"Que jamás el destino, comprendiéndome
mal
me otorgue la mitad de lo que anhelo
y me niegue el regreso."
(Robert
Frost, Abedules)
Habló
O'Grady, porque de todas formas ya se había puesto en
pie y avanzaba, tambaleándose, a saludar a uno de los
invitados que abarrotaban el oscuro salón al norte del
Liffey, mucho antes de la República. Tal vez en otras
circunstancias nadie se lo hubiese pedido, pero lo cierto es
que cuando todos callaron el viejo ya aguardaba de pie y atónito
entre dos mesas del parqué. La improvisada arenga resultó
sencillamente un fiasco. El alcohol había agotado toda
la serie de debates sobre el Renacimiento literario irlandés
y la lengua vernácula ni bien entrada la noche.
Ahora, cada cual reparaba en un Standish O'Grady a su manera:
para unos era simplemente un personaje 'de cabeza gris y redonda',
para otros, el mando y la proa de la conciencia histórica
de Irlanda, y quizás alguien, ensoberbecido, viera en
él al hombre que había desbrozado la Tumba de Osián
tras siete siglos de absolutismo inglés, dejando al descubierto
un epitafio de la leyenda celta. Pero de seguro nadie, ninguno
de los allí presentes, se hubiese atrevido a consignar
que William Butler Yeats (a
quien dirigía su saludo el autor de la Historia de
Irlanda),
reelaboraría años más tarde el inextricable
discurso de un hombre borracho, para adecuarlo a la falacia profética
del mito:
"Hacia
el final de la velada tomó la palabra O'Grady... Nunca
lo había oído, y al principio me recordó
al cardenal Manning. Poseía la misma sencillez, idéntica
gentileza. Estaba de pie entre dos mesas, apoyándose alternativamente
en ambas, y decía con una voz profunda y penetrante: 'Ahora
tenemos un movimiento literario, pero eso no es muy importante.
Lo seguirá un movimiento político, que tampoco
revestirá mucha importancia, pero después surgirá
un movimiento militar, y eso sí tendrá sin duda,
la mayor importancia'."
I.
'Dios no se apareció a las aves'
En diciembre
de 1923 William Yeats recibía el Premio Nobel de literatura de manos del Rey
de Suecia, este hecho parecía consagrar definitivamente
a un poeta a sus 58 años y tal vez no fuera menos el elogio
que dedicaba a una nación surgente. Pocos meses antes,
las tropas escindidas del IRA político-militar, encabezadas
por de Valera y Lynch, deponían incondicionalmente las
armas. Era el fin de dos años de guerra civil.
Cuando O'Grady pronunció aquel discurso, en vísperas
del nuevo siglo, del otro lado del canal el idilio irlandés
no pasaba de un grupo de melancólicos escritores exiliados
en Londres, que se reunían semanalmente en el Rhymers'
Club, bien por simple distracción, bien por cierta fe
en rescatar -con la paciencia del que desea encontrar algo y
la imaginación del que sabría inventárselo-
todo el arrojo y la heroicidad que se esconde tras palabras como:
Kathleen Ni Houlihan, Fionn mac Cumhail, Hy
Breasail o, en mayor medida, Cuchulain. Aunque entonces
los agrupara el pretencioso nombre de 'Liga Celta', para la posteridad
quedará el recuerdo de que por aquella época existió
un sonado 'Renacimiento literario irlandés'.
Más adelante nos ocuparemos en detalle de los motivos
que concurrieron a su formación, quiénes lo popularizaron,
cuáles fueron sus intereses, y todo lo que supondría
a la larga, la puesta en marcha del famoso Teatro Abbey, el primer
teatro nacional irlandés. Pero ahora nos detendremos un
instante en ese discurso, a primera vista intrascendente y anacrónico,
que figura en uno de los párrafos del Dramatis Personae
de Yeats y que descubre, de la manera más clara y lúcida,
al creador como protagonista de su época.
La figura del historiador nacionalista, su filiación católica
o la verosimilitud del relato del poeta, poco nos importan. Lo
más probable es que mientras revisaba las cartas de Lady
Gregory para redactar ese párrafo, Yeats se decidiera
por su mito particular y no por el hombre. Esas cosas que uno
alcanza, y que él capturaba habitualmente, inclinando
la pluma desde un umbroso ático de Londres o parapetado
tras una mesa del jardín de Coole Park, en pleno crepúsculo
estival:
I
hear lake water lapping with low sounds by the shore
While I stand on the roadway or on the pavements grey,
I hear it in the deep heart's core.
[Escucho el
agua de un lago filtrándose en la costa
Mientras me detengo en el camino o en la acera gris,
Cae en lo profundo de mi corazón.]
"La
primera lírica con algo de mi propia música en
su ritmo": Sería un buen ejemplo de lo primero, ya
que está inspirada en una fuente de agua de un escaparate
londinense, cuando Yeats tenía apenas 22 años.
Su vuelta a la realidad, esto es, a Irlanda y más concretamente
a Coole Park en el condado de Sligo, sería la excusa para
dejar caer una segunda perífrasis amarga:
We were the last romantics- chose for theme
Traditional sanctity and loveliness;...
But all is changed, that high horse riderless,
Though mounted in that saddle Homer rode
Where the swan drifts upon a darkening flood.
[Fuimos
los últimos románticos- elegimos por tema
La santidad tradicional y la seducción;...
Mas todo ha cambiado, aquel alto caballo ya sin jinete,
Aunque Homero en su silla cabalgara
Donde arrastra al cisne un oscuro torrente]
Sabido es que al escribir aquel discurso mintió, pero aun
haciéndolo no deja de estar más implicado en lo
factual que en lo poético: Si hablamos del movimiento literario,
él no sólo fue su cabeza visible sino que encarnó
eso que Aristóteles llamaba, en otro contexto, energeia,
es decir aquel que siendo partícipe es además "movimiento
mismo", para diferenciarlo del aporte contingente que suscriben
las modas. Que estén
o no estén abocadas al tradicionalismo, o en este caso
al resurgimiento de una cultura celta -eso que Yeats llamó
la "preferencia irlandesa por una corriente más rápida"
en oposición al pensamiento inglés "más
meditativo, complejo y deliberado"-, conviven demasiado con
la falsedad de una pose como para esperar de ello algo serio.
En segundo término presagia una confabulación política,
que de hecho sucedió unos veinte años más
tarde, cuando los 73 parlamentarios del Sinn Fein proclamaron
unilateralmente la independencia de Irlanda, tras el levantamiento
de Pascua del 16. El enfrentamiento cívico-militar encontró
a un poeta atrapado "en las heladas nieves del sueño":
la conciencia de saberse abrumado por una realidad que ya no
era la de Fergus y el Druida, y mucho menos la de La Condesa
Catalina, no porque aquél poema fuera más o menos
idílico o ésta obra más o menos una blasfemia,
sino porque aquí ya no había enseñanza posible,
sólo hombres dispuestos a morir de un disparo como si
tal cosa fuese "el más preciado juego bajo el sol".
De nuevo Yeats, aunque no tomara parte activa en la sedición,
sí hubo de sufrir un gran impacto emocional que dejó
plasmado en su histórico poema "Easter 1916".
Donde aturdido parece cuestionarse con un intenso dramatismo:
Was
it needless death after all?
For England may keep faith
For all that is done and said.
We know their dream; enough
To know they dreamed and are dead;
........................................
A terrible beauty is born.
[¿Fue,
después de todo, una muerte inútil?
Porque Inglaterra puede cumplir su palabra
Sobre todo lo dicho o hecho.
Conocemos sus sueños; lo suficiente
Como para saber que soñaron y están muertos...
Ha nacido una terrible belleza.]
Una vez finalizado el conflicto, que se resolvió parcialmente
en el 22 con la partición de la isla y la creación
del Estado Libre, Yeats fue invitado a formar parte del nuevo
senado (a
pesar de que desempeñó esta labor durante 6 años,
luego, ignorando todo cinismo, no le recomendaría a Pound que hiciera lo propio en
su país).
Un miembro emérito que había demostrado su apoyo
a la causa republicana, pero no está claro hasta qué
punto Yeats aceptaba o veía con buenos ojos la ascensión
de una clase media católica y radical, que pronto se haría
definitivamente con el poder. No tanto por haber recibido una
educación protestante como por el hecho de que el utilitarismo
puritano chocaba frontalmente con su idea de una Irlanda ancestral
y mítica, heredera de las grandes familias de terratenientes
que durante siglos convivieron a sus anchas en un ambiente de
"costumbre y ceremonia". Quizás no haya sido
más que alimentar su corazón de fantasías,
o sentirse tan orgulloso de una cuna medio noble y medio coja
como para dejar escrito en un poema que "aquel trabajador
que había servido a mi gente" gritó cerca del
muelle de Sligo:
"You
have come again, and surley after
twenty years it was time to come"
["¡Por
fin has vuelto!, y cierto que tras
veinte años ya era tiempo de volver"]
Semejante
ascendencia, que en parte justificaba las extravagancias aristocráticas
de Yeats, provenía directamente de un abuelo paterno,
el cual no siendo exactamente noble sino comerciante en mangas
de camisa, tuvo sí la buena fortuna de tomar por esposa
a una tal Mary Butler, duquesa de Ormonde. Dama que pertenecía
a una familia de patricios terratenientes, en el siglo en que
se firmó la Union Act. Esto debió otorgarle al
joven consorte la entrevista posibilidad de anteponer su blasón
al escudo de Irlanda, y que nadie notara la diferencia. A partir
de entonces, y de generación en generación, los
Yeats rescatarían de los Butler una segunda lealtad.
El tercer advenimiento, según las palabras de O'Grady,
sería una insurrección armada, de la cual ya hemos
hablado someramente e intuimos -quién lo hubiese pensado-
a un William Yeats confabulado en plena reyerta de una forma
venial pero ineludible:
Did
that play of mine send out
Certain men the English shot?
[¿Y
si aquel drama mío envió al frente
A ciertos hombres que los ingleses balearon?]
A esta
pregunta hacia el final de su vida nunca obtuvo respuesta. También
se preguntaba si sus palabras podrían detener el irremediable
deterioro de una casa. Lo cierto es que no, la mansión
en Coole Park fue derruida en el 41 y vendida a un granjero por
el valor de las piedras. No creemos que esta noticia, de estar
vivo, hubiese contentado mucho a Yeats, quien veía en
ese lugar uno de los símbolos sagrados de la Gran Memoria:
Here,
traveller, scholar, poet, take your stand
When all those rooms and passages are gone,
When nettles wave upon a shapeless mound
And saplings root among the broken stone,
And dedicate -eyes bent upon the ground,
Back turned upon the brightness of the sun
And all the sensuality of the shade-
A moment's memory to that laurelled head.
[Aquí,
viajero, erudito, poeta, ocupa tu lugar
Cuando todos esos cuartos y pasadizos se derrumben,
Y se agiten las ortigas sobre un montículo informe
Y reverdezcan los brotes entre piedra y piedra,
Dedica -los ojos vueltos hacia la tierra,
La espalda hacia la claridad del sol
Y toda la sensualidad de la sombra-
Un breve recuerdo a esa laureada cabeza.]
II.
'Guillermo, eres un gran poeta, pero no un santo'
Otro
gran poeta irlandés, Seamus Heaney, se refiere al hecho
de que Yeats buscara siempre entretejer 'una emoción personal
en la urdimbre general de mito y símbolo'. La experiencia
directa de esta afirmación no es otra que el discurso
de O'Grady. Pero más justo sería decir que nos
hemos servido de un método indirecto para aproximarnos
con cautela a la hora de las generalizaciones. Yeats, al igual
que John Synge y muchos otros poetas de la Joven Irlanda, era
un nacionalista romántico, y como tal reverenciaba indistintamente
el pan y las costumbres siempre y cuando tuvieran ese grado de
anticuada pasión y sapiencia infinita que él suponía
era la característica de una civilización gaélica.
No vale la pena enumerar aquí los personajes y símbolos
que se descubren en cada uno de sus poemas, bástenos saber
que apretaban filas en torno a una tradición inmemorial:
el vagabundo, Leda, la luna, Bizancio, la torre, la garza, etc.
Todos son sucedáneos a la experiencia, y por ello sólo
admiten una interpretación en el contexto de su propia
vida. Cuando señala: "¡He ahí otro emblema!",
posiblemente su atención ya salió disparada tras
un reclamo más bello:
Like
a long-legged fly upon the stream
His mind moves upon silence.
[Como una
mosca zancuda en la corriente
Su mente se mueve sobre el silencio]
Esto no
es un haiku, claro está, ni pretende serlo. Sin embargo
tiene esa característica que hace al haiku, y que de ninguna
manera es un rincón sometido a la forma pero una imagen
abierta al sentido. Aquello que Fenollosa llamaba 'verdad natural'
y que imprime a la composición su rasgo de autenticidad,
más allá de la suma algebraica de sílabas
(17 en este
caso)
y del paralelismo estrófico (una única estrofa de tres versos) es un estado que
tiende a percibir 'armonías, cohesiones, vibraciones
y afinidades'. Si esto no se alcanza, es que no se ha alcanzado
nada. La reticencia de un paisajista chino de la dinastía
Sung también la supo captar Burton Watson en sus traducciones,
claras, sencillas; y entre los latinos Octavio Paz y Luis Racionero
dedicaron un enorme esfuerzo a castellanizar y sobre todo a trasmitir
esa aquiescencia de la poesía oriental que es su forma
pura. Y en ello le va la vida: a la única preceptiva que
obedece con rigor es a la preceptiva del Arte.
Decíamos que Yeats, quien había comenzado siendo
un poeta lírico a finales del siglo XIX, avanzaba ahora
en la busca de un lenguaje simbólico que le sirviera de
enlace con el pasado. Un poco a la manera de Joyce y Eliot -justamente en
el año de publicación del Ulises-, pero sin
esa premeditación de sustentar la realidad con un contrafuerte
clásico: el 'método mítico'. Que uno tomara
de la Odisea y el otro, siguiendo los pasos de Laforgue en El milagro
de las rosas, de la tradición popular cristiana y de
la poesía provenzal.
En un siglo de turbulentos cambios sociales esto era un escapismo
justo; por lo demás ambos vivieron exiliados de por vida
o casi de por vida. Cosa que no pasa si hablamos de Yeats, plenamente
identificado con su pueblo y para quien el símbolo era
lo más inmediato porque de él obtenía su
fuerza evocadora. Por lo tanto, ya que no podemos enumerarlos
y definirlos en una línea, sí tal vez podamos rastrear
un enriquecimiento de la imágenes a través
de toda su obra, tal cual él mismo ha buscado, y rescatado,
de las fuentes de la historia la arena de un tiempo cíclico.
Aquello que en sus primeros poemas ocupaba únicamente el
tema del amor frustrado (Maud Gonne), envuelto en una atmósfera
de somnolencia y languidez, en definitiva: la influencia de quienes
no dejándose llevar por la retórica simplemente
'pintaban cuadros' (William
Morris, autor de El hombre que nunca volvió a reír;
y sobre todo su padre, J.B.Yeats, que por cierto servía
a la máxima: era pintor),
Although our love is waning, let us stand
By the lone border of the lake once more
[Aunque nuestro
amor se desvanece, detengámonos
Junto a la ribera del lago una vez más]
Se tornó
luego, a partir de la publicación en 1914 de Responsabilities,
cuando se dejara entrever la madurez de su estilo, aquella en
que 'la experiencia de una vida alcanza la perfección de
la forma', en la alternancia de ensayar con igual grado de precisión
y destreza, ora el ritmo de la balada ora el diálogo sutilmente
filosófico. Pero si algo no varía de un poema a
otro es la sorpresa del lector al interrogarse, cómo logra
Yeats la verosimilitud de una lectura pronunciable con
absoluta naturalidad, combinado esto con la forma más depurada
y magistral de verso, acentuación y rima. Evitando casi
por completo los ripios (a
pesar de algún reproche de Pound, una temporada en que
el maestro ofició de secretario) y dejando una obra inigualable dentro
de la lírica inglesa del siglo XX.
Este fragmento pertenece a su poema "The Municipal Gallery
Revisited":
Ane
here's John Synge himself, that rooted man,
'Forgetting
human words', a grave deep face.
You that would judge me, do not judge alone
This book or that, come to this hallowed place
Where my friends' portraits hang and look thereon;
Ireland's history in their lineaments trace;
Think where man's glory most begins and ends,
And say my glory was I had such friends.
[Y aquí está
el propio John Synge, ese hombre arraigado,
'olvidando
palabras humanas', de mirada profunda y grave.
Tú que habrás de juzgarme, no juzgues tan sólo
Este libro o aquél, ven a este lugar sagrado
Y mira los retratos en las paredes: esos son mis amigos
La historia de Irlanda se dibuja en cada rostro
Piensa dónde comienza y termina la gloria de un hombre,
Y di que mi gloria fue haber tenido tales amigos.]
John Millington Synge, el dramaturgo, junto con Augusta Gregory
(Lady Gregory), Thomas MacDonagh
(ejecutado
en el 1916)
y el propio Yeats, fueron los principales promotores del Renacimiento
literario irlandés. Aunque la importancia de Lady Gregory
no se reduce a haber recopilado y traducido algunas leyendas
populares del condado de Galway, que luego Yeats adaptaría
en alguna de sus obras teatrales (La Olla de Caldo, una farsa ingeniosa
pero sin interés dramático), ni siquiera a su labor creativa,
será recordada por haber sido la confidente de Yeats y
no menos por un mecenazgo que (figura
corriente en del modernismo) el propio autor reconoce con gratitud
en Dramatis Personae.
El trato era oportuno, desde que se conocieron en 1896 Yeats recibió
de Lady Gregory el espaldarazo de nobless a que su espíritu
anhelaba, además del tiempo y el sosiego que encontraba
cada verano en Sligo, donde sólo debía
procurarse los instrumentos para "nombrar la belleza".
Y él, a su vez, retribuyó transformando Coole Park
en el símbolo de la vida tradicional y el orden que le
eran tan preciados. Si Lady Gregory creía que no había
mayor pecado que no hacer una obra perfecta, para Yeats, que no
buscaba el privilegio sino "la responsabilidad, la dedicación
y la sabiduría", las casas ancestrales integraban
una forma de vida acorde con la tradición.
No fue hasta el final de su vida que, previendo lo inevitable,
se demoró en un último peldaño, para escuchar
con añoranza el eco de un bastón en los ruinosos
salones:
...to kill a house
Where great men grew up, married, died,
I here declare a capital offence.
[Matar una
casa, donde grandes hombres crecieron,
se casaron y murieron: ¡Aquí declaro una pena capital!]
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