La poesía de Oscar
Portela(1) es torrencial y
al mismo tiempo bulle en sus zonas interiores guiada más
por la cacería de la visión intuitiva que la sostiene
que por mecanismos de intelección veraz. En cada poema
suyo es posible verificar el proceso de constitución de
un Verbo hímnico, celebrante y caótico en la superficie
del lenguaje poético, que lo prepara hacia un lanzamiento
continuo, no de la experiencia histórica, sino del hallazgo
impersonal. Podría adscribirse su poesía al surrealismo,
al zen oriental, al influjo de la corriente de los videntes del
romanticismo alemán, al pensamiento heideggeriano, sin
que el lector se quede satisfecho en forma definitiva o plácida,
porque su Verbo creador, tiene más arraigos y desarraigos
que esas tentativas de escuelas predeterminadas desde Afuera.
Su poesía no concita la placidez
o la luminosidad sino más bien la oscura magma que provoca
desazones en el testimonio de su canto cada vez que éste
atraviesa las tenebrosas zonas de la muerte, del amor o simplemente de
la vida.
No es, sin embargo, ajena a las búsquedas de otros poetas
de su provincia. Me refiero a Francisco Madariaga y a Martín
Alvarenga, quienes, como Portela, van del canto a la soledad en
una ruptura de la realidad. El poeta de Senderos en el
bosque confía -parece decir en su obra creciente- en la
literalidad del momento del alumbramiento y después, en
la reelaboración de los materiales rescatados en un trance, general, donde
los dioses fueron convocados con impulsos y exclamaciones de entusiasmo
dionisíaco.
Sus lecturas, que felizmente
son muchas y ávidas, le dan un sentido
crítico
esencial y por eso, atraviesan su poema, como ráfagas de
destellos y caídas sucesivas. Esa afluencia es anti-discursiva
y tiene sin embargo sus asilos interiores que equilibran un ritmo
devorante, "una ronda insomne" que atrae hacia un pozo
de sombras.
Como en Platón, esas sombras empero, descubren en el fondo
de la caverna algo que no esta en los cuerpos verbales sino en
las ideas y los mitos de
donde el poeta toma sus resplandores y sus caminos.
Bosque,
senda, oscuras rutas del alma, asilos, dicen que su simbología
también parte de las zonas de su poema. Símbolos
antiguos o símbolos creados en su natal Loreto del pasado,
imágenes resplandecientes
que van y vienen de la percepción del instante a
la vida, tormentas de emociones filtradas en el verbo creador,
rígidos o inestables cambios de la altura en que vuela
el texto, van haciendo del
poema un rutilante espejo de aguas tocadas por la mano del
visionario impersonal que las remueve para ver en su fondo.
Poesía de la gnosis, del
conocimiento desocultado, implica dos estados primigenios cuyos
caminos ya fueron recorridos (alucinadamente en medio de un lenguaje que era, para Holderlin,
"el mas peligroso de los bienes") por aquellos poetas videntes: el
estado de recogimiento y el de revelación sucesivamente,
entre cuyos abismos debe saltar el hombre.
La poesía de Oscar Portela
trueca en eclosión de imágenes el pensamiento
revelado y esta reunión de mareas le permite salir de la
oración que es contacto de lo sagrado, al dialogo de su
tiempo, en donde no busca sino donde encuentra, a cada paso, los
ecos de antiguos cánticos.
(1) Oscar Portela, nacido
en la provincia de Corrientes (República Argentina) el
5/13/50, es considerado hoy por las más importantes voces
de la literatura de su país, como una de las más
potentes voces de la poesía y el pensamiento latinoamericano.
Autor de Senderos en el Bosque, Los Nuevos Asilos,
Memorial de Corrientes, La Memoria de Láquesis
entre otros títulos.
Resistencia
- Chaco, Octubre de 1979
|
|