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IMAGEN - ARTE - ESPAÑA, JUAN CARLOS -

Ahí, Márgenes y Hospitalidades

Fernando Guerrero Flórez

La cercanía entre arte y filosofía es necesario que siempre quede en la sospecha. Será mejor dejarlo así. Decirlo así, hablar de una sospecha entre aquello irreductible a la traza, y aquello que en la traza hace irreductible el movimiento mismo de la obra

Y así, lo que yo llamaría el cuerpo -me alegro de hablar sobre el cuerpo desde este punto de vista- no es una presencia. El cuerpo es, cómo decirlo, una experiencia en el sentido de la palabra más móvil [voyageur]. Es una experiencia de contexto, de disociación, de dislocaciones.

Las artes del espacio,
Jacques Derrida

No cuerpos producidos por la autoproducción del espíritu y su reproducción  -que por lo demás sólo puede producir un cuerpo, una sola imagen visible de lo invisible…Sí, en cambio un cuerpo que se da multiplicado, multisexuado, multifigurado, multizonal, falo y áfalo, céfalo y acéfalo, organizado inorgánico, cuerpos así creados, es decir, viniendo y cuya venida
espacia cada
vez el aquí, el ahí.”

Techne de los cuerpos,
Jean Luc Nancy
 

  Centro y periferia. Instalación Juan Carlos España. 2007s España. 2007

I:
 

Queremos empezar este texto con un agradecimiento, un pequeño agradecimiento a quienes de alguna una manera hacen que escriba desde esta otra senda de voces en el movimiento del arte.

(ahí, márgenes y hospitalidades)[1]

Aquello que llamaremos aquí, umbrales, es una respuesta agradecida de nuestra parte a una serie de grabados e instalaciones realizadas en 2007 por Juan Carlos España: el arte es una manera de conjurar el olvido de la memoria. Desde el umbral de este texto, y, en el juego de la dislocación de los sentidos entre los asistentes, se trenza una idea que nos ha de acompañar en esta sala, la relación entre las márgenes del arte y la teoría estética, y a la vez, la hospitalidad de la firma del artista en la desmesura de sus obras.

Al hablar de esta desmesura, podríamos proponer una salida del texto desde lo que el texto mismo trae, digamos aquí, este texto viene acompañado de unas ciertas imágenes, unas imágenes que están en su interior y que ya ocuparían a los asistentes, y unas imágenes preparadas para generar una cierta dislocación de la atención entre lo que se va leyendo y  aquello que al ser escuchado nos va abriendo a una infinita posibilidad de sentidos alrededor de la obra, y, aquello que desde sus umbrales se teje y al topar la periferia de la visión hace perder el centro mismo de toda obra.

Para comenzar, y en los hilos de la primera imagen, intento una salida de texto desde lo que se ha propuesto como una lectura performativa en la alteridad de las imágenes, lectura que sin intentar poner en evidencia los hilos incontenibles de las imágenes que esta obra suscita, pondría como inquietud la evidencia de que la obra lleva esa extraña relación entre representación y escritura, escritura que se enhebra a la alteridad del artista en la entrada a la Naturaleza de la obra, a la obra de Arte, al ejercicio de una obra Literaria, a la inmersión en una Filosofía en las artes del espacio.

Ese hilo escritural, el cual mueve la textura de una obra, su verdad y su fundamento, a la vez reclama y transgrede, fragmenta y hace tomar un sentido diferente a cuanto se podría reclamar de toda obra, y de qué manera, puesto que esa tensión y esa pérdida de sentido de toda obra se debe a la imposibilidad misma de decir que el cuerpo de una obra se deja atrapar y ver en una sola verdad dentro de lo posible a decirse de la obra.

El arte permite decir y desdecir el movimiento de variadas naturalezas en creación, llega, nos atrae con seducción o con pasión, nos envuelve en el deseo de saber que hay más allá o más acá de la expresión artística, de la plasticidad de esa obra integrada a un instante de separación entre la mirada del espectador y el mundo que se deja mirar en ese instante del aparecer de la obra.

El arte nos excede.

Ahora bien, la imagen en movimiento, la imagen que permite esa visibilidad de eso otro moviéndose en el espacio, en la espacialidad del espacio, en la espectralidad del espacio, en ese espacio y ese umbral que hace posible sumergirnos entre la tintura, la tinta, el olor de la tinta, el movimiento de las manos de un artista y el movimiento de esa gracia que en su obra se plasma. Esa imagen nos llama a una travesía entre lo que podemos pensar e inferir de una obra y aquello que escapando a su sentido posible, y a nuestro sentido posible, escapa a nuestro recibimiento y a la vez nos abre a la ruptura con lo ontológico, arquetípico y la topología en la cual se puede inscribir la verdad de una obra.

Pensamos en la imagen en movimiento, la que aquí se hila a otra y en otra que aun no vemos, que excede a la videncia y a la evidencia de sentido entre imagen y representación, la imagen movimiento, la imagen pensamiento, la imagen corporal y la incorporal, la imagen que excede a la imagen misma, la imagen que se crea e inventa en su seno, la imagen que se anima en su movilidad de un espacio a otro, de un ojo a otro, de una mirada en otra y que sin embargo hace que la imagen misma se vuelva incontenible.

Imagen que por su peso pesa demasiado, imagen que excede la realidad y sin embargo la traduce en aquello no tan fácil de decirse en palabras, la imagen que se hace palabras y mimesis, removiendo y con-moviendo al espectador en cuanto este es atravesado por toda una historia que subyace bajo el velo de la representación.

Historia sin historia, sin economía del signo, sin restitución programada, sin tiempo y espacio contenibles. Historia de un arte sin historia. Historia en la conmoción del objeto artístico, en la remoción de fundamento en el cual toda creación artística es un arte. Esa imagen – a-histórica - ahora se torna subjetiva, pasa por nosotros y a la vez nos llama a contemplarla nuevamente, a intentarla traducir nuevamente, ya que, por más que se quiera hablar o decir algo de ella, su movimiento es incontrolable. Quizás esa imagen atraviesa este cuerpo y con esa travesía, se intenta tejer un texto que nos acerca y distancia de aquello que en común llamamos Historia del arte.

En la obra algo desconocido subyace y excede la mirada de quien asiste a su exposición. Eso que subyace, que esta debajo de la traza y el pincelazo, en la mixtura del color y sus formas, eso que se hospeda en la obra y en ocasiones se incuba en la plasticidad de lo creado, eso que se mueve en los hilos de otra historia, sin mimesis ni tiempo de representación tangible, eso que escapa al tacto, hace que el artista supere la evidente ceguera dada en la técnica de su traza y pueda así montar y desmontar los campos significantes, históricos y comunicables de la obra.
 

II:
 

La cercanía entre arte y filosofía es necesario que siempre quede en la sospecha. Será mejor dejarlo así. Decirlo así, hablar de una sospecha entre aquello irreductible a la traza, y aquello que en la traza hace irreductible el movimiento mismo de la obra, de aquello que excede a la obra y al artista, al cuerpo del artista, a su presencia y no presencia, a lo que se pudo diferir y pensar de sus trazos, de sus trasteos en la traza, de ese traspaso de un lugar a otro en la sensiblidad y el psiquismo de su obra. Un sin lugar singular, una brecha, de esa firma que contiene los tonos y matices de una obra, de un cuadro, pintura, grabado, video arte o instalación en la cual el nombre del artista se diluye, se filtra y se distancia de la economía misma del acto de nombrarse en el interior del cuerpo de la obra.

Distancia y excedencia de una idea que atraviesa el cuerpo del artista y se hace visible hasta cierto punto. Distancia y excedencia del lugar mismo en el cual la obra se torna visible, y si podemos decirlo también, se virtualiza, hace posible su recibimiento aunque sea imposible recibirla sin recibirse y evadirse en la obra, ya que, en el momento de internarse en  la obra, esta se torna irreducible, inaprensible, infinitamente abierta a las variantes y variaciones de acogida y traducción que desde su seno se le pueda dar.

La traducción sería otro de los asuntos que nos interesarían de momento, y, en ese impase, interpretar las firmas, o, interpretar las obras en sus firmas, sea en Van Gogh o Celan, sea una obra pictórico-literaria o la alteridad de la imagen proyectada en video, sea la simulación fantasmal de un performance o la diseminación anagramática del nombre de un artista en una obra insoportable, quizás un poco pesada, pero no por ello, creada sin pasión o gracia.

“Podemos imaginarnos una obra terrible, insoportable, amenazadora, pero todavía está dentro de un marco, o montada en un pedestal, o si es una película tiene principio y final; hay por lo menos un simulacro de ordenación, y en consecuencia la posibilidad de dominar la obra, algo que supone una protección para el espectador o receptor. Pero hay textos que carecen de principio y de fin, que dispersan sus voces, que dicen cosas dispares y que, como resultado, impiden esa ordenación. Uno puede escucharlas, pero no es capaz de controlarlas. Así ocurre con mi obra, y hay a quienes les gusta y a quienes no. Pero en mi opinión es siempre una cuestión de espacio, de lo indómito de la especialidad, y no sólo de la voz o de algo que hay en las voces.[2]

Vulnerabilidad del espectador en la exposición de una obra en la excedencia de traducción por vía de las manos del artista, excedencia de una realidad sin virtualizarla en el nombre del artista o del arte. Realidad que desaparece para volver a aparecer en tonos y matices siempre nuevos.

Esta des-aparición es quizás, y para entrar en este texto, el hilo conductor de lo que se ha llamado una “apertura de la obra”, desaparición de los marcos que sostienen una pintura, desaparición de la historia de los asistentes y del momento mismo de asistir a la instalación de una obra, a su exposición, puesto que, la obra y el espacio en el cual se exponen, se tornan espacialidad de voces que resuenan de manera diferida entre quienes transitan por esos rincones de color, sonido, vibración y atemporalidad, voces auscultando nuestras escuchas, en el entrecruce de los pincelazos y trazos, de las palabras y gestos que hacen y deshacen lo visible de una exposición, de un lugar de encuentros entre lo que traen las miradas y aquello que las desdobla en el lienzo invisible del verse diluido por la aprensión táctil de un instante de creación artística.
 

III:

Umbrales. Tríptico, Grabado, Intaglio, dibujo. Detalle III. Juan España. 2006
 

Desaparición.

Lo hemos dicho mas arriba. Des-aparecer, estar en el sitio y a la vez hacer posible que al mirar una obra estemos en otro lado, en otro sin lugar singular al cual nuestra mirada ha querido entregarse, desviarse, movilizarse y a la vez replegarse para dejarse ir en lo que de momento envuelve con su “invasión de sombra”.

Volvemos entonces a la obra, la de Juan España, el umbral, la historia en grabados, en una serie de grabados que hacen conmoción en los hilos que sostienen este texto, esta historia, en el umbral de aquello que la obra misma cuestiona.

“Los hombres caminan como espectros sobre la línea del tiempo sin historia. Trazos como hilos invisibles del tiempo. Vellosidad, erotismo y difuminación del espacio. La elasticidad del ancestro en una espiral cuya cuadratura se deja atravesar por la vellosidad del trazo. Una columna –quizás axial – comunica las voces del grabado.”

Una brecha abriendo la temporalidad del movimiento de las manos. Las manos del artista, las otras manos, las que palpan esas regiones intangibles por donde una palabra acontece y muestra la novedad del instante, remueve el instante mismo que interrumpe la mirada, el tacto, el swing fílmico de un instante que nos excede. Interrupción de un instante en donde una mano es y deja de ser para acercar un poco esa otra región de escuchas, de trasteos en la voz, de encuentros y distancias entre lo comunicable e incomunicable que se sostiene en el papel de grabado.

En esa brecha se da la posibilidad de repensarse en el arte, de re-sentirse y re-pensarse nuevamente en las maneras de trabajar y acercarse al arte, de entrelazar el tono de la escritura al tono de los matices que dan luz a la obra, tono y ritmo de vibración táctil que acerca esa obra, la realidad que siente, vive, piensa y comunica el creador plástico, en eso otro del ver, otro ver de la realidad en el traslado de lo visiblemente invisible, de esa ruptura con el paradójico exceso de retención en la mirada que quisiera contenerlo todo, fotografiarlo todo, y quizás mostrarlo todo para que así pueda ser creíble.

Frente a esto se podría proponer la desencarnación de la realidad a través de la imagen…allí donde el comercio con la realidad es un ritmo[3], ritmo que nos invita a una toma de posición frente a la exposición de cualquier obra, de cualquier arte, de aquello que en manos de un artista se plasma y se proyecta como una realidad asible, como una realidad para ser vista, aunque sea por un instante, por la gracia de un instante, al término de ese instante.

Grabado en metal. La palma. Juan España. 2006

 

Toda apertura de una exposición nos inquieta, nos remueve algo, nos llama a algo: sea el nombre del artista o la propuesta que sugestiona y atrae para que se llegue a citarse con el encuentro de una obra, sea la imagen misma de la obra o el encuentro con esos otros que replican el esquizoanálisis de una pintura. En si, toda exposición es una salida de si. Toda exposición es una invitación a salirse de si, a entrar en ese otro orden de lo real que se desordena en su inmersión misma, una caósmosis del ver en el instante mismo que se llega a la exposición, a ese exponerse ante la obra y sentirse expuesto en la obra.

¿Pero que queda de la ex-posición cuando se afirma que el artista es el traductor de una ceguera?

Regresemos los pasos, retornemos al párrafo anterior y sigamos jugando con esas preguntas inconexas: ¿Quién no se conmueve con los colores, olores, imágenes y márgenes proyectadas en el fondo de una galería de arte?, ¿Quién no deja de sentirse seducido por un tema en particular: la guerra, el deseo, el erotismo, la homofobia o el rechazo de una violencia fundada en la ley de la violencia?, ¿Quién no es participe de esos discursos visuales que engalanan el movimiento de una historia del arte y al ser participe intenta crear su propio tono de escritura, de mixtura, de traducción de colores en la alteridad del lienzo?…

“cabezas fantasmas sobrevuelan esta sala… espectros del tiempo resuenan entre tintura, textura y texto… en el fondo de esa críptica imagen poética se encuentra el rostro desnudo de la naturaleza”

Son muchos los hilos que se abrirían, tejerían y destejerían al intentar abordar los pliegos de esta obra, de este instante, de esta cita y de este primer lance de escrituras ante una sala que recibe la proyección de un pro–yecto.

Quizás para cerrar un poco estos Umbrales y dar apertura a la exposición del pro–yecto, quisiéramos agregar simplemente unas palabras dirigidas a aquellos que aman alejarse y que, desde la lejanía, traen una obra en sus manos, una palabra y un arte que nos interrumpe:

“Debemos  renunciar a conocer a aquellos a quienes algo esencial nos une; quiero decir, debemos de aceptarnos en la relación con lo desconocido en que nos aceptan, a nosotros también, en nuestro alejamiento. La amistad, esa relación sin dependencia, sin episodio y donde, no obstante, cabe toda la sencillez de la vida, pasa por el reconocimiento de la extrañeza común que no nos permite hablar de nuestros amigos, sino sólo hablarles, no hacer de ellos un tema de conversación (o de artículos) , sino el movimiento del convenio  de que, hablándonos, reservan, incluso en la mayor familiaridad, la distancia infinita, esa separación fundamental a partir de la cual lo que separa, se convierte en relación. Aquí, la discreción no consiste en la sencilla negativa a tener en cuenta confidencias ( que burdo sería, soñar siquiera con ello),  sino que es el intervalo, el puro intervalo que, de mi a ese otro que es un amigo, mide todo lo que hay entre nosotros, la interrupción de ser que no me autoriza nunca a disponer de él, ni de mi saber sobre él (aunque fuera para alabarle) y que, lejos de impedir toda comunicación, nos relaciona mutuamente  en la diferencia, y a veces el silencio de la palabra.”[4]


Marzo 17 de 2009.
12:39.a.m.
Ciudad de Barranquilla.


Notas:
 

[1] Video instalación alrededor de la obra de Juan Carlos España: Umbrales. Grabados y fotografías. 2006 - 2007. La lectura de este texto se realizó en las instalaciones del Museo de Arte Moderno de Barranquilla - Colombia, el día 17 de marzo del 2009.

[2] Jacques Derrida. Las artes del espacio. Entrevista de Peter Brunette y David Wills realizada el 28 de abril de 1990, en laguna Beach, California, publicada en: Deconstruction and Visual Arts, Cambrige University Press, 1994, cap I, pp. 9-32.

[3] Levinas Emmanuel. “La Realidad y su Sombra”. Introducción de Antonio Domínguez Rey, Traducción de Antonio Domínguez Leiva. Minima Trotta. 2001. Pag. 51.

[4] Maurice Blanchot.  “De la amistad” En: La risa de los dioses, Taurus, 1976, pág

 

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