"Las murgas son
cultura"
es una afirmación que se ha escuchado por ahí. Más allá de apelar al
sentido antropológico del término, y más allá de discutir a favor de
la afirmación en sí o de su negación, me interesa apuntar que las
murgas no
deberían ser cultura.
¿Por qué? Aquí vamos:
Por cultura aquí se entiende, supongo, la idea de "alta
cultura" o
de "bellas artes", que equivalen a lo "salvable del olvido", a lo
"relevante", lo "profundo" (por ejemplo lo contrario a la
superficialidad evidente del cine de Hollywood y de cierta música
pop) y a lo que podemos "legar a las futuras generaciones". La
operación posmoderna de nivelado que pretendería colocar al mismo
nivel a Mozart y a los Wachiturros, a King Crimson y al Canto
Gregoriano, a los Rolling Stones y
Superheavy, pretende socavar la
noción de "alta" cultura y permitir la instalación de conceptos como
el de comunidades interpretativas, tribus, etc., dispuestas
horizontalmente y libres de un discurso hegemónico que ordene la
verticalidad; sin embargo, no es a esto a lo que apuntan quienes
están interesados en sostener la idea de que "las murgas son
cultura"; si para ellos la
murga puede convivir con Marin Marais no
es porque todo
vale,
sino porque las
murgas valen tanto como lo que se nos viene diciendo que vale mucho,
y eso excluye (o coloca abajo en la verticalidad) a los Wachiturros
y a Superheavy, por poner dos ejemplos simples.
La defensa del concepto
de "murga como alta
cultura" es visible por todas partes: se habla a
veces de la riqueza armónica, de la lírica en las letras, del valor
de réplica social, etc. No voy a discutir nada de eso, como he
dicho: simplemente voy a señalar que las murgas surgen del
carnaval y
son en varios sentidos inseparables del
carnaval... y el
carnaval es
la subversión de los valores. Si pretendemos que una murga sea alta
cultura no estamos en realidad practicando ninguna subversión:
estamos meramente ampliando el catálogo de la "alta
cultura"
basándonos en ciertos argumentos. De hecho, el
carnaval como
subversión no puede existir en un mundo codificado por la
posmodernidad (no me interesa acá defender la vieja noción de que
vivimos en un mundo posmoderno: noción equivocada, de hecho: vivimos
en un mundo hipermoderno), ya que el gesto de "invertir", de poner
al tonto en lugar del rey, solo es válido si hay verticalidad.
Si pensamos que las
murgas son incorporables al punto alto del sistema de valores
estamos dejando de lado la hipótesis de que las murgas pertenecen a
la órbita del carnaval, o estamos descartando que exista algo así
como el carnaval en la manera en que veníamos entendiéndolo (y,
hasta donde sé, no hay una propuesta sobre el "nuevo carnaval", más
allá del espectáculo superficial, indistinguible de una película de
Hollywood o del pop... y no creo que eso les guste a los capitostes
de "Curtidores de hongos" o "Agarrate Catalina"). Curiosamente, las
murgas no hablan de otra cosa que no sea el carnaval y "el dios
Momo" y las viejas "retiradas". ¿Lo hacen desde la
nostalgia? ¿Desde
una instalación posmoderna que mira con tristeza aquel mundo perdido
de la modernidad? ¿Les sirve ese
tipo de discurso a las murgas? No creo. Por eso, si pensaran un
poquito (en lugar de revolver el charquito) se darían cuenta de que
lo último que deberían hacer es presentarse como alta
cultura, como
algo "bello", "complejo", "denso en significados"; deliberadamente
deberían decir "somos feos, somos simples, somos toscos". Salvo que
quieran seguir currando después de febrero, por supuesto.
* Publicado originalmente en
http://particulasrasantes.blogspot.com/2012/02/sobre-las-murgas-y-la-cultura.html
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