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Literatura, literatos, libros (II)*

Mario Levrero
La narrativa (novela, cuento) nunca tuvo, salvo excepciones, una repercusión editorial importante en cuanto a ventas: pero mal que bien se publicaba todo aquello que alcanzara cierto nivel de legibilidad e interés literario

 

Estas reflexiones acerca de la literatura y algunos de sus aspectos prácticos y sociales tuvieron su origen en una preocupación: ¿qué decir a los alumnos del taller de literatura, o a cualquier autor inédito que quiere publicar un libro, hoy, en el Uruguay?

Hace unos cuantos años la respuesta era sencilla; se trataba de elegir entre un número no demasiado grande de editoriales locales, y la respuesta podía variar de un año a otro, según los cambios observados en la política de cada una. Ahora la respuesta no es tan sencilla, y de ahí la necesidad de reflexionar sobre el tema.

La narrativa (novela, cuento) nunca tuvo, salvo excepciones, una repercusión editorial importante en cuanto a ventas: pero mal que bien se publicaba todo aquello que alcanzara cierto nivel de legibilidad e interés literario, y muchas veces sin que alcanzara ningún tipo de nivel. Si bien en algunos casos los estantes de la editorial quedaban repletos de ejemplares sin vender, ningún editor murió de hambre (ni antes, ni ahora).

Después comenzaron a conjugarse factores varios (y odio invadir el terreno de los sociólogos), tales como el auge de los medios audiovisuales y la pérdida de interés por la lectura, el empobrecimiento y adelgazamiento de los estratos sociales que eran los principales consumidores del arte narrativo, el auge de la literatura panfletaria, las crisis institucionales y políticas, el auge del libro como fuente de información en un mundo cada vez más desconcertante, y algunas cosas más.

En resumen: si habitualmente una primera edición de cualquier novela o libro de cuentos tenía un tiraje de 3.000
a 5.000 ejemplares, estos números fueron haciéndose más y más pequeños; hasta hace poco 500, y actualmente se piensa en números más pequeños, ya que las técnicas computarizadas de edición e impresión reducen los costos aun en tirajes muy reducidos.

Pero incluso este panorama reciente pertenece a un ANTES. Eso era ANTES de la invasión del mercado uruguayo por multinacionales de origen español que se dedican, entre otras cosas, a fabricar libros. Actualmente, las editoriales uruguayas directamente NO PUBLICAN NARRATIVA, salvo contadísimas excepciones. Es más: algunas de las editoriales nacionales más fuertes se agruparon en un experimento similar al de Alianza Editorial española, para editar libros bajo un sello común.

Pero esta alianza tampoco publica nuevos títulos de narrativa. Y al respecto han comenzado a manejarse ciertas políticas un tanto irritantes, como por ejemplo la de no avisar directamente que no quieren narrativa y en cambio decir al autor, después de MESES de espera, que su novela o sus cuentos “no tienen nivel suficiente”. O “La semana que viene te contesto”, promesa que se repite de semana en semana sin que nunca aparezca una respuesta. Eso es cruel, y tiene la finalidad de desalentar al autor, para que no vaya a alimentar a las editoriales extranjeras, o para que no se edite por su cuenta creando un nuevo competidor.

Quizás los editores no saben de las sutiles y maravillosas operaciones espirituales e intelectuales que a veces desembocan en un texto. Ellos pertenecen al mundo del dinero, y su meta es el dinero (desde luego, el dinero es la meta de cualquier empresa comercial; es la definición de una empresa comercial. Y en ese mundo, la manipulación es cosa corriente. Hasta se fabrican guerras para vender armas, de modo que no debe extrañar la crueldad de los que ven en el libro, y en su autor, nada más que productos a colocar).

Pero los autores inéditos pueden ir enterándose de éstas y otras cosas y, en principio, no aceptar la crítica literaria de los editores. Luego veremos si aparece alguna solución.

* Publicado originalmente en Insomnia, Nº 16  

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