Una metáfora doméstica -ya desactivada por derrumbes
recientes- describía nuestra situación geopolítica
como "patio trasero del capitalismo". Hoy tal vez sea
un patetismo inaceptable, pero nunca una imprecisión, convertir
el patio en basural. Ejemplo: en California o en Barcelona un
auto es un aparato reluciente y efímero, practicable y
barato, construido en le Japón. En Bursaco o en Nuevo París,
mientras tanto un auto puede ser -no seamos melodramáticos-
esa misma máquina japonesa, pero
también es muy probable que se trate de un carromato tristísimo
(lo construyeron
en Detroit, sus primeros dueños son, hace décadas,
polvo del planeta), revendido mil veces, remendado
otras tantas por generaciones de artesanos, un Frankestein que arrastra sus
pedazos y los de otros cadáveres dejando algún tornillo
por el camino.(1)
Lo mismo
puede decirse de otros artefactos de nuestra cultura. Borges sugiere una mecánica de basural en la
cultura popular cuando sostiene que el tópico de la flor
de fango que pianta del barro al asfalto "comienza en
Horacio y desagua en Contursi".(2) También Octavio
Paz:
"Agustín Lara se volvía un autor popular
utilizando en las letras de sus canciones procedimientos e imágenes
que venían de Ruben Darío y de Amado Nervo. Cierto:
un Darío y un Nervo ya diluídos".(3)
Podemos
agregar que Byron o Shelley, no sin antes pasar por Esteban Echeverría
o por Bartolomé Hidalgo, terminaron en el Río de
la Plata y en este siglo, biodegradados en Betinoti, en Martín
Castro, en Juan Manuel Pombo y otros. Estos bardos de un romanticismo
excedente donde sobreabunda la tuberculosis, las sepulturas y
la vindicación de los oprimidos, circularon en las revistas
"El alma que canta" o "El cantaclaro", en
las antologías populares de Publicidad Ateneo o de Editorial
Cisplatina. Habrán llegado también desde las fonoplateas
a los cuartos de pensión y a los zaguanes, a través
de fúnebres radios de lámpara, adecuadas para
tales fines.
Una de aquellas
colecciones se titula "El zorzal criollo"; la edita
Francisco N. Bianco, "discípulo de Gabino Ezeiza"
(Buenos Aires
Publicidad Ateneo, 1939). En ella, el hurgador puede hallar una
semblanza de Betinoti "el trovero poeta de los hogares
del arrabal de esta capital de corazón podrido que escarneció
sus versos sobre los tablados del género nacional".
Entre
los antologizados se destaca -con el escueto curriculum de "payador
argentino" -un tal Guillermo Silva, seguramente insospechado
por lectores de Burroughs, Kerouac o Cocteau. De aquél
se recogen unos alejandrinos hechos con sobras de De Quincey
o Baudelaire: "Los alcaloides tales como la cocaína/
el opio y la morfina que siembran tanto mal/ terminan por abrirles
a aquellos que dominan/ si el alma les consume y el cuerpo les
fulmina/ las puertas de la Cárcel o las del Hospital".
En
los márgenes del librito -cuyo color es un amarillento
infeccioso, propio para tanto bacilo y tanto nicho- se recomiendan
otros títulos de Publicidad Ateneo. He aquí el
basural: Sangre de suburbio, un magnífico libro
que resume en sí el dolor del suburbio hecho carne en
los versos del vate del arrabal, original de Iván Diez.
"Ana
Karenin
(sic),
la obra del Conde León Tolstoi, ofrecemos a Ud. al ínfimo
precio de 0.60 ctvos."
"Andando
Desnudos, por Jan Gay. Ilustrado con gran cantidad de fotografías
de ambos sexos, el libro del culto al desnudo"
"El
gran libro de San Cipriano (La
clavícula del hechicero). Libro que sigue al de Simón
el mago, contiene: Pactos con los espíritus en general.
Arte de evocar a los muertos. Talismanes. Diccionario de los
sueños. Precio $2.00"
"J.
J. de Zoiza Reilly, presenta sus libros Pecadoras. No
leas este libro, Criminales, Las timberas, La
ciudad de los locos"
"Alighieri,
Dante -La divina Comedia, traducción directa del
original en verso de Don Bmé. Mitre"
Nadie ignora que uno de los riesgos que corre el bichicome es
el de consumir mercancías pervertidas. El remedio vencido
va a parar a la basura y, más fármaco que nunca,
deja de dar vida para comenzar a matar con más eficacia
que cualquier adjetivo de Huidobro. Así ocurrió
en Brasil con el aparato radiactivo de uso en oncología
robado de una clínica y abandonado luego en el vertedero
de una favela. Quienes lo recuperaron como talismán mágico
o extraterrestre contra la muerte o la impotencia sexual, terminaron
en ataúdes de plomo, bajo toneladas de hormigón
armado.
*****
En
Buenos Aires, el cantor Ignacio Copani, cuyo eslógan era
"el humor de la bronca", quiso rebobinar la canción
de protesta. Al modo de los porteños supo adaptar aquella
retórica de los '60 al aire cool de los tiempos:
sonido correcto y hasta rockero, voz sonriente y medio Banana
Pueyrredón. Uno de sus temas más conocidos describe
en cada estrofa ciertos problemas sociales y políticos
de Argentina, mientras el estribillo recomienda irónicamente
y como panacea: "lo atamos con alambre, lo atamos..."
Esta broma
puede implicar entonces la adhesión a ciertos valores en
uso, como modernización, eficacia, tecnología de
punta, pragmatismo. No más alambres ni matambres: computadoras.
No sin cierta razón, su colega Leo Maslíah opinaba
de Copani que "ya no es más artesanal, es la protesta
industrial". Pero en realidad lo que hizo el argentino,
fue recoger de un tacho del '68, las cáscaras de Dylan, las corroídas
limaduras de Brassens, que sólo le sirvieron para construir
con ellas una burla funcional y ligth, admisible como banda
de sonido para un simposio sobre el Mercosur. Nadie se sorprende:
famosamente Elvis comenzó moviendo la pelvis
y ya se sabe como terminó.
Lo que sí
sorprende es el uso que en Uruguay se ha hecho de
los alambres de Copani.
Pepe Guerra, célebre olimareño, intentó reciclarse.
Para eso acumuló baterías, electricidad, alguna
referencia ecologista. El producto más exitoso de la mutación
es la canción "Verde esperanza".(4) En ella funciona
un destinatario interno femenino (la patria, nuestra tierra, la esperanza del
título)
a la que el hablante dice querer precisamente porque está
"atadita con alambre/ del ingenio popular". El
principio constructivo de la mezcla entre lo trascendente y lo
vulgar (patria-alambre), lo concreto y
lo abstracto (la
operación de atar-esperanza), etc., es un efecto residual de
la vanguardia y su lenguaje, al cual como a Horacio, como a los
modernistas, les llega el turno de desaguarse en las letras de
canciones.
Lo
alarmante es que los alambres y su precaria función conectiva
se toman aquí como estribillo y consigna. En Copani, podíamos
leer una befa a las soluciones provisorias y circunstanciales;
en Guerra un elogio a la práctica de segunda mano cuya
ley es trabajar con lo que se encuentra, al margen de las cadenas
de producción; Guerra elogia el torpe bricolage cultural.
La gente identifica la canción como "Atadita con alambre"
y así continúa solicitándola en los programas
de pedidos telefónicos de las radios. Aquí no
hay ironía. Los de Copani
eran alambres repudiados, aunque acaso acerados y relucientes.
Estos son restos herrumbrados y convertidos, a través de
demasiados diminutivos -nuditos, puntaditas, atadita- en entrañables
rasgos de identidad.
El procedimiento
sin embargo no es nuevo, a comienzos de los '80, indignados, aullantes,
anticuadamente lisérgicos, los Pink Floyd
enunciaban a las juventudes de Occidente que el sistema educativo
convierte a cada uno en "another brick in the wall".
Simultánea y simétricamente los estudiantes uruguayos
de entonces se jactaban a gritos: "de esta pared solidaria
somos un ladrillo más".(5)
Y si seguimos
hurgando en esta especie de deguazadero ucrónico, continuarán
apareciendo más trastos y retazos. Tal vez a modo de divisa
hallaremos la frase del mariscal Foch que Arlt cita en El Amor
Brujo: "La victoria se obtiene siempre con restos,
con residuos". Tal vez antes que los Alambres
de Perlongher, surjan los "patitas
de alambre" (así
llaman en el campo a los hijos ilegítimos), o salga otra vez
a flote el cadáver del coronel Latorre que prometeicamente
reveló el alambrado a los uruguayos inventando la medianería
forzosa: o quizás reencontremos la tonadilla escolar sádica y hacendosa: "...con
almambre de enfardar/ te voy a coser el culo/ no te quedará
bonito/ pero quedará seguro".
Entonces
habrá que proponer de nuevo: ¡A desalambrar! Esta
vez se unirán multitudes de ejecutivos blandiendo el celular,
emblema del hombre antinómico, del triunfo del yuppie sobre
el alambre. Porque el alambre es vínculo y es límite según quería
el coronel Latorre. Y mientras el mundo parece querer volverse
inalámbrico, por aquí continúa el tráfico
de pedazos, desechos y alambres pervertidos.
Notas:
1- Limitándonos
a la petite histoire, no daremos cuenta de las importaciones
de toneladas de estiércol parisino por parte de Argentina,
ni de los desperdicios de la industria química o nuclear
que suelen mercadearse en estas periferias. Tal vez habría
que mencionar el medio tanque, los cercos y gallineros hechos
con los agujeros que restan de la fabricación de tapitas
de refresco, los tiestos con motivos vagamente precolombinos
hechos con neumáticos viejos. Arbitrariamente nos limitaremos,
como se verá, a los payadores y al alambre.
2- "Evaristo Carriego"
3- "Hombres en su siglo"
4- Es probable que la obra citada no resulte familiar
al lector montevideano, ya que este género de mensajes
tiene mayor difusión en el interior, lugar donde reside
el autor de estas líneas.
5- Canción de los estudiantes de la ya desaparecida
ASCEEP.
* Publicado
originalmente en La República de Platón,
Nº 3
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