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Amir Hamed
ISSN 1688-1672

 



PROXÉMICA - EQUILIBRIO - ESFERA DEL YO -AIKIDO

Esfera virtual*

Carlos Rehermann

En el aikido no hay ninguna acción de agresión; se trata simplemente de hacer perder al oponente el centro de su esfera. Cuando un aikidoka es atacado, sólo hace pequeños movimientos para absorber en su propia esfera la de su atacante


La conciencia de sí está relacionada con el espacio que rodea a las personas. Los semiólogos llamaron proxémica a un proyecto de disciplina que serviría para estudiar las distancias interpersonales y la gestualidad característica en cada circunstancia
(y que viene resultando difícil de sistematizar). Los arquitectos, por su parte, saben que el tamaño de las habitaciones y la altura de los techos tiene un efecto decisivo sobre el ánimo de las personas. Un espacio pequeño favorece la concentración para un trabajo; tal vez el estilo impersonal característico del periodismo anglosajón provenga de la costumbre de establecer las redacciones de los periódicos en grandes espacios de techos altos, cuyos límites son difícilmente discernibles.

Algunas producciones sociales probablemente tengan una influencia decisiva. Por ejemplo, el desarrollo de las ciudades griegas, cuyos habitantes eran muy conscientes de la importancia del organismo urbano, tiene seguramente una relación directa con su gran producción filosófica. El exilio de los noruegos que colonizaron Islandia, una comunidad autoconsciente de su aislamiento, produjo una voluminosa y sofisticada literatura tan extraña para su tiempo que desafía la capacidad clasificadora de los eruditos.

Una persona en medio de una llanura sin accidentes está rodeada por una esfera virtual que le permite percibir su yo como una entidad espacial más allá de la frontera de su piel. El arte de lucha japonés aikido se basa en una idea de sí mismo que toma en cuenta esta esfera. En el aikido no hay ninguna acción de agresión; se trata simplemente de hacer perder al oponente el centro de su esfera. Cuando un aikidoka es atacado, sólo hace pequeños movimientos para absorber en su propia esfera la de su atacante. De esta manera, la conciencia de sí del otro es dominada por la del atacado, que toma el mando de la conciencia de ambos. Este dominio se evidencia, en el plano físico, por una pérdida radical del equilibrio del atacante.

Esta experiencia del cuerpo tiene paralelos con otros niveles del ser: toda pérdida de equilibrio es una forma de pérdida de conciencia.

Pero la esfera en la llanura provoca una sensación de aislamiento en el ambiente. Se perciben con agudeza los límites del yo, lo cual puede tener consecuencias diversas. La agorafobia es una forma extrema del temor que suscita esta clase de situaciones. Una respuesta más sana es la que incita a una acción: apropiarse del ambiente -recorriéndolo, fotografiándolo, describiéndolo, convirtiéndolo en un signo
(esta puesta de sol -que me sume en una profunda angustia que no llego a explicar- parece una pintura, etcétera)-; otra, en principio negativa, se traduce en un acto de defensa del yo: la introspección. La naturaleza incita, como reacción ante el desamparo, a la meditación. Casi todas las culturas tienen variantes de prácticas religiosas, místicas o filosóficas de aislamiento en la naturaleza.

Raras veces nos sentimos cómodos cuando la esfera del yo de otra persona invade la nuestra. El abrazo de los amantes rompe radicalmente la dualidad de estas esferas. Los centros de cada yo buscan confundirse en uno. La conciencia de sí tiende a desdibujarse. Es tal vez el cambio más drástico que experimentan los amantes con respecto a su discurrir cotidiano, un indescriptible estado de conciencia que el cuerpo traduce en un éxtasis sensorial.

En pocas ocasiones es posible percibir desde fuera la existencia de esta esfera del yo. Cuando un extraño la invade, cuando la persona querida se acerca, cuando estamos expuestos a una naturaleza abierta. Hay dos formas de arte cuya materia prima es precisamente esta esfera virtual: la arquitectura y el teatro, incluyendo en éste la danza de escenario.

Ambos artes toman posiciones opuestas. La arquitectura busca una relación entre el objeto habitado y el habitante: invita a la contemplación de sí mismo. El teatro es un dispositivo espacial para poner de manifiesto las esferas de otros. Y las esferas son tan delicadas, tan íntimas, que los actores deben asumir personalidades ajenas. No es posible exponer abiertamente la propia y verdadera esfera ante los ojos de otro. Ese otro sólo puede ser un amante cuya esfera va a ser fundida con la propia o un enemigo cuya esfera va a ser avasallada. En cualquier caso, cuestión de vida o muerte.

 

* Publicado originalmente en Insomnia Nº 142

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