Para Aristóteles el centro de la comedia
era lo ridículo y para Platón, lo ridículo
es ese no llegar a conocerse a sí mismo, tratando de conformar
nuestras acciones de acuerdo a un ideal de nosotros que no se
ajusta a nuestras reales características. Si el que falla
es un individuo, esto es cómico, si el que falla es un
gobernante, los resultados son terribles. Por eso son gobernantes
los personajes de la tragedia.
Aelio Donato, tajante y
casi meteorológico retórico latino, explicaba
que la comedia promete una tempestad y termina en calma, y que
la tragedia comenzaba en estado de calma
y terminaba en tempestad (por
eso Dante explicó su comedia partiendo del horror infernal
y llegando a esa divinal calma chicha conocida como Paraíso). Curiosamente, su Infierno está
lleno de pasajes cómicos como aquel de los demonios liderados
por Malacoda, ángel caído y pedorro que "dal cul
ha fatto trombetta".
Se trata, como nadie ignora,
de las tensiones entre el cuerpo
grávido y la levedad alma. Esa contradicción de
la que, supuestamente, estamos hechos, que nos reclaman deseos
contradictorios. En su "De la esencia de la risa", Baudelaire
afirmaba que ésta es indicio de una infinita miseria, en
relación al ser absoluto del que los humanos son apenas
borrador, pero también de una grandeza ilimitada, con respecto
a las bestias. La risa, en este sentido, resulta
de la colisión perpetua entre estas dos infinidades.
Un rato antes, Immanuel
Kant se daba cuenta de que lo que causa risa es "la repentina
transformación de una tensa expectativa en nada".
Lo nulo, hay que suponer, es aspirar a Dios y encontrar la mera
fisiología, la bestia. Como se sabe, el estruendoso parto
de los montes (Kant y Baudelaire
escribían en el eco de revoluciones) fue un ratón.
.
Cuando alguien se cae, nos recuerda que somos criaturas grávidas,
con notoria y fallida tendencia al aleteo. Al respecto, cierto
pasaje novelístico: Quijote y Sancho
beben lo que, se supone, es una pócima que hace al caballero
andante. Está en ella la médula que transformará
al chato individuo en héroe. Esperan por un rato pero no
hay síntomas de transporte espiritualizadísimo.
Abruptamente, sin embargo, hay conmoción intestinal y,
durante algunos párrafos, "desaguan por entrambas
canales". Quijote llega, una vez más, a la conclusión
de que un hechicero lo está engañando. Nosotros,
que nos reímos, sospechamos que el alma, cuando descarta
el ascenso, canta clara y apacible entre la tempestad de los intestinos.
* Publicado
originalmente en Insomnia
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