hoy que tu vida y tu destino son la misma
cosa
“La muerte de Artemio Cruz”
Carlos Fuentes
Una suerte de semiosis indómita, un desorden provocado por la
configuración de un orden no convencional en términos espaciales,
temporales y subjetivos. Posibles efectos iniciales frente a la
primera lectura de La
muerte de Artemio Cruz. Una sensación de vértigo, un mareo
intelectual.
Las distintas
voces de la enunciación, que recorren la primera, segunda y tercera
persona singular, reemplazan a la calma unicidad como centro del
concepto identitario; son la puja y la tensión las que toman el
protagonismo de este narrador resquebrajado, cuyas diversas máscaras[i]
(yo, tú, él) permiten introducir una
lectura
psicoanalítica en la configuración de la voz textual (homologando,
por momentos, las tres personas gramaticales a las instancias
freudianas que, en su constante lucha, en su conflictiva
interrelación, generan la personalidad)
Centrándome en un fragmento del “tú”[ii],
intentaré reconocer de qué manera, bajo qué procedimientos
escriturales,
Fuentes propone la
convivencia y la complementariedad de elementos, en apariencia,
dispares, disímiles, que revelan, a su vez, una forma de ver y
entender la realidad (una cosmovisión), denunciando, así, una
ideología estética.
Las consecuencias que menciono en el primer párrafo, los resultados
y efectos de lectura
pueden verse no sólo como resultado de la
lectura cabal de la
novela, sino,
también, de tramos considerablemente breves: el fragmento del tú que
será el eje estas líneas, es un claro ejemplo.[iii]
La cantidad de información, imágenes y metáforas; la acumulación de
sintagmas verbales pero a la vez la importancia sustantiva del texto
(literalmente, el predominio y la fuerza del sustantivo) no pueden
negarse. Los procedimientos esenciales para construir lo que llamo
una retórica económica se relacionan al campo sintáctico: me
refiero, básicamente, a la enumeración (“(…)tus constantes de
hidrógeno, azúcar, calcio, agua, oxígeno” –p. 206) a la
yuxtaposición y a los paralelismos sintácticos (“aullido del tiempo
de la guerra; aullido del tiempo del luto; aullido del tiempo de la
fiesta” –p. 205), al asíndeton: tú sabrás, discernirás, enjuiciarás,
calcularás, imaginarás, prevendrás, acabarás por pensar lo que no
tendrá otra realidad que la creada por tu cerebro (205) y al
polisíndeton: “mientras los reptiles fríos duerman, invernen y al
cabo mueran y tú clavarás las pezuñas en la tierra firme, en las
islas de la aurora, y sudarás como un caballo, y treparás a los
árboles” (206) La idea de texto como tejido[iv]
que enlaza y anuda, se lleva a un extremo si consideramos que la
totalidad del fragmento es una inmensa yuxtaposición, que tiene su
inicio en el pronombre tú (“Tú sobrevivirás, volverás a rozar las
sábanas” –p. 204) y su único punto al final de esta
instancia pronominal, a tres páginas de distancia, en la doscientos
siete. Luego del punto, se retomará el pronombre en tercera persona.
Es la coordinación[v] la que desde una perspectiva
sintáctica permite leer el fragmento como una unidad que pareciera,
por momentos, tener cierta independencia del resto de la
novela. Estamos ante una
gran oración o, si se prefiere, ante un inmenso sintagma que da
cuentas de lo que Barthes (y muchos otros postestructuralistas)
sentencia en su famoso escrito citado: la configuración de la
escritura en base a diversos ecos y guiños culturales, a citas y
referencias, contemporáneas y/o pretéritas. Por lo tanto, el
entretejido interno del fragmento del tú no puede disociarse del
otro tipo de tejido o atadura: el de la memoria de la palabra.
Borges se encarga de
sintetizar la tensión entre el recuerdo y la independencia: “Cada
palabra, aunque esté cargada de siglos, inicia una página en blanco
y compromete al porvenir.”[vi]
Ahora bien, el fragmento conjuga ideas, acciones (por lo general, en
modo imperativo) y metáforas; la yuxtaposición permite que las
tensiones producidas por la unión de elementos en ocasiones algo
distantes o disímiles se horizontalicen, se equilibren. El
equilibrio posibilita la complementariedad y la convivencia de las
diferencias, de lo heterogéneo. La perfecta igualdad entre cada uno
de los enunciados –de los sintagmas menores que componen el
sintagma mayor– y la simetría jerárquica se logra por medio de las
repeticiones y de los ya mencionados paralelismos sintácticos:
(…) a fuerza de retener esas imágenes de
la placidez amenazada por los cúmulos concentrados y negros de las
nubes (…); a fuerza de escuchar las llamadas cíclicas de los
animales en el monte; a fuerza de gritar los signos del
tiempo (…); a fuerza, en fin, de decir el tiempo, de hablar
el tiempo, de pensar el tiempo… (204, 205) (cursiva
del autor)
Sería imposible establecer una diferenciación jerárquica entre los
distintos sintagmas preposicionales. Desde la perspectiva formal,
porque nos hallamos ante estructuras sintácticas idénticas
(preposiciones, núcleos nominales y objetos directos que se disparan
a partir de los infinitivos –retener, escuchar, gritar, decir,
hablar, etc) Desde un punto de vista semántico podría decirse que es
el último de los sintagmas el más significativo en tanto que resume
y condensa una conclusión. No obstante, pensando en términos
estrictamente lógicos, dicha conclusión (y por ende, dicho sintagma)
no podría existir de no ser por la presencia de los anteriores. La
complementariedad, la simbiosis, la necesidad recíproca por medio,
esencialmente, de la yuxtaposición, se revela en el plano del
discurso. En lo que concierne a la anécdota (si tal cosa es
posible en las instancias de “tú” de la novela) se distinguiría,
posiblemente, un intento por desmenuzar la especificidad del ser
humano, proyectado, una vez más, a través de paralelismos
sintácticos, asíndeton y enumeraciones:
(…) aprenderás a frotar dos maderos
hasta incendiarlos porque necesitarás arrojar una tea a la entrada
de tu cueva y espantar a las bestias que no te distinguirán, que no
diferenciarán tu carne de la carne de otras bestias y tendrás que
construir mil templos, dictar mil leyes, escribir mil libros, adorar
mil dioses, pintar mil cuadros, fabricar mil máquinas, dominar mil
pueblos, romper mil átomos para volver a arrojar tu tea en encendida
a la entrada de la cueva… (205)
La linealidad y el devenir que se distinguen en el fragmento del tú
no se asocian a la idea de Progreso o a un Cronos predominante. En
todo caso, la linealidad es un efecto inexorable, inherente a la
lengua escrita y al significante en sí mismo.[vii]
El tiempo ligado a la instancia pronominal del “tú”, innegablemente,
es el circular. Esta percepción del tiempo, desarrollada, entre
otros, por
Nietzsche –pero también por pueblos originarios[viii]–
se transforma en protagonista excluyente del fragmento debido a que
es la que introduce una visión radicalmente distinta del mundo, del
hombre y de cómo éste experimenta el mismo (radicalmente distinta,
claro, respecto de la occidental) Esta cosmovisión percibe al hombre
como una parte más del orden superior; su vida y su
muerte son,
sencillamente, elementos preestablecidos por una totalidad[ix].
En efecto, la última cita ratifica la idea no del sujeto, sino del
hombre como un simple número dentro de una ecuación abarcadora. Su
evolución, que pareciera diferenciarlo del resto de los animales por
la adquisición y el dominio del lenguaje y la capacidad de
raciocinio (en la cita, “escribir”, “construir”, “fabricar”,
“pintar” son algunos de los verboides relacionados a su condición)
pierde todo posible valor jerárquico debido al regreso a la
condición primitiva. A pesar del
lenguaje, de la razón, de las convenciones y las leyes, se
retorna a la caverna.
El discurso cuasi científico utilizado en la descripción evolutiva y
en el accionar del hombre se imbrica con un tiempo verbal
predominante: el futuro simple.
(…) descenderás con tus
diez millones de células cerebrales, con tu pila eléctrica en la
cabeza, plástico, mutable, a explorar, satisfacer tu curiosidad,
proponerte fines, realizarlos con el menor esfuerzo, evitar las
dificultades, prever, aprender, olvidar, recordar, unir
ideas, reconocer formas, sumar grados al margen libre
dejado por la necesidad (…) (206) (cursiva
del autor)
El uso del futuro simple atenta contra la libertad del hombre:
denuncia su predestinación. El futuro simple sella con indeleble
tinta-significante su destino. No importa cuán distanciado se piense
de un animal, al igual que éste, el hombre no deja de ser un
elemento más en la constitución de una naturaleza y de un cosmos que
lo gobiernan y minimizan. Como
Borges y Sartre
afirmaran, aunque por muy diferentes razones, un hombre es todos los
hombres.
Para ir finalizando, podría decirse que el fragmento en sí, en su
relación conflictiva y pujante con las otras máscaras del
protagonista de la novela, Artemio Cruz, representa fielmente la
tensión propuesta en el párrafo precedente. La sección del pronombre
personal “tú” que he intentado analizar sirve como punto de
intersección entre la individualidad subjetiva (puesto que puede
pensársela como una de las instancias que conforman la personalidad
de Artemio Cruz) y la especificidad del hombre en tanto animal. Lo
subjetivo, humano e individual y lo general, colectivo y animal son
también coordinados y conjugados por este discurso acumulativo,
aglutinante.
La oración precedente da un claro pantallazo en términos de lo que
implica la prosa de Fuentes
concerniente a la
escritura del “tú”. El
amontonamiento de construcciones dependientes entre sí, la
yuxtaposición que cohesiona las más diversas imágenes y acciones y
que coordina elementos dispares, produce un primer efecto de caos y
desorden muy significativo. De desmesura en cierto sentido. A una
distancia mayor del objeto, es posible observar dentro de ese
aparente desorden, la perfecta construcción de un mundo, de una
cosmovisión, de un discurso que, en un afán totalizador, intenta dar
cuenta de un cosmos y una cosmogonía en donde las tensiones conviven
y se complementan. Fuentes produce
una
escritura del exceso[x]
con una retórica que, al fin y al cabo, se resume en pocos
procedimientos: repeticiones-anáforas, enumeraciones, paralelismos,
etc., y donde los distintos caminos no hacen más que converger.[xi]
Notas:
[ii]
La instancia del “tú” a la que aludo acapara un poco más de
tres páginas, de 204 a 207. Cf. Fuentes, Carlos. La
muerte de Artemio Cruz. Barcelona: Bruguera. 1980.
(Todas las citas pertenecen a esta edición)
[iv]
En relación con la no clausura del texto,
Barthes asevera: “La pluralidad del
Texto, en efecto, se basa, no en la ambigüedad de los
contenidos, sino en lo que podría llamarse la pluralidad
estereográfica de los significantes que lo tejen
(etimológicamente, el texto es un tejido)(...) está
enteramente entretejido de citas, referencias, ecos:
lenguajes culturales (¿qué lenguaje puede no serlo?),
antecedentes o contemporáneos, que lo atraviesan de lado a
lado en una amplia estereofonía." Barthes, R. “De la
obra al texto”, en El susurro del lenguaje.
Barcelona: Paidós, 1987. Pp. 77, 78
[v]
Kovacci piensa la coordinación a partir de
dos vertientes: la binaria o la múltiple. La yuxtaposición
se subordina a esta última puesto que permite enlazar más de
dos constituyentes. Cf. Kovacci, O. “Acerca de la
coordinación en español”.
Estudios de gramática española.
Buanos Aires: Hachette, 1986
[viii]
“Entre los mayas y los aztecas es el ciclo el
que domina en relación con la linealidad: hay una sucesión
en el interior del mes, del año o del “haz” de años; pero
estos últimos, más que estar situados en una cronología
lineal, se repiten exactamente cada vez (…) En lugar de este
tiempo cíclico, repetitivo, fijado en una secuencia
inalterable, donde todo ya está siempre predicho, donde el
hecho singular no es más que la realización de los presagios
ya presentes desde siempre, en lugar de este tiempo dominado
por el sistema, viene a imponerse el tiempo unidireccional,
el tiempo de la apoteosis y del cumplimiento, tal como lo
viven entonces los cristianos.” Todorov, T. “II. Conquistar.
Moctezuma y los signos”, en La conquista de América. El
problema del otro. México: Siglo XXI. P. 197.
[ix]
“Nuestros antepasados indígenas no creían que
su muerte les pertenecía, como jamás pensaron que su vida
fuese realmente “su vida”, en el sentido cristiano de la
palabra. Todo se conjugaba para determinar, desde el
nacimiento, la vida y la muerte de cada hombre: la clase
social, el año, el lugar, el día, la hora. El azteca era tan
poco responsable de sus actos como de su muerte (…) Mientras
nosotros vivimos bajo el signo de la libertad (…) y todo es
elección y lucha, para los aztecas el problema se reducía a
investigar la no siempre clara voluntad de los dioses.” Paz,
O. “III. Todos santos, día de muertos”, en El laberinto
de la soledad. Madrid: FEC. 1996. Pp. 18,19.
[x]
Como afirma en su célebre ensayo: “El lenguaje, en suma, de
la ambigüedad: de la pluralidad de significados, de la
constelación de alusiones: de la apertura”. Fuentes, C.
La nueva novela hispanoamericana. México: Mortiz. 1969.
P. 32.
[xi]
Otra de las tensiones,
temático-argumentativas en este caso, que conviven y
convergen en el discurso, se da con la aparición de guiños
de existencialismo sartreano, que llevan a replantear la
predestinación del hombre, en pos de una supuesta libertad
subjetiva (lo que produciría, a su vez, una nueva aparición
de la pugna sujeto individual / hombre genérico-colectivo):
“(…) elegirás, para sobrevivir elegirás, elegirás entre los
espejos infinitos uno solo, uno solo que te reflejará
irrevocablemente, que llenará de una sombra negra los demás
espejos, (…) escogerás uno de los caminos, sacrificarás los
demás: te sacrificarás al escoger, dejarás de ser todos los
otros hombres que pudiste haber sido…(206, 207).
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