espejismo.

a. La ilusión subjetivista y el estilo oracular.

Montevideo 00 intenta aproximarse a la
ciudad y captar el momento actual desde el punto de vista de diversas subjetividades. "Es la construcción de un relato posible a partir de la subjetividad de sus autores." (Pliego de contratapa) Sin embargo, aunque se presenta como un enfoque subjetivo, aparentemente -explícitamente- "sin pretensiones", su modo enunciativo contradice tal declaración de subjetividad y, en cambio, deja entrever que tiene bastantes más pretensiones de las que sugiere en un principio.

En efecto, en vez de adoptar, por ejemplo, un discurso perspectivista o testimonial, recurre a un estilo declamatorio, categórico, oracular. Tampoco termina de explicitar de dónde proviene su "voz"
(¿quién habla?), desde qué lugar y práctica social -aun cuando uno se encuentre con una serie de pistas al respecto: postura filosófica contemplativa, lectores de un canon peculiar de filósofos de la contemporaneidad (McLuhan, Lipovestky, Baudrillard, Deleuze), conexión a internet, ojo detrás de la cámara fotográfica, mano que manipula imágenes digitales en un procesador, demasiada televisión.

La constante referencia a un "nosotros" recién se aclara -o se enturbia- hacia la mitad del libro: "somos adolescentes, casi sin pasado (…) que buscamos asumir positivamente esta lógica híbrida generadora de una cultura de referencias difusas".

En su estilo -en su manierismo-, Montevideo 00 termina por producir una imagen demasiado homogénea de la realidad actual
(aun cuando apunte una serie de disparidades y contradicciones), que tiene como consecuencia borrar o sortear rápidamente todo aquello que entre en cortocircuito, no coincida o no combine con el nuevo discurso de la hibridez y la globalización, es decir, con cómo deben lucir (el look) los nuevos tiempos híbrido-globales, con "la estética joven".

La presentación del caos y la multiplicidad parecen obedecer a unas reglas particulares de selección, armonía y estilo que terminan por dejar fuera lo que se concibe como anacrónico o perteneciente a otros modelos culturales, cuando de lo que se trata es, precisamente, de lo contrario, es decir, de ver el modo en que "lo nuevo" cohabita, se entrelaza, entra en tensión o choca frontalmente con "lo viejo", el deseo con su imposibilidad, la utopía pospolítica con una determinada estructura de poder, la política-económica de la "revolución apolítica", la promesa de inmaterialidad con la condición de materialidad, etc. Y es así que seguramente sin proponérselo Montevideo 00 tiende a generar otro tipo de monólogo, de idealismo, de uniformidad -otra narrativa fundacional- que parece no dejar espacios para discursos fuera de tono o fuera de lugar respecto a un Estilo Híbrido Internacional que termina contradiciendo la estética fenomenológica, exteriorista y esquizofrénica que promete.(4)

A la par del discurso subjetivo
(el yo poético axiomático-oracular) se halla una renovada fe en el poder de la fotografía (la mirada-oracular) para "documentar" la nueva realidad, resultante de un excesivo reinado de la mirada (estetizante) y de un registro estático y borroso de la imagen: más una instantánea mistificadora que "la instantánea reveladora" de Cortázar.

Y es por esto que, a pesar de cautivar nuestra imaginación con sus referencias a los nuevos tiempos y -para qué negarlo-, con su habilidad para poner en primer plano y hacer hincapié en una nueva sensibilidad que, efectivamente, se halla entre nosotros, Montevideo 00 deja la sensación de visión demasiado sesgada -demasiado "definitiva" y categórica para ser tan sesgada-, porque en el fondo, presentimos que las cosas no han cambiado tanto
(ni tan poco), sobre todo en lo sustancial. (Pero, bueno, estas otras formas de saber y hablar provienen, en definitiva, de otras posiciones, de otros espacios sociales, de otras vivencias, realidades, enfoques y trincheras olvidadas por este texto).

Paradójicamente, este discurso/mirada subjetivista-oracular que, por un lado, no distribuye la voz y la perspectiva, ni se compromete con las particularidades concretas de la vida cotidiana
(el mundo de la vida), tampoco arriesga en la dirección contraria, es decir, en la dirección de captar relaciones sociales y estructuras fundamentales -a menos que consideremos la fábula de seducción y del consumo como el motor que organiza la sociedad y que mueve la historia actual.

Porque la cultura contemporánea es un producto que se gesta "desde abajo", por la vía de todo un conjunto de prácticas sociales, sensibilidades y mentalidades que operan al nivel de la vida cotidiana
(como es el caso del deseo, el consumo, la moda, la participación en el espacio virtual o en la cultura de masas captadas en el plano de lo concreto y particular) tanto como "desde arriba" (Soja): modos de producción, necesidades funcionales varias (financieras, militares, industriales, comerciales), organización social de la producción, división social del trabajo y del consumo a diversas escalas, planes de diversa índole (estratégicos, de ordenamiento territorial, de inversión, de crecimiento), nueva arquitectura financiera, industrial y comercial transnacional, el conjunto de actores, agencias e instituciones, tanto locales como transancionales, que hacen el mundo.

Y sin embargo, a juzgar por los autores, parece que nada de esto existiera, y que la situación contemporánea en general, y en particular Montevideo, fuera resultado de la tendencia natural al caos y a la locura, de un conjunto de procesos urbano-biológico-moleculares, del flujo de información que circula, por cuenta propia, por televisiones y
computadoras, del poder vertiginoso y "renovador" de las modas, de los shows y simulacros de abundancia y cosmopolitismo que se montan en los complejos comerciales, o la simple situación de "flotar a la deriva" en los márgenes del espacio y el tiempo, sin explicar realmente el paso de una esfera (la esfera imago-discursiva) a la esfera cotidiana, o la cultura nacional o local.


b. La ilusión de la inmaterialidad.

la ciudad telemática no tiene materia(*)

se trata de conceptualizar las redes virtuales que como capas ingrávidas
flotan con lógica autónoma liberadas de la ciudad pesante(
*)


Intriga ver cómo, y por qué, la ya clásica frase "todo lo que es sólido se disuelve en el aire" ha cautivado la imaginación posmoderna, por razones que poco o nada tienen que ver con el sentido original de la metáfora
(el modo en que la Revolución Burguesa transforma radicalmente el mundo), sino más bien, por la idea, para nada marxista, de "la (supuesta) desmaterialización del mundo".

En efecto, uno de los riesgos que se corren en la situación cultural contemporánea se relaciona con el impacto de los medios electrónicos de comunicación
(televisión, teléfonos celulares, computadoras), cuya centralidad en la vida social y cultural contemporánea resulta indiscutible. Dicho impacto es, ciertamente, algo diferente, según hablemos de los teléfonos o la televisión abierta (que llega a casi todos) o las televisión por cable o las computadoras, que llegan a un sector mucho más reducido de la sociedad (sin entrar aquí en el uso particular que cada uno hace de estos medios).

A pesar de lo anterior se pueden aseverar dos cosas.
Pese a su papel central en la cultura contemporánea, y a la mayor eficacia con que estos nuevos medios resuelven el "efecto de realidad" y de "verosimilitud", los nuevos medios son, ante todo, fábricas de representaciones
(lo mismo que los libros o los frescos en las catedrales). Esto conlleva una extensión de nuestro contacto con mundos representados e imaginados -proyectados en parlantes y pantallas-, ya sea en sustitución o complemento de otras epistemologías (las humanidades, las artes plásticas, las ciencias) y de nuestra experiencia más directa y sensual del mundo.

El papel central de los medios de comunicación, entonces, da como resultado un cambio estético fundamental, que afecta nuestra manera de relacionarnos con "el mundo", y de construir imaginaciones del mundo. Una consecuencia de ese cambio estético es la sensación y la ilusión de la inmaterialidad, y se apoya sobre la noción de la inmaterialidad de la imagen y del mundo virtual. La ilusión de la inmaterialidad contribuye, por extrapolación, a minar la diferenciación entre realidad social y realidad virtual, entre realidad e hiper-realidad, entre realidad y simulación
(reedición de la escisión cuerpo-alma, espíritu-materia, vida-sueño, realidad-fantasía, temas tan antiguos como la religión o los libros de caballería).

Ahora bien, el efecto de inmaterialidad y de hiperrealidad que producen estos nuevos sistemas de representación y que, según Baudrillard, parecen haber parcialmente secuestrado la conciencia posmoderna, no puede confundirse ni con la materialidad de aquello que se quiere representar
(Montevideo) ni con la materialidad de "telépolis" (de los medios, los aparatos culturales, las industrias culturales, las prácticas culturales, etc.)

Es precisamente por su carácter material, sin embargo, que estos medios son gobernados por principios, leyes y lógicas materiales, económicas, sociales o políticas, y no existen independientemente de actores y agencias sociales específicas
(igualmente materiales), a pesar de la inmaterialidad relativa de los contenidos propia del modo de representación.
Tres consecuencias directas de lo anterior: primero, y puesto que los medios existen como parte de un orden social y cultural, va a existir una jerarquía de poderes, de modo que ciertos actores y agencias que organizan y dirigen el campo cultural
(en términos de producción, distribución, acceso). Segundo, se va a producir un acceso diferencial a los medios de comunicación, que va a resultar en una diferente situación cultural, en un poder cultural diferente.

Tercero, el uso concreto de los medios también va a ser diferente. En cualquier caso, no me da la impresión que Montevideo 00 sea sensible ni al problema de la materialidad de los medios y las representaciones -la materialidad del mundo virtual-, lo cual implicaría un abordaje frontal y explícito de la cultura de masas y de las nuevas tecnologías de la información desde un abordaje sociológico, fenomenológico o político, ni al problema de la materialidad de lo representado, en la medida que el Montevideo representado parece existir al margen de las leyes y lógicas -sociales, económicas, políticas- que rigen el Montevideo real, y de las que tampoco se hace ninguna mención.

No es casual, por lo tanto que los shoppings
(los templos de la abundancia y el consumo de las clases medias), las montañas de basura, los pibes de los cantegriles o los bichicomes, aparezcan como parte de un mismo relato unidos simplemente por una relación de perplejidad, de contrariedad o contraste estético -y hasta de vergüenza moral y justicia poética- pero en ningún momento como relación económica, política o social (más allá de una referencia al pasar, de carácter meramente estetizante, al respecto de una mal entendida situación "posindustrial", que es de todo menos el fin de la industria).

Del mismo modo, la informativización del paisaje y la consiguiente posibilidad de "viajar" por el mundo" virtual
(a que tienen acceso algunas personas) no puede llevar a pensar en la evaporación de los estados y las fronteras (nacionales, de clase, raciales, de género, etc.); como la informativización del dinero y los capitales (en tanto soporte de la nueva arquitectura financiera global) tampoco puede hacernos olvidar la materialidad de la producción de bienes y riquezas, ni la materialidad de los circuitos y mecanismos de distribución, ni la materialidad de la acumulación de las riquezas en determinadas regiones, ciudades, barrios, clases sociales, grupos étnicos, cuerpos, etc.

Y es por este camino de la
(supuesta) desmaterialización de la realidad social, operada en el terreno discursivo, de una realidad social y material irreducibles a procesos meramente representacionales, simbólicos o tecnológicos, que Montevideo 00 se adentra peligrosamente en el territorio del fetichismo de la mercancía, del consumo, de la publicidad, del deseo, y toda una serie de mistificaciones. Por este camino pronto se llega a otros dos tipos de ilusión: la ilusión cosmopolita y la ilusión de la sociedad automática.

 

(*) Montevideo 00


Notas:

(3) Alejo Carpentier, Los pasos perdidos (1953).

(4) Aquí que uno no puede menos que recordar los esfuerzos vanguardistas en Ecue-Yamba-ó, La muerte de Artemio Cruz, El beso de la mujer araña, La casa verde, Tres tristes tigres o El libro de Manuel, por dar entrada y dar cabida a otros discursos prácticamente incompatibles, aun a sabiendas -al costo- que estos iban a entrar en cortocircuito y hasta hacer peligrar la integridad de sus texto.

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