FULCANELLI, JEAN JULIEN - EL MISTERIO DE LAS CATEDRALES
- ERROR -
Intento
de defensa de un bello error*
Carlos
Rehermann
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Ante un hecho maravilloso y casi inexplicable como
la existencia de una catedral gótica, tiene más
fuerza la posesión de la clave desestructuradora que el
conocimiento del proceso estructurante |
Fulcanelli, alquimista, al parecer anda por ahí, transmigrado
o supérstite de su propia materia corporal, cambiado en
otro o anónimamente dedicado a seguir adelante con su
búsqueda de la vida eterna o por lo menos de un poco de
oro, que parece que igual viene bien. O tal vez ha muerto hace
medio siglo, o más aún.
Su libro El misterio de
las catedrales intenta demostrar que esos edificios góticos
son en realidad grandes manuales en piedra para guiar a los iniciados
en los recovecos laberínticos de la Obra.
El método es el destripamiento del signo: la Obra alquímica
se equipara con la Obra catedralicia, jugando con los términos,
y hasta la expresión art gothique es explicada por
derivación de argotique, es decir, de argot, lenguaje
secreto de la comunidad de iniciados. El detallado estudio que
hace Fulcanelli de los medallones de piedra tallada de la catedral
de París desliza versiones de rumores según los
cuales los cimientos de las catedrales son en realidad un reflejo
especular de la construcción que emerge sobre el suelo.
Algunos seguidores
aseguran que el Maestro decía que hay una piedra, en toda
catedral, que si se saca de su lugar produce el colapso completo
del edificio, y que él sabía cuál es esa
piedra, así como sabía todo cuanto hay que saber
de la piedra filosofal. Se trata de una idea interesantísima:
ante un hecho maravilloso y casi inexplicable como la existencia
de una catedral gótica, tiene más fuerza la posesión
de la clave desestructuradora que el conocimiento del proceso
estructurante.
A medida que avanza el análisis, el método resulta
progresivamente más claro: Fulcanelli Nombra el Universo.
Toma cualquier elemento religioso tallado en la catedral -una
visión de Ezequiel, por ejemplo, tomada del Antiguo Testamento-
y lo renombra: "El fuego de la Rueda". Escribe cuatro
páginas de bella prosa sentando las bases de un nuevo diccionario
de imágenes catedralicias. Su obra
es un gran juego de palabras, y las imágenes son apenas
las chispas que encienden el reguero de abracadabras que recorre
el texto.
El conocimiento de Fulcanelli sobre el Gótico
ha venido a demostrarse equivocado -por ejemplo, en lo que hace
a la relación entre Románico y Gótico, punto
esencial para su explicación de la originalidad y simbología
del texto argótico- a juzgar por las investigaciones históricas
más recientes acerca de aquella arquitectura.
La aspiración de Fulcanelli fue convertir la piedra gótica
en un texto hermético. Quienes lo leen hoy como sus discípulos
(sobre todo aquellos que
no viven cerca de una catedral gótica), han convertido su libro en un texto
doblemente hermético -es decir, en un argot sobre el art
gothique /argotique.
Su libro adolece de los mismos problemas de lectura
que sufrió, bajo sus ojos, la catedral. Culpa de la lectura, no de los signos. Si lo leemos
sin compartir la fe alquímica y a
sabiendas de sus errores históricos, podremos disfrutar
de un texto bellamente escrito, que si perdura, se debe a la calidad
de su escritura.
* Publicado originalmente en Insomnia
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