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ISSN 1688-1672

 



FUENTES, CARLOS - LA MUERTE DE ARTEMIO CRUZ - LECTURA - ESCRITURA -

La convergencia de un discurso (sobre Carlos Fuentes)

 
Tomas Villegas

 
Esta cosmovisión percibe al hombre como una parte más del orden superior; su vida y su muerte son, sencillamente, elementos preestablecidos por una totalidad

hoy que tu vida y tu destino son la misma cosa
“La muerte de Artemio Cruz”
Carlos Fuente
s

    
Una suerte de semiosis indómita, un desorden provocado por la configuración de un orden no convencional en términos espaciales, temporales y subjetivos. Posibles efectos iniciales frente a la primera lectura de La muerte de Artemio Cruz. Una sensación de vértigo, un mareo intelectual.

Las distintas voces de la enunciación, que recorren la primera, segunda y tercera persona singular, reemplazan a la calma unicidad como centro del concepto identitario; son la puja y la tensión las que toman el protagonismo de este narrador resquebrajado, cuyas diversas máscaras[i] (yo, tú, él) permiten introducir una lectura psicoanalítica en la configuración de la voz textual (homologando, por momentos, las tres personas gramaticales a las instancias freudianas que, en su constante lucha, en su conflictiva interrelación, generan la personalidad)     
Centrándome en un fragmento del “tú”[ii], intentaré reconocer de qué manera, bajo qué procedimientos escriturales, Fuentes propone la convivencia y la complementariedad de elementos, en apariencia, dispares, disímiles, que revelan, a su vez, una forma de ver y entender la realidad (una cosmovisión), denunciando, así, una ideología estética.

Las consecuencias que menciono en el primer párrafo, los resultados y efectos de lectura pueden verse no sólo como resultado de la lectura cabal de la novela, sino, también, de tramos considerablemente breves: el fragmento del tú que será el eje estas líneas, es un claro ejemplo.[iii] 

La cantidad de información, imágenes y metáforas; la acumulación de sintagmas verbales pero a la vez la importancia sustantiva del texto (literalmente, el predominio y la fuerza del sustantivo) no pueden negarse. Los procedimientos esenciales para construir lo que llamo una retórica económica se relacionan al campo sintáctico: me refiero, básicamente, a la enumeración (“(…)tus constantes de hidrógeno, azúcar, calcio, agua, oxígeno” –p. 206) a la yuxtaposición y a los paralelismos sintácticos (“aullido del tiempo de la guerra; aullido del tiempo del luto; aullido del tiempo de la fiesta” –p. 205), al asíndeton: tú sabrás, discernirás, enjuiciarás, calcularás, imaginarás, prevendrás, acabarás por pensar lo que no tendrá otra realidad que la creada por tu cerebro (205) y al polisíndeton: “mientras los reptiles fríos duerman, invernen y al cabo mueran y tú clavarás las pezuñas en la tierra firme, en las islas de la aurora, y sudarás como un caballo, y treparás a los árboles” (206) La idea de texto como tejido[iv] que enlaza y anuda, se lleva a un extremo si consideramos que la totalidad del fragmento es una inmensa yuxtaposición, que tiene su inicio en el pronombre tú (“Tú sobrevivirás, volverás a rozar las sábanas”   –p. 204) y su único punto al final de esta instancia pronominal, a tres páginas de distancia, en la doscientos siete. Luego del punto, se retomará el pronombre en tercera persona.

Es la coordinación[v] la que desde una perspectiva sintáctica permite leer el fragmento como una unidad que pareciera, por momentos, tener cierta independencia del resto de la novela. Estamos ante una gran oración o, si se prefiere, ante un inmenso sintagma que da cuentas de lo que Barthes (y muchos otros postestructuralistas) sentencia en su famoso escrito citado: la configuración de la escritura en base a diversos ecos y guiños culturales, a citas y referencias, contemporáneas y/o pretéritas. Por lo tanto, el entretejido interno del fragmento del tú no puede disociarse del otro tipo de tejido o atadura: el de la memoria de la palabra. Borges se encarga de sintetizar la tensión entre el recuerdo y la independencia: “Cada palabra, aunque esté cargada de siglos, inicia una página en blanco y compromete al porvenir.”[vi]

Ahora bien, el fragmento conjuga ideas, acciones (por lo general, en modo imperativo) y metáforas; la yuxtaposición permite que las tensiones producidas por la unión de elementos en ocasiones algo distantes o disímiles se horizontalicen, se equilibren. El equilibrio posibilita la complementariedad y la convivencia de las diferencias, de lo heterogéneo. La perfecta igualdad entre cada uno de los enunciados  –de los sintagmas menores que componen el sintagma mayor– y la simetría jerárquica se logra por medio de las repeticiones y de los ya mencionados paralelismos sintácticos:
 
(…) a fuerza de retener esas imágenes de la placidez amenazada por los cúmulos concentrados y negros de las nubes (…); a fuerza de escuchar las llamadas cíclicas de los animales en el monte; a fuerza de gritar los signos del tiempo (…); a fuerza, en fin, de decir el tiempo, de hablar el tiempo, de pensar el tiempo… (204, 205) (cursiva del autor)     
 
Sería imposible establecer una diferenciación jerárquica entre los distintos sintagmas preposicionales. Desde la perspectiva formal, porque nos hallamos ante estructuras sintácticas idénticas (preposiciones, núcleos nominales y objetos directos que se disparan  a partir de los infinitivos –retener, escuchar, gritar, decir, hablar, etc) Desde un punto de vista semántico podría decirse que es el último de los sintagmas el más significativo en tanto que resume y condensa una conclusión. No obstante, pensando en términos estrictamente lógicos, dicha conclusión (y por ende, dicho sintagma) no podría existir de no ser por la presencia de los anteriores. La complementariedad, la simbiosis, la necesidad recíproca por medio, esencialmente, de la yuxtaposición, se revela en el plano del discurso.
En lo que concierne a la anécdota (si tal cosa es posible en las instancias de “tú” de la novela) se distinguiría, posiblemente, un intento por desmenuzar la especificidad del ser humano, proyectado, una vez más, a través de paralelismos sintácticos, asíndeton y enumeraciones: 
 
(…) aprenderás a frotar dos maderos hasta incendiarlos porque necesitarás arrojar una tea a la entrada de tu cueva y espantar a las bestias que no te distinguirán, que no diferenciarán tu carne de la carne de otras bestias y tendrás que construir mil templos, dictar mil leyes, escribir mil libros, adorar mil dioses, pintar mil cuadros, fabricar mil máquinas, dominar mil pueblos, romper mil átomos para volver a arrojar tu tea en encendida a la entrada de la cueva… (205)

La linealidad y el devenir que se distinguen en el fragmento del tú no se asocian a la idea de Progreso o a un Cronos predominante. En todo caso, la linealidad es un efecto inexorable, inherente a la lengua escrita y al significante en sí mismo.[vii]     

El tiempo ligado a la instancia pronominal del “tú”, innegablemente, es el circular. Esta percepción del tiempo, desarrollada, entre otros, por Nietzsche –pero también por pueblos originarios[viii]– se transforma en protagonista excluyente del fragmento debido a que es la que introduce una visión radicalmente distinta del mundo, del hombre y de cómo éste experimenta el mismo (radicalmente distinta, claro, respecto de la occidental) Esta cosmovisión percibe al hombre como una parte más del orden superior; su vida y su muerte son, sencillamente,  elementos preestablecidos por una totalidad[ix]. En efecto, la última cita ratifica la idea no del sujeto, sino del hombre como un simple número dentro de una ecuación abarcadora. Su evolución, que pareciera diferenciarlo del resto de los animales por la adquisición y el dominio del lenguaje y la capacidad de raciocinio (en la cita, “escribir”, “construir”, “fabricar”, “pintar” son algunos de los verboides relacionados a su condición) pierde todo posible valor jerárquico debido al regreso a la condición primitiva. A pesar del lenguaje, de la razón, de las convenciones y las leyes, se retorna a la caverna.
           
El discurso cuasi científico utilizado en la descripción evolutiva y en el accionar del hombre se imbrica con un tiempo verbal predominante: el futuro simple.

(…) descenderás con tus diez millones de células cerebrales, con tu pila eléctrica en la cabeza, plástico, mutable, a explorar, satisfacer tu curiosidad, proponerte fines, realizarlos con el menor esfuerzo, evitar las dificultades, prever, aprender, olvidar, recordar, unir ideas, reconocer formas, sumar grados al margen libre dejado por la necesidad (…) (206) (
cursiva del autor)
 

El uso del futuro simple atenta contra la libertad del hombre: denuncia su predestinación. El futuro simple sella con indeleble tinta-significante su destino. No importa cuán distanciado se piense de un animal, al igual que éste, el hombre no deja de ser un elemento más en la constitución de una naturaleza y de un cosmos que lo gobiernan y minimizan. Como Borges y Sartre afirmaran, aunque por muy diferentes razones, un hombre es todos los hombres.

Para ir finalizando, podría decirse que el fragmento en sí, en su relación conflictiva y pujante con las otras máscaras del protagonista de la novela, Artemio Cruz, representa fielmente la tensión propuesta en el párrafo precedente. La sección del pronombre personal “tú” que he intentado analizar sirve como punto de intersección entre la individualidad subjetiva (puesto que puede pensársela como una de las instancias que conforman la personalidad de Artemio Cruz) y la especificidad del hombre en tanto animal. Lo subjetivo, humano e individual y lo general, colectivo y animal son también coordinados y conjugados por este discurso acumulativo, aglutinante.  

La oración precedente da un claro pantallazo en términos de lo que implica la prosa de Fuentes concerniente a la escritura del “tú”. El amontonamiento de construcciones dependientes entre sí, la yuxtaposición que cohesiona las más diversas imágenes y acciones y que coordina elementos dispares, produce un primer efecto de caos y desorden muy significativo. De desmesura en cierto sentido. A una distancia mayor del objeto, es posible observar dentro de ese aparente desorden, la perfecta construcción de un mundo, de una cosmovisión, de un discurso que, en un afán totalizador, intenta dar cuenta de un cosmos y una cosmogonía en donde las tensiones conviven y se complementan. Fuentes produce una escritura del exceso[x] con una retórica que, al fin y al cabo, se resume en pocos procedimientos: repeticiones-anáforas, enumeraciones, paralelismos, etc., y donde los distintos caminos no hacen más que converger.[xi]


Notas:

[i] Octavio Paz, en un ensayo donde analiza la cerrazón viril del hombre, piensa en la máscara como un rasgo inherente al “ser mexicano”: “Viejo o adolescente, criollo o mestizo, general, obrero o licenciado, el mexicano se me aparece como un ser que se encierra y se preserva: máscara el rostro, máscara la sonrisa.” Paz, O. “Máscaras mexicanas”, en El laberinto de la soledad. Madrid: FCE. 1996. Pág. 10

[ii] La instancia del “tú” a la que aludo acapara un poco más de tres páginas, de 204 a 207. Cf. Fuentes, Carlos. La muerte de Artemio Cruz. Barcelona: Bruguera. 1980. (Todas las citas pertenecen a esta edición)

[iii] Me refiero, por supuesto, a la relación entre el Yo, Súpero Yo y el Ello. Para una concisa lectura cf. Le Galliot, J. Psicoanálisis y lenguajes literarios. Bs As: Hachette. 1977

[v] Kovacci piensa la coordinación a partir de dos vertientes: la binaria o la múltiple. La yuxtaposición se subordina a esta última puesto que permite enlazar más de dos constituyentes. Cf. Kovacci, O. “Acerca de la coordinación en español”. Estudios de gramática española. Buanos Aires: Hachette, 1986

[vi]  Borges, J. L. Prólogo a La moneda de hierro, en Obra poética. Bs. As.: Emecé. 1995. P. 475

[vii] Saussure lo explicó con claridad. Cf. De Saussure, F. “Naturaleza del signo linguistico”, en Curso de lingüística general. Bs. As. : Losada. 1961. P. 91 y ss.

[viii] “Entre los mayas y los aztecas es el ciclo el que domina en relación con la linealidad: hay una sucesión en el interior del mes, del año o del “haz” de años; pero estos últimos, más que estar situados en una cronología lineal, se repiten exactamente cada vez (…) En lugar de este tiempo cíclico, repetitivo, fijado en una secuencia inalterable, donde todo ya está siempre predicho, donde el hecho singular no es más que la realización de los presagios ya presentes desde siempre, en lugar de este tiempo dominado por el sistema, viene a imponerse el tiempo unidireccional, el tiempo de la apoteosis y del cumplimiento, tal como lo viven entonces los cristianos.” Todorov, T. “II. Conquistar. Moctezuma y los signos”, en La conquista de América. El problema del otro. México: Siglo XXI. P. 197.

[ix] “Nuestros antepasados indígenas no creían que su muerte les pertenecía, como jamás pensaron que su vida fuese realmente “su vida”, en el sentido cristiano de la palabra. Todo se conjugaba para determinar, desde el nacimiento, la vida y la muerte de cada hombre: la clase social, el año, el lugar, el día, la hora. El azteca era tan poco responsable de sus actos como de su muerte (…) Mientras nosotros vivimos bajo el signo de la libertad (…) y todo es elección y lucha, para los aztecas el problema se reducía a investigar la no siempre clara voluntad de los dioses.” Paz, O. “III. Todos santos, día de muertos”, en El laberinto de la soledad. Madrid: FEC. 1996. Pp. 18,19.

[x] Como afirma en su célebre ensayo: “El lenguaje, en suma, de la ambigüedad: de la pluralidad de significados, de la constelación de alusiones: de la apertura”. Fuentes, C. La nueva novela hispanoamericana. México: Mortiz. 1969. P. 32.

[xi] Otra de las tensiones, temático-argumentativas en este caso, que conviven y convergen en el discurso, se da con la aparición de guiños de existencialismo sartreano, que llevan a replantear la predestinación del hombre, en pos de una supuesta libertad subjetiva (lo que produciría, a su vez, una nueva aparición de la pugna sujeto individual / hombre genérico-colectivo): “(…) elegirás, para sobrevivir elegirás, elegirás entre los espejos infinitos uno solo, uno solo que te reflejará irrevocablemente, que llenará de una sombra negra los demás espejos, (…) escogerás uno de los caminos, sacrificarás los demás: te sacrificarás al escoger, dejarás de ser todos los otros hombres que pudiste haber sido…(206, 207).

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