Suerte
y transgresión
La suerte
es otro agente centrífugo que disloca al sistema y lo parodia
sin detenerse nunca, es un juego de excesos que lanza
los dados
sin esperar su regreso. Pero es en ese girar incesante de los
dados en el aire, donde Bataille descubre la riqueza y fecundidad
del poner en cuestión siempre todas las cosas, aun aquellas a
las que la racionalidad les ha designado
un concepto o respuesta. Por supuesto que Georges Bataille lo
enuncia mejor que yo en diez palabras: "La ausencia de
poesía es el eclipse de
la suerte".
Y es aquí
donde entra en escena otra vez la muerte en su irrenunciable
ligazón con la suerte, el erotismo y la risa, pareciera que la muerte es el tablero en
el que los otros experimentos del exceso toman
posiciones, no definitivas, pero capaces de trastornar el orden y de levantar las
reglas del interdicto. Lo prohibido se suspende en una risa, la risa de dios
y de sus creaciones que se abren al imposible infinito de los
muertos. Suerte y risa sagrada que integran en un plano oblicuo
a los rostros de los amantes disolviéndose en el éxtasis,
a la cara del muerto que se descarna en la sepultura y al efímero
triunfador de una canasta uruguaya. Hipóstasis del dolor,
de la risa y el placer, que se hacen uno en la trinidad
del interdicto violado.
El pensamiento de Bataille se
encamina a la inclusión de lo excretado por la sociedad
y los individuos, así tenemos que la suerte, acompañada
de la risa y el erotismo, articula la representación
más clara de la obscenidad negada, del trasmundo oculto tras
los velos de lo habitual y la civilización. Ignacio Díaz
de la Serna en su libro Del desorden de Dios nos explica
en qué consiste la tentativa filosófica de Bataille:
"Para
Bataille, ha sido un error pretender ignorar y desterrar del
pensar
filosófico
la parte innoble, abyecta, asquerosa, de todas las cosas que son
excreta, o sea, 'objetos del acto inperativo de exclusión'".
En
el "Catecismo de Dianus" Bataille lo dice de la siguiente
forma: "Debes
saber en primer lugar que cada cosa que tiene un rostro manifiesto
posee también uno oculto. Tu rostro es noble: tiene la
verdad de los ojos con los que captas el mundo. Pero tus partes
peludas, bajo el vestido, no tienen menos verdad que tu boca.
Esas partes, secretamente, se abren a la basura. Sin ellas, sin
la vergüenza aneja a su empleo, la verdad que ordenan tus
ojos sería avara".
Para nuestro
autor el mundo es el ámbito de lo profano que separa y
que individualiza a los seres en una discontinuidad absoluta del
ser, pero este mundo se ve suspendido con la transgresión, que hace posible
el arribo del mundo sagrado que rebasa el carácter discontinuo
del ser, en palabras de Bataille: "La transgresión no es la negación
del interdicto, sino que lo supera y lo completa". En
efecto, la paradójica condición humana pareciera
sentirse completa con la combinación de lo prohibido y
su violación permanente, expiación y muerte nos
demandan a cada paso, sólo la suerte y la risa que provoca,
evidencia la fatal arrogancia del sistema. No acaba aquí Bataille,
nos quedan muchas ideas y sugestivas reflexiones
por revisar, nunca se le hace justicia a una obra que en su radical
heteronomía se ha vuelto tan nuestra.
La prosa
de Bataille y sus intuiciones, son inabarcables por este pequeño
trabajo, no basta la escritura para satisfacer
las demandas de la experiencia que significa acercarse a sus obsesiones,
cada palabra, verso o imagen narrativa son en nuestro autor, abismos insondables
de preguntas en los que el vértigo de los argumentos nos
roba la orientación y muestra la insoluble inanidad del
lenguaje, no obstante y
como lo sugiere Bataille: "Escribir es buscar la suerte".
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