(A
Walter Gonzales Cabañas: los intelectuales y la política)
La muerte de las ideologías -ucronías propias de
una lógica-neopositivista- heredera del siglo de la Luces
y la exaltación de una Razón,
que nos condujo a las aporías históricas de los
campos de concentración, a las guerras
étnicas, a la fragmentación del mapa geopolítico
mundial, al terrorismo
y a nuevas formas
de neocolonialismo vía sociedades mediatizadas culturalmente,
esclavas de las teorías
del mercado y el marketing, contrastan con la desaparición
de los Estados
Nacionales, con sus pasados históricos, con los imaginarios
colectivos propios de las diferencias culturales, y finalmente
con la creciente lucha internacional por la apropiación
de las formas más autoritarias del poder, y con la concentración
de éste merced a la voluntad de dominio a escala planetaria,
hecho no previsto por las escatologías religiosas ni las
profecías filosóficas- que frente a la derrota
de la racionalidad, sólo pueden incrementar el terror,
luchando contra éste con mayor violencia.
Este es el mundo que
nos toca vivir, en el cual la Argentina
a pasado a ser, de un efímero proyecto nacido del siglo
de las luces (que jamás
pudo concretarse mediante un proyecto de política internacional,
dentro del marco de un mapa geopolítico internacional,
al cual le dimos constantemente la espalda), un Estado
Nación; conciencia clara del rol que le toque jugar
dentro del ajedrez de la política internacional.
Hoy, clara como el
agua más clara, la doble oposición entre el fraude
de una representación Republicana -la República
es sólo un simulacro y un carnaval
de pirotécnicas que pueden incendiar cualquier sociedad-
la distancia entre la cosa pública y el demos, la democracia,
se acentúan hasta alcanzar los limites de un quiasmo:
la indexación de la deudas
internas y externas, son la manera con la que usura
internacional, ha materializado las nuevas
formas de trabajo en el mundo.
La Argentina no vive
ya de suicidios permanentes, sino que ha entrado definitivamente
en un túnel hecho de sombras, en un abismo, en el cual
se encuentra encerrada y enterrada. Dentro de su mismo continente
permanece aislada, con una política exterior, que continúa
respondiendo al esquema de una civilidad lapidada por corporaciones
políticas, que sin representación alguna, buscan
la salida a través de torpes alianzas que prolongan la
agonía de un Estado, que de ser agredido por clases dirigentes
incapaces, con intereses creados y espúreos, se a tornado
en agresor de la civilidad Argentina en su conjunto. Veamos en
pocas palabras, el estado en que se encuentran la mayoría
de las provincias: satrapías de una gran satrapía,
devenidas ya en el moribundo Aliens de un Estado Nación
en vías de extinción.
Sólo una pacífica revolución educativa que
permita a la Argentina recuperar un pasado no concluido, y la
recreación de las normas y procedéres éticos
de los fundadores -que soñaron un Estado Nación
de más de doscientos millones de habitantes para esta
década- podrían devolver a nuestro país
la capacidad de proyectarse activamente hacia un futuro que no
viva de los coletazos colapsados de una civilización en
etapa terminal, cuya duración no se puede prever.
Corrientes, que durante el proceso de organización nacional,
tanto aportó en sangre, valor e inteligencia, es una de
las provincias más primitivas de la actual Argentina.
Ninguna vergüenza para una ciudadanía que a sido
suplantada por las protestas mediáticas: en treinta años
nuestra provincia a retrocedido más de tres décadas.
No se trata sólo de las luchas inter-partidarias o aliancistas,
ni de segundos pactos de Olivos provinciales que sólo
beneficien a algunos, sino de recuperar la memoria histórica
de nuestro pasado, de convocar a nuestros mejores hombres, de
hacer cumplir leyes y ordenanzas, de salvar lo que queda de un
pasado lleno de gloria, y templanza, para que la patria -palabra
que ya nadie pronuncia- sea no sólo cuna de antepasados,
sino el pesebre que espere gloriosamente a los que vendrán.
Para eso, la revolución
educativa
y cultural, la reivindicación del protagonismo ciudadano,
la reforma del sistema electoral Argentino y una nueva forma
de enseñar derechos y deberes del ciudadano, es decir,
de devolver sentido a la Ética como única vía
de retener en el imaginario colectivo, el valor de proyecto que
tiene la paideia -educación- de las leyes e Instituciones
que rigen todo sistema Republicano de Gobierno. Es hora de recordar
que éste país fue hecho por Estadistas-Poetas,
y no sólo por mediocres usureros de las políticas
del Estado, para salir de esta puerta estrecha por la que nos
toca adelantarnos al futuro; recuperemos creadoramente -a ésto
se le llama re-apropiación creadora- los mensajes que
nos dejaran en distintas claves, Moreno, Alberdi, José
María Paz, Sarmiento y el mismo Mitre.
La retirada del intelectual del campo de la praxis política
-retirada culposa, llena de miedo al poder burocrático-
es un signo del declinar de una constelación cultural
que termina.
Heidegger posee la llave cuando en su contestación a la
undécima tesis marxiana que reza, "hasta ahora
los filosófos se dedicaron a interpretar el mundo, ahora
deben cambiarlo", contesta que toda "alethe"
-todo develamiento de lo que es mediante una interpretación-
constituye ya la base la toda praxis y de todo cambio en el mundo
de la polis. Por último escuchemos a un poeta Argentino(*)
-o de los pocos poetas líricos y civiles al mismo tiempo-
hablar de su patria, siempre que tengamos oídos y voluntad
para hacerlo: "Un país que no acaba de comprenderse/
termina siendo un viento demoníaco,/ una aguja en el corazón,
una serpiente/ que se devora odìándose, árbol
entre brumas./ Ha jubilado su esperanza y manchado el pasado/
con la baba que se extiende sobre los techos/ en el cielo, todas
las noches oye su impotencia/ creciendo en el vientre de la nada./
Avidos mercaderes lo succionan/ buhoneros de ideas alzan ídolos
huecos, envenenan tejidos./ Es una araña atrapada en su
tela./ Comedia de autores anónimos, / se representa a
sí mismo, se aplaude y se maldice./ Tiene todo a su alcance,
pero no encuentra nada".
La sordera es peor
que la ceguera: Homero era ciego, Borges
también y finalmente, señores políticos,
si la lengua es la sangre de una raza -y esta raíz de
una patria- es hora de "oír" para hacer historia,
porque la poesía como acto del habla y del lenguaje, sostiene
sobre sí la misma condición mortal y las condiciones
necesarias, para construir sobre la libertad del fundamento la
verdadera historia de los hombres sobre esta tierra. La poesía,
el arte y la especulación,
señores, no son un adorno de mesa, ni necesitan o necesitaron
nunca de honores, de poderes espúreos, porque constituyen
el misterio de una gracia que nos fue concedida y que estamos
a punto a abandonar al caos
y a la perdición de la condición de mortal dentro
del universo.
(*)Horacio Armani.
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