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ISSN 1688-1672

 



PICASSO, PABLO - ARTE - ARTE RUPTURISTA - FIGURA / FONDO - PASTICHE -

Los pastiches de Picasso*

Carlos Rehermann

Desde mediados del Siglo XIX el pastiche se convirtió en el modo preferido de composición de los artistas y arquitectos exitosos: mezclas de supuestos estilos renacentistas, hipotéticos góticos, imaginativos chinos y vagos clásicos. Las vanguardias artísticas de los primeros años del Siglo XX reaccionaron violentamente contra el pastiche

El cubismo
 

La vastísima obra de Picasso ha sido clasificada, descrita y comentada durante un siglo, pero su estudio está lejos de haber agotado el interés de los historiadores. Sus obras llamadas cubistas son las que mayor atención han recibido por parte de los compiladores de las historias del arte destinadas a un público masivo, debido a que es fácil reconocer en ellas una subversión cuyas derivaciones pueden seguirse a lo largo de los períodos posteriores.

 

Según el propio Picasso, el cubismo representó un esfuerzo por desprenderse de la perspectiva renacentista, donde la representación se realiza desde un único punto de vista. Esto ha sido interpretado frecuentemente como una imposición de la mirada del artista sobre la voluntad del observador, un sentido ideológico que a Picasso le interesaba poner en primer plano, porque le importaba que la revolución artística se amalgamara con las ideas políticas de las revoluciones que estallaban en todo el mundo cuando su nombre comenzó a sonar en París. Pero además de los sentidos políticos de la mirada única, en el cubismo analítico (en el que la imagen parece filtrada por un cristal con centenares de facetas) es posible reconocer otra característica casi nunca mencionada: la desaparición de la distinción entre figura y fondo.

 

En las pinturas cubistas es frecuente que las figuras representadas se conviertan ambiguamente en el fondo de la imagen. Los psicólogos que estudian la percepción visual postulan que la distinción entre figura y fondo es esencial en el sistema perceptual humano. Algunos, especialmente los seguidores de la Teoría de la Forma (Gestalttheorie), sostienen que esa distinción está marcada incluso en nuestro cerebro y constituye una impronta innata.

 

Tanto si se trata de una disolución de la dialéctica figura-fondo como de una superación de la mirada única del Renacimiento, el cubismo se ha mostrado muy apto para servir de punto de referencia para la interpretación del curso del arte del Siglo XX. Dentro del cubismo hay una modalidad que en términos generales puede llamarse pastiche aunque a veces, para evitar un sentido peyorativo, se le dice simplemente collage. Y es la práctica del pastiche lo que diferencia a Picasso de la mayor parte de los artistas de las vanguardias históricas del Siglo XX.

 

Lo mejor de cada uno

 

El pastiche puede ser definido como el resultado de la combinación de elementos característicos de la obra de varios artistas o estilos, o la imitación de estilos del pasado. Es frecuente en épocas conscientes de la historicidad de los estilos artísticos, como el Renacimiento.

 

El Renacimiento hizo profesión de fe de la recuperación de los valores de la Antigüedad. Durante los tres siglos posteriores a Brunelleschi (de quien puede decirse lícitamente que inauguró el Renacimiento cuando le puso techo a la  Catedral de Florencia, Santa María de las Flores, una proeza de ingeniería y arte que aun no ha sido superada), Europa transitó por todas las posibles variaciones de interpretación de aquellos valores artísticos. Con el correr de los siglos, los estilos a los que recurrieron los artistas comenzaron a abarcar otras épocas además de la antigüedad clásica.
 
Finalmente, desde mediados del Siglo XIX el pastiche se convirtió en el modo preferido de composición de los artistas y arquitectos exitosos: mezclas de supuestos estilos renacentistas, hipotéticos góticos, imaginativos chinos y vagos clásicos.

Las vanguardias artísticas de los primeros años del Siglo XX reaccionaron violentamente contra el pastiche. Es bastante sorprendente constatar, entonces, que Picasso, a quien se conoce popularmente como representante del arte rupturista de aquellos años, construyó toda su carrera en torno a esta forma de composición.

 

Picasso y el pastiche

 

El modernismo catalán, el Art Noveau belga y francés, la secesión austriaca y el liberty italiano son quizá los primeros movimientos que, aunque amparados por influencias góticas, se despojaron de la imitación servil de modelos prestigiosos. Los suprematistas rusos, los neoplasticistas holandeses, las obsesiones de pulcritud de Adolf Loos y los diversos geometrismos que surgían en toda Europa terminaron llevando las cosas hacia una región inexplorada.

 

Picasso, mientras tanto, estaba inmerso en un mundo ajeno al diseño, el espacio natural en el que los arquitectos y diseñadores estaban intentando destronar al pastiche internacional. Para sorpresa de los revolucionarios del Movimiento Moderno, Picasso trabajó desde el pastiche, aunque no es un rasgo muy fácilmente reconocible de su obra, especialmente porque buena parte de ella ha pasado a representar al arte de vanguardia del siglo XX.

 

El cuadro más célebre del primer cubismo, Las señoritas de Aviñón, inserta máscaras africanas; y sus collages cubistas con trozos de diarios y linóleos muestran claramente su intento por emplear elementos preelaborados en sus obras.

 

La historiadora del arte Rosalind Krauss* relaciona esta vertiente de la obra de Picasso con la pérdida del patrón oro, es decir, con la independización del signo monetario, convertido en puro significante (puesto que pierde la relación con el objeto que se suponía significaba), y pone como manifestación del fenómeno en el mundo del arte a la novela de André Gide Los monederos falsos, publicada en 1925 pero elaborada a partir de 1910. La novela de Gide, que cuenta la vida de unos burgueses muy jóvenes que se meten a falsificadores porque es la forma que encuentran para subvertir los principios según los que han sido educados, toma su título de una novela que escribe uno de sus protagonistas. El juego de espejos, el hecho de que el libro se titule como una novela “falsa” (es decir, ficticia) y el tema secundario, la falsificación de moneda, es adecuado para simbolizar los profundos cambios que se estaban produciendo en la sociedad de aquellos tiempos.

 

Cuando Picasso elabora sus collages que integran papel de diario, la destrucción de la perspectiva es mucho más intensa que la que realizaba en el cubismo. El texto de las hojas de diario a veces es legible, y otras veces se coloca al revés; en ocasiones la textura de las líneas tipográficas oficia de color gris, y a veces representa un material o una sustancia. El paralelismo de las líneas rompe siempre cualquier interpretación de profundidad espacial a partir de las líneas del dibujo en el que los diarios están insertos. El espacio tipográfico que Picasso inserta en sus collages descubre intenciones metafóricas: los diarios (especialmente Le Journal, el diario popular que solía usar con mayor frecuencia) eran el espacio preferencial de construcción de una esfera pública visible. Esta espacialidad que hace referencia al lugar social, simbólico, es la que produce la mayor ruptura del aparato de interpretación renacentista. Y esa ruptura, la mayor de todas las que se produjeron a través de las vanguardias, es resultado de la práctica del peor enemigo de los modernos: el pastiche.

 

Acusado

 

Después de su pasaje por el cubismo, algunos críticos comenzaron a acusar a Picasso de haberse alejado de sí mismo. En 1919, cuando luego de 13 años hizo una exposición individual, Roger Alland dijo: “(Ahí está) Todo, incluyendo a Leonardo, Durero, La Nain, Ingres, Van Gogh, Cézanne: sí, todo... excepto Picasso”. Para ese y otros críticos, Picasso sólo estaba produciendo pastiches históricos. Pocos años después, Dalaunay lo acusa de imitar incluso el cubismo, que consideraba original de Braque.

 

La pérdida de significado del signo artístico debía terminar, para algunos, en un arte universal concreto, no figurativo, anunciado por Kandinsky, Malévich y Mondrian. Pero en el período de desesperanza entre las dos guerras mundiales, el artista más fuertemente identificado con la modernidad optó por no abandonar la figuración. John Berger considera que su decorado de 1917 para el ballet Parade (con música de Satie, guión de Cocteau, bailado Les Ballets Russes de Diaghilev) representa el fracaso de su proyecto artístico. Desde ese momento, el pastiche es explícito: a lo largo de las décadas posteriores, el trabajo de Picasso caricaturiza las pinturas de los museos europeos, compone versiones de pintores del pasado, ensaya dibujos de inspiración clásica.

 

Aquella acusación de su contemporáneo Alland, que quedó sepultada bajo el éxito mediático, crítico y económico de la obra de Picasso, emerge ahora para dar nueva luz a una reevaluación de una de las figuras más importantes del arte universal de todos los tiempos.


 

* Rosalind E. Krauss
Los papeles de Picasso

Gedisa Editorial, Barcelona 1999.


* Publicado originalmente en El País Cultural

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