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Amir Hamed
ISSN 1688-1672

 




COMEDIA - TRAGEDIA -

Puf y risas (II)*

Amir Hamed
En su "De la esencia de la risa", Baudelaire afirmaba que ésta es indicio de una infinita miseria, en relación al ser absoluto del que los humanos son apenas borrador, pero también de una grandeza ilimitada, con respecto a las bestias


Para Aristóteles el centro de la comedia era lo ridículo y para Platón, lo ridículo es ese no llegar a conocerse a sí mismo, tratando de conformar nuestras acciones de acuerdo a un ideal de nosotros que no se ajusta a nuestras reales características. Si el que falla es un individuo, esto es cómico, si el que falla es un gobernante, los resultados son terribles. Por eso son gobernantes los personajes de la tragedia.

Aelio Donato, tajante y casi meteorológico retórico latino, explicaba que la comedia promete una tempestad y termina en calma, y que la tragedia comenzaba en estado de calma y terminaba en tempestad (por eso Dante explicó su comedia partiendo del horror infernal y llegando a esa divinal calma chicha conocida como Paraíso). Curiosamente, su Infierno está lleno de pasajes cómicos como aquel de los demonios liderados por Malacoda, ángel caído y pedorro que "dal cul ha fatto trombetta".

Se trata, como nadie ignora, de las tensiones entre el cuerpo grávido y la levedad alma. Esa contradicción de la que, supuestamente, estamos hechos, que nos reclaman deseos contradictorios. En su "De la esencia de la risa", Baudelaire afirmaba que ésta es indicio de una infinita miseria, en relación al ser absoluto del que los humanos son apenas borrador, pero también de una grandeza ilimitada, con respecto a las bestias. La risa, en este sentido, resulta de la colisión perpetua entre estas dos infinidades.

Un rato antes, Immanuel Kant se daba cuenta de que lo que causa risa es "la repentina transformación de una tensa expectativa en nada". Lo nulo, hay que suponer, es aspirar a Dios y encontrar la mera fisiología, la bestia. Como se sabe, el estruendoso parto de los montes (Kant y Baudelaire escribían en el eco de revoluciones) fue un ratón.
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Cuando alguien se cae, nos recuerda que somos criaturas grávidas, con notoria y fallida tendencia al aleteo. Al respecto, cierto pasaje novelístico: Quijote y Sancho beben lo que, se supone, es una pócima que hace al caballero andante. Está en ella la médula que transformará al chato individuo en héroe. Esperan por un rato pero no hay síntomas de transporte espiritualizadísimo. Abruptamente, sin embargo, hay conmoción intestinal y, durante algunos párrafos, "desaguan por entrambas canales". Quijote llega, una vez más, a la conclusión de que un hechicero lo está engañando. Nosotros, que nos reímos, sospechamos que el alma, cuando descarta el ascenso, canta clara y apacible entre la tempestad de los intestinos.


* Publicado originalmente en Insomnia

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