b. Desarrollo económico y democracia en la segunda mitad
del siglo XX.
El primero en formalizar y medir en forma sistemática
la relación entre desarrollo económico y democracia
fue Lipset(4). En el primer párrafo de su ya clásico libro
Lipset señalaba que "una de las principales preocupaciones
de la sociología política consiste en un análisis
de las condiciones sociales que configuran la democracia".
A poco de andar Lipset establece su hipótesis más
conocida: "Cuanto más próspera sea una nación,
tanto mayores son las posibilidades de que se mantendrá
una democracia". Mediante medidas de industrialización,
educación y urbanización
Lipset muestra la fuerte relación entre desarrollo económico
(y social dada alguna de sus medidas) y
democracia.
Al considerar la relación histórica
de la segunda mitad del siglo veinte en América Latina
entre desarrollo económico y democracia podemos constatar
que la hipótesis resulta plausible aunque la relación
no es particularmente robusta. De hecho una regresión
lineal arroja tan sólo un R2 no ajustado de .23(5). Otro es el resultado cuando
admitimos una relación no lineal. En ese caso el R2 alcanza
un coeficiente de .42, mostrando algo más parecido a una
relación positiva con tendencia asintótica en los
valores superiores del PBI o incluso una relación de tipo
U invertida(6).
Gráfico 1
Claro está que de proceder de similar
manera que Lipset, en donde se establecen las diferentes medias
de ingreso per cápita para grupos de países
de diferente régimen, los resultados serían similares
a los recogidos por el autor(7). En efecto una de las cosas que caracteriza a la relación
entre desarrollo económico y democracia es que la misma
no es una relación lineal, sino con umbrales. Tal vez lo
que el gráfico 1 permite observar con mayor detenimiento
es que se presentan importantes desviaciones sea cual sea el método
estadístico utilizado. Costa Rica y Colombia
son casos que claramente se ubican por encima de lo esperable
en materia de democracia dada su riqueza nacional. Por su parte
Argentina, como bien
es sabido, es un caso desviado en el sentido inverso. Por su riqueza
y otra multiplicidad de factores(8) Argentina es el ejemplo
de candidato democrático estable, sin embargo este país
ha sido un ejemplo de inestabilidad democrática y recurrente
autoritarismo. Pero este comportamiento peculiar de los países
genera en definitiva una curva que apoya la idea de que países
muy pobres difícilmente serán democráticos,
al tiempo que sugiere tomar con cautela la idea de que los países
presentan un propensión lineal a la democracia cuanto más
ricos sean, al menos en lo que hace a la realidad regional aquí
considerada.
Ahora bien la relación arriba presentada esconde dos períodos
históricos bien diferenciados. En efecto, entre 1950 y
1970 la relación entre riqueza y democracia es más
robusta que la relación para todo el período y
notoriamente mayor que aquella que se constata entre 1970 y 1990.
De hecho, como puede observarse en el gráfico 3, entre
1970 y 1990 no existe relación alguna entre prosperidad
y democracia.
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Gráfico 2
Gráfico 3
Entre 1950 y 1970 los casos de Chile y Costa Rica presentan las
mayores desviaciones, con un tiempo real de democracia muy superior
al esperable dada su riqueza. A pesar de estos casos resulta clara
la asociación entre riqueza y democracia en este período.
Se constata un vez más la idea de umbrales. Si bien en
los países de riqueza intermedia y superior de la región
existen grados de desviación importante respecto a la hipótesis,
es en los países muy pobres en donde resulta más
clara la recurrencia empírica. En cambio entre 1970 y 1990
la relación moderada pero clara que constatamos en el período
anterior desaparece totalmente. Ello responde principalmente a
la baja o nula duración de la democracia en un conjunto
de países de alto desarrollo económico, en particular
Uruguay, Argentina y Chile,
y también en menor medida a la persistencia y/o emergencia
de la democracia en países
pobres. Las dictaduras del cono sur de los años 70
constituyen un excelente caso que apoya la tesis de O'Donnell
sobre el advenimiento en contextos económicos relativamente
prósperos de lo que el dio en llamar regímenes burocrático
autoritarios.
Estas formas dictatoriales no son el producto a la Lipset del
bajo desarrollo económico, sino, y muy por el contrario,
son el resultado del propio desarrollo económico y sus
cuellos de botella bajo el modelo sustitutivo de importaciones.
El que dichas dictaduras no persiguieran -como sí lo hizo
Brasil y la dictadura Argentina
anterior (el golpe de Onganía) y
como lo anunció O'Donnell apoyado en el análisis
de estos dos casos- la profundización del modelo económico,
sino que optaran por su entierro en aras del modelo
neoliberal, es irrelevante en este punto. Las dictaduras del
Cono Sur de los setenta admiten su mejor explicación en
la crisis del viejo modelo económico
y las tensiones políticas y sociales derivadas del modelo,
su maduración y su crisis.
Ahora bien, tal como señalan Przeworski et al. (2000) la razón de esta asociación entre riqueza
y democracia admite dos interpretaciones: una endógena
y otra exógena. La explicación exógena o
de la modernización indica que el crecimiento, la riqueza
y la creciente complejidad social desatan una serie de fuerzas
sociales y políticas que destruyen las bases de legitimidad
y producción de orden de las dictaduras, abriendo por tanto
paso a las democracias. Por su parte la explicación endógena
indica que las democracias son más estables cuanto más
ricos son los países. O en otras palabras, que una democracia
en un país rico difícilmente de paso a una dictadura.
Przeworski et al. encuentran mayor mérito en esta segunda
explicación que en la primera. Sin embargo, en el caso
de América Latina
ambos factores parecen estar jugando entre 1950 y 1970 y ninguno
de ellos está operando entre 1970 y 1990.
Es claro que la relación entre riqueza y democracia de
1950 a 1970 se apoya tanto en la aparición de modalidades
democráticas en países otrora autoritarios debido
a crecimiento como a la mayor duración de las democracias
de los países ricos (en particular Chile y Uruguay).
Sin embargo, para el período que va de 1970 a 1990 la evidencia
muestra que las democracias estables no fueron las más
ricas sino las de riqueza intermedia, al tiempo que los países
pobres presentan en muchos casos una estabilidad democrática
superior a los países ricos.
En efecto, cuando consideramos solamente los años de estabilidad
democrática la relación entre riqueza y estabilidad
asume otra vez la forma de U invertida para el período
1950-1970. Ello estaría indicando que si bien los países
más pobres efectivamente presentan democracias inestables,
no es luego tan claro que los países más ricos
sean los inmunes a los quiebres democráticos. Por su parte,
entre 1970 y 1990 la riqueza nacional presenta una total ausencia
de asociación con los años de estabilidad democrática.
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Gráfico 4
Gráfico 5
En síntesis y en lo que hace a los componentes formales
de la democracia considerados en forma aislada, la evidencia
presentada en este punto sugiere que: a) la democracia floreció
con mayor dificultad y sucumbió con mayor frecuencia en
los países pobres de la región entre 1950 y 1970,
b) luego de haber superado umbrales de riqueza nacional mínimos,
los dólares per cápita adicionales no hicieron
una gran diferencia en materia de democracia y estabilidad democrática
entre 1950 y 1970, c) entre 1970 y 1990 la riqueza nacional carece
de efectos claros sea sobre las chances de ser una democracia
o de permanecer como democracia.
Por su parte, entre 1990 y nuestros días la relación
entre democracia y riqueza es nuevamente inexistente en la región.
La buena noticia en este caso es que la ausencia de asociación
no responde ya a las formas dictatoriales de los países
prósperos de la región, sino a la extensión
de la democracia a los países más pobres de la región.
En efecto, el continente es al inicio del siglo, democrático.
Sin embargo, las bases sociales de estas democracias y los efectos
sociales de dichas democracias han presentado un comportamiento
negativo en la década que cerró el siglo veinte.
Las democracias perdurables del continente son hoy impotentes
para enfrentar los problemas
sociales, se encuentran asediadas por estos mismos problemas
y con signos evidentes de fatiga para hacer frente a los mismos.
Dentro de este panorama nada alentador los primeros años
del siglo ofrecen algunas luces. La más importante es también
preocupante: se ha quebrado el equilibrio de democracias imperfecto
de la post-transición. En efecto, si los noventa fueron
años de consensos desganados y crisis institucionales luego
de la promesa democrática de fin de los ochenta e inicios
de los noventa, el siglo XXI se inicia con la inestabilidad creativa
de quien ha perdido la paciencia. Bolivia, Perú, Venezuela,
Brasil, Argentina, Uruguay,
por nombrar a algunos países, inician el siglo con una
característica en común: la sensación de
anticipación, de antelación, y aún de miedo ante crisis terminales
o cambios inescapables.
El puerto final de estos movimientos políticos nacionales
dependerá, y mucho, de lo que suceda con las bases sociales
de la democracia y lo que esta pueda hacer para mejorar la situación social de las grandes masas
latinoamericanas. Si la respuesta es neopopulismo o neoelitismo,
la modernidad nos seguirá siendo esquiva. Una democracia,
anclada en un capitalismo no rentista, y en una sociedad que cierra
brechas de desigualdad es el único camino no autodestructivo
que deben procurar las democracias de la región. la evidencia
que se presenta a continuación, muestra que tal camino
no será facil de emprender y menos aún de recorrer.
Sin embargo la región, sus pueblos y sus sistemas
políticos nos han sorprendido una y otra vez optando por
caminos muchas veces peores que los predichos y otras veces -las
menos es verdad- eligiendo sendas insospechadas y positivas.
Notas:
(4) Ver Seymour Martin Lipset,
El hombre político, 1963. Con anterioridad Lyle W. Shanon
había establecido relaciones estadísticas robustas
entre desarrolo económico y capacidad para el autogobierno
("Is Level of Development Related to Capacity for Self Government?",
American Journal of Economics and Sociology, 17 (1958).
(5) A pesar de persistir en nuestro argumento de que resulta
empobrecedor manejar sólo la dicotomía democracia-autoitarismos
a los efectos del presente análisis relativo a riqueza
y democracia seguimos la clasificación de Przeworski et
all (2000) en donde todo régimen que no es definido como
burocrático o autoritario, se clasifica como democrático.
En rigor y en forma más consistente con lo que se ha venido
argumentando estos regímenes debieran ser considerados
meramente como no-autoritarios. Es claro que los casos de Guatemala,
Colombia y Venezuela admiten clasificaciones para los períodos
considerados que distan de la de democracia (oligarquías
competitivas o liberales, o regímenes mixtos) para muchos
de los años en donde Przeworski et all los calsifican
como democracias. Aún con estaqs aclaraciones es cierto
que aquellos regímenes presentados como democracias respetaban
al menos formalmente los ropajes mínimos y presentaban
alternancia aunque la misma se encontrara fuertemente restringida
a elites. El caso de México no es considerado en la regresión
dadas las particularidades de su régimen. Para una discusión
más amplia que opta por clasificar a México como
un régimen burocrático ver Przeworski et all.,
op. cit.
(6) Los coeficientes de correlación son meramente indicativos
del tipo de relación predominante para la región.
No debe extrapolarse de esta constatación pretensiones
"legalistas" en materia de hipótesis y teoría.
Simplemente los gráficos dan cuenta del tipo de relación
que concretamente se manifiesta entre riqueza y desarrollo para
la región en los períodos considerados. Dicho insumo
es un punto de partida para la interpretación y el ensayo
y no un punto de llegada de carácter probatorio.
(7) Un texto más reciente de Przeworski et all (2000)
trabajó con modelo probit que permite calcular las probabilidades
de que un país sea o no democrático dado su nivel
de ingreso per cápita sin presuponer relaciones lineales.
Las conclusiones de este estudio son bastante claras. De todas
las variables estructurales que se pueden considerar (PBI, educación,
desigualdad) la riqueza per cápita es la que mejor predice
la presencia o ausencia de .democracia
(8) Argentina es también candidato democrático
por poseer las clases medias más desarrolladas de la región,
una importante clase obrera durante la segunda mitad del siglo,
por ser un exportador de bienes primarios que demandaban baja
intensidad de mano de obra, por contar con la población
más educada de América Latina y por ser comparativamente
más homogéneo étnica y socialmente que sus
pares latinoamericanos (ver en este sentido Collier y Collier
1991 y Rueshcemeyer, Stephens y Stephens, 1992). El otro caso
que comparte buena parte de estas características es Uruguay,
pero en este caso, efectivamente, predominó la democracia.
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* Documento
preparado para el libro Desafíos de la Democracia en
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