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ISSN 1688-1672

 



SARAMAGO, JOSÉ - ESCRITURA - LITERATURA - LECTURA - SINTAXIS - REGLAS GRAMATICALES - SPEECH APPEAL -

Errar y porfiar*

Carlos Rehermann
Los libros de José Saramago tienen el inconveniente de estar mal escritos. No están mal escritos de cualquier manera, sino que resultan de la aplicación de un programa riguroso: se escribe un texto según las reglas gramaticales habituales, y luego se sustituyen todos los signos de puntuación por muchísimas comas y algunos puntos

La lectura es un proceso que depende tanto del conjunto de reglas internas del lenguaje como de la más vasta codificación ideológica que otorga roles tanto al autor del texto como al lector. Cuando un autor se afirma en determinado rol social, el código ideológico puede llegar a  imponerse con fuerza aplastante, al punto que las reglas del lenguaje (aquellas que en una primera hipótesis bastan para entender un texto) dejan de tener sentido e incluso chocan con aquel código.

El choque se resuelve dando validez a aquel de ambos sistemas de codificación que socialmente se percibe como más importante. Cuando, como en el caso del escritor portugués José Saramago, resulta evidente que se ha roto el acuerdo básico que llamamos regla sintáctica, pero sigue siendo válido el código ideológico que le otorga al autor un rol social que se acepta como muy importante —escritor-humanista-crítico-del-sistema-imperante—, la ruptura suele postularse como valor.

La terca (e insignificante) insistencia de Saramago en inventar un sistema de puntuación inconsistente se convierte, así, en el principal rasgo legitimador del valor artístico de su obra.
 

Estilo

Los libros de José Saramago tienen el inconveniente de estar mal escritos. No están mal escritos de cualquier manera, sino que resultan de la aplicación de un programa riguroso: se escribe un texto según las reglas gramaticales habituales, y luego se sustituyen todos los signos de puntuación por muchísimas comas y algunos puntos. Como resultado, la lectura vacila, trastabilla; la penosa dificultad sintáctica del texto pasa a un primerísimo plano y se convierte en el rasgo más notorio de la obra.

Algunos críticos adoran esa práctica. Uno de ellos opina que el escritor [...] ha demarcado con absoluta claridad el camino de la novelística contemporánea enalteciéndola con una prosa limpia, desenfadada, alejada sin rubor de las estáticas reglas gramaticales que pretenden convertirse en camisa de fuerza o en un corsé academicista a la libre expresión del pensamiento y de la creación literaria[...]. Otro, que [...] su lengua, vigorosa y culta, conculca una convención que parece sagrada, la de la puntuación académica [...].

Las personas requieren, con la misma intensa necesidad que el alimento y el amor, el arte. Los libros de Saramago ponen el artificio constructivo ante los ojos de cualquier lector, aun del más inocente, que percibe de inmediato la confrontación con la regla sintáctica. Pero el texto se entiende del mismo modo que si hubiera sido escrito respetando el uso sintáctico común; entonces la gratuidad de la ruptura se confunde con la característica falta de utilidad práctica del arte. El lector siente que está en presencia de un aparato artístico. El mal uso se convierte en estilo.

Hablar o escribir

Saramago se defendió de las críticas que ha suscitado su manera de puntuar:

[...]la música y la palabra es casi lo mismo en cuanto a que para hablar y hacer música usamos sonidos [...] cuando yo estoy con un interlocutor y le hablo y me habla, no sentimos la necesidad de puntualizar las cosas hasta el punto de decir "vea, ahora le voy a preguntar, ah, y usted tiene que darse cuenta de que yo le voy a poner un punto de interrogación". No, ni modo; muy sencillamente estamos hablando, hacemos el juego de la música, de la entonación, de la suspensión, y el interlocutor me entiende. [...] Frente a un libro mío el lector [...] tiene que poner todo lo que le falta y lo que le falta es todo, porque le falta la entonación, la música de la palabra dicha y tiene que ponerlo según su lectura, que no puede ser más la autoritaria, la que incluye la comprensión [...]si no me veo a mí mismo escribiendo como si estuviera hablando, no me sale nada [...] (Conversación con Noé Jitrik, revista "BIBLIOTECA de México", IX-XII,1992).

El escritor parece creer que escribir y hablar son (o pueden ser) actividades idénticas. Supone, además, que hay un diálogo entre el escritor y el lector. Argumenta que la puntuación impondría una lectura ya digerida por algún ominoso poder. En esto hay una inocencia de místicas proporciones, o una demagogia imperdonable. Acusar a la sintaxis de autoritarismo parece el recurso desesperado de un comandante que se ha quedado sin enemigos.

Para qué existe la puntuación

Los signos de puntuación son rasgos gráficos cuya función general es la de mejorar la eficacia de la interpretación. La frase

saramago es un buen escritor no lo creo

puede leerse Saramago es un buen escritor, ¿no?¡Lo creo! o bien ¿Saramago es un buen escritor? No lo creo

Según el criterio de Saramago, la frase sin puntuación es mejor, porque le permite al lector encontrar un sentido no impuesto. Pero ¿el escritor no tiene opinión? ¿Para qué escribe, si lo que dirá puede tener un significado o su contrario? Es difícil coordinar la hipotética libertad de lectura que defiende el portugués, con la férrea unicidad de sus discursos: sus textos no permiten jamás la menor apertura ni la más ínfima ambigüedad.

Ruido

Véase el siguiente fragmento extraído de su novela La balsa de piedra:

José Anaiço iría por caminos desviados, atajos y precipicios, pegado a las sombras, Joaquim Sassa, aunque discretamente, por la carretera de todos, es un viajante que ni debe ni teme, salió temprano para gozar la fresca de la mañana y aprovechar el día, los turistas matinales son así, en el fondo problemáticos e inquietos, sufren con la inevitable brevedad de las vidas, acostarse tarde y levantarse temprano, salud no da, pero alarga el vivir.

En un reportaje publicado en el diario español El Mundo, el escritor dijo: “Incluso cuando aparece un punto o una coma, no son señales de puntuación sino son señales de pausa al igual que en la música”.

Es difícil, quizá inútil, saber qué quiso decir al afirmar que un punto o una coma no son señales de puntuación. Los signos de puntuación (con la eventual excepción de la coma), se administran de acuerdo a la función sintáctica de los elementos de la frase; no representan la entonación ni las pausas. Indicada mediante signos de puntuación la construcción de las frases, las pausas en la lectura son consecuencias de la comprensión de la estructura sintáctica. Saber leer no es sólo descifrar qué sonidos representan las letras; saber leer no quiere decir obedecer ciegamente la grafía; saber leer requiere entender la sintaxis, y la sintaxis se entiende porque los signos de puntuación delimitan períodos del discurso.

La buena lectura del siguiente verso de Calderón impone no hacer pausas luego del signo de interrogación:

¿Qué es la vida? Un frenesí.

La presencia de esos signos no necesariamente exige pausas; por el contrario, hacer una pausa destruiría el octosílabo. El lector capaz de entender a Calderón hace una sinalefa entre da y un: qué-es-la-vi-daun-fre-ne-sí. Calderón coloca los signos para construir una frase comprensible según la sintaxis que comparte con el lector. Sabe que no es dueño de las reglas (que, lejos de ser normas emanadas de una autoridad, son resultados de acuerdos sociales acerca del uso de instrumentos de comunicación), y no necesita un error sintáctico para favorecer la lectura. En realidad, hacerlo sería sobreproteger al lector, o considerarlo incapaz de dar al verso la entonación y los acentos debidos.

La función del punto es dar por terminado un período asertivo. No se trata de pausas ni de acentos, de entonaciones ni de música.

En el fragmento de Saramago, los signos de puntuación adecuados son (entre otras opciones):

José Anaiço iría por caminos desviados, atajos y precipicios, pegado a las sombras. Joaquim Sassa, aunque discretamente, por la carretera de todos;

El problema en el original de Saramago surge porque el verbo es el mismo en ambas frases: ir. José Anaiço iría y Joaquim Sassa también iría. Se trata de una enumeración de sujetos que irían, una lista que en este caso está integrada sólo por dos elementos (José y Joaquim). La totalidad de los elementos de un listado se puede indicar mediante una conjunción (y, en cambio, etc.), o por la yuxtaposición de frases que requieren la separación mediante un punto o un punto y coma. Cuando la frase se escribe así:

José Anaiço iría por caminos desviados, atajos y precipicios, pegado a las sombras, Joaquim Sassa, aunque discretamente, por la carretera de todos,

en la última coma el lector supone que la lista continuará (es una de las pocas funciones sintácticas de la coma) enumerando otros caminantes. La aparición del verbo ser  choca con el implícito iría. Saramago dice, aunque no lo escriba:

Joaquim Sassa, aunque discretamente, [iría] por la carretera de todos, es un viajante

No se le está pidiendo al lector que encuentre las pausas y las entonaciones que quiso expresar el escritor, sino que corrija sus errores. Pero esto es imposible, porque la autoridad del autor se impone sobre el lector y lo obliga a validar el error como rasgo artístico. El lingüista Karl Bühler postuló un speech appeal, concepto paralelo al sex appeal. El maquillaje es un recurso común para intentar aumentar el sex appeal; la porfía de Saramago en la contravención manierista es un intento —eficaz, a juzgar por las ventas— por aumentar su speech appeal.
 

* Publicado originalmente en la revista Relaciones.

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