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Amir Hamed
ISSN 1688-1672

 



URUGUAY - CUNHA, JUAN -


Orientales: Uruguay a través de su poesía (VII)*

Amir Hamed
Cuanto más se aleje la poesía, hacia los dos tradicionales puntos de fuga (el mar de Lautréamont y su París, por un lado, y la "tierra" o terruño en que se va convirtiendo la decimonónica y salvaje "campaña") más la luminosidad solar de la ciudad-estado se va opacando. Este conflicto nos dará un mapa de claroscuros

Semiluces (Juan Cunha)

Como es sabido, la tradición nocturna en poesía tiene precedentes más que prestigiosos. Entre otros, pueden ser hallados, con las diferencias del caso en el primer romanticismo alemán, con el hímnico Novalis y en Hispanoamérica, ya en el barroco y deslumbrante "Primero sueño" de Sor Juana Inés de la Cruz. Una oscuridad como la privilegiada por Sor Juana fue retomada, por ejemplo, por Lezama Lima, quien consideraba que la oscuridad, cayendo como un cono de sombra sobre el objeto tratado, se volvía un proceso de redescubrimiento. Esa tradición, de la divagación nocturna y reflexiva de Sor Juana, podría ser retenida para pensar la poesía de Susana Soca. En el contexto que venimos manejando, en que se enfrentan una luminosidad rodoniana frente a una nocturnidad "taciturna", al decir de Herrera, podríamos trazar los parámetros para entender los tres siguientes poetas.

Cuanto más se aleje la poesía, hacia los dos tradicionales puntos de fuga (el mar de Lautréamont y su París, por un lado, y la "tierra" o terruño en que se va convirtiendo la decimonónica y salvaje "campaña") más la luminosidad solar de la ciudad-estado se va opacando. Este conflicto nos dará un mapa de claroscuros.

En 1929
(año de las bodas americanas de Juana), otro poeta del "interior" (nacido en Sauce de Illescas, Florida) irrumpe con un poemario juvenil que sorprende, entre otras cosas, por la versatilidad con que maneja el verso libre y opaco, acorde con los experimentos de la vanguardia de la época. Era Juan Cunha, quien habría de llevar a cabo una obra ininterrumpida y todavía inédita en buena medida, hasta 1985. En este primer libro, El pájaro que vino de la noche, se podría apreciar el lado oscuro en que deja el pacto batllista a buena parte del territorio. Heredero de Herrera y Reissig en esa vertiente nocturna, Cunha destacó, en el sentido más trivial, por su manejo sorpredente del verso, por su versatilidad, por su búsqueda incesante de nuevos registros y voces, fenómenos que, en algún temprano momento llevaron a algún crítico como Brughetti a encontrarlo "perdido". No era, como hemos visto, el único en esa condición. Cunha mismo, según cuenta Bordoli, allá por los cuarenta, veinte años después de su aclamado debut, declaró todavía "andarse buscando".

Esta declaración sorprendió a sus amigos pero no debería sorprender aquí y menos aún considerando alguno de los títulos de Cunha. Guardían oscuro (1930-33), Cuaderno de nubes (1945), Sueño y retorno de un campesino (1951), Hombre entre luz y sombra (1955), A eso de la tarde (1961). La agenda nocturna se va aclarando a medida que el poeta, que viene del interior, colisiona con Montevideo. Entre su "luz y sombra", por ejemplo, puede leerse en el poema "Repaso": "Veinte años hizo ayer que yo llegaba/Del campo, con mis pájaros -qué lío./Y aquí, de torre a torre los soltaba/Con temblores aún de bosque y río./Y hoy me encontré que de su vuelo y pío/No más, sino la ausencia, me quedaba. /Ninguno de mis pájaros cantaba./Y miré sin un ala el cielo frío." Aquí, en la misma medida de su desconcierto, la voz poética denuncia la trampa de la renovada ciudad letrada. Según los lugares comunes de la crítica, Cunha había alcanzado su madurez poética en su poemario de 1951. Un campesino que despierta del sueño metropolitano y busca un regreso más bien imposible, pero que hace recordar al poeta cuyos pájaros se frizan frente al mar, que es nacido fuera de la ciudad : "Mas me vi indeciso, acorralado,/Con las manos y sienes como yescas,/Recordé que, entre Molles del Pescado/Y el sauce, está mi patria chica, Illescas".

En 1951, el poeta cuyos pájaros nocturnos han fallecido, articula una nueva estrategia. "Amigos a cantar hoy he venido/Y a contar -si es que puedo-claridades./Mi voz, pues, tendrá hoy otro sonido/Hoy pisaré del alba vastedades". El registro varía; de la peripecia nocturna se pretende pasar a una nuevo cromo y edad de albura. Pero como la misma reflexión establece, estas claridades no carecerán de dificultad y sobre todo en el desarrollo ulterior de los sesenta, serán sorprendentes. La sintaxis, en general inesperada, hace colapsar la métrica popular del "canto" en los versos tradicionalmente "cultos" como el endecasílabo.

El almacén léxico se abrirá hacia el pasado y hacia el futuro, haciendo coincidir cultismos y arcaísmos con neologismos. Así, se vuelve notable el juego y las metamorfosis del yo, que redundan en un tono y una voz poética absolutamente diferente. El arrebato afirmativo que se hereda de la gauchesca, que casi podría pasar por el gesto vanguardista del poeta mago, que nomina y renueva el universo, se conjuga con el gesto dubitativo, apaisanado : "Vine para decir tu primavera/Digo para nombrar dulce tus aves". A través de los versos, las pretendidas descripciones del alba se van metamorfoseando en el diorama de diferentes registros.

El yo, entonces, se corrige y amonesta desde infinidad de códigos, desde distintos márgenes a través de los cuales se va reubicando con el favor mismo de la opacidad del lenguaje. Con suma frecuencia, el objeto descrito se transforma en multiplicidad de decires: el canto, como fuera anunciado, se transforma en "cuento". Lo contado suele ser el pasaje de la voz por las rejillas de tanta versatilidad. La coartada "campesina" parece funcionar como el lugar común de lo taimado. Al final del poema, de los sonetos encadenados, de los distintos metros contra los que Cunha arremete, el yo emerge de tanta perplejidad y ubicuidad para reterritorializarse en un gesto afirmativo, en un tono que emerge de vencer la densidad del lenguaje, como cuando, luego de describir un árbol de diferentes modos, de aproximarlo y alejarlo juguetonamente, una voz se alza por sobre tantas poéticas para declararse: "Pero igual se lo digo".
Los fingidos amaneceres no han vencido a la noche; la poesía, luego de tanto conflicto, prefiere mantenerse en el umbral del nocturno, "a eso de la tarde". Cunha se ha vencido a sí mismo y generará un espacio rico y por demás original. Su primera lección ya había deslumbrado, entre otros, a Idea Vilariño; el lugar que terminó construyéndose, donde el poeta marginal a la metrópolis puede reapropiar una voz más allá del paisaje, será centro y disciplina que abastecerá a muchos.


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Publicado originalmente en Orientales: Uruguay a través de su poesía (Montevideo: Graffiti, 1996)
 

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