Es conocido por muchos lectores
que el pensador francés Jean
Paul Sartre -que hoy no está de moda-
escribió hace más de 40 años un libro llamado
¿Qué es la literatura?,
en donde desarrolla su pensamiento en torno al así llamado
'compromiso'. Se discutía bastante entonces -a estar por
los libros- sobre el difícil
problema de en qué medida las obras
de arte verbales pueden o deben preocuparse por incidir en
determinado contexto social.
Creo que para cualquiera que la haya leído, es muy difícil
olvidar la siguiente frase, incluida en ese libro: "[Fulano
y Mengano] hacen gala de la reconocida superioridad de que gozan
los perros vivos sobre los leones muertos". El autor
se refería en ese caso a personajes que sometían
a crítica a otros
personajes.
Siempre me ha llamado la
atención que, si bien recuerdo perfectamente la frase, me es completamente imposible recordar
los nombres aludidos, o el episodio con el motivo del cual la
frase fue escrita.
El caso es sugerente, y es para mí una de las tantas pruebas
acerca de la enorme superioridad específica de que goza
la buena
literatura, si la comparamos con los fines a los que la literatura 'comprometida' pretende servir.
Sartre creó tal vez esa frase porque en su libro, un libro
en que ciertamente se defendía el "compromiso"
literario, quería defenestrar a alguien. Es posible que
haya creado esa elocuente forma literaria porque le venía
bien para servirse de ella y, como si fuese un arma cuya finalidad
era dar en algún blanco, la lanzó.
Pero ha ocurrido algo
diverso. El arma ha seguido volando indefinidamente. Puede ser
que haya dado en el blanco que se le proponía durante un
breve momento; quizá realmente significó un golpe
para aquellos a quienes iba dirigida. Pero lejos de quedarse en
eso, siguió de largo, se desembarazó de ese objetivo
menor, comprometido y contingente, y pasó a vivir universalmente
gracias a su elocuencia como imagen,
como comparación. En suma, como literatura.
Vivió no gracias a la mala intención con que fue
concebida, sino gracias a la belleza
literaria que el talento de su autor le otorgó.
Otro escritor que fue completamente 'comprometido' en su vida,
pero que impidió siempre que las contingencias de esa vida
estroperan su creación poética, llamado Ezra Pound, dijo una vez respecto de su obra
mayor, los Cantos, escritos a lo largo de 50 años
(de 1916 a 1966), que los personajes y las referencias
concretas de su literatura eran fútiles. Llegará
un momento, decía Pound, en que la gente preguntará
'¿quién era ese señor Pound y esa señora
Roosevelt?'. Sin embargo, razonaba, la buena literatura
quedará y sobrevivirá y será útil
a los hombres aun mucho después que todas esas preocupaciones
fútiles y toda esa vanidad política haya sido permanentemente
olvidada.
Algo así es posible sentir ahora que, repentinamente y
sin que ninguna razón genuinamente literaria se muestre
en el horizonte -y sí el hecho de que combata por rescatar
a la nieta que las dictaduras del Plata le usurparon-, buena parte
de Montevideo se ha
declarado admirador del poeta Juan Gelman. ¿Qué
tiene que ver la poesía
con todo lo que está pasando? La respuesta está
en el aire, aunque sea difícil de decir.
*Publicado originalmente en Posdata
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