Desde afuera de la poesía, desde afuera de la literatura, desde afuera del
arte todo: desde una
concepción "civil", no especializada, laica,
rasa, de lo que es el arte, de lo que se espera del arte: ese
bálsamo, néctar de los dioses, elixir que calma los dolores de
la semana un domingo de tarde, cuando la depresión acecha
y uno espera una suerte de liberación que sólo puede
venir de ahí, de eso que se llama arte, esa cuestión
espiritual, ajena al mundo, pero que puede volver sobre el mundo
a enseñarle lo bueno, a darle una lección sobre
la esencia del ser humano, los valores que nunca debieron olvidarse:
uno espera, y consigue, en ese punto, ese momento privilegiado,
la coincidencia con sus deseos que será recordada durante
un tiempo: eso es arte, eso es poesía, poesía
de la vida, pronunciada con la solemnidad de quien está
en posesión de la verdad, desde una noción de lo
máximo y lo último que al mismo tiempo se precipitan
sobre lo terrenal y le revelan algo, sólo por entrar en
contacto con un texto.
Algo. Ese algo, razón de ser de lo "extra" que
se llama arte, también se llama lo "poético".
Comillas para el término. ¿Qué es ese "algo"
sino la puesta entre paréntesis del término, cuando
el no saber justifica el privilegio del no saber, el derecho
inguenuo a elegir lo bueno en un acto de coraje, aunque nadie
más lo diga? Pero sucede que el resto del mundo sí
lo dice, lo avala, le da la razón: se venden miles de
ejemplares, millones de espectadores reconocen lo "poético"
en ese mismo acto mágico en el cual se suspenden las leyes
de la realidad a favor de la locura, del desarreglo de la lógica;
la fiesta de la imaginación donde todo texto se detiene
y dice "verdades" para que todo el mundo las disfrute
en un envase "bello".
Las comillas ponen en duda una cualidad. Lo "poético"
es, del lado de quienes lo producen, una intención estética,
un salto a la originalidad, un gesto de belleza; lo que se pone
en duda con las comillas es el logro de todo eso por vía
legal: es si queda algo después del efecto de belleza,
del acto de decir que aproxima a lo sublime, a la reflexión
"en serio" sobre el mundo y el hombre. ¿Si queda
algo dónde? En el texto. Las comillas suponen la falsedad,
el disimulo de lo estético por el lugar común,
de lo nuevo por lo viejo: las comillas llaman la atención
sobre un doble discurso que propone una experiencia y ofrece
otra, aunque no siempre sea fácil percibir el engaño.
La categoría de lo "poético" acecha en
todos los niveles de la producción artística, en
todos los géneros: supone una curva de lo estético
hacia lo que no es estético, de modo radicalmente inverso
a lo poético a secas; si allí se explora el medio,
se cuestionan los medios de representación, se sacan cosas
de modo extraño a la lógica, que informan sobre
posibilidades de la percepción y el intelecto, aquí
se reduce el arte a un pasado en limpio de lo que a se sabe:
una media cultural e ideológica que permanece intacta
y vomita sus "verdades", disfrazadas de locura y creatividad
(que parecen
ser lo mismo).
O sea: la curva va hacia fuera, hacia lo que no es arte, y justifica
su vuelta con arte falso.
*Publicado originalmente en Insomnia Nº 51
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