¿Qué
pasa con los intelectuales y la política?
El sociólogo y etnólogo francés, Pierre
Bourdieu, medita acerca de esta pregunta tratando de proponer
la necesidad de crear un "colectivo" de intelectuales. Traducimos a continuación
partes de la conferencia que dictara en la convención
de la Asociación de lenguas modernas (MLA, Chicago, 1999).
¿Pueden
los intelectuales, especialmente aquellos que pertenecen a instituciones
académicas intervenir en la esfera política? ¿Deben
intervenir en debates políticos? Si respondemos que sí,
¿en qué condiciones pueden insertarse eficazmente?
¿Qué rol pueden jugar los investigadores en los
diferentes movimientos sociales tanto a nivel nacional como (y principalmente) a nivel internacional,
ya que es ése el espacio en que se decide el destino de
los individuos y las sociedades? ¿Pueden contribuir los
intelectuales a inventar nuevos mapas que hagan que la política
se ajuste a los problemas de nuestra época?
Primero que nada, para evitar malentendidos, debo decir que los
investigadores, artistas o escritores que intervienen
en el mundo político no se convierten inmediatamente en
políticos. Siguiendo el modelo creado por Emile Zola a
propósito del caso Dreyfus, los investigadores se vuelven
intelectuales o intelectuales públicos cuando invierten
su autoridad específica y los valores asociados al ejercicio
de su arte en una lucha
política... Al invertir la competencia artística
o científica en debates cívicos, los intelectuales
corren riesgo de desilusionar a otros. Por un lado, pueden desilusionar
a aquellos que en su universo académico cerrado eligen
el camino virtuoso de permanecer encerrados en la torre de marfil
y que ven en el compromiso una violación de la famosa
"neutralidad" (erróneamente
igualada a objetividad científica cuando es algo inevitable,
es decir, un hecho, que el escapismo es siempre imposible).
Por otro lado, pueden desilusionar a aquellos que en el campo
del periodismo y la política ven la práctica intelectual
como una amenaza a su monopolio sobre la opinión pública...
Acusar el anti-intelectualismo no excluye a los intelectuales
de la crítica al intelectualismo: todos los intelectuales
deben realizar una práctica de auto-crítica. La
reflexividad crítica es un prerrequisito de toda acción
política de los intelectuales. Estos deben llevar a cabo
una crítica
permanente
de los abusos de poder o de autoridad que se realizan en nombre
de la autoridad intelectual; o si se prefiere, deben someterse
a sí mismos a la crítica del uso de
la autoridad intelectual como arma política dentro del
campo intelectual mismo (enseñanza, investigación,
etc).
Todo académico debe también someter a crítica los prejuicios
escolásticos cuya forma más persuasiva es la propensión
a tomar como meta una serie de revoluciones de papel. Este impulso
generoso pero poco realista ha llevado a muchos intelectuales
de mi generación a someterse ... a un radicalismo de papel,
esto es, la tendencia a confundir las cosas de lógica
por la lógica de las cosas...
Habiendo postulado estas notas preliminares, puedo entonces afirmar
que los intelectuales (artistas, escritores, científicos, etc. que ingresan
a la acción política en base a su competencia en
sus áreas de especialización) son indispensables para las
luchas sociales, especialmente en el presente dadas las formas
que la dominación asume. Trabajos históricos recientes
y mucha inercia intelectual, han cumplido un rol fundamental
para la producción e imposición de la ideología
neoliberal que regula el mundo. A la producción de estos
pensamientos reaccionarios debemos oponer la producción
de redes críticas que ha convertido a los intelectuales
específicos (en
el sentido que expone Foucault) en un colectivo intelectual capaz de
definirse por sí mismos los temas y fines de sus reflexiones
y acciones.
Este colectivo intelectual puede y debe rellenar funciones negativas:
debe trabajar para producir y diseminar instrumentos de defensa
contra la dominación simbólica que descansa cada
vez más en la autoridad de la ciencia. El colectivo-intelectual
puede someter al discurso dominante a una crítica sin merced
del léxico abstracto (globalización, felixibilidad, empleo) razonando
sus usos específicos y metáforas. El colectivo-intelectual
debe también someter su discurso a una crítica sociológica
que extiende la crítica discursiva
y desmantela las determinantes sociológicas que minan
al discurso dominante (comenzando
con los medios
de prensa,
y especialmente con los periódicos de economía). Finalmente, pueden contraponer
a la autoridad pseudo-científica de los expertos, una
crítica científica de los presupuestos escondidos
en tales discursos.
Este colectivo puede cumplir una función positiva al contribuir
al trabajo colectivo de invención política. Las
consecuencias que produjo el colapso de la Unión Soviética
en el mundo ha dejado un vacío que la doxa neoliberal
ha llenado, y la universidad poco ha contribuido para crear una
crítica social...Necesitamos reconstruir una edificio
crítico y esta reconstrucción no puede ser hecha
por un solo intelectual aislado....
*Traducción
de Pierre Bourdieu a cargo de Susana Draper.
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